Esto es, en parte, algo de lo que me gustaría ver en la siguiente temporada.
Después de ver el final de la serie, esta idea simplemente se me instaló en la cabeza y tuve que escribirla sólo por el gusto de hacerlo. En un principio no he querido publicarlo (como la mayoría de las cosas que escribo) pero por petición -en realidad, por súplicas- de mi fastidiosa pero querida pretty baby, he decidido publicarlo acá para que tanto ella como ustedes puedan entretenerse un rato. Entonces, este fic básicamente va dedicado a ella, y a mi little moon.
*Unas recomendaciones antes de que empiecen a leer (aplica para varios capítulos) es que estén muy atentos a los horarios y cambios de escenario para que no se confundan. Habrá ocasiones en las que se encuentren con situaciones que ocurren al mismo tiempo pero en sitios diferentes, o en tiempos bastante cercanos, so... Atentos a eso. Hago lo posible para que no sea difícil de entender, pero como ya soy bastante complicada por naturaleza entonces no prometo nada. Igual siempre pueden dejar comentarios y preguntas que responderé con gusto.
That's all. Espero que les agrade.
Junto al letrero de "Bienvenidos a Storybrooke" un humo púrpura se desvaneció en el aire, dejando a su paso la imagen de una mujer no muy alta, con tacones, de piel morena y largo cabello oscuro recogido en una coleta alta. Su vestimenta podía no ser la más apropiada para caminar por las calles del pueblo. El largo y extravagante vestido era algo más típico en el Bosque Encantado, y en su corta estancia por la ciudad de New York, se había dado cuenta de que en éste mundo, si quería que su plan funcionara, debía dejar de lado sus preciosos e intimidantes trajes de Reina para que nadie sospechara de ella, y pudiera así mezclarse con los demás pueblerinos.
Regina finalmente había logrado sacar a la Reina Malvada de su interior unos días antes e hizo polvo su corazón, creyendo haber acabado así con la oscuridad que por tanto tiempo la había consumido. Sin embargo, la oscuridad no era tan fácil de destruir, y de alguna manera La Reina Malvada se las arregló para llegar a Storybrooke con un plan fijo: acabar con la tranquilidad de Regina y hacer que cada uno de sus amigos se alejase de ella, dejándola completamente sola como en sus comienzos.
Regina Mills entró a Granny's a las 9:15a.m de el jueves (un día después de la llegada a Storybrooke) con una sonrisa en su rostro que a muchos dejó sorprendidos, y a otros, mas que nada a los nuevos habitantes, arrancó un par de suspiros. Era lo que Robin hubiera querido. Ella sentía que le haría feliz, donde quiera que él estuviera, si sabía que la morena había decidido seguir adelante en lugar de volver a caer ante las tentaciones de la oscuridad tras su pérdida. Regina había cambiado, y con la Reina Malvada fuera de ella, las cosas deberían tomar un mejor rumbo.
Al menos eso es lo que pensaba.
Emma Swan hizo su aparición quince minutos más tarde que Regina, quien ignoró el ruido de la campana de la puerta como todas las veces anteriores. No dejaban de entrar y salir personajes con historias sin contar, todos exaltados por lo que los rodeaba en este nuevo lugar al que habían sido arrastrados, pero por suerte hasta ahora, ninguno había causado más problemas de los que en el pueblo se podían resolver gracias al Sheriff y sus ayudantes. Todo estaba extrañamente tranquilo, dentro de lo que se podía estar en Storybrooke.
—Hey, Gina —saludó animadamente la rubia, sentándose junto a la morena en el taburete frente a la barra— siento llegar tarde. Un par de chicos se estaban peleando en la calle y David me hizo intervenir —ella se encogió de hombros y luego hizo una seña para que una de las meseras la atendiera. Ahora que habían más personas en Storybrooke, el trabajo aumentaba, y Abuelita estaba segura de que no podría con todo ella sola, por lo que decidió contratar un par de manos extra. Cuando la mujer se acercó para tomar su orden, Emma le sonrió de manera encantadora. —Un chocolate caliente, con canela por favor. Y un donut —agregó, girando un poco su cuerpo hacia Regina y todavía sonriendo— ¿tú quieres algo? —preguntó seguidamente, pero ni siquiera dio tiempo a la morena de responder, cuando Emma ya había vuelto su atención a la castaña que jugueteaba con la pequeña libreta y el bolígrafo en sus manos— ¿sabes que? Mejor que sean dos donuts; para la señorita y para mi.
