¡Hola, soy Berserker! Ok, no...
Hace tiempo que no paso por aquí (para quienes me siguen desde hace un tiempo), así que decidí hacer algo nuevo ¡El hip de Dragon Ball también me ha llegado! Como tal, no podía faltar que escribiera acerca de la pareja del momento, el ship de revuelo en los 12 Universos y sus líneas temporales. Hablo, por supuesto, ¡del TruMai!
Este fic en su totalidad va dedicado a una personita especial, esa a la que le debo mucho, y no sólo hablando de fics (xD Bueh, también). Por supuesto me refiero a Sakuritasan, quién está de cumpleaños hoy ¡Una cana más a la cabellera que querés recuperar, Kawa!
Sin más preámbulo, os dejo con esta historia que está de la hostia, tíos (XP Mi hermano me va a matar por usar ese acento que tanto odia).
Disclaimer: Dragon Ball Súper, propiedad de Akira Toriyama... Gorano sponsa no tekio de okori shimasu (?)
Trunks
Él había tenido una vida llena de lujos, pero aun así llevaba nobleza en su corazón, la cual compartía con sus más allegados. Amigos y familia. Todo eso se lo arrebataron a Trunks cuando el conflicto bélico cedió espacio a las armas por sobre las palabras.
A su madre la perdió en medio del caos de las evacuaciones, puestos en refugios diferentes seguramente; nunca más la volvería a ver. Su padre… no había caso. Él era parte de las fuerzas militares que defendían con su vida esa ciudad, y por más que quisiera creerlo Trunks sabía que, aún con la férrea determinación de su viejo, éste había sucumbido como tantos otros miles cuando el abrasador calor de las explosiones nucleares destruyó la Capital del Oeste.
Sólo unos centenares de personas habían quedado con vida entre las ruinas, y él no hubiera sido una de ellas de no ser por quién luego se convertiría en su mentor, un hombre que se había dado cuenta de su precariedad. Debajo de una pila de escombros de aquel refugio yacía Trunks cuando Son Gohan lo encontró. Éste se dedicó a cuidarlo día y noche, hasta que mejoró su condición. Al pedir al desconocido el porqué lo había salvado, éste le contestó sólo con una sonrisa y una frase:
– Necesitamos de buenas personas para afrontar éste nuevo mundo ¿Qué clase de persona hubiera sido si no te ayudaba?
Pronto el chico descubrió que aquel hombre había sido alguna vez un famoso investigador, un erudito entre los suyos. Eso explicaba su omnisciencia -a ojos del muchacho-. Aun cuando el destino le había jugado una mala pasada, antes de que ocurriera la guerra, el pelinegro había mantenido una actitud positiva ante la adversidad. Por eso se mostraba firme. Sabía que, a pesar de todo, las cosas mejorarían de una u otra forma; hallarían el camino. Esa manera de ser, una constante entre los hombres de la familia Son, lo había vuelto un símbolo de admiración para Trunks.
El dúo pasó entonces a ayudar personas, aquellas que buscaban resguardo del mundo salvaje que les rodeaba, en el que vivían sin vivir. Claro, nunca faltaba quién se aprovechara de dicha bondad, pero al final del día Gohan y Trunks se encargaban del asunto.
Los años pasaron; el maestro se volvió un sabio, y el alumno un excepcional espadachín ¿Quién iba a decir que una espada, al más puro estilo de caballeros medievales, sería tan útil en el fin del mundo? Así fueron formando un grupo al cual podían llamar "familia", una comunidad que emplearía primero las palabras antes que los puños y las armas.
Sin embargo, como en toda historia de héroes, siempre existirán sus opuestos: los villanos. Dos gemelos, con una secta de seguidores, llegaron a amenazar la paz de la pequeña comunidad que con tanto empeño habían establecido el maestro y el aprendiz. Los mellizos se denominaron a sí mismos como las manos del diablo, apoderándose de la tierra devastada, convirtiéndola en su patio de juegos.
Con ideales tan opuestos, era inevitable el enfrentamiento entre ambos bandos, a pesar de las negativas de Gohan al inicio.
Los forasteros hicieron de las suyas con la gente de la comunidad. No era la primera vez. Viajando sobre sus motocicletas, éste grupo había causado todo tipo de estragos en varias regiones donde también se habían levantado campamentos para refugiados de la guerra. Ahora, era el turno de la comunidad de Paoz.
