Disclaimer: Nada de esto me pertenece, el mundo y los personajes son de J. , una autora con una grandísima imaginación, pero que no sabe ver las grandes parejas que podía formar.

Sumary: Los Merodeadores, son una leyenda, son lo que todos los bromistas quieren ser, ¿pero qué hay detrás? Todos tienen una historia a sus espaldas, algo que les hace ser como son, y que, quizás, influya en sus sentimientos con respecto al resto. Son una familia, pero en las familias siempre hay una pareja, ¿no?

Advertencias: Este fic contiene Slash, si no te gustan las relaciones Chico/Chico, no lo leas, respeta como se te respeta a ti.


1. De comienzos, maldiciones, oportunidades y galletas de canela.

La estación de King's Cross. El andén nueve y tres cuartos. Un tren escarlata humea en las vías negras y brillantes. El Expreso de Hogwarts. Es un tren muggle encantado, te dirán, si preguntas. Pero es más que eso. Es el medio que utilizas para llegar a Hogwarts, a otra dimensión, una dimensión donde todo es posible. Pero no te dirán eso, porque es imposible de explicar, porque quieren que te des cuenta tú solo, porque si no amas a Hogwarts, no serás capaz de amar nada. Hogwarts, y no el ministerio, es el corazón de la Gran Bretaña mágica. Pero no bombea sangre, bombea magia, bombea vida, bombea oportunidades, bombea esperanzas.

Sirius Black caminaba por el andén empujando un carro metálico lleno de objetos cuidadosamente ordenados. El único que le acompañaba era su padre, su madre odiaba estar entre muggles y a su hermano no le permitieron acompañarle.

Estaba emocionado. Hogwarts, por fin Hogwarts. Por fin dejaba atrás Grimmauld Place, por fin sería libre. Sin su madre para gritarle y castigarle, sin su padre para castigarle de nuevo, sin Kreacher cumpliendo todas las ordenes de su madre de forma patética. Solo echaría de menos a Régulus, pero valía la pena, ¡por Merlín que valía la pena! Sería libre. Nadie, ni siquiera su madre, podría impedirlo. Tenía siete años de libertad, y no pensaba desaprovecharlos. No podía desaprovecharlos. Él era distinto, y nunca podría demostrarlo más allá de esos muros. No era solo un colegio, era algo más, algo mucho más importante.

Era su oportunidad para demostrar que no era un Black más. Que era único. Que era Sirius.

James Potter empujaba descuidadamente su baúl, corriendo para sentir el viento agitando su pelo negro y revuelto. Todo lo que llevaba estaba revuelto y desordenado por los golpes contra columnas, los giros bruscos y las carreras a toda velocidad. Su madre había pasado una hora organizándolo, pero a él le encantaba el desorden, total, se iba a desordenar de nuevo, ¿para qué ordenarlo?

No podía esperar a llegar a Hogwarts, simplemente no podía. Quería a sus padres, claro, con toda su alma, pero necesitaba dejar de tenerlos siempre cerca. Eran lo que los muggles llamaban unos padres sobre protectores, y él quería probarse a sí mismo.

Era el mejor, y quería demostrarlo. Hogwarts era su oportunidad de salir de esa espiral protectora que sus padres habían construido a su alrededor. Era su oportunidad para vivir, correr y reír sin que nadie estuviese detrás para reprenderle con dulzura y hacerle sentirse un niño pequeño. Para demostrar que podía ser el mejor jugador de quidditch de Hogwarts, y el mejor bromista de todos los tiempos.

Peter Pettigrew avanzaba con dificultad, luchando contra el carro que se desviaba continuamente. Solo le acompañaba su madre, que parecía estar muy nerviosa. Su padre trabajaba esa tarde y no había podido cambiar el turno. Peter creía que ni siquiera lo había intentado. Era invisible, esa era la conclusión a la que había llegado. Nunca destacaba en nada, siempre pasaba desapercibido. También creía que su padre no le quería, que para él era como el hijo del vecino. Después de todo, ¿quién podía querer a alguien invisible? No se le podía abrazar, ni dar un beso de buenas noches, ni leerle un cuento, a lo mejor nunca lo había hecho por eso, porque no le veía. Suspiró. No le gustaba ser invisible.

A lo mejor, y sólo a lo mejor, en Hogwarts dejaba de serlo. Podía tener un amigo que no lo fuese y destacase, al menos un poquito, para que la gente al menos le recordase por ser su amigo. A lo mejor.

Le gustaba creer que era como la luna, que cuando encontrase una estrella brillante, él brillaría también, reflejando su luz y dejándose ver por fin. Era su sueño. Encontrar su estrella. Hogwarts era su posibilidad de encontrar su estrella por fin, y brillar.

Remus Lupin caminaba por el andén nueve y tres cuartos arrastrando su baúl cabizbajo, ni siquiera tenía un carro que empujar. Solo su baúl, con un par de raídas túnicas de segunda mano y los libros del colegio, bueno, y su varita en el bolsillo.

Tenía miedo, mucho miedo. ¿Y si descubrían su naturaleza y le obligaban a volver a su casa? Se estremeció ligeramente y se encogió en su enorme abrigo de varias tallas superiores a la suya, con su bufanda amarillo canario de lana prácticamente estrangulándole por haber tenido que darle veinte vueltas para que no se arrastrase por el suelo.

Pensó en girarse hacia su madre y decirle que quería volver a casa, que quería quedarse con ella, y leer en su cuarto sin hablar con niños de su edad para siempre. Pero papá había estado tan emocionado con que le admitiesen… "Ya lo verás, Remus, Hogwarts es la mejor experiencia del mundo, es… Único."

