Ok, antes que nada quiero decir que: Hola, mucho gusto a los que no me conocen, y saludos a los que ya lo hacen.

Pues... Verán, soy PanquesitoSexy~ en una nueva cuenta, pues la anterior la perdí por mis tonterías. :B

Vengo con mejor forma de escritura -creo- y con más ánimos, ¡esta vez les traigo RuPru, prepárense!

Ehm, supongo que no tengo que poner el Summary pues ya está aquí arriba.

Así que sólo pondré un pequeño saludo antes de iniciar con este fic. 0u0

¡Ojalá lo disfruten!

Hm, una aclaración antes de comenzar:

cuando una sola palabra esté de esta forma es para resaltarla.

"cuando todo esté escrito de esta manera entre comillas" es un recuerdo o un sueño... O cualquier fumadón que se me ocurra. Da igual, nunca las dejaré sin explicaciones.

También he de decir que, si eres sensible a las palabras FUERTES, no veas esto. Por favor.

(o( Ahora sí, ¡iniciemos de una vez!


Capítulo I: Presentando a Gilbert Beilschmidt.

Fuera de la casa Beilschmidt el sol brillaba fuertemente contra la ventana del albino quién, molesto, rodó un par de veces por la cama hasta decidirse mejor pararse de la cama y cerrar las cortinas. Gilbert se giró al notar que la puerta del cuarto que compartía con su hermano menor –aunque este le sacara más de una cabeza siempre sería el menor– estaba entreabierta, y siguió viendo la habitación con indiferencia, ni siquiera se molestaba en notar que en el reloj marcara las 6 de la mañana. Esa era una manía de su hermano Ludwig, que siempre se levantaba antes de que el sol saliera, abriendo las cortinas para perturbar el sueño de su hermano, esperando que él hiciera lo mismo; pero el albino siempre se levantaba, cerraba la cortina y volvía a dormirse, cosa que esta vez no hizo, pues reparó en una fecha que el calendario tenía escrito.

Era sábado.

Era un horrible y maldito sábado, lo que significaba que no había escuela ni tareas que hacer, ni trabajo y, curiosamente, eso era lo que más lo inquietaba, no tendría nada con qué poner excusa para no asistir.

¿Qué tenía que hacer Gilbert los sábados?

Ta fácil como complicado: Ir al psicólogo.

El albino odiaba más que nada asistir a esa tortuosa rutina en la cual los "inútiles esos" –dicho en sus propias palabras– lo trataban como si estuviera imbécil. Lo odiaba.

Pero como era hombre de palabra tenía que ir, ¡malditas responsabilidades! ¡Maldita forma de crianza alemana!

En días como esos… Quizá hasta aceptaría ser ruso, pero eso sólo se quedaría en un pensamiento, nunca sería ruso, que horror.

–Esto es estúpido…–Dijo rascándose con algo de fuerza la cabeza, para después continuar caminando hasta al baño.

Observó su rostro en el espejo, tan perfecto como pálido; después observó su cabello, tan brillante y blanco como la nieve; continuó con sus ojos, de un color rojo intenso, casi sangre, con unas largas y rizadas pestañas blancas que los adornaban; así siguió perdiendo tiempo en el baño admirando cada uno de sus rasgos, tratando de olvidar lo que tendría que hacer más tarde.

Le encantaban sus rasgos, le encantaba su propio rostro y cuerpo.

Pero odiaba su mente jugándole malas pasadas con tantas pesadillas y sueños tan extraños con ese raro hombre –pues, en sus sueños, solía aparecer como un adulto de aparentemente unos 27 años– de acento ruso marcado pero voz infantil y juguetona, con ojos de un color violeta tan intenso como hipnotizante y con su extraño atuendo de gabardina y bufanda. Sobretodo odiaba cuando ese hombre se dirigía a él como "zaychik" que significa, lo cual investigó, "conejito" en ruso; odiaba esos estúpidos sueños, y todos parecían ser una serie. Varias veces, a media noche, se despertaba por culpa de una pesadilla recurrente en la que ese hombre gritaba su nombre una y otra vez, seguido por una luz intensa de color azul eléctrico y sangre, su sangre. Lo peor de todo es que nunca lograba averiguar el nombre de ese extraño.

