Era la tarde después de encontrar un canasto con un bebe en su puerta, cual periódico matutino, que la señora Dursley se quedó viendo al bebe en el canasto, era ese el hijo de su hermana, él bebe que nunca había conocido y hubiese querido no hacerlo. Ella había discutido con su marido toda la mañana sobre qué hacer con él, sabía que no podía deshacerse, al menos no aun, del niño, los de su grupo probablemente vendrían a ver que el engendro este bien. Tomó al niño y subió con él hasta la habitación al lado del dormitorio de su Diddy y lo dejó en la segunda cuna de su pichoncito (su bebe había crecido y ya no cabía por lo que le tuvieron que comprar otra), recostó en ella al niño y arrugó la nariz ante la manta que lo envolvía, parecía que había estado guardada durante mucho tiempo, tenía unas que otras manchas de tierra, polvo y cenizas, los de su clase ni siquiera eran limpios.

Agarró con ella la manta mientras salía del lugar, dispuesta a tirarla y con el pensamiento amargo de que estaría recibiendo visitas periódicas de esos fenómenos para ver al hijo de su hermana.

Había pasado todo un mes y esos no se dignaron a presentarse, Petunia no se quejaba, ya que posiblemente ni siquiera se acordaban del niño, los de su clase pensaban extraños. Debieron de creer plenamente que una carta era toda la explicación que necesitaría, ahora ella y su familia tenían como carga al bicho raro y sin ideas de como devolvérselo a los suyos. Pero, tal vez era mejor no devolverlo, después de todo en la carta decía que recibirían ayuda económica para la manutención del niño.

—¡MAMIIIII! —el grito de su hijo causo que Petunia subiera las escaleras corriendo para entrar en el dormitorio de este y al no encontrarlo se fue a la habitación del engendro (su Diddy había adquirido la molesta y preocupante costumbre de querer estar cerca del fenómeno).

El corazón de Petunia se detuvo con la escena ante ella.

Dudders estaba flotando en el aire ¡Flotando! Y ella sabía que era todo culpa del niño, quien se encontraba llorando estruendosamente en la vieja cuna y en sus manos (Petunia no podía entender como lo hizo) aquella vieja manta que ella juraba haber tirado. Sintiendo que la ira y la preocupación la embargaba, la señora Dursley se apresuró en agarrar a su bebe y salir de ahí, cerrando la puerta con un sonoro golpe sin preocuparse en ver el motivo por el que su sobrino lloraba ni molestarse en entender el por qué este levitaría a su hijo, en lo que ella entendía claramente que era magia accidental. Furiosa se sentó en el sofá con su pichoncito en brazos esperando a su marido.

Cuando su marido llegó, Petunia se apresuró a relatar los hechos. El señor Dursley, furioso, se limitó a subir por el anormal y (con cuna y todo) encerrarlo en el armario bajos las escaleras mientras aun lloraba.

—No vamos a soportar esa clase de anormalidades en esta casa —dijo Vernon mientras su cara se volvía cada vez más roja—. El engendro aprenderá su lugar y me asegurare de sacarle esa magia estúpida de su sistema, el niño tiene un lugar y le demostrare cual es.

—Vernon querido ¿Estás seguro? —Petunia susurró preocupada— Ellos podrían venir en cualquier momento a ver al niño.

—No seas ridícula Petunia—el señor Dursley dijo mientras se sentaba, tras servirse un poco de brandy—, los demás fenómenos ya no se preocupan por el niño ¡Mira! —exclamó alegre— Ha pasado todo un mes y no han venido a ver al mocoso.

«Y lo mejor de todo es que el dinero sigue llegando. —Los ojos del señor Dursley centelleaban ante la perspectiva del dinero fácil, él solo tendría que ocuparse del niño. Sus ojos se dirigieron al armario—. El niño se quedará allí y, en cuanto pueda, comenzará a ganarse su sustento, no necesito una carga».

Harry Potter sentía que sus pulmones iban a salir de su pecho, corriendo lo más rápido que podía, trataba de entender que había hecho esta vez para que Dudley y su pandilla lo persiguieran. Él estaba sentado en la esquina más oscura y lejana del patio, cuando su primo Dudley se aburrió de molestar a los niños más pequeños.