Al final, los gemelos lograron que su acometida tuviera éxito. Saquearon todo cuanto pudieron, y asesinaron a todo aquel que se les opuso. El último en caer fue Gohan, defendiendo a su aprendiz tumbado en el suelo, inerte, casi muerto… casi.
Cuando Trunks despertó, el cielo limpiaba los rastros de la batalla que se había llevado a cabo horas antes. La lluvia lavaba la sangre, y aplacaba las llamas que consumían las viviendas improvisadas que en el campamento habían sido levantadas. Lo primero que halló cuando se irguió y revisó los alrededores fue el cadáver de su mentor, de quien fuera su amigo desde que el infierno había comenzado; frente a él yacía Son Gohan.
– ¡NOOOOOOOOO!
El grito que liberó su alma aquella noche torrencial había sido más potente que cualquier relámpago que cayera en los alrededores. Una bestia rugía en el corazón del joven peliazul, queriendo salir para saciarse. Venganza. Eso era lo que pedía.
– Si tan solo hubiera sido más fuerte… – se reclamaba desde ese fatídico día.
Sin descanso se dispuso buscarlos, valiéndose ahora por sí mismo. También, comenzó a entrenar día y noche, preparándose física y mentalmente para cuando llegara el momento de tenerlos frente a frente otra vez. Seguía su rastro, un rastro de masacre sin sentido. A veces no daba con su pista por meses, pues parecían desaparecérsele del mapa, pero finalmente Trunks los encontró, justo donde todo había comenzado para él: las ruinas de la Capital del Oeste.
Los gemelos y su grupo arrasaban otra comunidad cuando el joven de ojos azules hizo acto de presencia en el lugar. No permitiría que se salieran con la suya. No otra vez.
Diezmó primero al sequito, con la pericia y astucia enseñadas por su difunto maestro, y que él mismo había explotado con el paso del tiempo. Cuando sólo quedaban esos dos engendros, que con tanto ímpetu había rastreado, estos cobardemente tomaron un rehén entre las personas que se escondían en el lugar.
– ¡Suéltenla! – demandó con determinación. La respuesta de los gemelos sólo fue una risa burlona.
– Eres igualito a tu maestro – señaló entonces la rubia.
– Es cierto – acordó el pelinegro, despreocupadamente – Él también se preocupaba por los demás. Por eso ahora está muerto.
– ¡CÁLLATE!
– Ah, ah, ah. Si no quieres que mi hermana le vuele la tapa de los sesos a esta chica será mejor que te rindas.
La cautiva se mantenía renuente a la amenaza; aun así, para Trunks, era evidente el pavor que sentía ella por dentro. Su mirada la delataba.
– Pero no puedo dejarles ganar – pensó – ¡No puedo dejar impune la muerte de Gohan, de todos en Paoz!
Pero al mirar una vez más a los ojos de la chica apresada, también pensó:
– Pero si decido luchar, esa chica morirá.
Y no habría vuelta atrás. Si lo hacía, mancharía sus manos con la sangre de una inocente, sólo para satisfacer un capricho ¿Puede llamarse a eso "victoria"? Aunque con todo eso lograra vengar a sus compañeros, a su maestro, no sería mejor que aquellos dos asesinos.
Fue con estas cavilaciones en su cabeza que Trunks dejó caer su espada al suelo, cediendo a las demandas de los dos demonios.
El pelinegro apalió al chico hasta dejarlo tendido en el suelo, moribundo, igual que un perro callejero. Su hermana miraba con deleite primero, pero finalmente había dejado ir a la chica para unirse a la diversión (como ellos le llamaban).
– Te dejaremos vivir porque nos has entretenido bastante – señaló el vándalo, aún con su pie en el rostro del chico – Pero si te vuelves a interponer en nuestro camino, – continuó, pisando con más fuerza la mejilla del muchacho – te mataremos.
Lo último que vio antes de caer en la inconsciencia fue la espalda de aquellos dos individuos, esos seres que habían dejado de ser humanos para convertirse en monstruos, dos de tantos monstruos que había procreado éste mundo, y que le resultaban tan intocables como dioses, dioses de la destrucción.
Continuará...