Él no estaba loco –o eso se repetía siempre cada vez que iba al psicólogo, aunque incluso dudaba–, sólo eran tonterías que su cerebro inventaba por jugar tantos de los estúpidos juegos de su amigo japonés, Kiku Honda, aunque era más amigo de su hermano que de él.

Después de arreglarse y quedar –según él– más perfecto de lo que ya era por las mañanas, bajó hacia la cocina, pasando antes por la ventana para ver hacia el patio, y observar a su hermano hacer sus "ejercicios matutinos", burlándose un poco de él, se dirigió a la cocina, para después encontrar una nota de su madre colgada en el refrigerador, que su hermano seguramente había dejado para que él la viera.

–"Gilbert, si ves esto quiero decirte que hemos tenido que salir por unos asuntos, pero eso no implica que no irás al psicólogo, y si intentas saltarte esta cita le he dejado de orden a tu hermano que me lo cuente TODO, estás advertido." –Leyó en voz alta imitando la voz de su querida y estricta progenitora, para después arrugar la nota con fastidio.

Ludwig no era capaz de mentirle a su madre, nunca lo fue, ni siquiera de pequeño cuando rompían algo, siempre soltaba la sopa; no podría simplemente huir.

Después de prepararse un "desayuno" de lo primero que encontró en el refrigerador y la despensa se levantó de la mesa hacía el televisor y lo encendió sólo por aburrimiento, empezando a cambiar los canales sin mirar si quiera. Terminó por detenerse en uno donde se mostraba una película de guerra, observó con más interés a la pantalla e incluso se inclinó un poco para ver mejor; toda esa sangre, armas y gente muerta le recordaba a sus sueños, pero por alguna razón sentía que en sus sueños todo lo que veía era más real que lo que estaba viendo en ese instante en televisión, abrió un poco más los ojos para ver la tele hasta que un destello le cegó la vista por un momento. Había estado tan distraído con toda la escena que no se percató en ningún momento que su hermano había entrado a la casa.

–Guten morgen, bruder. –Dijo serio e inánime el rubio, casi ni parecía que le estuviera hablando a un pariente.

–¡Lud! Kse, ¡no me saludes tan frío, somos hermanos! –Le respondió de forma más natural –y ruidosa– el albino; le encantaba charlar con su hermano menor cuando bebían, el rubio se ponía menos tenso luego de unos cuantos tarros, pues siempre, antes de llegar al bar, le protestaba que no tenían edad para beber y después él igual terminaba brindando por toda la gente que se encontraba ahí, eran casi famosos en ese bar junto con los amigos de Gilbert: Un español, llamado Antonio Fernández Carriedo; un francés, llamado Francis Bonnefoy y un raro inglés que a veces se les unía, llamado Arthur Kirkland.

–Lo sé. –Le dijo el rubio de forma cortante. – Por cierto, bruder, mutti me ha dicho que te llevara a tu cita hoy.

El albino soltó un suspiro de fastidio.

–Lo sé, vi la nota en el refrigerador… No necesitas repetirme todo lo que tengo que hacer. –Dijo como en un gruñido, menos animado que antes.

–Pues parece que sí. –Añadió Ludwig en un tono de voz baja, pero prefirió no seguir discutiendo, sino su hermano se iba a poner a pelear y eso nunca era bueno pues, cuando se enojaba, llamaba a sus amigos y se iba con ellos a donde fuera, para evitar ver a Ludwig; y eso esta vez no sería conveniente.

Gilbert se acomodó en el sillón de la sala de nuevo y siguió viendo la televisión, la matanza y la sangre falsa salpicar todo, casi imaginándose dentro de esa escena mientras su hermano lo veía curioso.

El resto del tiempo transcurrió de forma normal.

.

Ya eran las 3 de la tarde y Gilbert seguía negándose a salir del sillón. Ya era hora de ir al psicólogo y, como siempre, no quería.

–¡Pero es una pérdida de tiempo! –Seguía diciendo el de cabellos blancos cada vez que el rubio le sacaba una razón.

