Disclaimer: Los personajes usados a lo largo de este fanfic no me pertenecen, son propiedad de Shungiku Nakamura.


Esta historia no es recomendada para menores de edad ni para gente sensible. Aun hoy, al volverla a leer me pregunto que diablos estaba pensando.


~No me dejes caer~

Agonía

Mi sacrificio

15 años...

Los quince son una edad para seguir siendo felices. Es la edad en que recién te asomas a la adolescencia, la edad en que crees que ya eres un adulto joven pero que en realidad sigues siendo un niño. Los quince deben ser una edad para descubrir, para que alguien te diga que te ama y tú de tonto le creas, una edad para caer y levantarte ¡para ser inocentes!

Y sin embargo no lo son, en todo el mundo, hay niños que a sus quince años solo conocen el dolor... que son explotados, lastimados e incluso asesinados. Vivimos en un mundo horrible donde la felicidad es inalcanzable, y todos somos cómplices de ello.

Era precisamente un niño de quince años de edad quien caminaba por las calles de Japón, iba feliz de la vida sin saber el duro golpe que el destino le tenía preparado...

A este paso no llegaré a tiempo a la estúpida fiesta de mis padres ―pensaba un apurado Shinobu mientras corría por la calle, eran las nueve de la noche, por lo que la oscuridad cubría las calles haciéndolas lucir aun más solitarias. No era que quisiera llegar al evento social organizado por su madre, pero no le quedaba de otra. La verdad era que en los últimos meses Shinobu había tenido muchos problemas en su familia, en cierto modo siempre sintió que no encajaba, pero ahora, conforme pasaban los días las cosas iban peor, como sea, ahora no era el momento de lamentarse, que eso no solucionaría nada y Shinobu no era una persona que se dejara vencer fácilmente.

Iba por un solitario camino, la ciudad comenzaba a dormir aunque eran a penas pasadas las nueve de la noche, pero todo parecía aun más lúgubre de lo normal. Por un momento deseó que alguien lo acompañara ya que estaba solo y hacía frío, pero siendo sinceros nadie lo acompañaría, estaba solo y quizá lo estaría por siempre... se preguntó por qué, por qué su familia no lo quería, por qué su padre siempre lo rechazó por ser un niño flaco y enfermizo, por qué su madre siempre puso a su hermana antes que a él, por qué nunca se sintió deseado o anhelado por nadie ni aun en su propia familia ¿por qué? Por un momento pensó que sería mejor no haber nacido, pero sacudió la cabeza ante tal idea, rendirse era para los cobardes y él seguiría adelante.

Miró su reloj, así corriera a su máxima velocidad de todos modos iba a llegar tarde, por lo que decidió caminar con simpleza y sin prisas. Shinobu iba tan absorto en sus propios pensamientos, que ni siquiera se dio cuenta de que la calle que había tomado era peligrosamente solitaria y obscura. Fue demasiado tarde cuando el menor comenzó a darse cuenta de lo peligrosa que podía ser su situación...

Al principio se negó a creerlo, ¿acaso lo estaban siguiendo?...

N-no... seguro que solo viene por el mismo camino ―pensó Shinobu mientras apresuraba su paso, podía ver que alguien lo seguía y sin saber por qué se sintió repentinamente nervioso, como si estuviera siendo acosado. Miro la calle, era demasiado larga y no tenía por donde salir, tenía que seguir con su camino ya que no había forma de que se desviase para irse por otro lado... El rubio tragó saliva tratando de calmarse a sí mismo.

―¿Por qué caminas tan rápido, lindura? ―esas fueron las palabras que terminaron de asustarlo... Shinobu pudo escucharlo, pudo percibir la maldad en esa voz, era una voz claramente masculina y que lo aterró.

Por unos segundos, Shinobu se sintió paralizado, tardó en asimilar todo, fue como si su cerebro se desconectara de su cuerpo... pero en cuanto el shock inicial pasó su reacción fue instantánea, supo que estaba en peligro, que ese hombre quería dañarlo, así que Shinobu hizo lo primero que se le vino en mente: correr, huir de ahí. En ese momento no pensaba en nada más que en escapar, corrió con todas sus fuerzas, sentía que la calle era muy larga o que él corría demasiado lento porque por más que se apresuraba no se daba abasto. Podía sentir su corazón palpitar como nunca antes lo había hecho, su respiración estaba acelerada y el correr no lo ayudaba en nada, podía sentir como poco a poco sus pulmones se iban cansando y su cuerpo cada vez le respondía menos... Shinobu sacó fuerzas de sí mismo y aun con el inmenso miedo que comenzaba a sentir, continúo corriendo...

