Alguien especial


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son creación de Rumiko Takahashi. FF creado sin fines de lucro.


(Universo original)

|Sesshomaru|

La molestia incrementaba proporcionalmente al tiempo que transcurría sin darme cuenta de la realidad: estaba comenzando a poner bajo mis cuidados a otra humana. Yo, Sesshomaru, me hallaba envuelto en un "sentimiento" de preocupación y necesidad por un mortal nuevamente; mas había algo diferente en esta ocasión. No podía deducir con certeza qué sería esto y sin embargo estaba ahí presente, en mi cabeza, dando vueltas y golpeando cada 5 minutos mi razonamiento.

"Frustrante", pensé.

En verdad era muy frustrante no saber lo que en mí pasaba, y más aún al ser un completo novato en eso que llamaban emociones. Sólo sabía que dentro mío se encendía algo al verla—. Una chispa —articulé sin pensar dos veces mis palabras.

Efectivamente se sentía como una pequeña chispa de fuego que me quemaba, me consumía muy lentamente hasta no poder más.

Aquella extraña sacerdotisa era una mujer madura e inteligente, consiente de los peligros alrededor de si misma y los demás. Ella no era una pequeña, aunque actuara como tal. No necesitaba de mí y a pesar de esto yo insistía en pisarle los talones.

—Tan diferente a Rin —me dije.

¿Qué me molestaba exactamente? Quizá sería el hecho de que, ella siendo una adulta en su mundo, ya no requería de mi ayuda (mucho menos mi compañía); y aunque fuese de esa manera no serviría para nada, puesto que a su lado carga compañeros dispuestos a sacrificar más de lo que yo estoy dispuesto a dar en estos momentos.

Algo se removió dentro de mi estómago.

La independencia y libertad que poseía la humana me provocaba malestares. Hacía darme cuenta por las malas de que algún día mi pequeña protegida seguiría su camino, hasta culminar su efímera existencia con la muerte.

Suspiré.

Por suerte Rin aún era una infanta.

—Oh, ha llegado. —Le escuché hablar desde mi posición (bastante prudente, cabe aclarar) — ¿Viene a ver a Rin? —Negué. En esos momentos la niña no formaría parte de mi inquietud e incertidumbre—. ¿Entonces qué se le ofrece, señor Sesshomaru? —¿Nervios? No, no los tenía. Seguramente mi respiración agitada y frecuencia cardiaca elevada eran causadas por otro motivo muy alejado del nerviosismo.

Las manos me sudaban.

Un nudo muy grueso y tenso se formó en mi garganta para dejarme mudo varios instantes, los cuales parecieron eternos—. Habla —atiné a decir después de carraspear.

Para mi suerte, aquella pasó por alto el patético estado que había adoptado por estar haciendo su trabajo, el cual consistía en recolectar hierbas.

—¿Sobre qué?

—El por qué ver por ella.

Allí estaba la otra razón que ahuyentaba mi sueño por las noches. ¿Qué compromiso tenía ella con Rin? Claro estaba que ninguno. No me debía nada a mí, a ella y tampoco a la anciana que se encargaba de esta chiquilla traviesa. Sabiendo esto, me era imposible encontrar una buena razón por la cual la mujer se mantuviera al lado de mi protegida la mayor parte del tiempo.

—Rin es una pequeña aún —contestó con una sonrisa—. Tiene mucha energía y sé que pasar el día con la anciana Kaede puede llegar a ser un poco…

—Aburrido.

Rio—. Así es.

—¿Cuál será el costo por tus servicios?

—¿Costo?

—Por mantenerla en una pieza.

Indignada, se puso de pie con el cesto en manos—. Déjeme decirle que solamente me preocupo por su comodidad. ¿Tiene algún inconveniente con eso?

—No es tu obligación.

—Eso no responde mi pregunta.

Entrecerré mis ojos.

Si fuera otra persona, ya le habría decapitado por su insolencia.

"¿Qué te hace tan especial, mujer?", me pregunté.

Después me encargaría de descubrirlo.

—En lo más mínimo —reconocí.

Dudosa, dio media vuelta y comenzó su retirada—. Usted es un demonio muy curioso.

—¿En qué sentido?

—En uno bueno.

—Eso no responde mi pregunta.

Sonrió de nuevo y yo seguí sus pasos de cerca, mirando sus movimientos con detenimiento.

—Ella es muy buena, señor Sesshomaru.

—No lo dudo.

—Creo que no ha sido nada justo lo que en su vida a acontecido.

—Explícate.

