Bueno es mi primer fic de esta pareja, lamento sí no está buena la reseña.

No soy dueña De K-on

Primero que nada, sí hay algún error lo siento, Lo publique apenás lo termine de escribir. Espero sus comentarios.

Amores cortesanos.

La primera vez que la observe fue cuando éramos unas simples niñas en pleno periodo escolar. Me sentaba en el fondo mientras que ella más al inicio de la fila, ella llamaba la atención desde el principio. Sus cabellos negros, su piel como la porcelana y por supuesto una de pocas personas del curso que usaba la mano izquierda para escribir. Hasta el día de hoy ella intenta pasar desapercibida e intentar no llamar la atención, pero no puede… a medida que hemos crecido juntas más personas la encuentran atrayente. Su personalidad ayuda mucho, ella es una princesa que hay que rescatar de la torre más alta, que para merecerla hay que combatir con un fiero dragón.

Lo reconozco me convertí en su primer príncipe, en su bufón, y también finalmente en quién velaba por ella acompañándola en todo momento.

Al final cuando ambas crecimos lo suficiente, ella me terminó de catalogar como su mejor amiga, quién le asustaba y por supuesto en su bolsa de boxeo personal.. Fundamos juntas un club de música ligera, conocimos a más personas que se sumaron a un sueño que contagié con mi exagerada energía. Pero, también hice que ella brillará aún más en el escenario de la escuela y las miradas se centraron en ella aún más que antes. Hasta el punto que un club de fans se creó con el único objetivo de admirar su belleza y talento sin igual. En ese tiempo atine a sonreírle, encontrar el chiste y meterme con ella.

En ese tiempo, durante esos años que usábamos el uniforme escolar, debí de sincerarme con ella en vez de recibir los golpes sobre mi cabeza que con el tiempo hicieron que todos nos tomaran como un dúo de comedia. Pero, con mi forma de ser… ¿cómo podía demostrarle mi cariño sin hacer que ella se alejará de mí? La respuesta fue sencilla, sería quién estuviera a su lado buscando la forma que ella reaccionará para que brillara aún más. A mí ya me dolía mirarla, y por eso agradecí que siempre estuviera en la oscuridad del escenario, pocas veces alguien dirigía la mirada a quién tocaba con esmero y actividad las paletas. Con una sonrisa tatuada en el rostro pasé el instituto, disfrutando los momentos a su lado, esperando el momento en qué esas canciones llenas de cursilería se volvieran realidad para ella, para mi princesa Mio.

- ¿Crees que este vestido me queda bien?-

Esa pregunta me sacó de mis pensamientos, retire mi mirada de mis apuntes para dirigirla a la puerta del baño, en dónde Mio estaba aún con los cabellos mojados, mostrándome la prenda que había elegido para esta importante cita. Lo primero que note fueron los cabellos, luego vi el vestido, tragué saliva y creo que envidié la suerte del joven que se había atrevido a invitarle. Sonreí y sin saber que decir asentí con la cabeza.

- Sí- afirme desviando mi mirada de su cuerpo que recibía las gotas de sus cabellos aún mojados-

Apreté mi mano, y para seguir demostrando que estaba favor de las decisiones de mí mejor amiga, camine hasta estar a su lado, tomar su mano derecha y llevarla a la silla en dónde antes estaba sentada. Busque una de las toallas secas y me coloque detrás de ella para con delicadeza (cosa extraña en mi) secar los cabellos con sumo cuidado. Deteniéndome en la punta de ellos, para pasar la toalla sobre ellos sin permitirme en ningún momento que mis manos desnudas tocaran un mínimo fragmento de su piel.

Mi boca se reseco y mi mirada se centro en una gota del elemento incoloro que paso de uno de los mechones hasta el hombro y de ahí transitó, de forma descuidada dirigiéndose hacia la espalda. No sé porqué mi mente pensó que esa gota iba a lograr quitarme la sed y satisfacerme. Bajé mi cabeza, por acto reflejo, sin pensarlo más allá de desear beberla. Mi mirada se dirigió al rostro de Mio, descubriendo con terror verdadero, un sonrojo incomodo por parte de ella. Su cuerpo rígido me debía de haber alertado de qué la estaba asustando. Vi la gota deseada y detuve a tiempo mis acciones impertinentes, y la seque con la toalla y así me aleje de su lado.