Cosas malas siempre le ocurrían cuando Dudley se aburría.

Acelerando aún más su paso, Harry saltó sobre un cubo de basura y pasó entre medio de dos estudiantes que se dedicaban a observar, sin siquiera intentar ayudarlo.

Harry se concentró con todas sus fuerzas en querer desaparecer de la vista de los matones, la última vez que pensó en esto termino en la clase de música en desuso y casi fue pillado.

Concentrándose, Harry pensó en su necesidad de escapar y estar en un lugar seguro (no en la clase de música), y lo sintió, un tirón en la boca del estómago; al segundo siguiente él aterrizo en el suelo duro. Abriendo sus ojos, analizo el lugar en el que se encontraba, lo reconocía como el ático de la biblioteca de la zona, donde él solía venir en los raros y escasos momentos que tenía para sí mismo. La bibliotecaria le permitía subir hasta ahí y leer todo lo que quisiera sin tener que ser socio de la biblioteca, comprendiendo de alguna manera su necesidad de un lugar donde Dudley nunca iría y le permitía un refugio contra su primo (la mujer pensaba que el problema era solo su primo). Parándose del suelo, procedió a arrastrar el banco que había en una esquina y acercarlo hasta la mesa, con varios libros en ella, y rodeado de cajas con viejos libros y copias de la mayoría de los otros libros que estaban abajo en los estantes.

Con el sol de la tarde pegando fuertemente, su espalda adolorida por el trabajo y un castigo de tío Vernon, Harry se encontraba sacando la mala hierba del jardín. Él pensaba en la manera en la que se había ganado un castigo esa tarde, huyendo de Dudley dentro de la casa y, en un segundo, su primo tiró de alguna manera el jarrón favorito de tía Petunia y la culpa cayó sobre Harry de nuevo.

Observando la hierba marchita y débil en sus manos, se preguntó si sería tan fácil arrancar a los Dursley de su vida, de un solo tirón sin esfuerzo para él, pero doloroso para la hierba, arrancada de sus raíces y fuente de vida por solo ser eso, una mala hierba... En todo caso, la mala hierba seria él, porque sabía que era diferente, no un fenómeno como sus familiares le decían, él era algo especial.

Mirando hacia el cielo, Harry comprobó lo que decía, al ver el domo color de sangre que cubría la casa, grande y poderoso, le daba una sensación que no podía descifrar y sin saber si era buena o no, solo lo hacía sentir atrapado. En el momento que Harry ponía un pie en el número cuatro de Privet Drive sus pulmones se cerraban, la energía rebosante que siempre acompañaba a Harry en su interior parecía retraerse, desaparecer. Con esto, las piernas de Harry temblaban y su sangre corría más rápido tratando de compensar lo imposible y, es ahí, donde aquello que lo protege y hace a Harry único se retira volviéndose difícil de encontrar. Lo que era fácil para él fuera de esa casa, se volvía difícil de conseguir.

Encontrar esa energía de vuelta se volvía tan difícil como tratar de llegar a las profundidades del mar. El aire le faltaba al final, sus músculos hormigueaban agotados, la visión se volvía más difícil y el agotamiento absoluto lo precedía. Pero se sentía tan bien para Harry, poder sentir brevemente que seguía allí y que no estaba condenado a ser como los Dursley, era una pequeña alegría momentánea el sentir esa energía de vuelta al costo de forzar su mente y alma para conseguirlo.

Varias veces, Harry se acercaba al límite de este domo en el jardín trasero y lo tocaba, era difícil, ya que tenía que enserio querer tocarlo para lograrlo, normalmente solo lo atravesaba mandando escalofríos a través de su ser al sentir que lo escaneaba. Podía decir que era algo poderoso y consciente, no exactamente vivo, pero era la energía que sentía dando vueltas y vibrando lo que lo confirmaba.

