Capítulo beteado por Leticia Eugenia, Betas FFAD

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Todos los personajes reconocibles y escenarios son propiedad de sus respectivos autores, en este caso Stephenie Meyer. Los personajes originales y la historia son propiedad del autor. El autor no está asociado con el dueño, creador o productor de la saga. No se busca violar los derechos de autor o copyright.

Cazafortuna

Capítulo 1.- Preparación

El ritual comienza tres horas antes, o más bien, varios días antes si contamos la depilación y el manicure y pedicure, pero ambas ya han sido cubiertas desde hace dos días. Llego del salón con un retraso de quince minutos pero satisfecha del fabuloso peinado y el maquillaje perfecto para la ocasión, hecho por mi estilista; dejando como última tarea por realizar, el vestirme.

Entro a mi cuarto, el cual como siempre es un desastre, me quito los tenis aventándolos dentro del armario sin importar que se maltraten; jamás haría esto si fueran mis Jimmy Choo o mis Vera Wang, esos irían directo al estante especial que tengo reservado para "Los zapatos"; sin embargo, siendo tenis y considerando lo tarde que voy, no me queda otra opción.

Corro y busco la ropa interior sexy que compre especialmente para la ocasión. Un sostén negro que deja poco a la imaginación pero lo suficiente para tentar al candidato a seguir buscando bajo de él. Me pongo el resto observando el resultado en el espejo. Pobre víctima. No va a saber en qué momento comenzó el ataque. En el poco tiempo que me queda saco de su bolsa especial el vestido que compré para la ocasión.

Es negro y llega a medio muslo, enseñando lo bien tonificadas que están mis piernas, la gran envidia de la mayoría de mis compañeras de cuarto, pues sin hacer ejercicio o cirugía son perfectas. La prenda es entallada, exhibiendo mi pequeña cintura. En la parte superior tiene una manga corta que se ajusta perfecto a mi brazo, mientras que del otro lado cae mostrando el hombro.

Mi madre siempre dijo: "hay una diferencia entre ser elegante, moderna, sensual, sexy y barata; siempre hay que apostar por las primeras tres cuando estés a la vista del público y la sociedad, la penúltima opción siempre en la habitación y la última ni en sueños, eso es para otro tipo de gente".

Es por esa razón que el vestido costó mucho más que un mes de la renta que me pagan mis compañeras de cuarto, aunque si logro mi objetivo final, valdrá cada centavo de lo que pagué, por lo tanto no hay que verlo como un gasto si no como una inversión.

No cualquiera puede decir con orgullo que ha capturado el corazón del playboy más codiciado de Latinoamérica y lo ha mantenido entre sus manos durante seis meses, lo cual no ha sido sencillo. Mi cuenta de banco sufrió una fuerte disminución, tratando de aparentar una posición económica que perdimos hace ya varios años con los gastos desmesurados de mi madre.

Veo el reloj confirmando que no tarda en llegar la limosina por mí. Me pongo perfume mientras río ante la ironía de usar el regalo que mi última víctima me dio. Escucho sonar el timbre del apartamento y corro a buscar los zapatos que compré para la noche… ¿Dónde demonios los dejé?

Corro al armario y comienzo a mover cosas, desesperada porque sé que el Señor Black odia esperar.

—Isabella —la voz de Rose se escucha del otro lado de la puerta—, tu chofer está aquí.

—Gracias, en un momento bajo —digo mientras mi ansiedad se incrementa. ¿Dónde los puse? ¿Dónde?

A lo lejos, del otro lado del cuarto veo uno de ellos. Corro hacía él y busco al par en la cercanía, sin tener mucha suerte. Si fuera más ordenada me evitaría todo este dilema, pero ahora no es el momento para auto regañarme. Tiro cosas de un lado para otro, buscando en todas partes como una maniática.

Decenas de zapatos comienzan a aparecer, conforme muevo ropa de un lugar a otro, sin embargo ninguno de ellos es el par. Dos minutos, ya debería de estar tomando el elevador, me pregunto si podré culpar al chofer por el retraso. Continúo mi búsqueda hasta que finalmente lo veo debajo de la cama. Perfecto.

Corro a toda velocidad lista para agacharme a tomarlo, casi llego y el teléfono que está a lado de la bolsa en mi tocador comienza a sonar. Estar apurada y distraída no es una buena combinación, ya que en esa pequeña fracción de tiempo logro que mi dedo meñique del pie haga contacto con la pata de la cama y la golpee con todas las fuerzas.

