Disclaimer: Los personajes de Naruto y Slam Dunk no me pertenecen, como tampoco la idea de escribir este Crossover, aunque el contenido sí es mío.
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Odio el basketball
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El sol caía poco a poco y sólo el repiqueteo de la goma sobre el concreto se dejaba oír en todo el parque, ahogado de pronto por el sonido del tren a lo lejos.
El balón rebotaba, una y otra vez, siempre regresando a su mano a cada paso que avanzaba, con tal facilidad que parecía que siempre había pertenecido allí. Una bocina sonó y Kaede Rukawa levantó la vista hacia el crepúsculo, deteniéndose antes de cruzar la calle, sin dejar de rebotar el balón anaranjado mientras esperaba que cambiara la señal, haciendo que aquello pareciera un simple juego de niños, mucho más fácil de lo que era en realidad. Varias personas lo miraban con curiosidad y admiración, pero no le prestaba atención a eso, sólo manteniéndose concentrado en el hipnótico rebote del balón hasta que la alarma de su reloj de pulsera le indicó que la hora de la cena se acercaba, por lo que, suspirando, tomó la esfera de goma bajo el brazo y apresuró el paso con resignación.
Sabía que esa cena sería importante; había prometido llegar a tiempo para celebrar que faltaban sólo unas horas para su primer en día en la Preparatoria de Shohoku, lo cual no le importaba en realidad. Era fastidioso tener que regresar a la escuela, con sus largas jornadas de clases y estudio que nunca le permitían dormir cuanto quisiese; maestros molestos, adolescentes chillonas y desesperantes que nunca lo dejaban tranquilo, idiotas que siempre buscaban la forma de fastidiarle... Si le preguntaban, por supuesto que no se alegraba de regresar a la escuela, pero, dentro de todo lo horrible y engorroso que podía llegar a ser, se alegraba de una cosa, y sólo una: volver a formar parte de un equipo de baloncesto. En verdad estaba más entusiasmado por poder mejorar su juego, poco le importaba formar parte de un equipo o no, aunque sabía que necesitaba de otros para eso. Podía ser perezoso, pero no estúpido.
Se había graduado siendo el jugador más valioso y el capitán de su equipo de secundaria, pero esa vez sus ambiciones iban mucho más lejos que un simple puesto. El día siguiente sería el primer día del resto de su vida. Se concentraría al cien por ciento en el basketball; practicaría hasta que sus manos y pies sangraran, y no pensaría en otra cosa que no fuera ser el mejor. Estaba decidido a convertirse en el mejor.
Y estaba seguro de que ése año nada podría distraerlo de su objetivo.
— ¡Cuidado!
Rukawa sintió el golpe en la rodilla; su balón rebotó lejos y algo pesado le cayó encima, tirándolo al suelo.
—Maldición— gruñó, llevándose un mano a la cabeza para frotar la zona.
— ¡Diablos! ¡¿Estás bien?!
—Sí, sí— siseó él, doblando las rodillas— ¿Por qué no te fijas por dónde vas?— le espetó con fastidio, clavando la mirada en los patines que estaban a su lado, pero no en la dueña de los mismos.
—De verdad lo siento…— dijo la muchacha, juntando las rodillas a la altura del rostro de Kaede.
—No tiene caso— refutó, indiferente, todavía desde el suelo— Debo buscar mi…— Rukawa alzó la vista, posando sus ojos sobre las irises verdosas de la chica, quedándose así durante unos segundos que le parecieron una eternidad; su pulso se sintió extrañamente acelerado, a pesar de que hacía rato había regresado a su ritmo normal; nunca había visto ojos tan claros y enormes. Eran muy bonitos y atrayentes, debía aceptar, pero no lo suficiente para él— balón— terminó la frase que había dejado en el aire, desviando la vista rápidamente, no sin antes notar el largo cabello rubio natural, tan extraño en un país como en el que vivía.
—Permíteme ayudarte— la chica extendió su pequeña mano, hablando en un perfecto japonés, cosa que llamó brevemente su atención, aunque no lo demostró en ningún momento.
—Déjame— gruñó, rechazando su ayuda para poder erguirse solo— ¿Quién eres tú?— no era que estuviera particularmente interesado, pero no toleraba la cercanía de desconocidos; mucho menos si estos le molestaban de alguna manera.