Lo más curioso de todo esto, es que él podía ver la misma energía color sangre, mucho más tenue y pequeña en torno a tía Petunia, su primo y él, pero no en tío Vernon... y lo sabía, con solo tocar el domo y desear saber su propósito, que estaba aquí para protegerlo a él de algo, que a la vez (Harry aun no entendía esas palabras) no permitía a nadie aparecerse y que le vigilaba. El domo tenía por debajo una capa fina de color gris, esa era la que le vigilaba, estaba conectada a alguien, pero cuando quería saber a quién, no sabía descifrar lo que veía. Sintiéndose frustrado, Harry dejó de pensar en el domo y se concentró en acabar con sus tareas del jardín para poder seguir con las que le esperaban adentro.

Era su cumpleaños número siete y las cosas iban muy mal, tenía el doble de tareas para hacer y Dudley con su pandilla estaban aquí. Por lo menos tía Marge no pudo venir, y él estaba a salvo de querer patear a sus queridos perros lejos de su camino. Pero, aun así, Harry se pasó toda la tarde esquivando a la pandilla de gorilas mientras limpiaba dos veces toda la casa y ahora, sentado en su catre en la alacena, sentía una rabia profunda al tener que vivir así.

Él no era tonto como a la gente le hacía pensar, sabía que él era algo más que los Dursley, que la manera en la que era tratado era totalmente injusta, se negaba a creer que lo suyo era algo de fenómenos, que era el único así y aún más que los Dursley fueran todo lo que le quedaba. Sus padres no podían haber muerto en un accidente de autos. Por la manera en que su tío Vernon reaccionaba, siempre le temblaba el bigote en su esquina derecha al mentir, aparte del hecho de que no había manera que el pudiera conectar la luz verde que recordaba con la de un auto, los autos no tenían luces verdes y menos aún risas maniáticas. Mirando el techo de su alacena, se permitió fantasear por un segundo el haber crecido con sus padres, cenando tal vez, con su padre contando sobre su trabajo y su madre sonriendo dulcemente... Si tan solo recordara como eran.

El sonido del golpe de la puerta contra la pared y la mano dura y grande de su tío en su hombro, sacó a Harry bruscamente de todas sus ensoñaciones. Estaba esperando esto, su tío ya debió leer la notificación de la escuela al llegar del trabajo. Después de todo, Harry había sido atrapado en el techo de la cocina, de alguna manera al querer escapar de nuevo de su primo y pandilla, pensó mal su aterrizaje y terminó en la chimenea, un lugar demasiado visible, y no la biblioteca.

—Niño. —El hecho de que tío Vernon no gritara no era una buena señal— Vas a aprender. —Su cara se transformaba lentamente en purpura— De una buena vez, que en esta casa las rarezas no están permitidas. Camiseta afuera.

—Sí, tío Vernon. —Lentamente, Harry le dio la espalda a su tío.

Durante todo el castigo, Harry no gritó ni una sola vez.

Esa misma noche Vernon Dursley planeó con su esposa el cómo deshacerse del fenómeno; dos semanas más tarde, Petunia Dursley vio al niño caer inconsciente drogado por lo que pusieron en su botella de agua semanal y un par de horas después se alejaba del callejón donde lo había abandonado sin ser vista por nadie.

Tal vez fue el hecho de que era demasiado temprano en la mañana, y en el callejón Knockturn la mayoría de sus clientes habituales aparecían durante la noche y se iban al alba o, era en medio de la tarde donde la multitud del callejón vecino disimulaba sus entradas al lugar, donde aprovechaban para entrar. Pero nadie vio a la mujer, ni al brillo plateado que cubrió el espacio entre las dos tiendas cuando esta se fue, era una protección dada por el mismo callejón. Este callejón cubierto con magia más antigua que la de Hogwarts, pero más peligrosa debido a sus orígenes, le dio al niño inconsciente su protección y se aseguró que, no importara que, nadie peligroso lo encontrara mientras estaba ahí.

Eran un par de horas más tarde, cuando un hombre alto, de pelo castaño y ojos de acero, encontró a un pequeño niño inconsciente en la callejuela de su trastienda, abandonado en una posición incómoda frente a su puerta y cubierto con una simple y muy sucia manta. Los labios del hombre se crisparon con curiosidad morbosa al agacharse para observar mejor al niño.