- Percebes- murmure con una sonrisa ladina-

La reacción de ella fue instantánea y como lo predije su enrojecimiento se borró al golpear mi cabeza, y yo obtuve lo que sembré durante todos estos años un leve insulto que era uno de los pocos cariños que me permitía obtener de ella.

Soy una idiota…

Cerré los ojos e imite unos gestos de dolor que eran sumamente exagerados, hace un par de años que logré ser inmune a ellos, pero no a ella.

- Auch MIO- CHUAN la próxima usa algo más para sacarte el estrés.

Cuando abrí los ojos la observe nuevamente, ahora ella sonreía ocultando su sonrisa con sus hermosas manos. Ahora ella se veía más tranquila, quizás necesitaba explotar un poco y golpear una dura cabeza como la mía. Me alegré saber que le era de utilidad, me volví a acercar a ella para extender la mano hacía ella y recibirla con un apretón de manos y así arrastrarla para que se levantará de la silla. La miré con seriedad y con un envión hice que ella diera una vuelta. Silbe para alabarla con ese gesto.

-Sí él no te invita lo más caro del menú… dímelo para así llevarlo directamente al oculista- bromee para guiñar un ojo con coquetería-

Mio me escruto con sus ojos color tormenta, más de una vez desee ahogarme en ellos, me fascinaban y los encontraba únicos. Ahora mismo no podía permitir un titubeo en mi voz, más tarde luego de que ella pasará por la puerta me permitiría unos minutos para demostrar mi debilidad y también sentimientos.

Mi sonrisa se mantuvo en mi rostro sin llegar a borrarse, no me pasaba lo mismo con mi mirada ya que no pude mantener la batalla con los de ella y tuve que bajarlos hasta colocarlos en otro sitio. Ella aprovecho esos segundos para acercarse y con un movimiento temerario me abrazo con ternura, ahora era yo la que se quedo quieta… sentí cómo ante esa acción ella me destrozaba completamente dejándome sin alguna defensa que hiciera mella contra su respiración y perfume que me embargaba mis sentidos.

-Gracias- la escuché decir-

Mis manos no se movieron, se quedaron estáticas a los costados de mi cintura mientras sentía el suave tacto de las de Mio en mi nuca, junto con su aliento suave que logró que mis mejillas se tornaran rojas. Desee que mis manos dejaran ese acto de rigidez, para accionar y colocarse en las caderas de quién era la persona que gobernaba mis sueños y mis afectos más turbios e imposibles.

Cuando los miembros de mi cuerpo decidieron actuar, reaccionar y hacerse cargo de un instante de gozo, el sonido de su celular destruyó mi oportunidad para ese contacto permitido, aceptado, y hasta necesario para mí. Ella fue la que tomó distancia de mi cuerpo, rompiendo el abrazo, y buscando con fervor el celular que sonaba con una melodía que ella había elegido para las llamadas entrantes. Por suerte, ella no dirigió una última mirada hacía donde yo estaba, lo agradecí así podía ocultar mi gesto, podría apostar que se veía chistoso hasta quizás estúpido en mi rostro.

Busque el confort del asiento, vi los libros sobre la mesa y supe que no podría volver a concentrarme, escuché los pasos dispersos y apurados de MIo que iba y venía por la habitación buscando su chaqueta, sus llaves, su billetera por si acaso y finalmente llego hasta mi escritorio para ahí buscar el ultimo objeto que descansaba cerca de mi mano derecha. Vi con temor como su izquierda se acercaba de manera amenazante hasta casi rozar la piel de mi mano, que hasta ese momento sostenía el lápiz. Sentí la calidez de esa piel, que era tan suave y tersa que podría jugar que nunca en mi vida existiría alguien con ese hermoso tacto.

