Disclaimer: La propiedad intelectual de Katekyo Hitman Reborn, su argumento y personajes le pertenecen a Akira Amano
Sumary: Podría estar envuelta entre la niebla pero siempre mantendría la mirada en el cielo.
Advertencia: ¡Hetero! ¡Crack!
Notas del Autor: He aquí mi primer historia de KHR producto de mis extraños procesos psíquicos y de la misma forma, considerando mis propias obsesiones, me he propuesto la (nada noble) meta de escribir sobre tanta pareja del tipo hetero habida y por haber. No soy quisquillosa, así que no escatimare en gustos o favoritismos.
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Retazos de Cielo
I/V
Mujeres, flores y té.
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—Por favor, déjame que lo adivine—Dijo Elena, enderezando la postura y colocando sus manos elegantemente sobre su regazo—No podrás cumplir tu promesa por algún imprevisto de último momento.
Frente a ella, Giotto, jefe de la familia Vongola abrió la boca para decir algo, pero no lo hiso, simplemente se quedó unos segundos con los labios entreabiertos.
El mayordomo, pulcramente vestido de negro, que les servía en ese momento el té esbozó una sutil sonrisa ante el gesto de su señor, era incorrecto, por supuesto, sentirse divertido ante el bochorno de su amo pero era algo que no podía evitar y estaba seguro de que ni el amo G hubiera logrado permanecer totalmente serio ante la visión de un Giotto avergonzado. Una mujer era lo más peligroso con lo que se podría enfrentar el orgullo y la dignidad de un hombre. Y si esa mujer era la señorita Elena, bueno, no era de extrañar que el joven Vongola actuara de esa forma. Con un último vistazo a la joven pareja y la debida reverencia, el mayordomo se retiro de la sala de estar después de asegurarse de que ni su amo ni la invitada de este desearan algo más.
Y si bien el amo Giotto era el hombre de más confianza que alguna vez hubiera tenido el placer de conocer dejó la puerta sin cerrar tal y como exigían las reglas de decoro para salvaguardar el honor de una jovencita. Afuera, la dama de compañía de Elena despegaba de vez en vez la mirada de su bordado para dirigirla hacia ellos.
Sin ser del todo consiente Giotto se inclinó ligeramente hacia la rubia jovencita.
— ¿Cómo…?
— ¿Cómo lo sé? Bueno… tienes la misma cara de penosa culpabilidad que cuando derramaste el vino sobre mí—Dijo Elena antes de que Giotto pudiera terminar la pregunta.
La cara del líder del Vongola se torno de un color rojo brillante, carraspeo un poco y opto por darle un largo sorbo a su té humeante. Aquel era un pasaje bastante vergonzoso de sus inicios dentro de la aristocracia, ya era bastante malo que G y Cozart se lo recordaran de vez en vez como para que Elena, la actriz principal en tal hecho tuviera que hacerlo, aunque no podía reprochárselo, si bien no lo aparentaba, ella debía de estar un poco más que irritada por ser plantada por el que se supone sería su compañero en una de las veladas más famosas (pero extrañamente poco esperadas) de la temporada a tan solo un par de días de tal evento.
— Pero está bien, tampoco sería la primera vez que haces algo así.
Giotto frunció el entrecejo.
— Diciéndolo de esa forma me haces ver como un patán.
— Oh, no, para nada—Dijo la joven rubia con una sonrisilla—Eres adorable, quizás demasiado… es por eso que aún no te he tirado el té en la cara.
El joven hombre rio.
—Es bueno saberlo.
— Agradece que tengas esa cara tan linda.
El Vongola asintió divertido pero sabía que no se sentiría cómodo mientras no hubiera dicho la palabra "lo siento". Era lo correcto y él era un caballero, después de todo. Además, su fiel mano derecha le había dado una curiosa cátedra sobre como congraciarse con una dama, donde: "pedir disculpas de forma sincera después de reconocer el error" figuraba como uno de los puntos más importantes, aunque bien Giotto podría decir que no necesitaba de tales consejos y no es porque tuviera una gran experiencia con mujeres, no como G que las atraía como miel a las abejas, pero no consideraba correcto tratar a quien él consideraba su mejor amiga tal y como una conquista más en su (inexistente) lista.
Elena no era una mujer cualquiera, no para él.
—Entonces… ¿Me disculpas?—Pregunto un tanto apenado. G le había dicho que posiblemente le llovería la vajilla encima si hacía semejante pregunta pero Elena ya había dicho que no haría algo así ¿Verdad? Oh, mujeres. Tan bellas y tan difíciles de comprender para el joven jefe.
—Con esta son ya tres veces, Giotto.
Las mejillas del aludido se colorearon violentamente de nuevo.
— Haré lo que tú quieras—Dijo él rápidamente mientras un visible rubor cubría sus pálidas mejillas. Elena a veces se preguntaba si Giotto era consciente de lo que provocaba en ella cada expresión que él le dedicase, en especial una como la de ese instante que causaba que todas sus entrañas se removieran salvajemente y su corazón palpitara tan fuerte que aseguraba cualquiera podía escucharlo, y es que no podía explicar otra razón por la que él estaría siendo más, solo un poco más, tierno con ella ¿O debía de pensar que era ella quien estaba más susceptible a él?
— No deberías darle tanto poder a una mujer, Giotto—Dijo Elena llevándose la taza de té a la boca para cubrir un poco su bochorno. Frente a ella el rubio jovenzuelo rió, le encantaba de sobremanera como las mejillas de Elena se volvían de un exuberante carmín al igual que sus pequeñas orejas cubiertas a penas por lo cascada de dorados cabellos.
