I. See you tomorrow…
Y ahí estaba otra vez. El mismo chico, el mismo cabello negro, la misma piel blanca como la nieve corrompida por colores rojizos y morados… El mismo chico llorando por sus ojos, muñecas, piernas, brazos, y a lo largo de todo su cuerpo, como tantas otras veces, en una situación igual, en otra habitación, otra cama, pero igual que siempre al fin y al cabo…
Ahí estaba. Sollozando bajo las mantas en posición fetal, diciendo otra vez el mismo nombre. Como si esa persona se retractara de todo y volviera a ayudarle.
Cosa que sabía no pasaría.
Porque después de tanto tiempo, ya había perdido la esperanza. Había perdido la fe en todo. Porque aunque estaba en el lugar donde siempre había querido, ejercía la profesión que desde pequeño quiso, con miles de personas que idolatraban lo que hacía, nada podía ser color de rosa. Estaba en la lista de bandas con más fama a nivel mundial en el momento, su nombre salía siempre en las revistas, personas le envidiaban por su felicidad, por la sonrisa que siempre mostraba. Felicidad que en realidad no tenía, demostrada con una sonrisa irreal. Ya no había felicidad en su vida. Y nadie podía ayudarle a encontrarla. Porque todos los días era lo mismo, era un círculo vicioso del que no podía salir. Si se alegraba sería por un momento, porque sabía que en la noche volvería a recobrar la misma infelicidad.
Él creyó que esa persona le amaba. Creyó que eran el uno para el otro. Cuantas veces, soñó con sus labios, sus besos… y ahora, con lo único que soñaba día y noche, eran sus puños. Sus puños… sus amenazas, sus insultos. Él le amenazaba con que haría que les echaran de la compañía, expandiría falsos rumores, les haría caer a todos en lo más bajo. Por eso, él seguiría soportando todo. Porque la felicidad de su hermano y sus amigos, lo era todo para él… todo lo que en ese momento tenía. Era el sueño de todos… y él no lo arruinaría por algo en que él mismo se metió.
Cada lágrima que bajaba por sus mejillas, era una parte de él que se rompía, para luego volar en trozos en el viento, sin que nadie se enterara. Él moría todas las noches con cada lágrima, y volvía a renacer al mismo tiempo para morir el día siguiente, en la siguiente ronda, en otro lugar, con la misma persona. Muertes silenciosas cada noche…
Maquillaje, accesorios, lentes de sol y una sonrisa falsa pegada en el rostro. Era todo lo que necesitaba para que nadie se diera cuenta de su tristeza. Su hermano insistía con preguntas cada vez que podía desde hace tiempo, pero él negaba todo, y cada vez que lo hacía, una lágrima más caía por sus ojos en la noche, y otro corte se le agregaba a su corazón. Porque ya no dejaba que su hermano le mirara a los ojos, sabía que solo con eso su gemelo podría descubrir todo. Porque Tom era Tom. Unos lentes negros siempre cubrían sus ojos ahora. Sólo en los conciertos, existía la felicidad en él. Solo ahí, no necesitaba los lentes… Y los días de invierno, si no había concierto no salía de su habitación, decía que no le gustaban esos días para salir.
Pero sentía a veces que la lluvia era la única que le comprendía. Cada gota de lluvia, era una lágrima derramada, como todas las que derramaba él en las noches como ese día.
Bill lloró toda la noche, igual que el día anterior. Apenas pudo conciliar el sueño, pues tenía Insomnio. "Cuando uno tiene Insomnio, no está realmente dormido ni despierto" Por eso, ahora Bill era frecuente bebedor de café; era la única forma de no caer dormido en cualquier lugar. Pero nadie había notado algo raro, como que el vocalista en realidad no dormía. Su sonrisa al tomar cada sorbo de café, hacía morir todas las dudas de sus amigos.