La muchacha frunció los labios de color rosa y lo miró; Rukawa no tardó en regresar el gesto, notando que aquella chica era decididamente extranjera, con la piel algo bronceada, el cabello platinado y largo, las facciones anguladas y los ojos, esos extraños ojos del color del mar... Nunca antes había visto a una persona similar, a pesar de que su madre era extranjera también, pero no se parecía en nada a esa chica.
—No tengo porqué decirte mi nombre. No te conozco— declaró la muchacha, frunciendo el ceño también, y sorprendiendo a Rukawa. ¿Acaso ella era la ofendida? Se sintió ligeramente turbado por un momento.
—Bien— murmuró, dándose la vuelta para buscar su balón— Sólo que cuando una persona desconocida me agrede me gustaría saber su nombre para maldecirla correctamente.
— ¡Yo no te agredí! Sólo perdí el control de mis patines y tú te cruzaste en mi camino. ¡Además yo grité que tuvieran cuidado!
—Sí, sí— la interrumpió, desestimando la situación con un gesto indiferente— Si terminaste de decir incoherencias puedes dejarme solo. Me molesta tu presencia— declaró, indiferente. Y era verdad.
— ¿Disculpa?
—Ya te disculpé. Vete.
— ¿Ya me disculpaste?— soltó la chica a sus espaldas, pero él la ignoró, agachándose para recoger su balón— ¡Oye! ¡Te estoy hablando!
—Y yo te estoy ignorando— le soltó, rebotando el esférico artefacto una vez más para comprobar que no se había dañado. Entonces sintió como unas manos rápidas tomaban el balón antes de que volviera a tocar sus manos, y con sorpresa vio como la desconocida lo pateaba hacia el otro lado del parque.
—Ignora eso, tarado— soltó la molesta chica, dándose la vuelta para alejarse sobre sus patines.
— ¿Qué demonios le pasa?— murmuró Kaede, frotándose la cabeza mientras fruncía el ceño con enfado. Luego suspiró, caminando resignado nuevamente hacia el parque— Las mujeres son demasiado extrañas.
Era de esperar que llegara tarde a la cena, como también era de esperar que su madre lo regañara por eso.
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— ¡Kaede, ya es tarde!
El grito de su madre desde el primer piso lo obligó a despertar.
— ¡Ya voy!— exclamó, levantándose con un esfuerzo sobrehumano, igual que la vez que había llegado tarde a una final por haberse quedado dormido.
Somnoliento y adormilado se vistió en tiempo récord, comió un plato de arroz y huevos (desayuno americano mezclado con el que se acostumbraba en Japón) mientras asentía como un zombi a todas las indicaciones de último momento de su madre, sin oír realmente. Sacó su bicicleta entre gruñidos adormilados y se puso en marcha tras varios minutos de luchar por no quedarse dormido de pie, despertando poco a poco para evitar tragarse los pétalos de flores de cerezo.
La Preparatoria Shohoku era una buena escuela, según tenía entendido, aunque sólo la había elegido porque era la que quedaba más cerca de su casa. Si tenían un buen programa o no, no le interesaba, porque sí sabía que su equipo de baloncesto, si bien no era de los mejores, iba rápidamente en ascenso. Aunque el hecho de que no tuviera que viajar demasiado para llegar allí le ganaba a todo lo demás.
— ¡Con permiso!
Entornó la mirada al escuchar esa voz.
Despacio, giró el cuello levemente, notando primero la larga cabellera platinada, y después el menudo cuerpo cuyos pies estaban enfundados en unos patines de color morado. La chica le regresó la mirada, y, por su expresión, Rukawa pudo darse cuenta de que lo había reconocido también, pero eso no fue lo que más llamó su atención esa vez. Frunciendo el ceño con molestia se dio cuenta de que ella vestía el uniforme femenino de Shohoku: la falda clara, la chaqueta azul y el distintivo lazo rojo. Ella también pareció reconocer su uniforme, pero, sin decir nada, sólo movió las piernas para deslizarse más rápido y dejarlo atrás, lanzándole una mirada sobre su hombro antes de desaparecer en una esquina.
"¿Cuál es su problema?", se preguntó el joven en voz baja, pedaleando con más ahínco para evitar pensar en esa chiflada.
La escuela estaba a rebosar de alumnos del primer año apilados en las entradas, intentando encontrar sus nombres en las carteleras. Kaede aseguró su bicicleta con cadena y avanzó con lentitud hacia ellos, todavía luchando por no quedarse dormido.
—Oye... ¿Ése no es Rukawa, de la secundaria Tomigaoka?
— ¿Es el capitán del equipo de basketball de la secundaria?
