NIVEL 5

by Mavalu

Situada después de la tercera película.

Había decidido quedarse. Al fin y al cabo no tenía un lugar mejor donde ir. Muy a su pesar había cogido las riendas de la mansión junto a Tormenta y aunque había conseguido no tener que dar clase, se encargaba del bienestar de todos los alumnos. Se llevaba bien con ella, era valiente y decidida y sus conversaciones nunca se acababan. Se podría decir que se habían convertido en amigos. No coincidían en nada, no había día en el que no discutieran por algo y se tenían respeto mutuo.

Miró por la ventana del despacho del profesor y vio nubes en el cielo con formas caprichosas. Sonreía justo cuando ella entraba por la puerta.

- ¿Qué es tan gracioso?

- ¿Son obra tuya? - Preguntó señalando a través del cristal.

Se acercó colocándose a su lado y miró. Puso los ojos en blanco y agitando ligeramente los dedos modificó el contorno de una nube hasta darle forma de mano con el dedo corazón en alto.

- Eso si que es obra mía. - afirmó satisfecha

- Logan la miró con superioridad - ¡Vaya! Eso no es digno de una señorita – arqueó las cejas con un falso gesto de desaprobación.

- Y esa barba tampoco es digna de un caballero – respondió acariciando su mejilla con suavidad.

- Forma parte de mi, no querrás que cambie a estas alturas – sacudió la cabeza levemente con expresión solemne.

- ¡No! ¡Por dios! ¡Eso jamás! Ya me he acostumbrado a tu manera de ser! - respondió divertida mientras se alejaba – se paró un momento – por cierto – se giró sobre si misma – Tienes que dar clase. Mañana. En el simulador. A las 8. No llegues tarde.

Una corriente de calor le subió por la espalda mientras por su cara iban pasando todos los colores del arco iris. Arrugó el entrecejo formando una mueca de cabreo y fastidio a partes iguales.

- ¡Y un cuerno! Quedamos en que yo no daría clase

Con toda la tranquilidad del mundo se acercó a él mientras le señalaba con el dedo – Quedamos en que no darías clase "si no era necesario". Y ahora eres necesario. Coloso ha tenido que salir por asuntos familiares. Los chicos no pueden perder la clase de mañana.

- ¿Coloso tiene familia? Joder, cualquier trozo de metal con piernas tiene familia menos yo.

- Eso te pasa por tener más años que Matusalén. ¡Ah! Y por tu carácter. Eres imposible.

- Joder, Tormenta, sabes que no se me da bien.

- Y tu sabes que me da absolutamente igual lo que opines. Fin de la conversación - dicho lo cual salió triunfante del despacho.

Logan la observó mientras se alejaba lamentándose de su puñetera suerte. Odiaba dar clase, no tenía don de gentes, los chicos le rehuían y más que escucharle le temían. Tan solo se entendía con Marie, pero claro, una persona no es un gran porcentaje de alumnado receptivo. Salió de la estancia con determinación mientras se quitaba la cazadora y se la ponía al hombro. El pasillo hasta la cocina se le antojó eterno. Soñaba con una cerveza helada que le calmara la mala leche que albergaba. Entró tan directo a la nevera que casi tumba a Marie que se encontraba justo al lado de la mesa.

- ¡Oye oye, que estoy aquí!

No obtuvo respuesta, tan solo oyó un suspiro profundo al acabar de beberse medio botellín. De refresco. No había cerveza. Aquello era un colegio. Claro.

- Si vas a jugar a los bolos conmigo al menos podrías comunicármelo - dijo Marie cruzando los brazos.

Silencio, silencio que indicaba que Logan tenía un cabreo considerable que solo podía deberse a una cosa

- Tienes que dar clase, ¿a que si? - afirmó

La miró por primera vez desde que había entrado por la puerta

- ¿Por que eres tan lista, nena?

Una oleada de sarcasmo inundó las estancia y contagió a Marie

- Porque te conozco bastante bien - su tono de voz cambió por necesidad, el ambiente se podía cortar con una sola de sus garras – Cabreándote solo consigues alterarte. Lo vas a tener que hacer de todos modos... - y se encogió de hombros.

Tan solo obtuvo un ceño fruncido y una sonrisa forzada como respuesta.

- Si te sirve de consuelo, a mi me gusta como lo haces.

- No, no me sirve de consuelo

- Lo imaginaba – le dio una palmaditas en el hombro que lo enervaron todavía más – mañana te veo – y salió de la cocina dejándole de pie, con medio botellín de refresco que ya se había calentado por el calor que desprendían sus manos y dos palmos de narices. Lo tiró a la basura y se dirigió a su habitación, no pensaba prepararse la famosa clase. Si el simulador improvisaba, él también lo haría.