Capítulo I

Tatuajes


—Por los clavos de… —Hermione arrugó la nariz al percibir el hedor a humedad que desprendía toda la casa. Tenía años sin visitar el número 12 de Grimmauld Place y el lugar parecía completamente deshabitado sin embargo estaba segura que su dueño seguía allí sin poder dar descanso a su atormentada alma.

—¡Alto intruso! —El viejo Kreacher se apareció delante de ella cerrándole el paso.

—Hola Kreacher, vengo a ver a tu amo. Soy Hermione Granger ¿me recuerdas? —el elfo pareció algo que había sonado a otra maldita sangresucia pero Hermione lo ignoro.

—El amo no quiere recibir a nadie. El amo desea estar solo.

—Kreacher, es realmente importante que vea a tu amo. ¿Sabes quién soy yo? —Hermione estaba segura que el elfo diría que sólo era otra maldita sangresucia pero la criatura se limitó a observarla fijamente sin emitir palabra —. Soy la Ministro de Magia. Vengo a hacerle una visita oficial —el elfo pareció sopesar por un momento las palabras y unos segundos después relajo su pose defensiva.

—El amo duerme… él duerme mucho últimamente…

Kreacher se dio media vuelta y Hermione avanzó detrás de él dándose cuenta que iban a lo que una vez fue un recibidor. En medio del gran salón se encontraba un destartalado sofá donde yacía un hombre… su hombre. Hermione se acercó más a él y pudo notar el cabello igual de rebelde que siempre ahora con unos mechones plateados sobre sus sienes. Había una barba espesa, completamente desaliñada, los lentes caían sobre su pecho justo al lado de una botella de bourbon completamente vacía. De igual manera, desperdigadas por el suelo, había un sinfín de botellas de whisky y cerveza, todas vacías.

—Amo… —Harry no se movió ni un poco —. Amo, la Ministro ha venido a verle —Kreacher intento de nuevo esta vez moviéndole un poco el hombro pero Harry parecía petrificado —. Amo…

—Déjalo, yo lo hago —Hermione levanto la varita y percibió como Kreacher se tensaba, sin embargo pronto, de la punta de la varita salió un chorro de agua que cayó directamente en la cara de Harry.

—Qué coño…

Los lentes cayeron al suelo chocando con una lata de cerveza, el propio Harry trastabillo al incorporarse, se pasó las manos por el rostro y luego por el cabello. Después empezó a buscar sus lentes que fueron rescatados por Hermione quién se los termino ofreciendo a Harry.

—Hermione Granger, vaya sorpresa —Harry se incorporó. Tenía un tufo etílico que por poco desmayaba a Hermione de sólo olerlo —. ¿A qué debo el honor de su visita señora Ministra? —Harry se tambaleo por la habitación pateando botellas vacías hasta que llegó a un pequeño estante al fondo. Cogió una botella a medio terminar, la destapo sin ningún cuidado y le dio un largo trago. Hermione sólo pasó saliva viendo las acciones de su amigo e intentando ignorar las ganas de vomitar —. ¿Bien?

—Harry… —el hombre que una vez fue su mejor amigo la observo. Esta vez con la mirada más enfocada y sin vacilaciones —. Yo…

—Han pasado diez años desde la última vez que nos vimos. Creo que es algo tarde para compadecerte de tu pobre amigo —un escalofrío recorrió el cuerpo de Hermione al escuchar la palabra amigo tan carente de toda emoción.

—Te necesitamos, Harry —el hombre enarcó una ceja —. El Ministerio, tus amigos, tu familia, tus hijos… todos te necesitamos.

—El mundo mágico, el mundo muggle, Hogwarts, seguro que Azkaban también pero ¿sabes qué? Me importa una mierda.

Hermione pensó que ante la mención de sus hijos Harry se ablandaría un poco pero era obvio que no.

—Han comenzado de nuevo… las desapariciones. Magos, muggles. Los aurores no están seguros y el jefe cree que…

—¿Yo podría ayudar? —dijo Harry caminando hacia el sofá —. Así como ayude a los chicos del tren hace diez años —Harry se derrumbó en el sofá bebiendo otro largo trago de su botella. Hermione sabía que sus ojos se habían humedecido pero no quería que Harry lo notara.