— Llévame a cenar a las galerías—Agrego la mujer después de un par de minutos, Giotto la miró un tanto sorprendido por aquella petición.
— ¿Las galerías?—Preguntó extrañado causando que la rubia jovencita levantara la mirada de su pastel de fresas y la volviese hacia él.
— ¿Te molesta?—Pregunto Elena esta vez, con un volumen de voz un tanto más bajo de lo usual, aún estaba sonrojada y trataba con toda fuerza de voluntad de no parecer demasiado insistente.
Giotto sonrió apenado—N-no es que me moleste pero…—Las Galerías era uno de los restaurantes más conocidos de Italia, no solo por la calidad del servicio y su delicioso menú sino también porque era el lugar predilecto donde las jóvenes parejas de enamorados ya prometidos solían reunirse. Incluso había escuchado que las peticiones de manos se acercaban a una por noche—¿Estás segura?
Elena asintió despacio y Giotto sonrió a los pocos segundos—Si eso es lo que quieres—Aceptó el joven Vongola—Aunque me han dicho que es un lugar un tanto ostentoso y pensé que preferías las cosas un poco más sencillas—La rubia jovencita le miró intensamente por unos segundos y al darse cuenta de que su encantador compañero no parecía captar la indirecta suspiro resignadamente.
— ¿Ocurre algo?—Pregunto Giotto dejando a un lado la taza de té, Elena negó y le sonrió.
—Este nuevo imprevisto ¿Tiene que ver con los guardianes que faltan?—Preguntó aunque la respuesta ya la sabia, G se lo había dicho mientras intercedía por su jefe, sin embargo, preguntarle esto a Giotto era más conveniente que reclamarle por su falta de atención a ciertos detalles.
—No en realidad pero nunca se sabe con qué nuevos amigos puedas encontrarte en el camino.
Elena asintió con casi la misma emoción de Giotto.
—Solo faltan niebla y trueno ¿Verdad?
El joven asintió.
—G y yo hemos encontrado a algunas personas con las llamas del trueno pero… bueno…—Elena sonrió ella comprendía lo que quería decir Giotto, él solo devolvió el gesto y continuo—ahora, hallar a un guardián de la niebla será más difícil, parece ser que ese tipo de llamas es muy poco común.
La joven rubia torció los labios.
—Si es posible yo también te ayudare a encontrar a un digno guardián de la niebla y del trueno, así que estaré más atenta.
Giotto sonrió con ternura pero negó.
—No quiero involucrarte más de lo que ya lo he hecho.
Elena soltó un bufido, un gesto para nada correcto en una dama nacida en buena cuna.
—Tonto, aunque tú no quieras lo haré—él la miró con una chispa de preocupación—Se que como mujer no es mucho lo que yo pueda hacer para ayudarte pero…
El Vongola la miro de forma severa—El que seas mujer no tiene nada que ver, Elena—Dijo de forma seria, Giotto odiaba como muchos de sus congéneres trataban a las mujeres como si fueran inferiores solo por su naturaleza femenina pero odiaba aún más cuando la propias mujeres se creían todas estas estupideces al grado de verse a sí mismas como no más que simples maquinas para procrear. Elena era mujer y era la mujer más inteligente y fuerte que él conocía, incluso más fuerte y astuta que muchos hombres que había conocido a lo largo de su vida.
Elena sonrió pero sabía que no era del todo cierto.
—Pero no soportaría saber que fuiste herida por mi culpa—Agregó Giotto y la joven solo amplió la sonrisa, aquello solo confirmaba el rumbo de sus pensamientos.
Giotto era amable por naturaleza, se preocupaba por todos y cada uno de sus amigos y aliados, incluso, por aquellos que como Alude se mostraban hostiles hacia su persona, sin embargo, cuando estos salían a cumplir con sus diferentes misiones si bien el jefe de los Vongola se preocupaba por ellos y por lo que podía ocurrir o no durante estas, confiaba en las habilidades de sus guardianes y estaba dispuesto a esperarles con una sonrisa pero eso cambiaba cuando se trataba de ella, él no estaba dispuesto a confiar de la misma forma, era mujer y sobre todo era (para desgracia de ella) su mejor amiga y por lo tanto era alguien a quien debía de proteger.
Elena no podía protegerlo a él, no como un guardián o como un aliado, no le era permitido. Solo le quedaba rezar y esperar lo mejor en algún sitio apartado y seguro. Y eso era demasiado frustrante.
Giotto suspiro.
—Solo no hagas nada temerario—Dijo y bebió lo último que le quedaba de té.
Elena le miro fijamente por unos segundos y luego soltó una risilla.
—Nada que tú no harías —Aseguró— ¡Oh! Y me gustan las rosas blancas.
Giotto parpadeo un par de veces, claramente confundido.
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Notas finales: Lose, lose, separar a Demon de Elena puede resultar un tanto extraño considerando que es de las pocas (poquísimas) parejas hetero confirmadas por Amano, aunque claro, yo no los estoy separando…totalmente, simplemente juego con una idea que se me vino a la mente en cuanto leí ese capítulo en particular del manga.
No sé si el final quedó del todo entendido pero lo explicare de la siguiente manera: Elena quiere que Giotto le lleve flores cuando vayan a cenar. Fin.
Tampoco sé si esto en particular merezca algún tipo de comentario pero si alguna alma caritativa decide dejar alguno se lo agradezco de antemano.
¡Y gracias por leer!
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