Agarró su celular y parecía disfrutar la reacción torpe que logró con ese contacto tímido sobre mi piel. Sonrió con zozobra como diciendo que ella también podía bromear, ella sabía desde siempre que nunca supe saber reaccionar ante su contacto en particular. Con las demás era distinto, ella era la única (a mi pesar) que provocaba esa sensación de timidez.

-Te aviso cuando esté regresando- dijo y luego deposito un beso en mi mejilla para despedirse-

Acción que últimamente ella había adquirido. Yo le echo la culpa al no estar conviviendo con sus padres. Su madre siempre se despedía de ella con un beso, y su padre las veces que estaba en su casa también la mimaba y le daba mucho afecto. Y ahora yo debía de aceptar esas muestras de cariño que hacían que me doliera mi estómago e hiciera un daño insoportable a mi corazón.

- Muy bien- balbucee sin poder decir palabras más coherentes-

Ella se retiro del departamento, junto con su perfume y sus pasos apurados. Miento lo segundo persistía en el ambiente, cerré mis ojos y volví a apartarme de mis apuntes para irme hasta la habitación y allí perecer sobre mi cama. Sentí como unas lágrimas se iban formando en mis ojos, mi cabeza me dolía y por ello para darle fin al ardor, me saque tirando con odio desenfrenado la bincha que durante años había usado y cuidado con sumo cariño. Había sido uno de los regalo de mi mejor amiga, y por eso ese objeto recibió todo el resentimiento que guardé encerrado en mi interior que hasta ese momento no había salido más allá de algunas muestras de agresividad en mi pasado.

A los minutos sentí que la puerta era golpeada con insistencia, en un principio me hice la desatendida, me cansaba la idea de levantarme de la cama para atender a quién golpeaba con fuerza la madera e insistía gravemente que le atendiera.

Espere unos minutos, pensé que se retiraría, pero no además del golpe seco sobre la superficie ahora escuché una voz suave y melodiosa que decía mi nombre.

- Ritsu-

Suspire con cansancio, me levanté con tranquilidad de la cama. Cuando pasé por el espejo de la pared opuesta a mi cama, descubrí con asombro lo que esté reflejaba. Vi mis ojos rojos, y no supe el cuando empecé a llorar sólo supe el cuándo detuve las lágrimas en el momento que me seque el rostro y con perplejidad intenté sonreír, logrando una mueca que se distorsionaba a medida que me acercaba al espejo frio. Cerre mi puño y estuve a una decisión de romperlo, me detuve cuando escuche nuevamente mi nombre dicho con la voz que tanto conocía.

- Ritsu sé que estas-

Su voz sonaba afligida, con sumo nerviosismo me fui acercando a la puerta y conteste con una voz entrecortada.

-Perdón estoy algo ocupada- comente sin animarme a verla directamente, sólo me atreví a enfrentarla con la puerta como escudo- Mugi- chan

Sin poder frenarlo mi voz se quebró al pronunciar el nombre de la princesa de cabellos rubios.

Ante esa respuesta carente de mi energía cotidiana, no pude detener el impulso de la puerta siendo empujada con fuerza y finalmente abierta. Ella se me quedo viendo por largos minutos, hasta que se atrevió a romper la distancia abrazándome sin pedir permiso.

- Mugi- Chan me aplastas!- me queje y sonreí con falsedad ante esas palabras ella sólo hizo lo opuesto para estrecharme con su cuerpo con más fuerza, pude sentir su corazón latir en su pecho-

- Ricchan- una de sus manos terminó en la mitad de mi espalda y como forma de consuelo me dio pequeños y suaves golpecitos- Ricchan…

Repitió mi nombre tantas veces que resquebrajo mi defensa y terminé también abrazándola y llorando en su hombro. Mis lagrimas terminaron mojando su camisa, a ella no le importo continuo acariciándome y esperando con paciencia que yo logrará el sosiego.

Cuando mis lágrimas se secaron del todo, me quede unos minutos más aprovechándome de ella… de la única dama de la corte que descubrió lo que había detrás de mi máscara de bufón.