—Lo que le paso a esos chicos fue terrible. Pero nadie podía adivinar…

—¿Qué Crabbe padre iba a incendiar tres vagones llenos de chicos que estaban por ingresar a Hogwarts justo en las narices del reluciente Jefe de Aurores y sus agentes estrellas? Claro que nadie podía imaginarlo, menos el imbécil Jefe de Aurores, que no pudo llevar una buena investigación sobre los mortífagos aún prófugos. Creo que El Profeta dio una buena reseña de como Harry Potter, el gran héroe y Jefe de Aurores, se equivocó y gracias a él murieron decenas de niños. Vamos, les importó muy poco que Crabbe padre terminara muerto, después de todo, ya era muy tarde.

Hermione cerró los ojos para no ver como Harry se terminaba la botella de un trago más. No quería recordar ese día, nadie lo quería realmente, pero parecía que Harry lo revivía a cada instante de su vida.

—Harry, por favor, regresa. No puedes acabar así.

—¿Por qué no? Es mejor esto que lo que le paso a esos críos, ¿no crees? —Hermione negó exasperada —. Oliver es bueno, déjalo hacer su trabajo, él es mejor Jefe de Aurores de lo que pude llegar a ser.

—¿Y los chicos? James tiene doce y Albus este año ingresa a Hogwarts ¿de verdad no quieres volver a verles? —Harry no dijo nada —. Tengo un presentimiento sobre estas desapariciones. Por favor, prométeme que lo pensaras, hazlo por ellos. No se merecen una guerra.

—No te vas a detener hasta que lo diga ¿cierto? —Hermione hizo un amago de sonrisa y se perdió por un momento en esos inmensos ojos verdes —. Lo pensaré ¿contenta? —ella asintió —. Ahora vete. Este lugar no es apropiado para la Ministro de Magia.

Hermione sintió la enorme necesidad de abrazar a Harry pero se detuvo. No sabía cómo se lo tomaría y prefería evitar sentir la decepción del rechazo. Por lo menos había una pequeña luz de esperanza en las palabras de Harry y eso le tranquilizaba.


El bullicio en el Callejón Diagon siempre había perturbado a Albus sobre todo en épocas como esa cuando se abarrotaba por magos y brujas en busca de materiales para el primer año de sus hijos en Hogwarts. Siendo el más pequeño de una familia numerosa, le había tocado asistir a todas esas compras; primero para Rose, luego James, Fred y Nicole. Aunque ahora era distinto, las compras eran para él, para su primer año.

Mientras caminaba junto a su madre y hermano intentaba ignorar las miradas que de cuando en cuando le lanzaban. A pesar de llevar el cabello con un buen corte y no usar gafas ni siquiera de sol, la gente continuamente se impresionaba al encontrarlo completamente parecido a Harry Potter, su padre. Algo que Albus Severus encontraba particularmente molesto y desagradable.

—Joder…

—¡James! —corrigió su madre.

—Lo siento mamá. Es que olvide comprar pergamino ¿podemos ir? —Ginny vio hacia Albus quien se encogió en hombros —. ¿Crees que nos puedas esperar? —dijo señalando hacia la tienda de Madam Malkin.

—Sí, y haré algo más, me arriesgaré a probarme una túnica para el colegio. Debe ser dificilísimo —James rió y a pesar del tono usado por Albus, Ginny también parecía querer reír.

—Bueno, espero que tengas más suerte que con la última tanda de ropa que te compre. Mira que de nuevo necesitas pantalones.

—Simple error de cálculo, mamá —Albus dijo con autosuficiencia.

—Sí, haré cálculos con tu mesada para eso nuevos pantalones.

Albus le sonrió a su madre y ella él. El chico le dio beso en la mejilla y entró a la tienda con la consabida idea de que su madre no lo quitaría ni un duro a pesar de lo que había dicho porque la verdad era que lo adoraba así como él la adoraba a ella.