A él le daba igual que fuese único, no le gustaban los cambios, pero a su padre le brillaban los ojos, y desde que se puso enfermo no le brillaban los ojos. Así que asintió.

Hogwarts era su oportunidad de ser normal, de ser uno más. A veces, las grandes oportunidades asustan.

_MS_

-Vale, presentémonos-dijo James al llegar a la habitación-. Yo me llamo James Potter, me gusta el quidditch, soy el mejor cazador del mundo y un bromista extraordinario.

-Yo me llamo Sirius Black, soy un bateador formidable y el primero de mi familia en Gryffindor, espero que no os molesten los vociferadores, voy a recibir muchos. Ah, y también soy un gran bromista.

-Yo me llamo Peter Pettigrew, me gusta ver el quidditch y el pastel de calabaza.

-Vaya, que interesante-ironizó Sirius, haciéndole enrojecer-. ¿Y tú?

Remus titubeó.

-Remus Lupin-susurró-. Me gusta leer, la música y los dulces.

-Bueno, pues ya nos conocemos, y como tenemos que compartir habitación lo mejor es que seamos amigos-decidió James.

-Vale, pero solo amigos, no creas que no me doy cuenta de cómo me miráis todos, como si fuese un caramelo-dijo Sirius abrazándose a sí mismo con falso pudor, como intentando protegerse de sus ávidas miradas.

James le sacó la lengua y Sirius se burló alejándose y gritando como una niña: "Aleja eso de mí, pervertido", antes de pegarse el uno al otro con las almohadas y saltar sobre la cama.

Peter se acercó a jalear a James, que parecía haberle caído bien, y que iba perdiendo estrepitosamente.

Remus dejó escapar una sonrisa divertida antes de seguir organizando sus libros. Hogwarts no daba tanto miedo.

_MS_

Remus entró en la habitación, James estaba fuera, jugando al quidditch, y Peter estaba observándolo con adoración, pero él había preferido subir a leer. Oyó unos ruidos extraños saliendo de la cama de Sirius y apartó el dosel con cuidado. Sirius estaba encogido sobre sí mismo y le sacudían algunos escalofríos.

-Sirius, ¿estás bien?-le preguntó.

Su cuerpo se quedó estático en la cama, sin hacer ningún movimiento, y cuando se giró, limpiándose las lágrimas que corrían por sus mejillas, vio que se había equivocado. Sirius no estaba llorando, bueno sí, pero no llorando de dolor, lástima, tristeza o nostalgia, estaba llorando de rabia.

-Remus, ¿no estabas abajo?-preguntó, incómodo porque le hubiesen visto.

-¿Qué ha pasado?

-Nada-gruñó.

-En serio Sirius, ¿qué ha pasado? ¿Has recibido una mala noticia de casa?

-El problema es, precisamente, mi maldita casa-decir que lo dijo sería humanizar sus palabras de forma descarada, más que un grito, parecía un ladrido.

-¿Por qué?

-¿A ti que te importa?-preguntó enfadado, volviéndose a tumbar en la cama.

Remus no se ofendió, es más, se sentó a su lado en la cama, a esperar que estuviese listo para hablar- Un alumno, de sexto, me ha hechizado-dijo varios minutos después.

La habitación volvió a quedar en silencio, Remus esperó.

-Dijo que era una vergüenza que en Gryffindor hubiese un Black-continuó-. Me pegó al techo, y después de reírse de mí me dejó caer, me hice daño en el brazo-su voz temblaba de ira y humillación-. Se me saltaron las lágrimas, y él y sus amigos se rieron de mí, y sentí tanta rabia que lloré más, y ellos se rieron más, y salí corriendo-volvió a guardar silencio, Remus se sintió mal por él y puso una mano sobre su hombro, él se estremeció-. Lo último que oí fue: "Todos los Black sois basura, eso te pasa por no aprender cuál es tu lugar"

-Tú no eres basura Sirius-dijo con seriedad-, y no debes dejar que ningún imbécil te diga lo contrario.

-¿Y si siempre es así? ¿Y si todos creen que soy como los de mi familia y me hechizan por ello?

-Pues hechízales tú primero-propuso.

Sirius levantó la mirada con la boca abierta, olvidándose de su pena, y preguntó:

-¿Quién eres tú y que has hecho con Remus Lupin?

-Soy su hermano gemelo que está aprovechando que está fuera para venir aquí y robarle las galletas de canela que le ha enviado nuestra madre-dijo con gesto serio y formal.

-Yo te ayudo, las esconde debajo del colchón, en una caja de metal con dibujos de peces.

Remus sonrió, decidiendo que no tenía nada de malo compartir sus galletas, una vez, con Sirius, sobretodo si se sentía mal.

Cuando sus amigos llegaron, ambos se estaban riendo sobre la cama de Sirius, que estaba llena de migas y sobre la que estaba una caja de metal abierta, decorada con peces de colores y completamente vacía.

Al día siguiente, el chico de sexto se encontró con que su cara estaba verde pistacho y tuvo que ir a la enfermería. Sirius buscó a Remus con la mirada, y este le devolvió la sonrisa, diciendo: "de nada", con ella. Pero él sabía que si significaba algo, porque él nunca se defendía cuando le agredían o le insultaban, pero sí estaba dispuesto a defenderle a él, y se prometió a sí mismo, que a partir de ese momento sería él el que le defendería de todos los que se metían con Remus. James era su mejor amigo, su hermano, pero Remus, era una de las personas que más le importaban en ese mundo.