Era piel y hueso, eso resaltaba a simple vista, el pelo negro, maltratado y grasoso para los estándares de un mago; con la piel cubierta de polvo y su rostro, incluso dormido, marcado por líneas de miedo y preocupación. El mago miro con curiosidad la manta que, incluso en tal estado de suciedad, podía detectarse un encantamiento calefactor. Buscando la esquina inferior izquierda de la manta, donde las familias sangre pura siempre bordaban sus nombres, los ojos mostraron una expresión que rara vez sentía desde que llego a Gran Bretaña, con sorpresa poco disimulada no dejo de ver el nombre bordado en hilo dorado.

Potter… ¡Oh! Esto será muy divertido.

Harry sentía que su cabeza iba a estallar y deseando quejarse, pero sin hacerlo, se acurrucó aún más entre las sabanas y suspiró mínimamente por el calor proporcionado.

¿Calor y sabanas? Harry abrió los ojos de golpe y ese fue su error. Este no era su armario y sus ojos ardieron ante la fuerza de luces que lo abrumaron. Estallando con colores brillantes posados en cada rincón del lugar: Los hechizos, runas y encantamientos que atravesaron el cerebro de Harry como una vorágine de información haciendo que el dolor fuera lo único importante.

Gritando fuertemente, Harry dobló su espalda y tapó sus oídos en un intento inútil por escapar.

Voces empezaron a gritar en algún lado, pero Harry no entendía nada. Un par de manos lo forzó a permanecer quieto y otra abrió su garganta para empujar un líquido asqueroso en ella. Harry trató de escupir, pero fue en vano, el pánico inundó su mente y todo lo que vio al abrir los ojos fueron dos pares de miradas grises puestas en él, para luego volver a la inconsciencia.

La segunda vez que despertó, una mano pesada se posó sobre sus ojos y una voz masculina y tranquila empezó a hablarle mientras que otra mano evitaba que se sentará.

—Shhhh, tranquilo. No abras los ojos y trata de concentrarte en mi voz —ordenó y, por simple instinto o no, Harry obedeció. Tomando respiraciones tranquilas, y una vez que confió en su propia voz, Harry preguntó:

—¿Quién eres? —La voz profunda se rio de su pregunta e ignorándolas, sacó su mano para poner sobre los ojos de Harry sus lentes.

—No los abras aún —dijo y luego pasó una mano sobre el pelo de Harry—. Primero siente la magia a tu alrededor, luego trata de "bloquearla" de tu vista y, cuando lo logres, puedes abrir tus ojos.

Obedeciendo, y sin mucho esfuerzo, Harry logró sentir la magia que lo rodeaba. Era como estar parado en un campo extenso de césped verde con vientos soplando en una dirección u otra, jugando a su alrededor. Eran cálidas, frías, giraban rápido y lento; con sus propias corrientes estables en cada mueble, pared, ventana y suelo.

Harry podía ver la habitación sin abrir los ojos. Él estaba acostado en una gran cama con dosel, encantamientos de limpieza y calefacción, a su derecha había una mesa de luz armada con magia y hechizos de duración y fortaleza, a su izquierda una puerta que, si se concentraba, podía sentir el baño tras ella. Un armario al fondo de la habitación con hechizos contra polillas y en la ropa. Las paredes tenían encantamientos contra el sonido, humedad y suciedad y el suelo brillaba con hechizos de calentamiento. Pero, lo más importante, eran los dos magos en el lugar: uno estaba apoyado en la pared del fondo de la habitación, con un núcleo de luz de color azul oscuro en su torso que estaba conectado a cientos de líneas de luz que salían del mismo hacia todo el cuerpo, una se destaca al ir hacia su cerebro, pero la línea más grande y de mayor uso era la que viajaba a su mano derecha la cual sujetaba un objeto alargado que brillaba por la luz, pero tenía una línea de color bordo en ella. Él otro mago estaba sentado al lado de Harry, brillaba del mismo color con el mismo patrón parecido a los sistemas sanguíneos que veían en la escuela, pero la línea más usada iba hacia su mano izquierda, era curioso como las otras líneas eran minúsculas en comparación. Una bandeja flotaba tras de él con comida y dejaba un rastro de luz debajo suyo.