En la tienda de Madam Malkin sólo se respiraba tranquilidad. Había un par de clientes y nadie parecía muy interesado en él. Caminó hacia los estantes donde estaban los uniformes del colegio y escogió una túnica, esta vez, de una talla mayor a la usualmente usaba para que su madre no le echara la bronca cuando empezara a quedarle corta. Albus caminó sin ver hacia delante y pronto se encontró empujando a un pobre chico que estaba viéndose en el espejo.

—Lo siento, iba distraído —el chico asintió sin mucho problema y continuó viéndose en el espejo. Albus esperaba la mirada suspicaz que siempre había cuando la gente lo veía por primera vez, sobre todo críos de su edad. Pero el chico parecía sumamente interesado en el reflejo del espejo —. ¿Vas al colegio?

—Sí, es mi primer año —el chico le sonrió. Albus lo observó por un segundo. Nunca había visto a nadie con ese cabello tan rubio casi parecía blanco y los ojos del chico eran de un gris espectacular.

—Yo también voy a primer año —el chico se giró para verlo de nuevo y Albus lo encaró esperando el desconcierto que siempre causaba. Algunos seguían odiando a su padre por lo ocurrido cuando aún era Jefe de Aurores sin embargo el chico no parecía tener ninguna mirada en particular. Más bien parecía feliz.

—Asombroso —el chico le tendió la mano —. Malfoy, Scorpius Malfoy —Albus le cogió la mano dándole un apretón amistoso.

—Albus Potter —Scorpius se limitó a asentir y regresó a mirarse en el espejo —. ¿No eres de aquí?

—¿Lo preguntas por el acento? —Albus se encogió en hombros. Realmente lo preguntaba porque no creía que nadie en Reino Unido hubiera tenido esa reacción al escuchar el apellido Potter —. Mis padres son de aquí, yo nací en Noruega, pero desde siempre he vivido en Canadá con ellos. Este es nuestro primer año viviendo aquí —un hombre alto le llamó y Scorpius tomó las bolsas que tenía desperdigadas a su alrededor —. Lo siento me llama mi padre, me tengo que ir, un placer conocerte Al. Espero vernos en tren. Adiós.

Y sin más el chico se unió con su padre y salió de la tienda cargado de bolsas. Sin notarlo, Albus sonrió, pensando que sería interesante tener a Scorpius Malfoy de amigo en el colegio.


Draco observó feliz como la Mansión resplandecía. Después de tres semanas de arduo trabajo por fin volvía ser habitable. Y no es que hubiera estado en malas condiciones ni mucho menos. Sólo que se notaba la falta de habitantes en el lugar por más de diez años. Había polvo que los elfos olvidaban quitar, algunas plagas absurdas, los jardines necesitaban la magia de un Malfoy para verse esplendorosos y la Mansión en si necesitaba de ese vínculo para tomar vida. Ahora por fin tenía el hogar perfecto.

—Papá —Scorpius cruzó por la chimenea cargado de un montón de bolsas, que por supuesto, no eran todas para su primer año de colegio —. Ha sido espectacular, todo es tan… viejo y raro pero genial. Fuimos a Sortilegios Wistle

—Weasley —corrigió su padre que cruzaba la chimenea con otro regimiento de paquetes y bolsas.

—Sí, exacto. Sortilegios Weasley, tienes que verlo. Es asombroso —dijo haciendo énfasis en la palabra —. Tiene filtros de amor y todas esas cosas cursis. Y también tiene dragones de fuegos artificiales y…

—Y… ¿qué son todas esas bolsas y paquetes? No recuerdo haber requerido tanto para mi primer año en el colegio —su hijo tuvo la delicadeza de sonrojarse.

—Padre me compró algunas cosas extras —Draco miró a su marido que se encogió en hombros mientras encendía su pipa —. Y te compró esto. Material de pociones y… —Scorpius buscó otro paquete —, una túnica nueva.

—Que noble de parte de tu padre y tuya queriendo chantajearme con dos regalos cuando a ti te compró medio Callejón. Ya veremos tú y yo cuantas de estas cosas vas a utilizar de verdad y cuantas vas a poder llevarte al colegio —Scorpius iba a replicar pero fue silenciado al ver el rostro firme de su papá —. Ahora vete a asear para tomar el té.

Draco se sentó a lado de su marido que había visto toda la escena con una sonrisa en los labios. Maldito consentidor.