La mujer garabateó muy concentrada en el papel, y luego, tras revisar la hoja anterior, alzó la mirada para encontrarse con la azul de Emma.
—Me temo que ya no hay canela —le informó con una pequeña mueca de disculpa— ¿quiere el chocolate igual?
—¿Cómo que no tienen canela? —Preguntó indignada, viendo a la castaña dirigir una rápida mirada a Regina antes de responder.
—Lo siento, pero sólo quedaba un poco y lo hemos usado para atender un pedido antes de que usted llegara.
—¿En serio? —Su tono habitual al hacer esa pregunta hizo que Regina intentara reprimir una sonrisa, agradeciendo el hecho de que Emma estuviera observando a la mesera y no a ella. —¿Voy a tener que tomarlo sin canela? ¿De verdad?—Se quejó al igual que haría una niña pequeña.
—¡Oh, Emma! —Exclamó entonces, aunque no demasiado alto, una conocida voz tanto para Emma y Regina, como para la mujer que les tomaba la orden. —Regina... qué gusto verlas —saludaba Ruby Lucas con su enorme sonrisa, ya de pie junto a la mesera que atendía a las mujeres detrás de la barra.
Regina había entornado los ojos cuando vio aparecer a Ruby, resistiendo el impulso de ponerlos en blanco, mientras que el rostro de Emma se iluminó con una sonrisa casi tan amplia como la de su amiga, olvidando por un momento el hecho de que tendría que tomar su chocolate sin el ingrediente especial.
—No sabía que estabas aquí, Ruby —comentó la morena antes de que Emma pudiera decir algo, colocando un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja— seguramente llegaste mientras estábamos de paseo...
—Oh, sí. Un divertido y nada peligroso paseo —añadió la única rubia, con sarcasmo y haciendo reír a la morocha más alta, quien conocía muy bien lo que implicaban esos "paseos" para los héroes del pueblo. Y por supuesto que estaba ya enterada de lo que había ocurrido, aunque para su pesar, no tenía muchos detalles.
—De hecho he llegado hace poco, justo a tiempo para encontrarme con que a tus padres y a tu novio se los había tragado un portal mágico, Emma. Es lo que me contó la abuelita, que por cierto —dirigió una corta pero significativa mirada a Regina, quien permanecía en silencio pero atenta a la conversación, antes de volver su vista hacia Emma— tenía en brazos a la hija de Zelena cuando me lo dijo...
—Eh... Esa es una larga historia. —A la rubia no le apetecía tocar ese tema. Prefería, en lugar de recordar que casi pierde a su familia, aprovechar el buen tiempo y la normalidad que extrañamente había en el pueblo para compartir con sus seres queridos. Aunque obviamente, estaba segura de que tarde o temprano acabaría por contarle todo a Ruby. —Es bueno verte, Rubs. Pero hey... ¿cómo es que ya no tienen canela?
La aludida dejó escapar una risita, negando con la cabeza.
—No tenemos en el local reservas de canela de por vida ¿sabes? —Le respondió encogiendo sus hombros, para luego recargarse un poco en la barra— de hecho justo estaba por ir buscar más. Entre tú y Henry han acabado lo que teníamos aquí. —La más alta le guiñó el ojo a Emma, y ambas mujeres rieron, dejando momentáneamente en un segundo plano a las otras dos personas presentes allí. —Es bueno ver que están bien. Espero me llames luego ¿de acuerdo?... Ya voy de salida. —Y dicho ésto, se giró con intenciones de retirarse tras oír el primer llamado de atención por parte de la abuelita, pero no pasó desapercibido para la rubia el beso que Ruby rápidamente había dejado en la comisura de los labios de la mujer que les tomaba la orden, antes de desaparecer por una de las puertas que daba a la cocina. La rubia sonrió, y su mirada quedó fija en la castaña.
—Entonces... Supongo que tú debes ser Dorothy —comentó muy casual, recibiendo un afirmativo movimiento de cabeza por parte de la aludida, quien estaba un poco sonrojada. Si bien aún no se acostumbraba del todo a esas muestras públicas de afecto, de igual forma le gustaban. —Es un placer conocerte. Soy Emma Swan, y ella es Regina Mills —anunció, apuntando hacia la morena con su dedo índice.
—La Sheriff y la Alcaldesa.
—Ex Sheriff —corrigió Regina con cierto tono burlesco en su comentario, ganando una mirada de reproche por parte de la rubia.
