Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, y la historia es una adaptación del libro de Meg Cabot "Victoria y el falso galán".
Summary completo:
Puro temperamento: así es Alice. Con tan sólo dieciséis años y una actitud adelantada a su época, no ha dejado de escandalizar a su familia inglesa y a sus amistades. Además, tiene la irremediable necesidad de entrometerse en la vida de quienes la rodean, convencida de que con su intervención mejorarán. Pero Alice, no podrá dominar todo el mundo: el joven Jasper Whitlock, uno de los mejores amigos de la familia, se resiste a caer bajo su influencia, y lo demuestra con descaro.
Quizá eso no importaría demasiado, de no ser porque Jasper parece empeñado en estropear el noviazgo de Alice con James Witherdale. Alice está muy irritada. ¿Qué pretende con esa obstinada actitud? Sin embargo, poco a poco comprenderá que ella no puede dominarlo todo y que, curiosamente, lo que menos puede controlar es su propio corazón.
CHAPTER ONE
Océano Atlántico, Gibraltar, 1810
-¿Lady Alice?
Alice volvió la cabeza al oír que la llamaban en un tono muy quedo desde el otro lado de la cubierta del barco. Había luna llena y bajo la luz plateada distinguía muy bien a la persona en cuestión. Pero dudaba que él, a su vez, pudiera darse cuenta del rubor que había acudido a sus mejillas.
No obstante, ¿cómo podía evitar sonrojarse? Aquel caballero alto y rubio provocaba casi siempre esa misma reacción, además de un curioso aleteo en su pulso. Era guapísimo. ¿Qué mujer no se sonrojaría bajo la mirada de un hombre tan apuesto?
Y esa noche lord Malfrey hacía bastante más que mirarla. De hecho estaba atravesando la cubierta para acercarse a ella junto a la baranda, donde llevaba media hora apoyada, mirando la hipnótica estela de luz que la luna llena arrojaba sobre el agua y escuchando el suave chapaleo de las olas contra el casco del Harmony, el barco que los había recogido de la India.
-Buenas noches, milord-murmuró Alice con recato cuando el conde llegó a su lado.
-¿Está usted bien, lady Alice?-preguntó lord Malfrey con un asomo de ansiedad en su voz profunda-. Perdone que le pregunte, pero es que apenas ha tocado la cena. Y se levantó de la mesa antes de que sirvieran el postre.
Alice pensó que no sería muy romántico informarle, allí a la luz de la luna, de que se había levantado de la mesa porque el asado estaba tan crudo que era un escándalo y ella consideró su deber bajar a hablar con el cocinero.
Pero en opinión de Alice, la señora White no sabría distinguir una salsa roux de una bearnesa, y probablemente hasta le gustaba la carne poco hecha. Alice jamás había tolerado el descuido en la cocina. ¡Y era muy fácil hacer un asado como Dios manda!
Pero aquél tema era inapropiado para mencionar ante un joven como lord Malfrey. Y menos bajo un cielo estrellado como aquél. Además, sencillamente no era propio hablar de carne poco hecha delante de un conde.
De manera que Alice tendió la mano hacia la luna con gesto elocuente.
-Bueno, sólo quería tomar un poco el aire y me encontré con esta vista. Es preciosa. ¿Cómo podía volver abajo y perdérmela?
Alice pensó que había sido un discurso algo rimbombante. Sabía que algún pasajero habría hecho ademán de vomitar al haberla oído.
Pero por fortuna, James Witherdale, el noveno conde de Malfrey, no era una de esas personas. Sus ojos azules siguieron el elegante arco del brazo de Alice.
-Desde luego-contestó con mucha cortesía-. Jamás había visto una luna tan hermosa. Pero –y aquí volvió a mirar a Alice-…no es la única vista sobrecogedora que hay en cubierta.
Alice sabía que se había puesto todavía más colorada, pero de placer, no de vergüenza. ¡El conde estaba coqueteando con ella! Era maravilloso. Su aya, en Jaipur, le había advertido que los hombres podían intentar coquetear con ella, pero Alice no esperaba que alguien tan guapo como lord Malfrey le hiciera ese cumplido. Parecía que la velada, que había comenzado de manera funesta con aquel desastroso asado, estaba mejorando muy agradablemente.
-Ay, lord Malfrey-dijo Alice bajando unos párpados poblados de pestañas negras como el carbón-. No me imagino a qué se refiere usted.