—Así qué Sortilegios Weasley ¿causaste alguna conmoción? —Neville Longbottom ensanchó su sonrisa.

—Ron, casi se desmaya al verme entrar con una calca del hurón —Draco soltó un leve bufido —. Y se desmayó por completo cuando Scorpius me llamó: padre —Draco sonrió abiertamente esta vez —. No podía creer que me hubiera casado contigo y que tuviéramos un hijo.

—Bueno, yo tampoco lo puedo creer la mayor parte del tiempo y eso que llevamos algo de años casados —esta vez fue Neville quien rió.

—Y vas a empezar a creer otras cosas, cariño. Estás a punto de entrar a la dimensión desconocida —Draco lo miró intrigado —. Scorpius se encontró con Albus Severus Potter en la tienda de túnicas —Draco observó a su marido que seguía fumando de su pipa como si nada.

—¿Y? ¿Sucedió algo?

—Conversaron animadamente, se dieron la mano y nuestro hijo se despidió de él educadamente. Ya te imaginaras, yo estaba pasmado. Albus Potter es idéntico a su padre y es evidente a quien se parece Scorpius. Así que era como haber viajado en el tiempo —Draco asintió imaginando lo perturbador de todo aquello.

—Debió ser asombroso —Dijo Draco imitando el tono de su hijo al decir esa palabra en particular.

—¿Qué debió ser asombroso? —Scorpius regresó con una imagen relajada y Draco le sonrió. Cierto que eran tan parecidos pero sus infancias habían sido diametralmente opuestas.

Scorpius raramente usaba túnica fuera de los eventos oficiales, amaba su ropa muggle, era un chico dócil, increíblemente brillante. Claro que era ambicioso y tenía cierto grado de arrogancia que no rayaba en lo antipático porque Scorpius era, dentro de todo, un chico cálido y sonriente. Muy seguro de sí mismo y nada pretensioso.

—Que hayas estado más de una hora sin el móvil —Neville le bromeó y su hijo hizo esa pequeña mueca tan particular en él cuando su padre le hacía alguna pulla —. Estábamos hablando del chico que conociste con Madam Malkin. Parece que te causo una gran impresión.

—Fue amable.

Scorpius cogió un bollo con una indecente cantidad de crema y lo engulló con alegría mientras la conversación decantaba hacia Draco y su día.

Más tarde, cuando la luz de la luna entraba por una pequeña ventana al fondo de la habitación principal de la Mansión Malfoy, Draco se cansó fingir que dormía. Se levantó de la cama donde su marido se encontraba seguramente soñando plácidamente. Draco salió al balcón sin hacer ruido esperando que el aire nocturnal pudiera relajarlo. Una parte de él encontraba miserable sentirse así sólo por la mención de su apellido. Era patético que Potter pudiera tener tanto poder en él sobre todo después de tantos malditos años.

Draco suspiró pesadamente. Aún en ese momento podía cerrar los ojos y recordar con claridad cada uno de sus encuentros con Harry Potter.

Siembre había existido entre ellos una brutal relación que desbordaba en algo muy cercano a la pasión y al deseo. Harry y él chocaban continuamente. A lo largo de su tiempo en el colegio su historia se basó en un sinfín de encuentros y desencuentros que tuvieron su cúspide justo en un polvoriento pasillo del colegio un par de meses después de haber iniciado su sexto año en Hogwarts.

Ese año en particular fue duro para los dos. Ambos tienen una misión que los consumía. Draco nunca supo exactamente en qué consistía la tarea de Harry, nunca se lo pregunto realmente, pero estaba seguro que era algo que lo acercaba cada vez más a Voldemort. Los dos querían que algo pasara, necesitaban que algo ocurriera, que la tierra se abriera y que todo terminara. Y tal vez eso era lo que había sucedido cuando se encontraron en aquel pasillo. La tierra se abrió y ellos terminaron cayendo justo en el centro de la pasión que les quemaba a los dos.

Su primer encuentro había iniciado como siempre; Harry lo estaba siguiendo, Draco lo ataco, Potter se defendió y después terminaron en el suelo luchando por recuperar sus varitas. Sin embargo todo tomó un matiz diferente cuando quedaron uno encima del otro; sus cuerpos rozándose de una manera nueva que hizo vibrar cada terminal nerviosa existente debajo de su piel.