Pero correr no fue suficiente, ya nada era suficiente...

―Ahhhhhhhhhhnnnnnnngh ―gritó con horror cuando sintió como por detrás le jalaban sus rubios cabellos y lo sujetaban del torso. Su grito no fue tanto por el dolor causado, era más bien por el terror que le causo... estaba en peligro, había sido capturado y tenía mucho miedo ¡estaba aterrado!

―Deja de gritar, pendejo ―escuchó como su atacante le decía en voz baja pero severa mientras lo jalaba por la cabeza, el menor casi podía jurar que le arrancaban los cabellos.

Pero ni aun así el rubio dejó de gritar, entre el dolor y el miedo le era imposible no tratar de defenderse. Como respuesta a sus gritos incesantes, Shinobu solo recibió un puñetazo en el rostro que lo desequilibró, seguido de una cruel patada también en la cara y otra en el abdomen que no hicieron más que noquearlo.

...

Cuando se repuso del golpe, vio todo borroso y segundos después comprendió que su vista era nublada por sus propias lágrimas que salían incesantes. Podía sentir un sudor frío recorriendo todo su cuerpo, pero lo que más sentía era miedo, ¡terror! ¿por qué nadie lo ayudaba? ¿por qué? Quiso gritar, pero en los segundos que perdió la consciencia le habían cubierto la boca con una mordaza, quería hablar, pedirle que parara, él, el orgulloso Takatsuki le rogaría que se detuviese si fuera necesario, pero nada de eso servía porque ahora sus labios estaban amarrados. Y lloró, lloró porque no podía hacer otra cosa más que seguir sufriendo.

Shinobu se tensó en sobremanera cuando sintió como sus ropas le eran arrancadas, quiso poner resistencia pero su oponente le superaba en fuerza. Pudo sentir como le abrían la bragueta del pantalón y en ese momento el rubio ―aun con su vista borrosa y sus sentidos confundidos― aprovechó para darle una patada en el pecho y salir corriendo... pero cuál fue la sorpresa de Shinobu cuando apenas al dar tres pasos fue sujetado por su pie cayendo así en el duro asfalto y siendo arrastrado en este hasta quedar a merced de su atacante.

―Más te vale que te vayas calmando, maldito marica... ―fueron las palabras que en medio de su inconsciencia Shinobu escuchó que le decían, para después ser torturado por golpes y patadas en el abdomen, espalda y rostro. El menor quiso escupir sangre, más esta se quedó atorada en la tela que cubría su boca para evitar que sus gritos de auxilio fueran escuchados.

Y sucedió...

En un abrir y cerrar de ojos Shinobu fue colocado de espaldas y sin piedad alguna fue penetrado sin preparación previa, la sangre corría por sus piernas y la agonía invadía cada parte de su cuerpo.

Ya nada se podía hacer...

Shinobu abrió los ojos sintiendo el mayor dolor de su vida, ahora todo le había sido arrebatado, ¡todo! Ya nada le quedaba.

El sufrimiento era inaguantable, en cada estocada un pedazo de su alma era asesinado, una parte de Shinobu se quebraba hasta el punto de destrozar por completo su persona. Con cada vaivén un sueño era aniquilado, su infancia era aniquilada, su inocencia era robada de la manera más cruel y dolorosa posible, porque sí, dolía MUCHO tanto física como espiritualmente.

En medio de sangre y dolor, Shinobu se preguntó por qué tenía que pasar por esto, él no quería ser violado, ¡joder, él no quería esto! Podía escuchar a aquel desgraciado agrediéndolo, diciéndole cosas sucias, muchos insultos sobre que era un maldito homosexual que no merecía nada... y no comprendía, Shinobu no comprendía nada de lo que le decía, Shinobu solo sabía que tenía miedo y que rogaba porque parase y lo dejara libre.

―Maldito rubio imbécil, tú y tu cara bonita no merecen más que la muerte.

Shinobu apretó sus párpados, ni aun en el último momento dejó de forcejear, porque no quería, ¡en verdad que no quería!

Un último impulso y Shinobu pudo escuchar el gemido cumbre de ese maldito violador a tiempo que sentía como su interior se llenaba de un asqueroso líquido caliente, Shinobu se sintió sucio, jamás en su vida se había sentido tan miserable, tan poca cosa.