–¡No importa, tienes que ir! –Le contestó el de ojos azules empezando a perder la paciencia.

–Ugh. –Se quejó por última vez, levantándose del mueble, medio convencido de ir.– Siempre la misma tortura…

–Vamos, bruder, sube al auto…

–¡No me hables como si fueras un puto policía, sé lo que debo hacer! –Le reclamó el mayor, sacándole un suspiro hastiado al rubio.

El de ojos rojos simplemente se metió a la parte trasera del automóvil, se puso los lentes de sol para no lastimarse los ojos y continuó viendo a la nada.

Seguía recordando lo sangriento de la película que se había puesto a ver sin saber si quiera de qué se trataba; el sueño recurrente que tenía era parecido, sólo que él era el protagonista, se encontraba con un grupo de personas desconocidas en medio de lo que parecía un campo de batalla, ese raro personaje de bufanda estaba ahí también y le sonreía diciéndole que todo le iba a salir bien, "¡obvio que todo va a salir bien, soy yo!" le respondía, después de pasar por un mar muertes y sangre él volteaba a ver que ese hombre siguiera detrás de él, estaba empapado en sangre, pero nunca parecía estar herido, eso era lo que lo tranquilizaba siempre –por alguna razón que él no entendía–, pero después de eso siempre aparecía el maldito rayo de luz extraña color azul eléctrico y después de eso el grito "¡Gilbert!", seguido por la sangre y todo volviéndose borroso para después levantarse respirando agitadamente. No entendía el porqué de esos sueños, por eso iba al psicólogo, pero ni ahí le daban una explicación lógica, sólo lo trataban como si fuera un enfermo mental y le decían tonterías que no entendía; pues él juraría que nunca en su vida, más que en esos retorcidos sueños, había visto a ese hombre, nunca.

Siguió así por un rato hasta darse cuenta de que el auto se había detenido.

–Ya llegamos…–Dijo el menor.

–Ya vi. –Dijo poco antes de abrir la puerta del vehículo y saltar al exterior, era una suerte que llevara sus lentes de sol, sino estaba seguro que se iba quemar la retina.

El otro abrió la puerta de su lado, salió al exterior volteando a ver al consultorio y después colocando los seguros del automóvil por seguridad.

Gilbert se vio vacilante durante unos segundos mientras observaba el lugar, pero después decidió que ya estaba ahí y que sería algo estúpido tratar de huir de alguien que hace ejercicio todos los días y corre alrededor de la cuadra por las tardes, no es como si él no estuviera en forma, pero no podría contra su hermano; así que simplemente decidió avanzar, lo peor que podría pasarle era que lo trataran como loco… De nuevo.

Su hermano se vio un poco sorprendido del repentino cambio de decisión de su hermano, pues él nunca lo había acompañado al psicólogo, pero sí había visto la resistencia que le ponía a sus padres cuando tenían que llevarlo, desde que ellos eran pequeños Gilbert había sido así, sin embargo el rubio supuso que a todo el mundo le llega la madurez.

Después de haberse asegurado que el albino había entrado le siguió el camino y entró él igual, encontrándose a Gilbert hablando con la recepcionista.

–Hallo, Lili, ¿sabes dónde se encuentra Emma? –Le preguntó el albino a la joven de la recepción, era pequeña y rubia con unos ojos de color verde esmeralda.

–Oh, s-sí, me dijo que posiblemente irías a venir hoy, uhm…–La rubia revolvió unos cuantos papeles que tenía ahí, revisando si había una nota. –Oh, dice que está ocupada con otro paciente, en un momento saldrá y te atenderá.

–Danke, Lili. –Le dijo y se fue a sentar a uno de los muebles de ahí cerca.

–Gern geschehen…–Dijo ella un poco avergonzada, percatándose un poco después del otro muchacho que se encontraba ahí parado viendo a su hermano y la extraña expresión de seriedad que tenía dibujada en el rostro. –Mucho gusto, ¿eres el hermano de Gilbert, cierto?, yo soy Lili Zwingli.

–Ah, ja, yo soy Ludwig Beilschmidt. –Contestó el alemán, tomando la pequeña mano de la chica con una suya, a modo de saludo.

