Cuando Estoy Con Él

Porque Lily Evans no deja de pensar en Sirius cuando está con James…

"-You said move on, where do I go?

'Cause when I'm with him, I am thinking of you
Oh, I wish that I was looking into your eyes"

- Thinking of you. Katy Perry

Disclaimer: Nada de esto es mío. Aunque si Jotacá me regala a Sirius, no me molestaría ni un poquito (?).

Una vez, dos veces, tres veces… Miles de veces. Incontables situaciones, penosas interrupciones e infinidad de lágrimas en la soledad de su habitación. Pero no puede evitarlo, por más que lo intente, y eso es lo que más le frustra, lo que más le molesta. Porque Lily Evans no deja de pensar en Sirius cuando está con James.

Tal como en ese momento.

Las manos de James aferradas a su pequeña cintura, sus delgados labios besando con lenta pasión los suyos, sus ojos avellana detrás de aquellas gafas cuando se detiene para mirarla a los ojos, para mirarla con sinceridad y dulzura. Y ella lo mira de la misma manera porque lo ama. Lo ama de manera incondicional y completa.

Pero Sirius sigue ahí, en un rincón de su mente.

Porque no puede olvidar aquellos ojos grises que parecían traspasarla con la mirada, aquellas manos que hacían que todo su cuerpo se estremeciera ante su tacto, ni sus delgados labios buscando un beso ansioso y carente de amor.

Dos semanas de encuentros en diferentes aulas vacías, fueron suficientes para que Sirius quedara grabado en su mente. Sabía que no lo amaba, no sentía por él el mismo cosquilleo que sentía cuando veía a James. Pero había llegado cuando más ocupaba sentir el calor de alguien, cuando más necesitaba apagar su soledad.

Y eso era precisamente lo que buscaba él. Sólo un poco de calor debido al único dolor que tenían en común: el rechazo de su familia. Él dejando de ser un hijo, ella dejando de ser una hermana.

Pero ese tiempo acabó con la misma espontaneidad con la que empezó. Sirius, con su sonrisa burlona impresa en su rostro, con su indiferencia en su manera de andar, con su elegancia escondida en ese par de ojos grises. Frío como su apellido, distante como su nombre. Un simple adiós tan breve como sus sentimientos.

Demasiado rebelde para amarlo. Demasiado vacío para odiarlo.

Sirius. Siempre Sirius.

Pero James no es él y lo sabe por el simple tamaño de sus manos, que son más pequeñas. Lo sabe por las caricias que recorren con amor su piel, no con la seducción desesperada con la que lo hacía él. Lo sabe por el sabor de sus labios y por la manera de tocarla.

Y la culpa la golpea con tal fuerza que sus ojos se empeñan en derramar discretas lágrimas sobre sus mejillas. Porque ama a James pero no deja de pensar en Sirius.