Mi deuda, tu cobro

Aviso: Este fanfic es shounen ai y además podrá contener escenas lemon en el próximo capítulo (aunque no prometo nada…U) Por ahora es bastante light.

Espero que lo disfrutéis.

Capítulo 1. Mi deuda

Hace tiempo que sé que te quiero. No te puedes ni imaginar cuanto. Te quería incluso cuando no lo sabía, y ahora, al volver la vista atrás, me doy cuenta de lo estúpido que fui. De las veces que te pusiste en peligro por salvar mi vida, y de los muchos tratos que debiste hacer con Yuuko para salvaguardarme. Te debo tanto que ni en mil vidas podría saldar esa deuda. Y eso me asusta Doumeki, tengo miedo a no ser capaz de hacerte feliz, de no conseguir ser aquello con lo que habías soñado. Por eso me cuesta demostrarte que los dos sentimos lo mismo y que Himawari es solo la tapadera que vela mi cobardía.

Hoy el cielo está nublado. Estos días me ponen triste. Parece como si las penas se instalaran en el cuerpo y hasta los espíritus se sienten más pesados. Sé que detrás mío andan dos, no son un peligro pero me irritan. Me invade una rabia sorda que a veces llega a paralizar mi cuerpo…hasta que apareces tú. Vas vestido con la yukata de tiro con arco, seguro que entrenas de buena mañana. Y esa es otra de las cosas que te debo…si no fuera por tu absoluta precisión al lanzar esas flechas, hace tiempo que hubiera sido la merienda de algún espíritu maligno.

Te paras a mi lado y me miras con esa expresión tan seria que nuca abandona tu rostro. ¿Qué es lo que debe estar pasando por tu cabeza¿Por qué nunca expresas tus emociones? Somos tan distintos…

- Doumeki… ¿vas a entrenar?

- Es evidente¿no, capullo?

Odio cuando hace eso, consigue sacarme de mis casillas, pero hoy no, hoy es un día triste. Le miro a los ojos y continúo mi camino. ¿Por qué me lo pones tan difícil? Tú me sigues como si nada, dos pasos tras de mí. Sé que lo haces para ponerme nervioso, pero no pienso darte ningún motivo para ver mis enfados. No lo mereces, no mereces mi mal humor, mis gritos y mis insultos.

El camino transcurre sin incidentes. Los dos espíritus han desaparecido tan pronto has llegado. Eres mi alivio, mi guardián protector. Llegamos al gimnasio y te separas de mí. Hoy no comeremos juntos, solo Himawari y yo. Una idea que antes me hacía tan feliz, ahora me deja lleno de indiferencia. Pero ella no tiene la culpa, así que trataré de ser lo más cordial posible.

Las horas pasan lentamente mientras miro por la ventana, deseando que suene el timbre que me deje encontrarme contigo como por casualidad, que me deje admirar tu porte serio y oír esa voz que me llena de escalofríos, sensual, insinuante y a la vez ruda. Porque eres el ejemplo de masculinidad, todas te adoran y tú pierdes el tiempo tratando de protegerme. A veces me pregunto si tu don no es una maldición más grande que la mía, si el hecho de tener que estar cerca de mí para ahuyentar los espíritus no es una carga demasiado difícil de llevar. ¿Será esa la forma en que pueda hacerte feliz¿Librándote de la carga de protegerme? De esta manera aseguro tu integridad, pero te alejo de mi…¡Maldito seas Doumeki!

Suena el timbre y desecho la posibilidad de forzar un encuentro. Tal vez sea lo mejor desaparecer de tu vida. Cargo con los libros y me dirijo rápidamente a la tienda de Yuuko, sin hablar con Himawari, sin dedicarte una sola mirada. Hoy están más revoltosas que de costumbre. Maru y Moro no dejan de correr por toda la tienda mientras Yuuko y Mokona beben sake sin parar. Hoy no pienso recriminarles nada, por mí como si se revientan el hígado, si es que tienen de eso. Mi taciturnidad parece que acaba por hacer mella en la bruja, que detiene mis menesteres.

- ¿Se puede saber qué te pasa Kimihiro? – me pregunta mirándome con cara de saber la respuesta.

- Nada Yuuko, solo tengo un mal día.

- Tus malos días son demasiado frecuentes últimamente chaval – me increpa la Mokona negra – ¿no será que te pasa algo con aquel tipo alto y callado?

La bruja se ríe muy fuerte, echando hacia atrás la cabeza.

- Creo que has dado en el clavo Mokona…la clave está en Doumeki…¿verdad, Kimihiro Watanuki?