Mugi fue la que se separo de mi lado, rompiendo el abrazo y llevando ambas manos a mis mejillas para secar la humedad de mi piel con sus pulgares. Ella no pregunto nada, no porque no le interesará sino porque siempre supo cómo iba a reaccionar esté fatídico día.

- Ricchan traje conmigo unos pasteles y dulces-

Ahí noté la bolsa de cartón que estaba abandonada en el dintel de la puerta. Asentí con mi cabeza y la invite a entrar al departamento que compartía con Mio.

- Creo que hay té en alguna parte- dije con un gesto de amabilidad apartándome de su suave tacto que aún persistía sobre mi piel- Bienvenida Mugi Chan.

Y la sonrisa de ella, perfecta y sincera se creó mágicamente en su bello rostro de porcelana. Entró a mi hogar y hubiese querido que también lo hiciera en mi corazón, pero todavía era tan pronto que no podría abandonar la idea de echar mis sentimientos que almacene en silencio a la basura.

Mugi no tuvo que ser invitada, fue hasta la cocina y busco el té, dejándome en la silla junto con los apuntes a medio estudiar. El sonido que provenía de la cocina me relajaba hasta el punto de encontrarme nuevamente en paz conmigo misma. El perfume del té me hizo saber que Mugi estaba cerca, dirigí mi mirada y note que observaba el rincón en dónde mi objeto característico estaba partido en dos perfecta mitades. Ahora, era ella la que se le llenaban los ojos de lágrimas.

Las tazas quedaron olvidadas sobre un mueble, el vapor que salía de ellas fue lo que observe con más atención, ya que no podía animarme a ver cómo ella levantaba mi bincha amarilla y la llevaba al lado izquierdo a su pecho, como sí sostuviera con cuidado mis sentimientos e intentabas con malos resultados, repararla uniendo ambas partes que ya no podían ser juntadas.

De mi boca no salieron palabras, no había forma de explicar mis actos y el porqué mi furia fue a parar a un objeto que ahora visualizándolo noté que debía de significar tanto para ella como las personas a mi alrededor debía de significar más de lo que yo lo valore. Suspire con cansancio para abandonar el asiento y dirigirme a dónde estaba ella. Lleve mis manos hasta colocarlas sobre las de ella, sentía como temblaban ante mi contacto, el plástico fue sostenido con más fuerza como sí esas manos acostumbradas a las teclas del piano, no desearan soltarlo por nada en el mundo.

- Mugi- susurre con cuidado mientras fui acariciando la piel para tranquilizarla- El té se está enfriando.

Ella se asombro ante mis palabras, creo que dentro suyo estaba por gritarme por darle más importancia a la infusión que al objeto que ella sostenía. Sin embargo asintió con la cabeza como intentando comprenderme, pero a la vez se mantenía alerta a cualquier cambio de mi gesto endurecido.

Tanta preocupación le desperté que ella volvió a acariciarme la mejilla, sosteniendo aun el objeto destruido por la mitad con la izquierda, al principio no entendí ese gesto hasta descubrí con asombro que su mano estaba secando las lágrimas que se escapaban de mis ojos sin que yo tuviera conocimiento de ellas.

Con sus yemas aún húmedas acaricio mi piel hasta llegar a mi frente y ahí apartar mis cabellos que tapaban casi completamente mis ojos. Fue retirando mecha por mecha, intentando de alguna forma hacer lo que mi cinta hacía fácilmente. Cerré mis ojos ante ese contacto y me dejé acariciar hasta que ella se detuvo.

Las tazas de té dejaron de expulsar vapor, fueron abandonadas en el mueble, y seguro que contenían un líquido ya frio.

Mugi se mantuvo por largo tiempo sin darle importancia a nada que no fuera mis cabellos. Sus caricias lograron tranquilizarme, hasta el punto de crear una verdadera sonrisa para ella.

- ¿Qué harás?- preguntó en un susurro que sólo yo podría escuchar-

Analice su pregunta antes de darle una respuesta, supuse que se referia a mis cabellos así que le respondí a base de ellos.