Harry había terminado con los pantalones y calzoncillos hasta los tobillos mientras Draco a penas y había podido abrir sus pantalones para coger su polla. Intercambiaron una paja fabulosamente ardiente, con sus bocas húmedas por la saliva del otro, escuchando gemidos roncos y necesitados de parte de los dos. Cuando el orgasmo pasó los dos se había quedado petrificados y sin decir una sola palabra. Se había limpiado lo mejor que habían podido y cada quien se había marchado en una dirección opuesta. Draco hacia la Sala de Menesteres y Harry seguramente hacia la Torre de Gryffindor.

Semanas después, cuando Draco estaba convenciéndose de que todo lo ocurrido había sido producto de su imaginación, terminó siendo arrastrado al interior de un aula en desuso mientras su boca era asaltada por un ansioso Harry Potter. En sus primeros encuentros nunca hubo palabras, sólo caricias necesitadas, pajas fogosas, mamadas que aún recordaba como algo glorioso y después, cuando el hambre por más fue demasiada, se presentaron los polvos magníficos. Draco había sido el primero para Harry, así como Harry había sido el primero para él.

Había amado cada segundo de aquellos encuentros, porque a medida que fueron relajándose, empezaron a conocerse de verdad. Nunca hablaban de misiones, ni profecías. En aquellos momentos sólo existían Draco y Harry. Hablaban mucho de los eternos hubiera… qué hubiera sucedido si Harry hubiera terminado en Slytherin, si se hubieran dado la mano, si Draco no hubiera sido tan borde en la tienda de Madam Malkin, si no hubiera sido un Malfoy… si los padres de Harry no hubieran muerto.

Draco escuchó la verdadera historia de Harry y su familia muggle. Escuchó los deseos más gran de Harry, escuchó sus sueños, a pesar de no hablar del futuro. Lo escuchó hablar de Sirius Black, lo escuchó llorar por encontrase solo y él también lloró silenciosamente a su lado.

En su último encuentro follaron tres veces, cada una mejor que la otra, se dijeron tantas cosas sin emitir una sola palabra, sus caricias y besos lo habían dicho todo; lo que significaban para ambos aquellos momentos robados en medio de la guerra y las mudas palabras de amor que si dibujaban con caricias. Pasaron la noche juntos, olvidándose de todo… había sido tan poco el tiempo juntos. El sexto curso estaba terminado y por lo tanto la misión de Draco era inminente. Al día siguiente de despertar juntos sucedió el infame sectumsempra, después, Albus Dumbledore murió y Draco se había marchado con los mortífagos.

Volvió a ver a Harry en medio de la guerra. Había llegado a la Mansión junto con sus eternos compinches. Tenía el rostro destrozado y Draco se preocupó más por esa estampa que por reconocerlo frente a la loca de Bellatrix. Había matado al gusano de Pettigrew para allanarle el camino a Harry y así pudiese escapar. Se había dejado desarmar con docilidad con la esperanza de que su varita en mano de Harry fuera la que terminara de una vez por todas con Voldemort. Y así fue; Harry Potter venció a Voldemort por fin y, Draco no pudo sentirse más liberado, a pesar de haber perdido a su amigo Vincent Crabbe en aquel terrible fuego infernal del que había sido salvado por el mismísimo Harry Potter.

Nunca le preguntó por qué. Después de la guerra no volvieron a cruzar palabra. Harry le había enviado la varita con una lechuza. Varita que Draco jamás volvió a utilizar.

Al poco tiempo Corazón de Bruja llenó sus páginas con extensos reportajes de Harry y su flamante novia: Ginny Weasley. Draco apenas tuvo tiempo de llorar por su amor perdido pues pronto su familia se vio frente al Wizengamot. Su padre fue sentenciado a Azakan por siete años, su madre y él fueron absueltos gracias al testimonio de Harry; y esa fue la última vez que Draco estuvo frente a Harry Potter.