—Sí, el mismo. No sabía que vendría a Shohoku...
—Es muy apuesto...
— ¿Verdad que sí? Oí que también era el mejor jugador de la secundaria.
Sintió como sus orejas estallaban al oír su nombre en tantos murmullos tan bien disimulados como su metro con ochenta y siete centímetros de altura. A pesar de que odiaba que hablaran de él se mantuvo indiferente mientras caminaba hacia las carteleras, ignorando, asimismo, las miradas de muchas chicas.
— ¿Ya vieron a esa chica del cabello rubio?
— ¿Es natural?
— ¡Pues claro, tonto! Ella es extranjera.
— ¡Ah!
— ¿Vieron sus ojos verdes?
— ¡Eran azules, idiota!
—Yo creo que más bien eran como aguamarina...
—Como sea, me gustan mucho sus ojos claros.
—Es muy hermosa...
— ¿Quién es? ¿De dónde viene?
— ¿Hablará nuestro idioma?
—No lo sé, pero esperen a que Hanamichi la vea. Se va a enamorar de inmediato, ¡y podremos festejar su primer rechazo de preparatoria!
—Espero que esté en nuestro salón.
— ¡También yo!
Alzó la mirada solo por un segundo, más por inercia que por curiosidad, posándola primero en el ruidoso grupo que no paraba de murmurar grotescamente, y después de la desprevenida chica que contemplaba las carteleras con la punta de un lápiz apresado entre los labios mientras mantenía el ceño fruncido en una mueca pensativa.
"Ella de nuevo", suspiró el basquetbolista para sus adentros, tratando de no fruncir más el ceño. La chica una vez más pareció sentir su mirada, ya que casi de inmediato posó sus ojos en él, demostrando un leve atisbo de sorpresa antes de recoger su maletín y marcharse hacia el interior del edificio. Rukawa decidió pasar de ella nuevamente y miró la pizarra por sobre todos los demás alumnos, buscando su nombre con pereza.
—Salón 10, primer piso— leyó, lanzando un suspiro cansado antes de marcharse de allí sin siquiera responder a la muchacha que se había ofrecido personalmente a escoltarlo hasta su aula.
Tardó sólo unos pocos minutos en encontrar su salón, y lo primero que hizo fue dejarse caer en uno de los escritorios del fondo, sin siquiera mirar quien o quienes estaban a su lado, escondiendo la cabeza entre los brazos.
—Oye, ese es mi asiento.
Rukawa alzó la vista hacia el intrépido chico que había osado interrumpir su descanso, esbozando su mejor mueca amenazante.
—Largo— gruñó. El chico tembló de pies a cabeza y se disculpó antes de marcharse a un asiento lo más lejos posible. Kaede entonces volvió a desplomarse sobre el escritorio, y cuando volvió a levantar la mirada se dio cuenta de que todo el aula estaba completo ya, y que el profesor había empezado a pasar asistencia.
— ¿Kaede Rukawa?
Se vio obligado a enderezar la espalda y pararse.
—Aq...
—Disculpe, ¿éste es el salón 10?— Una exclamación general se alzó, y todas las miradas se dirigieron hacia la entrada, incluida la de Rukawa, cuyo ceño volvió a fruncirse al reconocer la larga coleta de cabello rubio— Lo siento mucho, pero me perdí.
—Procure que no vuelva a suceder, señorita...
—Yamanaka Ino, señor— dijo la chica rubia, clavando sus ojos verdosos sobre Kaede durante unos segundos.
—Ah, sí, señorita Yamanaka. Haga el favor de venir al frente y presentarse con la clase.
La chica desvió la mirada de él y miró al profesor con algo de duda, pero acabó por obedecer, aferrándose a su maletín con ambas manos mientras caminaba con paso decidido.
—Mi nombre es Yamanaka Ino. Vengo de la Academia Westminster.
— ¿Westminster? Eso no queda en la ciudad, ¿verdad?— preguntó alguien, e Ino Yamanaka de inmediato posó su ojos claros y enormes en esa persona.
—No, eso está en Oxford, Inglaterra— una exclamación general de sorpresa se hizo presente una vez más— Mi familia viene de allá. Mi madre era inglesa; mi padre japonés, hijo del ex-embajador de Alemania, quien adoptó un apellido nativo cuando decidió establecerse aquí con su familia... Ah, y yo nací en Japón también, por eso hablo el idioma, pero he vivido muchos años entre Norteamérica y el Reino Unido, así estoy algo oxidada— admitió, bajando la mirada y soltando una débil risita que fue acompañada por algunos. Rukawa sólo arqueó las cejas; por alguna razón no recordaba que aquella chica tuviera una voz tan dulce.
