Prólogo - Naminé -

Recuerdo la primera vez que vi a alguien en el Castillo del Olvido. Su pelo era largo, de tonalidad rosada, y le llegaba hasta los hombros; recuerdo también sus penetrantes ojos azules posarse en mí mientras sus labios esbozaban una extraña sonrisa. Mi corta existencia cambió desde ese entonces.

Marluxia – así era como se llamaba – me lo explicó todo: la existencia de los Incorpóreos, mi origen, mi extraño poder y, para mi desgracia, lo que iban a hacer conmigo. La muñeca de trapo con mi apariencia encerrada en una jaula para pájaros revelaba lo que iba a ser, una marioneta a manos de la autodenominada Organización, o mejor dicho, de Marluxia y sus dos compañeros: Larxene y Axel. Todo eso, sumado a mi antigua soledad, hizo que me sintiera aún más vacía. Sentada en una silla y con un bloc de dibujo entre las manos modificaba la mente y el corazón de la primera persona que me vino a la mente cuando desperté, mi héroe, mi amigo, Sora. Su vida estaba en juego, y la mía también.

Marluxia me trataba como un títere bajo sus manos. Larxene me trataba muchisimo peor, al principio estar con ella era una tortura; pero aprendí a ignorarla. Por último, estaba Axel. Él nunca se portó mal conmigo, pero tampoco bien. Un extraño vínculo circundaba entre nosotros, puede que fuera porque…los dos "sentíamos" igual.