Lo que si preocupó a Tom, Georg y Gustav, era que Bill ya no se sentía nunca con ganas de comer. Pero Bill desmentía todo, hasta a veces acusando a sus amigos de que no le dejaban en paz, para luego irse a su habitación luchando por que las lágrimas no salieran. Le dolía tratar así a sus amigos.
Sonó el despertador a las nueve de la mañana, un día viernes cualquiera para los chicos de Tokio Hotel, sacando al pelinegro de sus pensamientos. Bill, con mirada ausente, apretó el botón del despertador, resignado a ya no dormir. Se destapó y le dio un poco más de frío que el que ya tenía antes. Suspiró y sacó de su maleta su ropa interior, una camiseta manga larga de color negro y unos jeans algo desgastados de color gris dirigiéndose al baño en su habitación de hotel. Dejó las cosas a un lado y abrió el agua caliente de la ducha, luego de comprobar la temperatura se metió ahí. Enseguida todo su cuerpo comenzó a arder, gracias a las secuelas de la noche anterior. Pero a pesar de todo el dolor, ni una sola lágrima resbaló por su rostro. Quizás ya había perdido todas las que tenía horas antes, o tal vez ya estaba acostumbrado a ese dolor. Estuvo bastante tiempo en la ducha, y al salir se vistió para luego mirarse al espejo.
Demacrado.
Esa era la palabra casi exacta para describir su aspecto. Ya que en ningún lado había visto algo igual a su cara en ese momento. Los ojos hinchados, los labios en una mueca como si jamás hubiera habido rastro de una pequeña sonrisa… notó que los tenía heridos. Probablemente eso era de esa misma noche, sus amigos no eran tan ciegos como para no haberse dado cuenta otro día si fuera de antes. Tal vez era por la fuerza con que se los mordía para aguantar el dolor. O tal vez ni siquiera era su culpa. Suspiró y cerró los ojos con fuerza. No quería dejar las lágrimas caer… pero sin embargo, así fue. Lágrimas de impotencia… de no poder hacer absolutamente nada… solamente someterse a las torturas diarias a manos de esa persona que alguna vez amó. Quería dejar de llorar, o se retrasaría y los chicos vendrían pensando que estaba aún dormido, encontrándole en su verdadero estado. Pero no podía dejar de llorar. Comenzó a tratar de secar las lágrimas con sus manos, pero las lágrimas no dejaban de salir. Cayó de rodillas al piso y gimió cubriéndose el rostro con las manos. Era una pesadilla…
Bill apareció al fin, con una sonrisa y saludando a sus compañeros, quienes le devolvieron el saludo invitándole a sentarse con ellos en la mesa donde desayunaban.
Como siempre, mientras el resto desayunaba, Bill solo tomó un café.
-Bill –llamó Gustav- ¿No comerás nada más? –preguntó el rubio preocupado por los recientes hábitos alimenticios que el pelinegro tenía. El vocalista negó con la cabeza.
-Bill…-ahora fue Tom quien le llamó-
-Lo siento, no tengo ganas de comer, de verdad –Se explicó mirando a ambos.
-Bill, últimamente no tienes ganas de comer en ningún momento del día-le dijo Georg-Nos estás preocupando…
-No tienen nada de qué preocuparse, en serio-Le contestó Bill sonriendo. Tom le miró seriamente y se cruzó de brazos.
-Si tú no comes yo tampoco comeré –sentenció Tom, haciendo una especie de puchero.
-Tom… -Bill miró a su reflejo a través de los lentes oscuros
-Bill… -Recibió la misma mirada por parte de su gemelo. Se mantuvieron así tanto rato que Gustav y Georg podrían haber tenido suficiente tiempo para aburrirse de mirarlos, comentar sobre algunas entrevistas, jugar cartas, resolver el puzzle del diario, jugar a las manitos calientes, descubrir su 'yo' interior, entre otras cosas, - y de hecho hicieron algunas- hasta que Bill suspiró y comenzó a reírse acompañado de Tom.