—Y ex Alcaldesa —le siguió Emma, enarcando una ceja con una mueca, hasta que la voz de la mesera reclamó su atención una vez más.
—Pero, Ruby dijo...
—Digamos que han cambiado algunas cosas desde la última vez que Ruby estuvo aquí —interrumpió Regina, moviendo una de sus manos al tiempo que explicaba. —Hay un nuevo Alcalde ahora...
—... Pero pronto se harán elecciones y Regina iniciará su campaña —afirmó con toda seguridad la rubia, palmeando amistosamente el brazo de la mujer en cuestión, incluso aunque la morena todavía no había tomado realmente la decisión de hacerlo. —Yo, por mi parte, estoy mejor como ayudante. Así tengo más tiempo libre para estar con...
—... su novio —Regina terminó la frase por ella, con cierta amargura en la voz. Apenas iban un par de días desde que supo del regreso de Hook, no podían esperar que la situación ya no le resultara un tanto incómoda.
—Iba a decir familia.
—Seguro que sí —se burló mientras llevaba, intencionalmente, la taza a sus labios en ese momento que Emma la miraba. Entonces, el entrecejo de la rubia se frunció ante lo que vio.
—¿Eso es canela? —Preguntó aún sabiendo lo que era— ¿tú te acabaste lo que quedaba?
Regina cerró sus ojos para hacer hincapié en lo mucho que estaba disfrutando la bebida, aunque sólo lo hacía por molestar a Emma. A la morena realmente no le gustaba demasiado el chocolate caliente con canela, sin embargo, tenía la intención de probar y hacer cosas nuevas; cosas que la mantuvieran distraída y tranquila.
—Creo que mejor las dejo —sugirió Dorothy con una mueca que ni Emma ni Regina supieron interpretar. La castaña, en el poco rato que las había visto y oído, no comprendía para nada la clase de relación que tenían esas dos. No sabía si eran como Ruby y ella, si se odiaban, o si sencillamente estaban en medio de ambas situaciones. —esperaré a que Ruby vuelva con la canela para traer el chocolate, pero enseguida traigo sus donuts.
Y se fue.
—Dime, ¿desde cuándo te gusta el chocolate caliente con canela?
—Nunca he dicho que me guste —replicó, limpiando sus labios con una servilleta para así ocultar su sonrisa.
—Pero lo estás bebiendo.
—Y sigue sin gustarme.
—Entonces no lo bebas —Regina rió por lo bajo, imaginando lo infantiles que se debían ver ambas teniendo esa conversación— ¿Qué es tan divertido?
—Nada, Emma. ¿Qué es eso que debías contarme?
—En realidad... sólo quería verte —confesó, mirando a Dorothy acercarse con un plato de donuts, todo por no encontrarse con la mirada de la morena. Aunque su relación había mejorado, admitir ese tipo de cosas le resultaba un poco extraño todavía, y en cierto modo, incómodo— ya sabes, quería asegurarme de que estabas bien.
Al ver que la mesera pasaba frente a ella sin detenerse a dejar el plato, la rubia no pudo evitar seguirla con la mirada, con ojos de cachorro fijos en el glaseado de aquellos donuts que, especialmente ese día que Emma no había tenido tiempo para desayunar, se veían más apetecibles que nunca.
Regina le acercó una servilleta para llamar su atención, ganando una mirada curiosa en respuesta.
—En caso de que empieces a babear —explicaba la morena, justificándose para luego continuar con el tema. —Estoy bien —le aseguró con sinceridad, pero sin sonreír. Aún no era capaz de hacerlo cuando se tocaba ese tema— obviamente me tomará un tiempo superar del todo lo ocurrido, pero, dentro de lo que cabe... Estoy bien.
—Es bueno saber que al menos estás tranquila... —Una vez más esa sonrisa encantadora apareció en el rostro de Emma. Era apenas una media sonrisa, pero tenía el mismo efecto de enternecer a quien la viera. —En todo caso, estoy aquí si me necesitas. Para lo que sea, Regina. Sólo tienes que llamar.
—Lo sé, Emma.
Tras devolverle la sonrisa de manera más discreta, ambas se perdieron en una conversación casual, haciendo comentarios acerca de los nuevos habitantes.
Su magia era más fuerte en ese pueblo, podía sentirlo a la perfección en su cuerpo, y le encantaba. Le fascinaba sentir el poder recorriendo hasta el más pequeño rincón de su existencia.