Así se acaba su historia y Draco se sintió devastado. Durante su tiempo juntos Harry había dejado tanto en él y, luego se lo había llevado todo, destinándole a un vacío que le desgarró el alma. Pero, de nuevo, no había tenido tiempo para lamerse las heridas. Un par de semanas después de los juicios su madre sugirió un viaje a Noruega con la posibilidad de matricularse en Durmstrang para tomar sus ÉXTASIS. Draco no se lo pensó demasiado y aceptó la propuesta de su madre dejando todo atrás.

Fue en Durmstrang donde se reencontró con Neville. Al principio casi lo mataba de la impresión tener al Gryffindor de compañero. Era como encontrarse con un fantasma que había querido dejar en su antiguo colegio. Draco lo ignoró cuanto pudo hasta que sus profesores le obligaron a hacer equipo con él en casi todo. Neville no hablaba para nada el idioma y cada materia se le atragantaba un poco más que la otra, así que Draco tuvo un verdadero reto.

Más por la fuerza de la costumbre que por otra cosa, Draco se volvió una especie de amigo para Neville, que terminó contándole cómo había llegado junto a su abuela y sus padres, a Noruega. Un Sanador del Instituto Oslo le había llamado poco después de terminada la guerra; conmovido por su historia, le informó que era el encargado de la investigación de un tratamiento experimental que podía curar a sus padres. A Neville y a su abuela les faltó tiempo para hacer todos los arreglos pertinentes y viajar a Noruega para internar a los Longbottom en el Instituto Oslo.

Neville no había querido dejar solos a sus padres así que no había tenido más remedio que matricularse en Durmstrang y concluir sus estudios.

Al poco tiempo de entablar esa tregua entre Neville y él sucedió algo que Draco no se esperaba. Su madre hizo una gran amistad con la abuela de Neville. Cada fin de semana lo pasaban en una bonita casa de campo que los Longbottom habían adquirido para su estancia en Noruega; donde su madre y la abuela se la pasaban hablando de media sociedad mágica y de los chismes que les llegaban de Reino Unido gracias a El Profeta. Sin saber muy bien cómo, Neville terminó volviéndose un verdadero amigo, el único había tenido en su vida.

Y de nuevo, lo cotidiano llegó, al cabo de un par de años Neville era una constante en su vida. No fue extraño para nadie que anunciarán su noviazgo. Como solía pasar en algunas relaciones, uno de los dos daba más y ese siempre había sido Neville. Draco se dejó mimar, al final de cuentas se lo merecía. Así pues, con otro amor se parchaba el corazón.

Sus padres, como buenos Slytherins, vieron en esa relación una laguna de prosperidad para el apellido Malfoy. Después de todo, Neville Longbottom era un héroe de guerra, él había destruido un horrocrux por si solo y compartían ser sangre puras de muy alta estirpe. Draco, además de esas virtudes que sus padres amaban de su relación, encontró en Neville una paz que le hacía falta. Neville era fuerte pero no se imponía, era valiente cuando se necesitaba y era poseedor un aura de seguridad que lo hacía sentir muy bien.

Casarse con Neville fue un ganar/ganar ciertamente era un hombre atractivo, con la elegancia propia de un sangre pura, con un gran estatus en la sociedad mágica y una fortuna más que considerable. A lado de Neville, Draco dejó de ser el hijo de Lucius Malfoy, para convertirse en el esposo de uno de los héroes de la segunda guerra mágica que, además, era su mejor amigo.

A Neville le había contado todo… bueno, casi todo. Sólo se había guardado para sí mismo su relación con Harry.

La Isla de Rodas fue elegida por ambos para celebrar su unión. Neville siempre había estado maravillado con la belleza de Grecia y creía que no había un mejor lugar para un enlace que esa isla. Claro que El Profeta no perdió oportunidad para enviar a un reportero a capturar el momento. Había sido un pequeño suceso, no siempre un héroe de guerra se enlazaba con ex mortífago. La nota de su matrimonio tuvo cierto revuelo en el mundo mágico pero, casi como si fuera una mala broma, su enlace pasó a segundo término cuando se enunció el primer embrazo de Ginny Weasley. Harry Potter se cruzaba en su vida de nuevo.