-Bien, tú ganas-dijo Bill, esta vez con una sonrisa sincera, de esas que en ese tiempo eran escasas. Su hermano era su hermano, siempre lograba sacarle una sonrisa; Porque más que hermanos, eran gemelos, tenían una conexión única. Siempre recordaba cuando era pequeño y era muy miedoso, cuando llovía por ejemplo, y escuchaba el agua caer contra cosas haciendo sonidos se asustaba, a veces llegaba a escuchar pasos y pensaba que era algún fantasma o algo semejante, e iba y se colaba en la cama de su hermano.
"Ojala pudiera ir a la cama de Tom ahora… así él me protegería…" Pensó. Entonces, sin previo aviso sus ojos comenzaron a humedecerse. "¡Maldita sea!" pensó. Dejo la tostada que tenía en la mano en su plato y se disculpó.
-Lo siento, yo… enseguida vuelvo- dicho esto se fue rápidamente hasta su habitación, corrió por las escaleras para después encontrarse abriendo la puerta lo más apresuradamente que pudo, y sin ni siquiera ver si estaba bien cerrada, se sentó en su cama, tiró sus lentes por ahí y lloró. Lloró como tantas otras veces esos días.
Cómo deseaba poder volver a cuando su mundo podía volverse feliz y olvidar todos sus temores, con solo escabullirse en la cama de su hermano. Cómo deseaba que todo fuera como antes… Se abrazó a si mismo con fuerza mientras sollozaba, haciendo que sus brazos dolieran un poco.
Sintió un pequeño murmullo desde su ventana del hotel. Se volteó para ver que estaba abierta y lluvia pegaba contra ella. Había pasado de una mañana soleada a una gris y lluviosa drásticamente. ¿Así, tan rápido había cambiado su vida? ¿De una vida feliz a una donde solo existían sonrisas falsas y lágrimas adornándola? Un gemido escapó de sus labios mientras seguía llorando.
De pronto, el sonido de la puerta le sacó de sus pensamientos. En un movimiento rápido se metió entre las sábanas y dándole la espalda a la puerta se hizo el dormido. Daría la excusa de que se sentía mal o algo así si descubrían que estaba despierto, seguramente había dejado la puerta abierta.
La puerta se abrió y Tom entró a paso lento al encontrar el lugar a oscuras. ¿Estaría Bill durmiendo? Sus dudas se confirmaron cuando un bulto se movió en la cama. ¿Su hermano estaría enfermo o algo así? Se encaminó a la cama para ver a Bill durmiendo tranquilamente.
-Bill… Billy… -le llamó en susurros, pero el pelinegro no despertaba. Le llamó un poco más fuerte, obteniendo un pequeño gruñido del vocalista en respuesta, quien se dio vuelta quedando cara a cara a él y abrió un poco los ojos. - ¿Te sientes mal Bill? –preguntó Tom
-Si… creo que me resfrié o algo… -respondió el pelinegro, mintiendo. Aunque no del todo, la verdad se había sentido algo mal en la mañana. Tom puso su mano en la frente de Bill y la retiró algo sorprendido.
-Dios Bill… estás con mucha fiebre- comentó – Será mejor que le diga a David que cancele la entrevista de esta tarde… - Al escuchar ese nombre Bill se estremeció – Luego vendré a cuidarte ¿Está bien? –preguntó con una sonrisa Tom. Bill asintió suavemente, sin poder evitar sentirse feliz por dentro. Si Tom estaba con él… descansaría un día de todo. Porque cuando Tom decía que le cuidaría, significaba quedarse todo el día con Bill. El pelinegro sonrió a su hermano.
-Gracias… -susurró, para luego ver a su hermano devolverle la sonrisa, sacar su celular y salir de la habitación dispuesto a hablar con su manager lo de la entrevista. Se sintió tranquilo. Protegido. Por primera vez en meses… y todo gracias a su hermano. ¿Cómo a veces, hasta indirectamente le salvaba de todo? ¿Cómo siempre le hacía olvidar sus miedos?