Era adictivo y Harry tuvo que usar toda su voluntad y concentración para dejar de ver la hermosa vista. Se sintió como si se sacara sus anteojos, la vista humana no podía compararse. Abriendo lentamente sus ojos, los detalles físicos del lugar palidecían comparados con lo anterior.

Fue en ese momento que Harry pareció procesar que estuvo pensando inconscientemente en magia, hechizos y encantamientos como algo real. La información y comprensión solo estuvieron ahí junto al dolor de cabeza. El odio de los Dursley hacia Harry adquirió una nueva forma de comprensión injustificable.

Era por todo esto que lo odiaron. Por la manera en la que fue diferente a ellos desde el comienzo ¿Era aceptable el ser despreciado solo por nacer diferente? Parecía que para sus mentes el maltratarlo estaba bien ¿Qué importaba? Harry era casi como una especie diferente para ellos. Para los Dursley, Harry era la araña a la que destrozaban su telaraña para luego quejarse de las moscas que invadían con su ida.

Sabía que lo habían abandonado al fin, Tía Petunia le había dado su botella de agua semanal sin palabras de desprecio y con los ojos brillando en satisfacción. Eso era la araña sin hogar. Ahora se preguntaba cómo iba a lidiar su tía sin él, ya que la lista de tareas de Harry incluía el mantenimiento del hogar casi por completo. Le daba cierto placer pensar en su tía teniendo que encargarse del lavado, limpieza, organización y cocina de ese lugar, lidiando con las grandes moscas que eran su marido e hijo.

—Bueno, veo que estás despierto y mejor al fin. Podremos hablar de tu habilidad después. —Sentado frente a Harry había un hombre de rasgos hermosos. Con pelo castaño hasta los hombros, piel bronceada y ojos grises suavizados con arrugas diminutas de los que sonríen mucho. Tenía la mandíbula fina y afilada, de postura noble, pero sonrisa ladeada como los niños más traviesos y alegres de la primaria de Harry— Debes de disculparme —continuó el hombre. Harry notó que hasta su voz era suave, como el sonido de una llovizna leve arrullando al día—, pero tengo que preguntarte ¿Quién sería capaz de abandonar a Harry Potter y, aún más curioso, un Harry Potter desnutrido y maltratado en medio de una callejuela en Knockturn, nada más y nada menos? —Solo eso basto para que los hombros de Harry se tensaran y empezara a ver algún modo de salir del lugar ¿Cómo esta persona sabia su nombre?

—¿Quién eres y cómo sabes quién soy? —El tono en la voz de Harry no era más que acero frio bajo la amenaza de contestar, no muy efectivo teniendo en cuenta que estaba en desventaja y no lucia amenazador.

— Vamos, vamos… —El extraño siguió hablando risueño y para nada afectado por Harry— No todos los días uno se encuentra al niño-que-vivió en tales circunstancias, después de no saberse nada de él durante años, en el mundo mágico.

—¿Mundo mágico? —Harry gimió desconcertado, sintiéndose más ansioso en cuanto más hablaba el extraño y furioso al confundirlo todavía más con sus respuestas— Perdona, pero me tienes en desventaja, no sé dónde estoy, tu sabes mi nombre y yo no sé el tuyo.

—Mm… Mis disculpas, soy Darrius Filaidas, mago y dueño de Panacea, pociones y hierbas, en el callejón Knockturn —dijo, como si eso lo explicara todo. Harry lo miró hastiado.

—Darrius —llamó una nueva voz. Harry había olvidado a la segunda persona en la habitación, apoyado contra el fondo de la misma. Su presencia se había deslizado entre las sombras fácilmente, como los asesinos en las películas de Dudley, silencioso y letal hasta que necesitaba ser notado; ahora todo en esa persona exigía atención, como el líder de una nación antes de comenzar su discurso ceremonial. Era de apariencia idéntica a Darrius, gemelos, pero de mirada severa con ojos como el acero filoso y voz baja pero poderosa—, lo estás confundiendo, es obvio que no sabe nada de nuestro mundo, a juzgar por su mala ropa. —Harry frunció el ceño ofendido, vale eso no era su culpa — Se estuvo criando con muggles, y de la peor calaña al parecer.

