Disclaimer: Glee no me pertenece, si fuera mío, Kurt sería mucho más feliz.

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Kurt bostezó suavemente, estirándose en la cama como un gato. Un peso en su cadera le impidió moverse del todo, y una sonrisa rompió su boca cuando notó unos labios besando su espalda con cariño. Los labios se movieron, siguiendo un camino marcado por sus lunares, y el ojiazul gimió levemente, moviéndose para encarar el cuerpo duro y caliente a su espalda. Los ojos verdes de Sebastian, aún adormilados pero llenos de deseo y amor, le saludaron. Un fuerte sonrojo quemó sus mejillas mientras el chico le acercaba más y rozaba lentamente sus narices, para luego presionar un firme beso contra su boca, robándole un suspiro de placer.

-Buenos días, Sr. Smythe...

-Hola.-devolvió el beso con lentitud, dejando que sus manos vagasen por su perfecto cuerpo con total libertad.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y unos piececitos andaron rápidamente hasta subirse a la cama. Lily Smythe Hummel les sonrió inocentemente, mostrando un hueco en su dentadura perfecta. La niña de ojos verde azul se acurrucó contra Sebastian, suspirando por el calor.

-¡Hola Papis! ¿Podemos abrir ya los regalos? ¿Podemos, Papi?-miró a Kurt con sus grandes ojos, sacándole una sonrisa al chico.

-Mm...Si Papá nos deja...Ya sabes que hay que hacer, Lily...-los dos miraron a Sebastian, haciendo pucheros y ojos de perrito.

Un pequeño gruñido escapó de los labios del ojiverde, que escondió la cara en su brazo, tratando de evitar a su marido y a su hija, sin éxito. Notó dos pares de labios llenando de besos su cara, arrancándole una sonrisa derrotada.

-Está bien, princesitas...Podéis abrir los regalos...Pero tienes que dejarme un ratito a solas con Papi, ¿Te parece, Lily? Mientras vas a por las cajas.

-¡De acuerdo!-la pequeña salió corriendo en dirección al salón, dejando solos a sus padres.

Sebastian se movió hasta quedar sobre Kurt y sonrió malignamente, antes de hundir su cara en el cuello de su marido y morderlo con lujuria. El castaño ahogó un gemido arqueándose bajo su amante y clavó las uñas en su espalda, jadeando lentamente. Tras dejar una marca que lamió, orgulloso de ella, el ojiverde se concentró en besar los labios del chico suavemente, sin permitirle profundizarlo. Tampoco es que Kurt lo estuviese intentando, el hombre amaba los besos dulces y tiernos de su marido.

-Papi va a tener uno de sus regalos esta noche, cuando Lily esté dormidita…¿Te parece correcto?-Kurt gimió desesperadamente, asintiendo y enredando sus dedos en el pelo de Sebastian para besarle con pasión antes de que volviese la niña.

El beso apenas duró unos segundos, pues en seguida se escucharon los pasos blandos de la pequeña por el pasillo. Los amantes se separaron, el ojiazul sonrojado y sofocado, totalmente excitado por culpa de su marido.

-¿Qué te ha traído Papá Noél, cariño?-Sebastian sonrió con picardía mientras su hija entraba en el cuarto, muy solemne.

-¡Me ha traído un baúl de disfraces! ¡Y es muy bonito! ¡Papá Noél es el mejor!-se tiró sobre sus padres muy ilusionada, mientras Kurt, algo calmado, sonreía orgulloso, pues su regalo había sido el idóneo.

El ojiverde se acercó a su marido y susurró en su oído A ti Papá Noél también te ha traído un baúl de disfraces…¿Qué te parece si jugamos esta noche?

Y le guiñó un ojo.