Draco siempre reía al recordar como parecía que el destino se empeñaba en entrelazar sus historias. Era como si una fuerza invisible llamara a Harry para estar siempre presente en la vida de Draco. James Sirius Potter había nacido justo un año después de que su padre había sido nombrado Jefe de Aurores. En aquellas fechas Draco y Neville se habían establecido en Estados Unidos y estaban poniendo en marcha su negocio de pociones que pronto disparó sus ventas gracias a la buena cabeza de Draco para los negocios y a los materiales de primera que utilizaban debido a los conocimientos que Neville sobre la herbolaria.

Ellos viajaban continuamente a Noruega con la esperanza de buenas noticias del Instituto Oslo. Pero Draco sabía que no había muchas esperanzas. Fue en uno de esos viajes en los que seguramente concibieron a Scorpius, algo que causo otra pequeña conmoción en el mundo mágico, pues Neville y él habían decidido dar la noticia de tan agradable evento. Pero como siempre, Potter no se podía quedar atrás, pues él también anunciaba que estaban esperando a su segundo hijo.

Scorpius nació en Noruega y fue una bendición casi desde su primer día de vida. Cuando los Longbottom habían visto al niño tuvieron una repentina mejoría. Reconocieron a Neville y ese fue el mejor regalo de despedida que pudieron darle a su hijo y a la abuela Augusta. Un par de meses después murieron debido a las consecuencias propias de la maldición a la que habían sido sometidos. Fue entonces cuando Neville volcó todo su ser a su familia. Y se volvió, si cabía, en un mejor esposo y padre.

Decidieron instalarse en Canadá debido a la gran oportunidad comercial que representaba ese país y sus facilidades políticas. Sobre todo porque Estados Unidos los estaba machacando con los impuestos y Canadá había resultado más benévola por lo menos en ese rubro.

Poca más de un año después de haberse instalado en Canadá, el mundo de Draco se cimbro de nuevo por una noticia de Harry Potter. Draco nunca olvidaría ese día, habían estado en el jardín jugando con Scorpius y planeando su fiesta de cumpleaños, cuando el patronus de su madre se apreció diciéndole que encendiera de inmediato el televisor en el único canal mágico que existía en ese momento. Las imágenes eran impactantes y morbosas. Crabbe padre, que hasta ese momento se había encontrado fugitivo, había hecho explotar tres vagones del expreso a Hogwarts asesinando a decenas de niños que viajaban a su primer año escolar.

Harry había llegado a la escena para encontrase a Crabbe padre aún con la varita en la mano. Nadie dio un testimonio cien por ciento verídico pero todos coincidían en que Harry había matado a Crabbe justo al darse cuenta de la magnitud de los hechos.

El acto provocó un luto mundial. Cientos de imágenes circularon por diarios y por el incipiente internet mágico. Todos culpaban en mayor o menor grado al Jefe de los Aurores que no había podido dar con el paradero de Crabbe y mucho menos evitar la tragedia. Durante semanas se comentó la pasividad del Jefe de los Aurores y los medios más osados se atrevían a colocar imágenes de Harry junto a los restos carbonizados de los vagones. Familias enteras pidieron la renuncia de Harry Potter. La comunidad mágica a la que salvó una vez le daba la espalda de una manera cruel.

Se llevó acabo un juicio y, por primera vez en años, Draco estaba que se subía por las paredes. En aquel momento hubiese dado lo que fuera por ver a Harry. Por estar con él para apoyarlo. Pero la cordura regresaba a él cuando veía a su hijo y se quedaba junto a su familia, esperando, con el corazón en un puño pero sin mostrarlo, fingiendo, colocándose una máscara y rogando porque Neville no lo descubriera.

Harry había salido absuelto de cualquier acusación. Sin embargo dimitió del cuerpo de Aurores y a los pocos meses se anunciaba su divorcio. Fue justamente eso lo que se llevó por meses las primeras planas de El Profeta. Draco no supo exactamente qué pasó después con Harry pero prácticamente había desaparecido del ojo público. Oliver Wood había tomado su lugar como Jefe de Aurores y al cabo de un tiempo se perdió interés por la nota del divorcio.