Está de más decir que el menor no disfruto NADA el acto, para él solo fue dolor y humillación.

Más este no fue el final, después del acto, ese miserable repartió golpes por doquier a Shinobu, dejándolo inconsciente. Fue solo antes de cerrar los ojos, que Shinobu pudo ver por única vez el rostro de su atacante... rostro que lo asustó en sobremanera, rostro que para el representó la maldad hecha persona...

Y así, con la vida destruida, sin nada, Shinobu cayó desnudo, ensangrentado y lastimado en esa calle de los sueños rotos. Su cuerpo temblaba agonizante mientras un frio lo recorría de pies a cabeza... Su último pensamiento antes de desmayarse fue que sí, que lo mejor hubiera sido jamás haber nacido o en su defecto morir ahí mismo. Ya nada sería igual, este golpe difícilmente sería superado. No solo su cuerpo había sido lastimado, su alma había sido ultrajada, había sido asesinada de la manera más cruel posible, ¿por qué? Por qué si él no le hizo daño a nadie, él siempre fue un buen estudiante, un buen hijo, un buen niño, porque eso era ¡un niño! ¿por qué tenía que ser destruido de esta manera? En esos momentos solo había una cosa que Shinobu deseaba: morir. Hubiera preferido mil veces la muerte antes que ser ultrajado de esa manera.

―Nos volveremos a ver, preciosura... ―dijo en un susurro ese maldito antes de perderse en las sombras.


El mundo es un asco

Miyagi You

Vacía... si le pidieran que describiese su vida esa sería la palabra que usaría: vacía... sin sentido, monótona, carente de cualquier impulso, sin ningún motivo para seguir adelante y solo sobreviviendo por costumbre. Se preguntaba a sí mismo si era feliz, a lo cual sonreía irónicamente, no era que estuviera en un estado depresivo, pero tampoco era feliz y no recordaba haberlo sido nunca... reía a ratos, lloraba a ratos, pero no era realmente feliz ¡no tenía un maldito motivo para vivir! Desde muy joven se independizo de su familia, para ellos la literatura no era algo serio, pero eso era lo que a Miyagi le apasionaba, por lo que no dudó en dejar atrás a su familia para ir por sus sueños, en la actualidad el recuerdo de aquellos días le provocaba gracia, en aquel entonces era un joven idealista que creía que podía manejar el mundo con palabras y conquistarlo con el conocimiento, ahora ―a sus 33 años de edad― estaba más que convencido de que el mundo era un asco, estaba decepcionado de las personas, del país, de la vida en sí; dicen que todos llegamos a un punto en que nos decepcionamos de todo, un punto en que comprendes que nada mejorará, que nadie cambiará y que todo siempre se irá para abajo, solo que algunos llegan a esa conclusión antes que otros. Miyagi suspiró con melancolía mientras caminaba por las obscuras calles de Japón, ¿en donde habían quedado sus sueños? ¿Dónde había quedado aquel muchacho idealista que daría todo por la justicia? ¿Dónde...? ahora era un simple profesor de literatura que pese a seguir amando los libros, odiaba su trabajo, odiaba lidiar con jóvenes insensibles, pero más que nada, odiaba ver como con cada generación que crecía las cosas se venían cada vez más abajo. Sí, el mundo es un asco.

Llevaba su cigarrillo en mano, qué más daban los malestares del tabaco, no le afectaba en lo más mínimo morir un día antes si lo hacía con un tabaco en la mano, igual no tenía motivo alguno para preocuparse, vivía solo, no tenía familia y cuando muriera nadie le lloraría. Inhaló el placentero humo mientras sentía como el frío viento rozaba su rostro, miró su reloj que daba las 12 en punto― media noche ―dijo sin darle importancia, qué más daba. Se apresuró pues estaba cansado y quería llegar a cenar a casa, se maldijo por haber estacionado el auto tan lejos. Miyagi dobló por una esquina y entonces vio algo que le heló la sangre... al principio se negó, pero después de parpadear varias veces y tallarse los ojos lo comprobó, ahí, en el fondo de un callejón yacía una figura humana inconsciente, dudó si acercarse o no, después de todo podría resultar peligroso, pero quizá necesitaba ayuda― es solo un humano, un despreciable hombre como yo y como los demás ―pensó como para restarle importancia al asunto, pero al final su lado noble fue fuerte y caminó al auxilio de quien yacía inconsciente y quizá hasta muerto...