-¿No?-lord Malfrey le tomó de pronto la mano que ella, muy a propósito, había dejado sobre la baranda, tentadoramente cerca de la de él-. Alice…¿Puedo llamarla Alice?
El conde podía haberla llamado Isabella y a ella no le habría importado ni un poco. y menos cuando le apretaba la mano con tanta fuerza contra su pecho, como si fuera lo más precioso del mundo. Alice notaba el latido de su corazón, fuerte y vibrante, bajo su chaleco de seda de color crema ¡Dios mío!-pensó no exenta de sorpresa-. ¡Creo que se me va a declarar!
Y eso fue lo que sucedió.
-Alice. –La luna realzaba los atractivos rasgos de lord Malfrey. Era un hombre guapísimo, con su fuerte mentón y sus anchos hombros. Sería un marido de lo más elegante, decidió Alice con cierta satisfacción-. Ya sé que hace poco que nos conocemos, apenas tres meses, pero estos días… Bueno, han sido los más felices de mi vida. Se me rompe el corazón al pensar que mañana tendré que dejar que viaje usted sola a Inglaterra, porque yo tengo asuntos que atender en Lisboa…
¡Atroz Lisboa! Como odiaba Alice el nombre de esa espantosa ciudad que le iba a robar a aquel joven encantador. Lisboa la afortunada, porque disfrutaría de la presencia del exquisito Lord Malfrey.
-Bueno-contestó ella intentando mostrarse indiferente-. Tal vez se dé la casualidad de que volvamos a vernos en Londres.
-No por casualidad-dijo él, presionando contra su corazón la mano de Alice-. ¡Nunca hable de casualidad en lo que se refiere a nosotros! Nunca he conocido a una mujer como usted, Alice, tan hermosa, tan inteligente, tan competente con el servicio. No me imagino qué podría ver una criatura tan perfecta como usted en un patético inútil como yo, pero le prometo que si me espera mientras yo estoy en Lisboa y en cuanto vuelva se digna a otorgarme su mano en matrimonio, la amaré hasta el día en que me muera y no haré otra cosa que intentar ser digno de usted.
Vaya-pensó Alice muy complacida por aquel giro de acontecimientos-. ¡Esto es maravilloso! Me voy a regañar al cocinero por dejar crudo el asado y vuelvo a la mesa prometida en matrimonio. su tío Aro se molestaría mucho al enterarse. Había apostado a que Alice no conseguiría proposición alguna hasta que llevara por lo menos un año en Inglaterra. ¡Y había recibido la primera antes siquiera poner pie en tierra! A su tío Aro no le iba a gustar tener que pagar cinco libras a sus tíos Cayo y Marco.
¡Los tres iban a recibir una buena lección! Mira que mandarla a Inglaterra con tan pocos miramientos, sencillamente porque ella había sugerido (y sólo era una sugerencia) que uno de ellos de casara con su querida amiga, la señorita… Ay, ¿cómo se llamaba? Bueno, era ridículo que ni uno de los tres consintiera en casarse con la pobre señorita como-se-llame, y eso que Alice tenía planeada una boda preciosa. ¡Pues ahora iba preparar su propia boda! Tal vez cuando sus tíos llegaran a ver lo feliz que ella era en el matrimonio, mirarían con nuevos ojos a la señorita como-se-llamara.
-¡Ay Dios mío!- exclamó Alice con fingida aflicción, batiendo sus oscuras pestañas tal y como su aya le había recomendado-. Todo esto es extremadamente repentino, lord Malfrey.
-Por favor.- El conde le aferró la mano todavía con más fuerza, si es que era posible-. Llámeme James.
-Muy bien…James- accedió Alice con su voz más femenina-. Yo…
Su aya le había dicho que era siempre apropiado dejar al caballero algo intrigado acerca de los propios sentimientos, de manera que Alice estaba dispuesta a decirle al joven conde que sis ardores le habían sorprendido del todo y que ella no tenía más que dieciséis años y apenas estaba preparada para l matrimonio, por lo que tendría que rechazar su amable propuesta… de momento. Con un poco de suerte, aquella respuesta provocaría en el pobre pretendiente tal ataque de pasión que era muy probable que hiciera algo precipitado, tal y como tirarse por la borda, lo cual sería desde luego emocionante en extremo. Y si sobrevivía al chapuzón, Alice podría estar segura de recibir de él muchísimas más proposiciones cuando volviera de Portugal, lo cual le daría algo bueno en qué pensar mientras vivía en Londres con sus tíos, los Cullen.
