Pequeño y algo retorcido drabble de Trafalgar y Chopper. Ambos son demasiado adorables, debía hacer algo al respecto, aunque se tratara solo de esto.

One Piece no me pertenece.

No era así

No, él no era así.

Trafalgar Law no sentía atracción por los animales, al menos no del modo sexual. ¡Por Dios, lo que estaba diciendo era una auténtica locura! ¿Eso no lo convertiría en alguien asqueroso? Bueno, tampoco era como si le importara demasiado lo que los demás pudieran pensar de él. Siempre le había dado lo mismo. Nunca se interesó por ese tipo de calúmnias indiscriminadas.

Pero... ¡Por Dios, que su locura estaba venciéndole la batalla!

Dejó el lápiz con el que estuvo escribiendo datos importantes sobre medicina y dejó escapar un largo y pesado suspiro. Debía de existir alguna solución a su problema, pero no parecía tener ganas de presentársele.

Law giró su cabeza y se encontró con el renito de los Mugiwaras durmiendo plácidamente en una silla, sobre sus apuntes, como un cachorrito peludito, mullido, como de peluche. Era tremendamente adorable.

Pero esa adoración extrañamente pastelosa que Trafalgar sentía por Chopper jamás debía pasar a ser algo más.

Verlo estimulaba su... ¿sentido de lo adorable? Se suponía que a todos les gustaban unas u otras cosas, era lógica, claro, pero ahí estaba él. Pensó que se trataba de lo mismo que sentía por Bepo; una mera simpatía, agradable, y unas ganas de dormir sobre él como si fuera un cojín.

Aunque, en ese caso, deseaba usar al doctor Chopper de otro modo. Quería estrujarlo hasta la muerte, pues era, simplemente, adorable. ¿Qué otra palabra podría definirle?

-¿Eh...?

El blanco de sus pensamientos se despertó y parpadeó, fijando su vista en el Cirujano de la Muerte y recordando parcialmente a lo que estuvieron dedicándose antes de que se quedara totalmente dormido. Ah, claro, la investigación.

-Bf...- Escuchó al pirata bufar y lo vio sonreír, mientras posaba una mano en su cabeza y lo acariciaba.

Claro que no era zoofílico. Joder, que estaba loco, pero había líneas que ni la locura más refinada era capaz de traspasar.

Sólo era demasiado adorable. Y ya.