Draco dejó escapar todo el aire de sus pulmones y viendo hacia el cielo que lucía calmado, sin una sola nube. Neville nunca lo decía, tal vez por pudor, tal vez por orgullo pero sospechaba que Draco se había enamorado profundamente de alguien. Ese alguien que de vez en cuando aparecía en sus recuerdos para ensombrecer su felicidad y recordarle a su marido que, a pesar de quererlo, nunca podría llegar a sentir lo que sintió antes. Claro que Neville no tenía ni idea que ese fantasma era Harry Potter ¿cómo imaginarlo? Se habían entregado a una pasión tan intensa y tan plena que aún, siendo un hombre casado, con un hijo, con un buen nombre… añoraba y deseaba aquel amor tan único.


Arthur hizo un movimiento fluido con su varita para desaparecer el diario y los mapas que tenía desperdigados sobre su escritorio y que había estado estudiando las últimas tres horas. Había reanalizado cada pequeño detalle, cada pequeña pista, cada pequeña pieza de ese rompecabezas que había empezado a armar hace más de tres años. Todos los documentos desaparecieron para ir a parar a un lugar seguro, hacía mucho tiempo que el Ministerio de Magia era todo menos seguro, así que él se las había ingeniado para tener su investigación en un absoluto secreto.

El señor Weasley suspiró una vez preguntándose el por qué.

Hizo un esfuerzo para apartar de su mente todos los recuerdos enterrados hacía años. Todas esas preguntas que no tenían respuestas y todo ese odio que una vez sintió hacia lo que tenía que ser, hacia el destino. Arthur Weasley sabía que la información que guardaba destrozaría a su familia pero no podía ignorarla y seguir adelante como si nada. La verdad se tenía que saber aunque el precio fuera alto para la familia Weasley.

Sin embargo aún había una pieza faltante en su rompecabezas y sólo podía obtenerla de una persona. Arthur cogió su chaqueta del perchero y salió de su oficina. Saludó a todos como si fuera un día normal, cruzó el vestíbulo sin prisas, una vez en Whitehall caminó hacia Scotland donde le había aparcado su coche. Un megane que había adquirido un par de meses antes. Arthur se sentía particularmente orgulloso de pasar desapercibido entre los muggles y de su coche que también era completamente normal.

Esperó el cambio de un semáforo y luego caminó hacia su coche chocando sin querer con un muggle que iba distraído. Tal vez sino se hubiese suscitado ese encontronazo, Arthur Weasley se hubiese percatado que dos hombres le seguían muy de cerca. El señor Weasley levantó los seguro de su coche, abrió la puerta y justo en ese momento una capucha negra le cubrió el rostro. Sintió la magia de una desaparición conjunta y cerró los ojos agradeciendo haber escondido su diario en un lugar seguro.


Bueno, he regresado. Con esta historia que es de: mí para mí... Festejo 10 años escribiendo fics. Pensaba publicarla en noviembre que fue cuando empecé realmente a publicar mi primer fic pero la verdad es que quien sabe que estaré haciendo para ese mes y mejor empezar ahora que tengo tiempo.

Es un original mío, como todo lo que tengo publicado, por favor si ven algo que este en inglés o algo así díganme. La última vez que publique aquí algo salió mal y los fics se subieron de la madre y así los estuvieron leyendo cosa que siento muchísimo. Busque un o una beta pero nadie levantó la mano, así que si hay alguien interesado ya sabe donde buscarme (por mensaje privado o en twitter)

Es un DRARRY pero van a tener que aguantarse algunos capítulos a Neville con Draco, no se preocupen, sólo pondré insinuaciones de su relación porque luego se ponen así como que: ay no, es q odio a Neville. Nada más es para darle emoción a esto. Y pobre Neville también tiene derecho a disfrutar del hermoso rubio. Aquí habrá DRARRY eso es 100% seguro porque tengo muchas ganas de escribirlos juntos después de un montón de fics medio extraños sin la pareja de mis amores.

Abro un paréntesis para hacer una publicidad descarada como diría Xanath. Sino están leyendo BiCurious de PerlaNegra háganse un favor y léanlo. Es el mejor Drarry de la vida.

Y, por favor, hagan patria: COMENTEN.

Gracias por leer. Estaré publicando todos los viernes.

Un abrazo, bye.