- ¿Cortarlos?- conteste con una sonrisa en la boca sosteniendo el largo de mi flequillo-

Mugi no compartió mi sonrisa ya que su gesto se ensombreció por unos instantes. No pude analizar esa mirada, fue como sí ella tuviera un secreto que no podía develarme. Por ello, su próximo movimiento fue apartar mis cabellos y besar mi frente con sumo cariño.

Y recordé uno de los poderes que me hubiese gustado obtener cuando era niña: el de poder leer la mente de los demás. Ahora me hubiese servido para entender la compleja forma de ser de Mugi, una princesa enigmática todo lo contrario a Mio que siempre sabía lo que estaba pensando o a qué le tenía miedo.

Cerré los ojos y me dejé besar sin quejarme como lo hubiese hecho en el pasado. Sinceramente podría acostumbrarme a aprovecharme de la amabilidad que me estaban otorgando sin mediar pedido alguno.

- Ricchan… te ves bien sin la cinta- confeso apartando su mano junto con su cuerpo, guardando para sí misma el pedazo de plástico roto como si fuera su tesoro- el té debe de estar frio.

Comento con trivialidad regresándonos al momento previo del beso en la frente. Mugi ahora tenía un pequeño sonrojo en las mejillas, pero le echo la culpa a la calefacción del departamento, junto a que ella seguía usando su chaqueta de abrigo. Volví a sonreír como siempre y llevé ambas tazas a la cocina, Mugi me seguía por detrás sin decirme nada por la acción realizada de ser quién se decidió a sostenerlas.

- Es sólo un té, siempre se puede hacer más- formule esas palabras y amablemente me hice cargo de la segunda tanda-

Ella no se opuso a mi idea, ni siquiera me corrigió el proceso. Se quedó a mi lado pacientemente y vigilándome a todo momento. Su mirada me hacía sentir especial, podría acostumbrarme a ella sí me lo dieran a elegir.

Tsumugi en realidad es un bello nombre.

Vertí el agua sobre las tazas y nuevamente el perfume a té recién elaborado me hizo sentir que podía continuar un poco más con esta simulación de ser la chica bromista del grupo. Y cómo sí ella supiera de mis pensamientos me contesto sin dudarlo:

- Ricchan, conmigo no debes de sonreír y menos sí no estás de ánimo.

Fue tan sorpresiva y directa la acotación que casi se me cae la taza que estaba por dársela a ellas en las manos. Me la quede viendo sin saber el cómo Mugi había conseguir entender mis pensamientos más profundos.

- No sé de qué hablas- mentí sin dudarlo- Sí, yo no soy del tipo que llora-

Me rasque la cabeza como si tuviera urticaria. Dandole a entender que me daba alergia mostrar sentimentalismos a los demás.

- Ricchan Boba- acoto inflando sus cachetes en gesto de capricho-

Mi reacción fue apretujarle los cachetes con mis manos libres. Cosa que recibí un par de golpes de los puños de ella sobre mi pecho, para intentar apartarme de mi tonta acción, sin embargo en vez de eso ahora los estiraba para ver hasta dónde se podía.

- Mugi parece un hámster!- bromee-

Ella sonrió con una bella sonrisa, y con las mejillas aún más coloradas por mi pellizco. Es tan hermosa, pensé para mí misma… Sí lo hubiese notado antes, mucho antes quizás ya estaría regocijándome alegremente en vez de sufrir está penuria y espera.

Sólo habían pasado 40 minutos de qué Mio se había salido a la cita con el joven compañero de curso universitario.

- Quiero pastel- balbucee de manera aniñada para sacarme de la mente el estar vigilando el reloj, necesitaba la compañía de alguien más para hacerlo más amena la espera, sin embargo tengo miedo de escuchar el cómo fue el transcurrir de la cita- Mugi, quiero pastel!

La heredera asintió con la cabeza y llevó consigo las tazas y dejó a un lado mis libros. La seguí y me senté en la silla opuesta a dónde antes había estado sentada.

Mugi comprendiéndome comenzó una conversación trivial a la vez que cortaba el pastel y me dejaba la porción más grande.