—Bueno… —el paisaje parecía tener la intención de obligarme a apartar la vista de la que acompañaba. Era invierno, frío y húmedo; casi perfecto—. Me refiero a sus padres. Todo ese dolor y sufrimiento sobre una niña de 10 años… Es muy cruel, ¿no lo cree?

—Hay humanos que lo merecen más que otros.

—Nadie lo merece.

¿Qué le hacía pensar eso? Callé unos momentos mientras procesaba su contradicción—. Hmp.

Había algo en la forma en que su cabello se mecía que me hacía perderme en un universo completamente diferente. La ahora escasa luz golpeaba sus mechones sueltos, delatando algunos destellos azulados; su aroma era sólo otra exquisitez: dulce, suave y adictiva, cautivadora y persistente; penetrante.

Conocía tanto todo su ser que podría dar clases sobre la estrecha relación entre ella y la perfección.

—¿Se encuentra bien, señor Sesshomaru? Le noto ausente.

—Pienso.

—¿En qué, si se puede saber?

—No es de tu incumbencia.

Suspiró—. Debe ser algo muy importante para tenerlo tan distraído.

—Es agobiante.

—Mmm.

El sol descasaba sobre montañas lejanas. La paleta de colores que pintaba el cielo era tan bella que ni el artista más diestro y capaz sería digno de usarla. "Hermoso", pensé. Sin embargo, todo esto reflejado en sus ojos castos superaba por mucho la divinidad tan pura del atardecer. Era una diosa perecedera. Una humana inusual. Cualquiera mataría por su amor. Yo lo haría de ser necesario.

Su risa junto con los tenues sonidos salvajes de fondo era una melodía única, interpretada de manera entrañable, sin defectos y errores.

"Un momento… ¿De qué se ríe?".

—¿Qué es tan gracioso?

—Su rostro. —Endurecí mi mirada ante la burla—. No se ofenda. Me refiero a su expresión… Digamos que su rubor resulta lindo y singular.

—No sé de qué hablas.

¿Sonrojado? De seguro se había equivocado de hierbas en su té y ahora algún alucinógeno le afectaba la vista. Tan sólo es imposible que yo, un demonio, muestre tales semblantes como esos.

A pesar de, no pude evitar sentirme afortunado por captar su atención sin mayor esfuerzo.

—Señor Sesshomaru.

—Dime.

—Me gustaría hacerle una pregunta. —Con un asentimiento le incité a hablar—. Bueno… A usted, en un inicio, le conocí como un demonio desalmado y engreído. Sin ofender, claro. Pero ahora que lo miro con detenimiento me percato de que ha cambiado enormemente, ¿esto se debió a Rin o algo más?

—Dices incoherencias.

—Por supuesto que no. Es más que obvio —declaró cuando estuvimos a metros de su cabaña—. Antes me hubiera matado con sólo respirar a su lado; ahora me permite darme ciertos privilegios.

—¿Cómo cuáles?

—Dirigirle la palabra, por ejemplo.

Su hogar parecía pequeño y acogedor. No había muchas diferencias entre esta construcción y las demás en el pueblo, sólo el hecho de que era un poco más grande y se encontraba a las afueras por seguridad; no la de ella, sino la de la gente. Por su trabajo, Kagome debía estar ahí a la espera de peligro y, una vez frente a frente con este, enfrentarle.

Valiente por ella, egoísta de ellos.

—No he cambiado; sin embargo, mantengo mis prioridades al frente. Si no te he matado es a falta de motivos.

—Supongo que debo alegrarme por eso.

—En efecto.

—… Cuando pelea por Rin es muy fuerte —aseguró una vez retomado el tema.

—Ya lo soy.

—Más aún, eso es porque ahora tiene por quién luchar. La niña influyó de muy buena forma en usted.

—Hmp, cree lo que quieras. —No le daría la razón esta vez, no cuando mi dignidad y reputación como demonio está en juego.

—Creo en la verdad.

Harto de la plática sin sentido, comencé a contar mentalmente los segundos que pasaban mientras el sol se ocultaba y las sombras se engrandecían. Ahora, la oscuridad nos acompañaba a nosotros y nuestro silencio.

—Me retiro —anuncié.

—Claro.

Kagome se acercó lentamente. Sus manos tomaron las protuberancias de mi armadura para tirar hacia abajo y tratar de nivelar la gran diferencia de tamaños que nos separaba. El azul en sus ojos taladró el dorado de los míos mientras su pupila se dilataba y la cercanía entre ambos aumentaba, haciéndome tener un par de pensamientos impuros, descabellados y excesivamente prohibidos.