-Cómo haces… ¿para que te quiera tanto…?-murmuró, quedándose dormido poco a poco-¿Tom…?-cerró sus ojos completamente, durmiéndose en brazos de Morfeo, como ya casi había olvidado que hacía, susurrando el nombre de la persona más importante para él.
"¡No me dejes, por favor!"
Una y otra vez, la misma voz repitiendo lo mismo en su cabeza. Era el mismo eco desde hacía horas en la cabeza de Tom.
"Por favor, Tom…"
¿Por qué? Se preguntaba. ¿Por qué Bill no quería que le dejase? Recordó los sollozos que acompañaron las palabras de su reflejo y su corazón dolió. No había algo peor para él, que ver a su hermano llorar. Porque Bill era su todo, era parte de él, ellos eran algo más que unos simples hermanos, unos simples amigos o unos simples gemelos, eran algo más allá de todo, algo indescriptible, donde una lágrima derramada por el otro causaba un dolor jamás sentido por su gemelo. Eran una sola persona, y Tom amaba a Bill más que todo lo que existía o podía llegar a existir. Habían nacido juntos, habían convivido siempre juntos, se habían protegido el uno al otro toda su vida, y se quedarían juntos hasta el final. Porque si algo le pasaba a su hermano, él no aguantaría un día más sin él y enseguida se quitaría la vida. Tom sin Bill no podía vivir, y el pelinegro sin el castaño tampoco.
De solo pensar que algo malo le estaba pasando a Bill, su pecho le dolió de tal manera que se llevó su mano al lugar como acto reflejo del cuerpo. Él sabía que algo le pasaba a Bill. Pero Bill no quería hablar de ello. Y eso le dolía. Le dolía que su gemelo no quisiera contarle qué le atormentaba de tal manera para actuar así, para llegar a sollozar que no le dejara solo.
¿Qué pasó? ¿En qué momento cambió todo en Bill tan drásticamente? Él se había dado cuenta de todo. De las sonrisas falsas de Bill, su cambio de ánimo, todo. Pero se había cansado de pelear con él gracias a que el vocalista lo negara todo y evadiera sus preguntas siempre… ¿Dónde había quedado el Bill que siempre acudía a él para todo? ¿Dónde estaba su pequeño Bill que cuando tenía miedo o tristeza se pasaba a su cama para contarle todo y dejar que él le protegiera mientras dormía?
Acarició suavemente los cabellos negros de la persona a su lado; en las mejillas del chico se veían los rastros que habían dejado sus lágrimas. ¿Por qué Bill habría rogado que no le dejase cuando le dijo que David estaba afuera y quería hablar con él? Es como si el monstruo con que un niño tiene pesadillas en las noches estuviera tras la puerta. No lo entendía. Era David, ¿Por qué su hermano no querría hablar con él? Suspiró. Últimamente no podía entender absolutamente nada de su gemelo. Recordó la expresión de Bill cuando pasó todo, y esto aunque fuese raro, le hizo recordar que tenía la misma expresión que no veía hace casi nueve años.
"El hombre feo…" susurró Tom recordando.
Flash back.
Tom dormía placidamente en su habitación un día de invierno como cualquier otro en Leipzig, Alemania. Desde hace poco tenía su propia habitación, había dejado de compartirla con su hermano menor hacía unos meses gracias a que a sus padres se les había ocurrido que ya estaban en edad de tener su propio espacio cada uno.
Todo era silencioso en la casa de los gemelos, solamente se oía un solitario "tic tac, tic tac" por parte de los relojes que habían en determinados lugares de la casa, y en días como esos, vagamente se podía escuchar el sonido del viento.
Todo transcurría en normalidad, hasta que el sonido de la puerta de Tom y unos sollozos provenientes de la misma se escucharon en toda la habitación del nombrado. El chico se despertó de golpe y vio enseguida al pequeño pelinegro llorando en el umbral de su puerta.
Sin pensarlo dos veces, se levantó y corrió a abrazar a su hermano menor.
-Shh… Bill, tranquilo, ¿Qué pasa?-susurró hundiendo la cabeza del chico en su cuello, sintiendo la humedad de su cara a causa de las lágrimas.