Se miró por última vez en el espejo, admirando lo bien que aquel vestido le sentaba; era corto, por encima de la rodilla, y ajustado como a ella le gustaba, con un escote más notable que cualquier otro usado anteriormente por la ex Alcaldesa de Storybrooke. Comprendía por qué a Regina le gustaban esos atuendos tanto como para haber dejado de lado los hermosos vestidos con encajes y adornos que usaba en el bosque. Éstos de ahora, hacían resaltar mucho más su figura. Y los zapatos eran mucho más bonitos, había que admitir.
Una vez estuvo satisfecha con su imagen, después de cortar su preciado cabello -con magia por supuesto- hizo un leve movimiento con su mano, y frente a ella, en el espejo de cuerpo completo, su reflejo fue sustituido por unos rostros serios que miraban en dirección a los barrotes de una celda. No alcanzó a ver quién o qué había adentro, pero eso no importaba, porque su objetivo estaba localizado. Y por suerte para ella, Regina Mills no estaba ni cerca de allí, ni con intenciones de aparecer en ese sitio.
Así pues, con un movimiento más notable de su mano derecha, la mujer desapareció de sus aposentos en aquella casa que sin permiso había invadido, y apenas segundos más tarde, se apareció en un callejón cercano a la estación de policía; un lugar donde nadie pudo verla, sino hasta el momento en que salió caminando a la calle, arreglando el largo saco negro que había elegido para cubrirse del frío, aunque no le servía de mucho, pues sus piernas estaban descubiertas salvo por las botas largas de cuero que estaba usando.
3:15p.m.
Obtuvo la atención de casi todos en la calle cuando empezó a caminar con su porte de Reina hacia la entrada de la estación, y aunque por un momento se tensó, pensando que podían haberla descubierto, sus hombros se relajaron al comprobar que sólo era su atractivo lo que llamaba la atención de la gente. Y cuando entró, caminando con total seguridad, el resultado no fue muy diferente a lo ocurrido en la calle. El encantador David casi escupe el agua que estaba bebiendo, a Killian Jones por poco se le salen los ojos, aunque intentó disimularlo, y los tres hombres que permanecían tras las rejas bien podían estar babeando.
Emma no comprendió la reacción de los tres chiflados, como les había apodado, sino hasta girar y encontrarse con el escote de Regina frente a sus ojos. Era como si tuviera en su pecho un tatuaje que dijera "mírame" en letras grandes y brillantes. La rubia tragó en seco tras escuchar a alguien aclararse la garganta, y segundos después cuando alzó la mirada para ver por fin el rostro de Regina, supo que había sido ella quien lo había hecho.
—Señorita Swan —dijo a modo de saludo, y la aludida sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la voz de la mujer, más grave que de costumbre, dirigiéndose a ella de aquella forma.
Atinó a sonreír, aunque parecía más una mueca en su rostro, pues su entrecejo estaba ligeramente fruncido debido a la confusión. No se esperaba verla sino hasta la noche.
—Hey —saludó, lanzando una rápida mirada de reojo a su padre y su novio, antes de dar un inseguro paso hacia la otra mujer, quien no dudó en acortar un poco más la distancia entre ellas, de modo que pudieran hablar sin que los otros escucharan. Pero con el silencio que se había formado tras su llegada, la morena dudaba que aquello pudiera ser posible, por lo que agradeció que, incluso antes de que pudiera decir algo, la rubia añadiera mirando a su padre: —¿Te importa si usamos la sala de interrogatorios? Tengo que, um, hablar con Gin-Regina —se corrigió, sacudiendo un poco la cabeza. Se sentía torpe— a solas. Es algo importante, sobre de Henry —usó al chico como excusa, en caso de que David pensara negarse. Sabía que, tratándose de Henry, el hombre no diría que no.
-x-
—Mamá, cálmate —pidió Henry por cuarta vez, echando un vistazo a su reloj de muñeca cuando su madre morena no lo miraba. 3:20p.m. Ya iba tarde a su encuentro con Violet. —Seguramente está ocupada. Aunque el abuelo sea el Sheriff ahora, es ella quien resuelve la mayoría de los problemas. Sabes que se le da bien —agregó el chico tras encogerse de hombros, pero la expresión severa en el rostro de Regina no cambiaba.
—Me da igual lo buena que sea haciendo cumplir la ley. Debería estar más atenta a su teléfono, esto podría ser importante.
Henry puso los ojos en blanco.
—Sólo vas a decirle que has cambiado el lugar de la cena porque quieres cocinar tú, no es taaan importante.
La morena miró a su hijo enarcando una ceja, y luego volvió a mirar su teléfono, el cual permanecía en su mano derecha, con la cara de Emma Swan en la pantalla.