Sus ojos se abrieron, sus pupilas se dilataron y sin que él mismo se diera cuenta su mirada se humedeció y entristeció ante la figura que tenía frente a él. Miyagi pudo ver a un niño, un adolescente poco más joven que sus alumnos... y estaba claramente, violado.

El profesor cerró los ojos no creyendo lo que veía, pero los abrió nuevamente solo para comprobar la cruel realidad: era un niño de cabellos rubios tirado boca abajo en el asfalto, estaba prácticamente desnudo, con marcas de violencia extrema por todo su sucio cuerpo, tenía golpes por doquier, sangre en su espalda, en sus piernas, ¡había sido violado, más que eso... había sido torturado de la peor manera! Al verlo en tal estado no dudo que estuviera muerto, por lo que temeroso lo volteó, y al hacerlo se estremeció aun más, su rostro estaba golpeado y lleno de sangre al igual que todo su cuerpo. Pero pudo comprobar que estaba vivo, aunque a ese punto ya no sabía que era mejor, aun así una diminuta ola de esperanza invadió su alma.

Miyagi se quitó su abrigo y tomando al chico con la mayor delicadeza posible lo cubrió para sostenerlo entre sus brazos. Amargas lágrimas salieron de los ojos del profesor― es solo un niño ―dijo en un murmuro― ¡es solo un niño, por qué le hicieron esto! ―repitió sin tratar de reprimir sus lágrimas y aferrando al chico más contra sí.

Sentía una ola de rabia invadirlo, quería golpear con todas sus fuerzas al desgraciado que dejó en tal estado a ese joven que tenía entre sus brazos ¡quería hacerlo rogar piedad, quería hacerlo arrepentirse hasta los huesos por hacerle tal maldad a un ser humano! Jamás en su vida se había sentido tan furioso, no conocía al joven, pero aun así sabía que ningún ser humano merecía que le hicieran tal atrocidad, no conocía a ese joven que cargaba en sus brazos pero aun así deseaba vengar lo que le hicieron... jamás en su vida había sentido la necesidad de matar, de asesinar, de torturar, jamás antes se había sentido tan enojado y al mismo tiempo tan triste...

Triste, sí, así se sentía, en extremo triste, pero no por él, si no por el niño que había sido destrozado, NO, no era lástima lo que sentía, era algo más fuerte y más humano, deseaba proteger a ese chico, deseaba curar sus heridas, no, no curarlas, lo que en realidad deseaba era borrarlas, deseaba poder retroceder en el tiempo y evitar aquella tragedia... Ni él mismo lo comprendía, pese a que minutos atrás no conocía la existencia de aquel joven, deseaba retroceder en el tiempo y salvarlo, ¡salvarlo! Y sin embargo no podía ser así, el acto estaba hecho, no se podía retroceder en el tiempo, el hubiera no existe.

Miyagi limpió sus lágrimas, él no tenía derecho de llorar, después de todo él no había sido violado.

Suspiró frustrado y revisó los signos vitales del menor, lo veía muy alterado, el pulso alto, la respiración agitada y además temblaba. Buscó algo que pudiera indicarle la identidad del niño pero no encontró nada en los alrededores, seguro que aquellos desgraciados que mancillaron al menor habían eliminado toda evidencia de su maldito acto.

Sin más, y temiendo por la salud del menor, lo cargó en brazos y lo llevó con rapidez hasta donde tenía estacionado su auto. Lo recostó en la parte trasera, le acomodó su abrigo para cubrirlo bien, acarició con ternura y cariño su cabello y lo miró con melancolía...

―Sé que no podré borrar tus heridas... pero al menos intentaré curarlas. ―dijo sin quitar la vista del rubio.

Miyagi subió a su auto y lo aceleró en su totalidad mientras trataba de acomodar sus ideas. En el trayecto hacía su departamento, pudo ver como un conductor se pasaba el alto, frunció el seño enojado...

Sí, el mundo era un asco, y todos somos parte de esta porquería de sociedad.


20 de diciembre de 2012

Publicaba esta historia en un foro, pero decidí subirla por aquí, ya que estoy muy emocionada con el OVA y es además una disculpa para todos los que siguen Junjou Vampire, el cual prometo actualizar muy pronto.

Bueno, el fanfic esta algo fuerte... más en el comienzo. No sé que decir, anoche lo leí y me deprimí mucho. Pero esperemos que las cosas mejoren. Como tengo capítulos de reserva, actualizaré pronto.

Gracias por leer.

Apailana*