-El… el hombre feo… -murmuró el pequeño abrazando al castaño con fuerza
-¿El hombre feo? –cuestionó confundido el mayor mirando con preocupación al pequeño entre sus brazos, quien asintió suavemente. Lentamente cerró la puerta y llevó a su gemelo a su cama, para sentarlo allí con él a su lado.
-Tranquillo Billa…-le susurró con cariño mientras le abrazaba y le daba un pequeño beso en la frente- cuéntame, ¿Qué pasó? – Bill sollozaba en el cuello de su hermano apenas pudiendo hablar.
-El hombre feo… -mencionó entrecortadamente- él…él….dice cosas feas…-decía entre sollozos. El castaño acarició sus cabellos.
-Tranquilo… Dime, ¿Qué es lo que dice? –preguntó suavemente
-Dice…me dice que haga cosas que yo no quiero… -contestó levantando la mirada para mirar con sus ojos castaños y llenos de lágrimas a Tom- D-de verdad que no quiero y… me da miedo… -agregó Bill mientras lágrimas bajaban por sus mejillas. El mayor volvió a besarle en la frente.
-Shhh… ya pasó… yo estoy aquí para cuidarte…-Lentamente fue recostándose en la cama e hizo que Bill se recostara a su lado, para luego abrazarle y posteriormente cubrirse a ambos con las sabanas- tranquilo…-le dijo, limpiándole cariñosamente las lágrimas con sus dedos- yo estaré aquí y no dejaré que él te hable… ¿si?- el chico asintió y se dejó envolver totalmente por los brazos de su gemelo.
-Te quiero Tom…-
End flash back.
Sonrió un poco con el recuerdo. Aunque ahora que lo recordaba, costó mucho que su hermano dejase eso del "hombre feo", tuvieron que cambiarse de casa porque el chico estuvo años con eso. Y es que supuestamente había un hombre que siempre se aparecía por las noches en el cuarto de Bill, y le decía que hiciera cosas que todo el mundo juzgaría como demoníacas en su totalidad, cosa que asustaba tanto a Bill al punto de estar durmiendo con él todas las noches. Otro recuerdo llegó a su mente de hace no tantos años. Llegó a su mente la imagen de su madre conversando con él sobre algo de la radio. Recordó exactamente las palabras de Simone:
"Tom, ¿Recuerdas al tipo de que hablaba Bill? ¿Lo recuerdas? Bien, lo que pasa es que no me creerás, pero hoy estaba escuchando en la radio y llamó la madre de una niña contando que su hija de no más de doce años veía a un tipo vestido totalmente de negro en las noches en su habitación. Y esta mujer contaba que la niña había tratado de incendiar su casa dos veces por culpa de éste hombre, que según ella no la dejaba dormir y la atormentaba con este tipo de cosas. Raro, ¿no? Y yo que estuve a punto de mandar a Bill al psicólogo... Luego contó que mandaron a un tipo a ver si había algo en la casa, y adivina… Si que lo había, y cuando la familia de la niña se cambió de hogar a otra calle cerca de allí, la chica no volvió a ver a este ente. ¿Crees que lo de Bill sería su imaginación o…?"Dejó la pregunta en el aire. "Según una locutora esto pasaba porque habían niños con una capacidad mayor que otros para percibir las cosas de ese tipo. Pero mejor no le cuentes a Bill, o creo que terminará con un trauma." Tom rió suavemente al recordar eso. Nunca le contó a su hermano… pero vaya que se sorprendió. Él siempre creyó que lo de Bill era parte de la gran imaginación de su hermanito, pero al escuchar ese relato de su madre que concordaba totalmente con los de Bill sintió hasta pena por no creerle del todo. Porque la cara de Bill cuando hablaba de ello era de miedo total, como si tuviera a la muerte frente a sus ojos.
Y la mirada en los ojos de Bill, era la misma que cuando le dijo que David quería verle.
***