—Pero ¿y si lo fuera? ¿Cómo podría contactar con ella si ni siquiera atiende sus llamadas?
—Mamá... —el moreno empezaba a perder la paciencia. Amaba a su madre, pero tenía planes para ese día y estaba por llegar tarde gracias a ese pequeño inconveniente.
—Está bien, iré a decirle en persona —murmuró a regañadientes, dejando el móvil en la mesa para subir a su habitación y así arreglarse un poco, no sin antes preguntar: —¿Seguro de que está en la estación?
El joven volvió a encoger sus hombros.
—Hace un buen rato me dijo que había atrapado a un par de hombres y que esperaba al abuelo con la patrulla para llevarlos a la estación, porque van a retenerles allí. —Henry se puso de pie, muy lentamente, en caso de que Regina quisiera detenerlo o algo parecido. —Puedo pasar yo, si prefieres. De todos modos voy de salida.
-x-
La morena fue la primera en entrar, seguida por Emma, quien estaba de frente a la puerta para cerrarla y no se percató de que la otra mujer no había avanzado mucho. Después de cerrar la puerta y al girarse para ver a su acompañante, la rubia sintió cómo unos labios atrevidos atacaron los suyos en un hambriento y salvaje beso, al que ella, en un primer momento y con sus ojos casi desorbitados, no fue capaz de responder. Estaba demasiado confundida e impresionada como para reaccionar, además, su mente hacía preguntas tontas tratando de analizar la situación en la que se hallaba ahora. ¿Regina la estaba besando a ella? ¿en los labios?... Realmente la estaba besando. ¿Y aquello se sentía bien? No podía saberlo, no estaba correspondiendo el beso debido a los remordimientos de consciencia; ella tenía novio, y esto no era correcto.
No podía corresponder, no debía, pero ‹oh jo-der› la lengua de la morena sobre su labio inferior se sentía bien. Demasiado bien, a decir verdad... pero no era correcto.
En el interior de Emma Swan se llevaba a cabo una batalla intensa entre lo que debía hacer y lo que quería hacer. Para su mala suerte, cuando separó sus labios para quejarse por el atrevimiento, intentando vagamente formular alguna palabra, la lengua de la Reina se deslizó en su boca, encontrando la suya propia con un roce que segundos después se volvió una caricia constante. Su mente había hecho cortocircuito, y ya no hubo vuelta atrás.
Besar a Regina Mills era como probar el chocolate caliente con canela por primera vez: delicioso, inigualable. Una explosión de sensaciones en su boca, y en su cuerpo en general, el cual reaccionaba ante el contacto con ese cuerpo ajeno que se frotaba contra el. Killian besaba muy bien, sí que lo hacía, pero no había punto de comparación entre los labios curiosos del pirata y los labios expertos que ahora se apoderaban de su boca, incansables, imposibles de detener. Y por supuesto que ella había intentado detenerlos. Había sujetado el rostro de la morena entre sus manos con toda la intención de separarla, pero estaba acorralada entre la puerta y el cuerpo de la Reina, quien se impulsaba hacia adelante cada vez que sentía que Emma, en un chispazo de lucidez, quería alejarla de su rostro. La morena estaba acostumbrada a llevar las riendas en aquellas circunstancias; cuando seducía a cualquier persona, era ella quien decidía cuándo y cómo. Y al igual que en este caso, también el por qué.
Emma olvidó el nombre del pirata. Olvidó lo que era un novio. Incluso olvidó quién era ella misma al sentir unas delicadas manos colarse por debajo de su chaqueta roja, y a su vez, de la blusa que usaba ese día, acariciando -no tan delicadamente- su vientre y costados como si quisiera abarcar toda su piel en un mismo instante. La rubia no podía evitarlo, no era capaz de resistirse aunque sabía que estaba mal; su cuerpo no respondía, era imposible alejarse de esa mujer después de haber caído en sus garras.
A pesar de todo Emma no la tocaba, al menos no más allá de sujetar su rostro, sólo que esta vez no hacía el menor esfuerzo por alejarla sino todo lo contrario; la atraía hacia ella y se dejaba hacer, mientras que la Reina complacida se aprovechaba de eso. La tenía justo donde quería...
A su merced.