Sin embargo, todas aquellas esperanzas de alcanzar un dramático y mojado clímax en aquella tierna escena se desvanecieron cuando, justo en el momento en que estaba a punto de rechazar la propuesta de James, oyó una voz bien conocida procedente del otro extremo de la cubierta, una voz impregnada como siempre de sarcasmo.
-Ah, aquí están- exclamó Jasper Whitlock, saliendo a la luz de la luna bajo las sombras de las jarcias-. El capitán se preguntaba… ¡Ah! No estaré interrumpiendo nada, ¿verdad?
Alice apartó de un tirón la mano que le sujetaba el conde.
-Desde luego que no-se apresuró a contestar.
¡Vaya por Dios! Aquel Jasper Whitlock era un joven de lo más pesado. Desde que subió a bordo del Harmony en el cabo de Buena Esperanza, seis semanas atrás, aparecía en los momentos más inoportunos, como por ejemplo, cada vez que Alice y el conde encontraban un rato para estar a solas.
Y tampoco es que el capitán Whitlock (porque a pesar de su juventud, aquel entrometido caballero era un oficial de la marina) fuera una compañía muy agradable. De hecho llevaba las puntas del cuello escandalosamente bajas, en lugar de llevarlas a la altura de las comisuras de la boca, como hacían lord Malfrey y los hombres más elegantes. Y había mostrado una falta de respeto enorme hacia Alice la vez que la oyó asegurar al capitán White que su tripulación estaría mucho menos descontenta si los hombres fueran conscientes de los méritos de un pensamiento más elevado. La propia Alice se había ofrecido voluntaria para leerles todos los días un extracto del libro de Mary Wollstonecraft, Reivindicación de los derechos de las mujeres, y se molestó mucho cuando el capitán White declinó cortésmente su oferta.
El señor Whitlock, sin embargo, no había sido nada cortés al respecto. Comenzó a llamarla "lady Alice victoriosa" (porque siempre quería vencer en todas las discusiones) y aventuró que si estaba siempre empeñada en ofrecer su ayuda a personas que no le habían pedido, no era de extrañar que sus tíos solteros la enviaran a vivir a Inglaterra con otros parientes.
Y ahora ahí estaba Jasper Whitlock, metiendo las narices en los asuntos privados de otros pasajeros. ¡Era de lo más irritante!
Lord Malfrey parecía compartir su opinión, a juzgar de sus siguientes palabras:
-En realidad Whitlock- comenzó con su tono sereno y refinado-, sí que estás interrumpiendo.
-Lo siento- replicó Jasper Whitlock, con aspecto de no sentirlo en absoluto-. Pero la señora White quiere hablar con lady Alice.
-Tenga la amabilidad de decirle a la señora White que voy en seguida.-Alice se enderezó el chal de encaje confiando que, bajo la tenue luz de la luna, el señor Whitlock no se hubiera dado cuenta de lo juntos que estaban el conde y ella.
Pero sus esperanzas se desvanecieron pronto al oír el tono de Jasper Whitlock, que se parecía bastante al empleado por sus tíos:
-No, señorita. Más vale que vaya a ver a la señora White ahora mismo.
Alice volvió a sonrojarse. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a darle órdenes como si fuera su doncella? Jasper Whitlock, con su impertinencia y sus brillantes ojos grises que parecían verlo todo, necesitaba una lección de modales. Debería aprender que los jóvenes que llevaban las puntas del cuello demasiado bajas y que se burlaban de chicas, a las que ni siquiera les unía un parentesco, jamás se ganarían el afecto de nadie, y mucho menos de las mencionadas chicas.
Y Alice creía saber quién sería la persona más apropiada para darle una lección al infortunado capitán.
De manera que se volvió hacia lord Malfrey y, dándole de nuevo la mano, dijo con suprema seriedad:
-Milord, en respuesta a su pregunta, sería un honor para mí ser su esposa.
Alice ya no podía esperar que lord Malfrey se tirara por la borda en pleno ataque de pasión despechada, pero la expresión de auténtica perplejidad que asomó en el rostro de Jasper Whitlock la compensó de sobras.
Alice se felicitó por haber hecho un buen trabajo.
Un trabajo magnífico.
¡Hola! Ya estoy con una nueva historia. ¿Qué les ha parecido? Vale la pena continuarla?
¿Qué creen que pasará ahora? :0
Nos leemos!,
Christina.