–Siéntete libre de sentarte en lo que atienden a tu hermano, por favor. –Le dijo ella con una dulce y delicada sonrisa.

–Danke. –Respondió el otro joven con un gesto de la mano y pasó a sentarse al lado de su hermano que observaba una revista.

–¿Qué sucede? –Preguntó el albino, sorprendiendo al rubio por su tono de voz tan serio, tan adulto.

–Nada, solamente tenía algo de curiosidad por el lugar. –Contestó el ojiazul recibiendo un cabeceo como respuesta.

Después de pasar un momento de tensión entre el silencio de la habitación, la expresión de completa seriedad por parte del albino y el sonido del lapicero de Lili cada vez que anotaba algo en la agenda el tiempo pasó bastante lento, aunque sólo fueron diez minutos de espera parecieron veinte. Una mujer salió de la habitación para despedirse de otro chico

–Oh, Gilbert, lo siento, estaba ocupada. –Se excusó la psicóloga, Emma Vanderhoeven, una belga de ojos verdes y cabello rubio, más alta que Lili y con el cuerpo más femenino que ella.

–No pasa nada, ¿ya puedo pasar? –Sonrió levemente el joven de cabello platinado.

–Eh, sí, espera que salga este paciente. –Dijo para después voltearse y decirle unas palabras a otro muchacho de cabello rubio cenizo, bastante alto, que iba cubierto con una gabardina color beige. Después de despedirse de aquel extraño sujeto le habló por fin al albino. –¡Listo!, ¡Gilbert Beischmidt, tu turno!

Gilbert entró sin mucha emoción al cuarto, sin percatarse del hombre que lo miraba fijamente como sorprendido, y cerró la puerta, dejando al otro chico sin poder verle más.

Mientras tanto, en la recepción, un joven alemán esperaba que su hermano saliera y un joven aparentemente ruso deseaba no estar confundido.

El alemán tomó una de las revistas de por ahí y la empezó a hojear sin leer lo que decía, sólo veía las imágenes sin detenerse en ninguna especial.

El ruso se quedó parado ahí por unos segundos antes de decirle algunas palabras a la pequeña rubia y luego se despidió, cubriéndose su pálida cara con la bufanda que traía y simplemente atravesó la puerta.

.

Luego de todo el estrés de la cita el albino decidió que era momento de desaparecer del lugar, literalmente, sólo se despidieron de las rubias, subieron al auto y se fueron hasta su casa; el primero en entrar fue Gilbert, quién encendió la televisión y se lanzó en el mueble para relajarse un poco, por eso odiaba esas visitas, lo dejaban todo tenso; después de él, el segundo en entrar fue Ludwig quién simplemente se dirigió a la cocina y decidió no hablar más sobre el tema.

Es cierto que Ludwig sabía de las pesadillas de su hermano, pues dormían en la misma habitación, pero no sabía cómo se comportaba cuando iba a ese lugar, pareciese que incluso a él le empezaba a poner de los nervios el tener que llevarlo.


¡Ok!, ¿les gustó?

Espero que sí, Plz. ;u; porque en serio no sé qué haría si a nadie le gusta, creo que me mato (?).

Ok, no, mucho drama. Si gustan dejar reviews por favor háganlo, alimentan mi alma. uwu

Si son palabras bonitas se aceptan perfectamente, sino pues... ¿Qué se le va a hacer?

Acepto de todo menos INSULTOS HACIA MI PERSONA.

eAeUu

En fin, espero que esto les guste y les divierta tal como yo me divertí escribiéndolo.

Si tienen dudas respecto al alemán pueden, con todo gusto, preguntar sino... A Google traductor, ¡chicas!

Bueno, en este caso no he incluido tantas cosas (es decir, Gilbert e Iván aún no se conocen), pero no se preocupen, que pronto el conejito y el bloque de hielo ¡se conocerán!

Tengo ganas de contarles cómo se conocerán pero... Ay, mejor no. (Ufufufufu~)

Bueno, dejo de parlotear (cofescribircof) ¡y los dejo irse en paz! (como en la iglesia plz)

¡Hasta luego!