—¿Qué pretendes, mujer? —Mi voz, debido a la excitación, sonó más grave que nunca. Tanto que pude sentir como la tersa piel de la humana se erizaba bajo el tacto de mis manos al tomar su cintura.

Buscaría más que eso.

Obtendría mucho más que eso.

—Gozo de mis privilegios.

El vaho de nuestras respiraciones chocó son intensidad, tentándome a cruzarlo. Pero no fui yo quien tuvo la iniciativa, sino ella, que sin temor ni titubeos se adentró en mi boca como toda una aventurera.

Y, por primera vez en mi larga existencia, me sentí pleno.

Pequé como nunca. Fui en contra de todo lo que pensaba sólo por ella y lo peor de todo es que en mi mente no cabía el arrepentimiento.

"Quererla y añorarla no podía ser malo si me hacía sentir tan bien", deduje.

Con fuerza la estreché contra mi cuerpo, sintiéndola y acomodándola a mí de la manera más íntima posible, doblando mi cabeza para permitirme introducir la lengua también. El pecho se me oprimía fuertemente, dejándome sin aire un par de veces antes de volver a mi trabajo y cuando la sangre llegó a lugares inapropiados en mi cuerpo: gruñí. Lo cual ocasionó que la mujer se detuviera.

—Espere —pidió.

Le observé desconcertado. ¿Había hecho algo mal?

—¿Qué sucede?

—Aquí no… —Tomó mi mano—. Vamos.

Embelesado, seguí sin reproches su guía hasta la puerta y, una vez dentro del lugar, dejó el cesto con hierbas sobre la mesa.

Me mantuve distante hasta que una nueva vibración recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Ocupaba seguir con lo pospuesto, porque de lo contrario mi cordura volvería y terminaría yéndome lo más lejos posible para no volver. Así pues, caminé casi a zancadas hasta ella y le tomé por detrás, hundiendo mi rostro entre su cuello y hombro derecho, besando tanto podía.

Sorpresivamente su sabor era muy dulce.

—Señor Sesshomaru… —Mi nombre dicho por su boca de esa forma tan indecente me provocaba escalofríos. Estaba enloqueciendo. Mi mundo de hielo se derretía ante mis ojos—. Sígame. —Rápidamente llegamos a la única habitación dentro de ese lugar. Las paredes estabas decoradas con cuadros que poco me interesaron debido a las circunstancias. Mi atención estaba sólo en ella, en sus acciones y palabras—. Será mejor que se quite su armadura.

Ante lo obvio, desaté los nudos superiores y dejé los pedazos de lámina junto a la pared. Estaba al descubierto, expuesto, medianamente vulnerable; pero con mucha más movilidad que antes.

La miré, provocando un sonrojo en sus mejillas—. Listo —dije.

Sin intenciones de lastimar, me empujó hasta la cama para tomar asiento. El beso continuó mientras esta subía sus piernas al colchón y quedaba sobre mí. Sus finas manos tomaron mi rostro con la delicadeza tan característica de un ser frágil; mientras sus labios, hinchados, se movían entre los míos en una danza coordinada. Estaba abrumado, mas parar no era una opción.

Dejé en paz su cavidad bucal para pasar al cuello: largo y delgado. Me llamaba desesperadamente a tomarlo, morderlo, chuparlo, besarlo, entre muchas otras cosas. La humana, entendiendo mi maniobra, echó su cabeza hacia atrás; dejándome un libre acceso. Moví su cabelló con mis dedos para que no estorbara y, casi con desespero, comencé a darle la atención que merecía; siguiendo primeramente la línea de su mandíbula, hombros y clavícula.

La adrenalina era expulsada de mi cuerpo como vapor, el sudor empapaba mi espalda y mis extremidades comenzaban a tomar vida propia. Cuando me decidí a acercarla más (si es que eso era posible), hubo un roce entre mi miembro ya erecto y su intimidad, lo cual ocasionó un arrebato en mí que me hizo morderla.

—Ah… —gimió. Sin pudor, sus dedos caminaron por mi pecho hasta el lazo que ataba mis pantalones, y una vez entre sus manos, lo deshizo. Mi compañero fue liberado de la opresión, literalmente; para posteriormente ser estimulado por todos los medios posibles.

Gruñí otra vez.

Las succiones se hacían tan seguidas y profundas en su garganta que me hacía querer arrancarle la lengua; pero tuve que reprimirme.

Se trataba de Kagome después de todo, no una simple hembra.

—¿Qué clase de sacerdotisa eres?

—Deje las preguntas para el final, señor —contestó una vez terminada su labor.