—Feodras —dijo el extraño, ahora llamado Darrius, al hombre que se paró a su lado—, lamentablemente no todos poseemos tu gran sentido de observación, querido hermano. —Las palabras parecían elogios, pero el ácido de la burla era notable.

Feodras ignoró a su gemelo y centró su atención en Harry, sentándose en el borde de la cama, viéndolo como un gran enigma al cual quería resolver. La cautela de Harry aumento ante esa mirada.

—Ignora a mi hermano— le dijo—, le encanta jugar con las personas. Pero la cuestión aquí, Harry Potter, es cuanto sabes de tu propia historia.

—¿Qué historia hablas? Aparte de ser la carga de una familia que me odia, dejado a mi suerte. —Bien, él no debió haber dicho eso, una mirada al acero en los ojos de Feodras y la rabia salió de su boca, contando más de su vida de lo que nunca antes hizo.

—¿Una carga? — Darrius alzó la voz enojado— Por Circe, donde te dejó Bumble-dore…— la mano de su hermano interrumpió lo que habría sido una rabieta. El enojo emanando de Feodras, pero su postura tranquila para no asustar a Harry.

—Si bien Dumbledore no es mi persona favorita, creo que es más importante el aclarar las cosas aquí, — Feodras dijo y clavó a Harry en su lugar con solo una mirada— escucha con atención Potter y, si necesitas pruebas de lo que diré a continuación, te las daré al final, pero no me interrumpas…

Harry Potter apretó con rabia los periódicos en sus manos, los titulares eran básicamente toda su historia.

"¡Tu-sabes-quien ha caído!"

"Albus Dumbledore guardián mágico del Niño-que-vivió"

"Sirius Black, el infame traidor en Azkaban"

Su cabeza daba vueltas, lo menos sorpresivo era el asunto de ser un mago, siempre sospecho que había algo más en él, pero esto… Albus Dumbledore, su supuesto guardián, dejándolo con los Dursley y no asegurarse de que estaba bien, hacía que Harry apretara los dientes frustrado. Todas las mentiras y el maltrato era algo que Harry no perdonaría, aunque, si bien Harry estaba agradecido con los hermanos Filaidas, él no pensaba quedarse.

Su nombre al parecer siempre había sido producto de fama y poder, no podía saber si los hermanos lo utilizarían o, aún peor, si no eran partidarios de Tu-sabes-quien-no-dirá-su-ridículo-nombre.

Harry esperaría a recuperarse y recopilar información antes de decidir qué hacer, con los Dursley aprendió demasiado rápido a ser autosuficiente y Darrius le habló sobre los goblins, sus ojos al ver a Harry durante toda la conversación diciéndole que esperara. Además, Harry se giró a ver por la ventana, algo en el callejón le llamaba.

Impaciente, solo alcanzaba a ver una parte de lo que creía que era un domo plateado cubriendo el callejón. Impaciente, le llamaba a salir y acercase a verlo. Halos de luces plateadas se desprendían del domo y bailaban ferozmente frente a la ventana, ven rápido.

Feodras entró a la habitación, miró por la ventana y comentó el clima ventoso.

Si, sin duda esas luces, esa magia lo llamaban a él… solo espera, él iría pronto.

...*...*...

Bueno, aquí estoy con los nervios al borde y todo. Para los que lo saben y los que no, estoy resubiendo esta historia con algunas mejoras (creo) y ediciones.

No estaría haciendo esto de no ser por cierto Batallón y por la persona más especial en mi vida que me anima, inspira y motiva para hacerlo, la historia va dedicada a ella por ser lo mejor que me ha pasado. Mi Ann, Dolce, esto es para ti sin dudas.

Sus comentarios y votos serían algo increíble de dejar aquí (o no). La historia está en Wattpad, FF y Ao3 bajo el mismo pseudonimo, por favor si la ves en otro lado sin mi permiso explicito y mismo pseudonimo (ademas de agregar el nombre del sitio aquí) reporta.

¡Saludos!