— ¿Y qué los trajo a la ciudad?— preguntó el profesor. Ino lo miró y pareció que una sombra de tristeza había atravesado sus facciones anguladas, aunque se recompuso casi de inmediato.
—Mis... Mi padre... es médico, y aceptó un trabajo aquí— se aclaró la garganta y volvió a alzar la mirada— Eso es todo.
La clase guardó un silencio sepulcral, y todos los ojos, incluidos los de un aburrido Rukawa, estaban posados sobre la chica nueva, como si esta fuera la cosa más curiosa del mundo; y en parte, para todos aquellos chiquillos que jamás habían salido de esa ciudad, así era. Incluso el profesor parecía subyugado con su extraño hechizo.
—Bien, gracias, señorita Yamanaka— habló al fin el docente, aclarándose la garganta antes de hablar— Por hoy está perdonada, pero procure no volver a llegar tarde en el futuro, ¿de acuerdo? Puede tomar asiento... Allá en el fondo hay lugar.
La chica le sonrió y después a la clase, levantando algunos suspiros; caminó entre las hileras de bancos con gracia, como si flotara en el aire, y se sentó en la misma fila que Kaede, que siguió observándola hasta que se sentó en el banco junto a la ventana.
Había algo en esa chica; no supo identificar qué, pero hacía que sintiera un poco (sólo una pizca) de intriga. Nunca le había pasado con nadie que no viera como un futuro rival en deportes, pero decidió no hacer caso.
—Bien, sigamos. ¿Kaede Rukawa?
—Aquí— contestó automáticamente, recordando de pronto que seguía de pie, y volvió a sentarse con fatiga.
Antes de volver a inclinarse para 'descansar los ojos', dirigió una mirada de refilón hacia la ventana, notando que muchas de sus compañeras lo miraban, sonrojadas, pero no ella. Yamanaka Ino sólo miraba hacia la ventana, como si no hubiera nada más a su alrededor. Casi como si fuera... él mismo.
Eso se le hizo extraño.
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—Estúpido pelirrojo idiota— gruñó por lo bajo, sosteniéndose la frente sangrante con una mano mientras caminaba por el corredor— Oye, tú, dime dónde está la enfermería— gruñó a un chico mucho más bajo que él, el cual, asustado, le indicó el camino con una mano temblorosa. Rukawa asintió y se encaminó hacia allá con las manos en los bolsillos.
Primero unos imbéciles de tercero habían interrumpido su descanso, luego una chica salida de la nada había comenzado a fastidiarlo, y, para cerrar con broche de oro, un idiota llamado Sakuragi lo había golpeado sin razón aparente.
—Vaya primer día— murmuró al detenerse frente a la puerta blanca con el letrero que rezaba: Enfermería— Ese estúpido me las pagará— golpeó la puerta con los nudillos y no esperó respuesta— ¿Disculpe? Necesito que alguien me atienda, por favor.
—Enseguida— la silla de respaldo alto se giró, y Rukawa abrió los ojos con sorpresa al notar a la chica que estaba sentada allí, la cual, sin duda, no era la enfermera de la escuela.
— ¿Tú?— dijeron él e Ino Yamanaka al unísono, intercambiando miradas de desconcierto, pero la chica rápidamente cambió de semblante al notar la sangre de su frente.
— ¿Qué te pasó? ¿estás bien?
Kaede la miró con desconfianza unos segundos, encogiéndose de hombros después.
—Sí. ¿La enfermera?
—Oh, bueno, salió unos minutos y me dejó a cargo...
—Hmp. Entonces esperaré afuera— murmuró, escueto, dándose la vuelta para salir de allí.
— ¡No, espera!— lo detuvo la chica, gritando tan fuerte que casi lastimó sus oídos.
—No tienes que gritar tan fuerte— le recriminó, entornando la mirada con fastidio para volver a mirarla. La chica torció los labios en una mueca.
—Está bien, es cierto. Pero no puedo dejarte salir de aquí con toda esa sangre en tu rostro... Estuviste peleando, ¿verdad?
—Ese no es asunto tuyo— ladró— Avísame cuando la verdadera enfermera regrese, ¿quieres?
—Yo puedo curarte— le soltó la chica, presurosa; Rukawa sólo la contempló por el rabillo del ojo.