Con la punta de sus labios recorrió sin apuro todo mi miembro, besándolo cada tanto.

Fue justo en el momento que mordió la punta que perdí los estribos.

Bruscamente la levanté del suelo y me coloqué encima suyo, para después despojarme de las prendas innecesarias que cargábamos. Entonces me permití apreciarla mejor, como era debido. Tenía sus dos botones rosados endurecidos, unas curvas perfectas de acuerdo con su edad, figura tonificada, piernas lampiñas al igual que su parte privada; mas sus ojos se mantenían cerrados—. Mujer.

—¿Sí? —Tembló.

—Mírame.

—Ah… Yo prefiero no hacerlo.

—Mujer —repetí.

Percatándome de la negación, me vi obligado a hacerla reaccionar por las malas. Pasee mi lengua desde su abdomen hasta uno de los pezones, al tiempo que mi glande picoteaba su entrada con clara intención de introducirse—. Con cuidado, por favor.

Asentí.

Volví a su parte baja para dejar uno que otro chupetón marcado en su piel y devolverle el favor como era debido: me tomaría el atrevimiento de darle placer antes del acto definitivo. Así que, abriendo sus piernas, comencé a lamer unos labios muy diferentes a los que besé hace minutos.

Le demostraría que podía ser igual o mejor en esta tarea como lo era ella.

—¡Señor! —chilló y sonreí.

La tenía en donde quería.

Necesitaba que se sintiera igual de indefensa que yo. Ocupaba que experimentara los mismos asquerosos sentimientos que perturbaban mi tranquilidad día a día… Quería que me quisiera como yo la quiero.

Entendí en un segundo que esa pequeña protuberancia era muy sensible, ya que mientras más pasaba la punta de mi lengua por allí, su espalda se encorvaba ligeramente y los gemidos ganaban intensidad.

Kagome era virgen, obviamente. ¿Cómo lo sabía? Sencillo, no había aromas de algún extraño sobre ella que le marcaran. A parte, era consciente de que su relación con InuYasha había cambiado mucho desde el día que derrotamos a Naraku; por lo que ahora eran simples amigos.

Tenía la vía libre y este había sido un paso muy grande… Quizá demasiado.

Los golpes que sonaron en la pared llamaron mi atención, sacándome de mis pensamientos. Parecía ser que la mortal disfrutaba el momento, así que debía parar. No quería que llegara al orgasmo tan pronto o por lo menos no junto a mí.

Sin permiso introduje de uno de mis dedos dentro suyo con la esperanza de que mis garras no le dañaran—. Duele —informó.

—Será el único dolor que te haré sentir.

Por fin cruzó miradas conmigo. A pesar de una pobre iluminación, noté algo en su iris. ¿Emoción? No. ¿Lujuria? Un poco. ¿Esperanza? Sí, exactamente era eso. En todo el tiempo pasado junto a ella no había obtenido esa expresión nunca, sólo había sido capaz de apreciarla hace años cuando aún estaba enamorada de InuYasha. Era la misma mirada que le dirigió cuando prometió en la tumba de nuestro honorable padre que le protegería con su vida.

Comprendí que mis palabras habían valido mucho para ella.

—¿Lo promete? —inquirió.

Me enderecé para estar a su altura y acercarme—. Te lo prometo.

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La sensación de ser tocado me levantó de golpe. A mi lado, Kagome reía con su cabello alborotado y la sabana cubriendo la mayor parte de su aún cuerpo desnudo—. Buenos días —saludó.

Yo, cegado por la luz, me limité a curvar mis labios en un intento fallido de sonrisa—. Buenos días.

—Es tarde, Kaede debe estar esperando a que vaya por Rin —dijo ella con un tono de voz culposo.

Y seguramente era así, debían ser alrededor de las 9 de la mañana. La humana salió de la cama llevándose la blanca tela junto con ella, esperando que esta la ocultara de mi vista; sin embargo, su retaguardia no corría con la misma suerte—. Lindo trasero —elogié, recibiendo poco después un almohadazo en la cara.

Su acto me incitó a pararme velozmente para jalar su protección y dejarle al descubierto—. ¡Hey! —se quejó.

Tomé sus caderas y la llevé nuevamente al colchón, para recostarla en el mismo lugar y besarle igual o más apasionadamente que la noche pasada.

La anciana podía aguantar a Rin unas cuantas horas más, no había duda de ello.


Bueno, aquí está otro one-shot resubido.

¡Tengan paciencia para contenido nuevo! Debo terminar de subir los que tenía en la cuenta pasada.

Les mando un abrazo y mucho cariño, espero tengan una linda semana.

¡Chao!