-x-
—Buenas tardes, David —saludó Regina de manera educada tras entrar a la estación, vistiendo un pantalón negro ajustado, una camisa gris debajo de la chaqueta negra, y sus típicas botas. El aludido enarcó las cejas un poco confundido, pues no se había fijado en qué momento la mujer había abandonado la sala de interrogatorios para ir a cambiarse de ropa. Tenía que haber pasado junto a él para salir, pero de ser así ¿por qué no lo había notado? El rubio intentó justificar aquello y lo único que se le ocurrió fue que tal vez Regina había usado su magia para salir. Una salida rápida, por lo visto, ya que no habían pasado todavía los cuarenta minutos desde que Emma avisó que irían a hablar en privado. —¿Está Emma todavía aquí?
David asintió, todavía pensativo.
—Sigue en la sala de interrogaciones.
—¿Está ocupada?
Él echó un vistazo a la hora bastante rápido, por lo que sólo pudo ver que eran poco más de las 4:00p.m. Hizo un gesto con su mano, invitándola a entrar libremente y atravesar el pasillo hasta la sala.
—Creo que te espera —anunció David, logrando que Regina frunciera ligeramente el entrecejo, confundida, porque no se explicaba cómo era posible que Emma estuviera esperándola si no se habían comunicado... pero entonces, llegó a la conclusión de que tal vez Henry le había avisado. Era posible que la rubia ya se hubiera dignado a devolver las llamadas.
—De acuerdo. —Empezó a caminar hacia el pasillo que daba a la sala de interrogatorios, todavía con la confusión en su rostro— gracias, David —fue capaz de pronunciar antes de alejarse.
-x-
La Reina Malvada tuvo una extraña sensación en la boca del estómago y pudo percibir una fuerte energía acercándose, avanzando por el pasillo. Eso sólo podía significar una cosa: ella tenía que desaparecer.
Sacó su mano izquierda del interior de los ajustados pantalones de Emma y recibió un gruñido de protesta por parte de la rubia, sólo para entonces tirar de su chaqueta y alejarla de la puerta donde la rubia seguía recargada. Retrocedió mientras Emma la seguía torpemente, hipnotizada, todavía perdida en ese beso que la morena le daba, el cual había servido para callar los sonidos que amenazaron con salir de la más joven cuando la Reina empezó a tocarla en una zona más privada de su cuerpo.
Rompieron el beso, o mejor dicho, la más baja lo hizo, alejándose rápidamente de una confundida y atontada Emma Swan. La pobre rubia la miraba como un adorable cachorro al que le quitan su juguete para morder, y la Reina podía ver en sus labios -los cuales estaban hinchados- como empezaba a formarse un puchero. Emma todavía era incapaz de articular palabra, pero a la morena no le hacía falta que ella hablara para saber lo que pasaba por su mente en ese momento: la rubia quería continuar y quería mucho, mucho más.
—Volveré en un segundo, señorita Swan. Ésto no acaba aquí —prometió con esa sensual voz grave, mientras se alejaba lo suficiente hasta colocar su mano en el pomo de la puerta. La rubia la miró por un momento más, asintió lentamente, y luego se recargó en la mesa, sujetando los bordes con fuerza hasta que las manos le dolieron, por lo que cerró los ojos, momento que la Reina Malvada aprovechó para desvanecerse en el aire. Agradeció no haber tenido que salir realmente por la puerta, o pudo haberse topado de frente con la verdadera Regina Mills.
Una vez estuvo nuevamente en la pequeña casa de cual se había apoderado, la Reina observó con fastidio la imagen en el espejo, esperando a ver qué ocurriría a continuación.
La puerta de la sala de interrogatorios se abrió.
Emma no estaba segura de cuánto tiempo había transcurrido, bien podían ser minutos o simples segundos, no lo sabía; no le importaba. Lo único que ocupaba su mente eran los labios de Regina, y el deseo, las terribles ganas que tenía de que la morena volviera a introducir su mano dentro de sus pantalones para acabar lo que habían empezado. No podía quedarse así, y no quería esperar más.
Al echar un vistazo y comprobar de quién se trataba, abandonó su lugar en la mesa para cerrar bruscamente el espacio entre ambas, cerrando la puerta de golpe y acorralando a la morena contra la misma, como lo hizo la Reina con ella minutos antes.
Sus labios chocaron, y la mano de Emma que no estaba junto a la cadera de Regina, buscó la derecha de la morena para guiarla una vez más a donde era necesitada. Sin embargo, un suave empujón la hizo retroceder un poco, separando sus rostros, y Regina aprovechó ese instante para proporcionarle a la rubia una bofetada que bien pudo escucharse por todo el pueblo.
—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!