— ¿Tú?
—Sí. Sé primeros auxilios.
—Pues yo no necesito de tu ayuda.
—Yo creo que sí, Kaede Rukawa— lo cortó, silenciándolo al tomar su mano con la suya, provocando que una extraña corriente recorriera a Rukawa de pies a cabeza, quien, pese a toda la renuencia que sentía, no la obligó a soltarlo.
Ino Yamanaka lo llevó hacia una silla y lo obligó a tomar asiento. Con gran profesionalismo fue por unos paños mojados y empezó a limpiar los rastros de sangre seca con sumo cuidado. Kaede no podía negar que parecía saber lo que hacía.
— ¡Oye!— se quejó al verla recogiendo su flequillo con una pinzas para cabello de color rojo, apartando su mano con la suya.
—Necesito recoger tu cabello para poder ver la herida— le dijo ella, y entonces cedió, resignado— Por cierto, lamento lo de ayer...
Rukawa la miró por el rabillo del ojo, con cierto tinte de desconfianza en sus ojos azules.
— ¿Por qué? ¿Por haberme arrollado o por haber pateado mi balón?
—Bueno, por ambos— respondió ella, inspeccionando su frente— Que bueno. No necesitas sutura.
—Hurra— ironizó, ahogando un siseo al sentir que ella ponía algo que ardía en su herida.
—Ayer estaba algo molesta. Y debo decir que no esperaba volver a verte... Nunca. Y hoy, ¡Bam! Somos compañeros de clase. Eso sin duda meritaba una disculpa— la chica le sonrió mientras colocaba un ligero vendaje en su cabeza, terminando el trabajo con gran concentración— Listo. Aunque manchaste un poco tu camisa...
—No importa— musitó, parándose casi de un salto— Me voy.
— ¿Sí? Pues de nada— la chica chasqueo la lengua— No deberías regresar a clases así. ¿Por qué no te quedas a descansar aquí? Yo le pediré a la enfermera que le haga una nota al profesor en cuanto regrese.
—No quiero quedarme aquí, así que deja de... ¿qué?— preguntó al final, deshaciéndose del tono de fastidio— ¿Puedo dormir aquí el resto de la tarde?
—Pues... sí. Te golpearon en la cabeza y sangraste mucho. Debo asumir que si hubiera un cerebro allí dentro el daño hubiera sido letal...
— ¿Qué?
—Nada. Lo siento— ella volvió a sonreírle, indicándole la camilla con una mano.
Rukawa frunció el ceño con engorro. Nunca le habían agradado las personas que decían en voz alta todo lo que pensaban, pero tampoco despreciar cualquier oportunidad de dormir aunque fuera unos minutos.
—Está bien— aceptó, recostándose de lado en el lugar que ella le ofreció.
—Mi nombre es Ino Yamanaka, por cierto.
—Lo sé. Déjame dormir.
—Está bien— Ino se paró de un salto y alisó su falda con ambas manos— Oye... realmente siento lo de tu balón. ¿Pudiste encontrarlo?
—Sí— respondió, escueto, notando que ella todavía no se había marchado.
— ¿Juegas basketball, verdad?
Rukawa abrió los ojos de cara a ella, simplemente asintiendo como toda respuesta, y no tenía pensado decir nada más, pero sus labios se movieron solos:
— ¿Te gusta el basketball?— le regresó el cuestionamiento. Ino parpadeó y volvió a enfocar la vista en él, ladeando levemente la cabeza.
—No. Odio el basketaball— contestó con simpleza, alzando una mano en señal de despedida antes de volver a cerrar la puerta, dejando a un confundido Rukawa detrás.
¿Que odiaba el basketball? Aquella idea le hizo fruncir mucho el ceño, a pesar de que eso le resultó sumamente doloroso.
Esa Ino Yamanaka, sin duda, estaba loca. Esperaba no tener que volver a cruzarse con ella.
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Continuará...
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N del A:
Capítulo #1 terminado.
Bien, sé que esta ha sido un Crossover bastante extraño e inusual, pero los personajes de Sasuke y Rukawa, así como los de Hanamichi y Naruto, me han parecido tan similares que no pude evitar plantearme la idea. Siempre con Ino de por medio, claro, jaja
Gracias mil por leer, y, si alguien, por muy extraño que esto parezca, ha decidido leerme y seguirme, me gustaría que me dejaran un review. Es muy importante el apoyo de los fans.
Saludos!
H.S.