— ¡Por un demonio! —Grito mientras con la mano sostengo el poste de la cama, esperando a que pase. Después de unos segundo el dolor comienza a disminuir, levanto el pie para analizar el daño, golpeando mi rodilla con el poste.

— ¡Mier…! —Exclamo ante el nuevo dolor que está corriendo a lo largo de mi pierna; mientras tanto el teléfono sigue aumentando el volumen, recordándome con cada timbre que el tiempo está corriendo y cada segundo es uno más de retraso.

Comienzo a sobar mi nueva herida mientras recupero el zapato y me lo coloco, sin examinar las consecuencias de mi torpeza. Corro rápido al tocador, tomo el teléfono y veo que la llamada es de Alice.

— ¿Bueno? —Contesto mientras tomo el bolso y me miro una última vez en el espejo. A pesar de mi pequeño incidente sigo perfecta.

— ¿Cómo está mi pequeña Cazafortunas? —Pregunta emocionada del otro lado.

—Lista para conquistar al Señor Black —contesto con mucha seguridad mientras ignoro las punzadas de dolor que provienen de mi pie con cada paso que doy dirigiéndome a la puerta.

—Espero que todo salga bien, muñeca —se ríe del otro lado del teléfono—. De lo contrario, te tengo una próxima víctima.

— ¿Tan poca confianza tienes en mí que ya me tienes a otro candidato en puertas? —Cierro el apartamento y oprimo el botón del elevador.

—No es eso, cariño, en realidad espero que todo salga bien —su voz aún es emocionada—. Pero si no te avisaba de este nuevo, me hubieras odiado de haberle dado la información a Tanya.

¡Aaarghh, Denali! Siempre al acecho de los buenos candidatos. Sus hermanas Katherine e Irina ya están casadas con excelentes partidos. Si Alice cree que a Tanya le interesa este nuevo candidato es posible que valga mucho más la pena que el Señor Black.

Veo el reloj y para mi gran sorpresa me doy cuenta que ya voy diez minutos tarde y el maldito elevador no está cooperando. Observo las escaleras de emergencia, tomo una decisión práctica y me dirijo a ellas.

—No está de más conocerla —en cuanto abro la puerta de las escaleras el puto elevador llega. Corro con la esperanza de alcanzarlo pero mi bolso se queda atrapado en la puerta de las escaleras en el proceso y rompo el tirante de este desparramando su contenido en el piso.

¡MADITA SEA! Exclamo en mi mente, mientras comienzo a recoger mis pertenencias y las pongo dentro del bolso. A lo lejos escucho cómo detrás de mi se cierran las puertas del elevador.

—Es un poco excéntrico —me explica mientras yo veo mi bolso y meto el tirante roto dentro de él, satisfecha de ver que puede pasar como un bolso de mano.

— ¿A qué te refieres con que es un poco excéntrico? —En realidad todos los de esa clase lo son: si no es la cacería, es la pesca; si no deportes extremos, colecciones raras, etc. Pero mientras tenga la cantidad correcta de ceros en su cuenta bancaría, por mí no hay problema. Si desean ir a Marte a cazar marcianos, es su problema no el mío.

Bajo las escaleras de forma lenta, sosteniendo el barandal para evitar caerme porque si consideramos cómo inicié la noche, puedo decir que los accidentes están al acecho.

—Nada fuera de lo común. No te preocupes, no es mujeriego, borracho o jugador —esas fueron mis tres condiciones para buscar a un futuro prospecto.

Alice me ha pasado los datos de millonarios que caen en esa característica y que superan la cuenta bancaria del Sr. Black. Sin embargo, prefiero un buen negocio con estabilidad y de poco riesgo a uno que sea excelente pero volátil y que en cualquier momento lo pueda perder todo. Después de todo, lo que estoy invirtiendo es mi vida entera…literalmente.

Finalmente llego a la planta baja y entro al lobby; mi pequeño dedo quejándose con mayor fuerza con cada paso que doy. Veo a mí alrededor y ahí parado está el chofer de la limosina del Sr. Black, Paul, con el celular en la mano.

—Luego hablamos, Alice —me despido sin esperar a que ella me responda.

—Sí, Señor Black, acaba de llegar —lo escucho decir al teléfono, molesto. Al parecer ahora no hay forma de culparlo del retraso—. En veinte minutos llegamos al restaurante.

Cuelga el teléfono y me ve de forma seria.

Levanto la cabeza dignamente y camino hacia la puerta sin darle ningún tipo de explicación de mi tardanza. Después de todo él es solo un empleado, en cambio yo soy la Señorita Swan y si juego mis cartas de forma correcta, seré la futura Señora Black de un momento a otro.