Como odio a ese bicho a veces, como las odio a la dos. Últimamente me cuesta mucho soportar este estúpido juego de adivinanzas y frases con doble sentido, se me hace muy pesado. No sé hasta qué punto es beneficioso permaneces cerca de Yuuko, si lo pienso bien, me han traído más problemas que alegrías todos esos encargos tan extraños. Y si no fuera por Doumeki, los espíritus seguirían acechándome…sinceramente, no sé si vale la pena seguir en la tienda.

Me retiro de la habitación sin mediar palabra y voy a por más sake. La bruja me mira sin decir nada, como si leyera en mi mente las intenciones de una traición próxima. No parece enfadada ni dolida…incluso podría decir que asoma una fina sonrisa por debajo del vaso. No me gusta nada.

Finalizo las tareas y me voy a mi casa. De camino paso por delante del templo de Doumeki. No sé por qué lo hago, ya está oscureciendo y por la noche es más peligroso que nunca rondar por las calles, pero no puedo evitar que mis piernas me lleven hasta allí. Está todo muy silencioso, pero la escena es tan bella que me quedo pasmado observándola. Nadie puede negar que es un privilegio vivir en un templo en medio de una gran ciudad como ésta. Aparte, el jardín es precioso. Invadido por tenues luces anaranjadas, se deja acariciar por la suave brisa que recorre sus rincones. El aroma de los cerezos invade el lugar, hasta se podría decir que tiene su propia melodía. Me apoyo contra la puerta y cierro los ojos, disfrutando al máximo del momento.

Solo falta él para que todo sea perfecto…

- Eh tú¿a quién esperas? – me habla su voz, salida de la nada, por encima del hombro.

Me estremezco ligeramente. No había oído su llegada, me coge por sorpresa y no sé qué decirle. Realmente…¿por qué estaba allí?

- Un…espíritu – respondo sin mucha convicción – un espíritu me perseguía y al pasar por aquí delante se disipó. Supongo que tu casa debe conservar parte de tu aura.

- Está bien – me responde mirándome muy fijamente – ¿quieres pasar a tomar algo?

Mi pulso se acelera, mi corazón se desboca. Sé que no puedo, más bien que no debo.

- Lo siento Doumeki, sabes que mañana me espera mucho trabajo con Yuuko. No puedo permitirme el lujo de trasnochar.

- Vaya con el niño pequeño…que si no se porta bien mamá Yuuko lo castigará - se burla con su típica cara inexpresiva.

Él es así, siempre intentado burlarse de mí, menos en cuanto al tema de los espíritus se refiere. Sería capaz de asustarme por el fantasma de una mosca que él no haría ningún comentario jocoso. Se preocupa hasta de que no me acompleje de mi problema.

Estoy empezando a odiarme a mí mismo. Me largo.

- Sí claro… hasta mañana Doumeki.

- ¡Hey tú! Para mañana quiero maki sushi y arroz con curry. Y de postre un sakura mochi muy blandito.

- Lo tendrás preparado cuando suene el timbre.

Me doy la vuelta y me dispongo a marchar pero él me coge de la muñeca y tira de mí hasta que vuelvo a encararlo. Lo tengo muy cerca de mí, puedo notar su respiración empañando mis gafas. Me aprieta tan fuerte que me hace daño en la muñeca.

- Suéltame Doumeki, debo irme.

- No sin que me digas antes qué te pasa.

Su voz expresa determinación y sus ojos tanta fuerza que acabo por mirar al suelo.

- No me pasa nada.

- Mientes, hoy lo comentaba con Himawari, ella también opina que estás algo cambiado.

- No es asunto tuyo.

Siempre me obliga a decir cosas que no quiero. Me aprieta más fuerte de la muñeca mientras el cielo empieza a llorar.

- ¡Mírame a la cara cuando te hablo! – me grita obligándome a mirarle con su mano en mi mentón - ¡No me digas lo que es asunto mío o no¿Acaso solo Himawari puede preocuparse por ti¡Contesta!

Está celoso. Doumeki rebosa rabia por todos los poros de su piel. Vuelvo a ser el causante de su desgracia, vuelvo a hacerle infeliz. Suéltame por favor…no quiero hacerte más daño…

Una lágrima rueda por mi mejilla, mojando su mano que aún mantiene mi mentón cogido, confundiéndose con la lluvia que ya nos empapa a los dos. Lo empujo y salgo corriendo tan rápido como puedo, si miro hacia atrás, si doy un traspié sé que nunca podré hacer lo que estoy dispuesto a hacer.

Estoy dispuesto a decirte adiós, Doumeki.