El trato


Este es mi primer fic. Ya llevó unos añitos leyendo historias y la verdad no me había animado hasta ahora. Espero y les agrade, tengo las ideas para continuar y si les parece seguiré publicando. Gracias.


Advertencias: pues de mi parte no hay advertencias. Pura amistad, sin relaciones.

Las letras cursivas son pensamientos del personaje


La verdad nunca había sentido lastima por nadie, ese tipo de sentimientos nunca pudieron describir su persona; pero ahora viendo a su único hijo, sufriendo de esa manera, lo hacía sentir impotente. Se suponía que solo era una reunión amistosa, nunca se imaginó que ese maldito los estuviera siguiendo, siguiendo sus pasos durante todos esos años. Se había equivocado, tal vez solo la arqueóloga de la tripulación de su hijo sabría ese secreto, pero nadie más, había cometido un grave error. Ese pobre chico, al final cumplió su promesa y él, él le había fallado rotundamente.

A parte de todos los sentimientos encontrados, por fin había vuelto a ver a su hijo, y ahora, lo perdería todo de nuevo. Felicidad, tristeza y ahora hasta la maldita culpa. Pero no era nada comparado con lo que sus ojos estaban presenciando. Nada. Quería ir allí y abrazar a su hijo, alejarlo de todos los problemas en los que estaba metido, y todo porque él nunca estuvo allí para guiarlo. Había pensado que con su abuelo se evitaría todo este tipo de cosas, pero se equivocó, él había estado feliz de enterarse de que su hijo había seguido su propio camino, un pirata, la idea no sonaba tal mal la primera vez, pero ahora, todos esos jóvenes luchando contra lo que él había prometido evitar. Y simplemente fallo.

Ahora esa maldita burbuja le impedía llegar a su hijo; todos los demás de la tripulación de su hijo luchaban desesperadamente por entrar, y él simplemente se quedó allí parado pensando. Podía ver, de reojo, como los chicos peleaban, golpeado la burbuja, con lágrimas en los ojos y algunos con escurrimiento nasal. Sabía que todo eso era inútil, esa cosa no desaparecerá con nada, solo cuando ese tipo este lo suficientemente lejos de allí, junto con lo que había robado, la burbuja caería.

La burbuja, si no fuera por esta extraña situación, hasta hubiera resultado un paisaje para admirar, cuando él era más joven, le gustaba explorar ese tipo de cosas, cosas nuevas, extrañas e inclusive peligrosas. Su padre le había contado sobre su hijo, que era igual a él. Luffy hubiese rebotado en esa burbuja rosa, sin pensarlo dos veces. El pensamiento trajo una leve contracción en su boca, una pequeña sonrisa, que hipócrita maldito, en esta situación pensando en cosas como esas, aunque hubiera sido increíble; ver a su hijo, su primera reunión, de esa forma, era lo que él siempre había pensado. Pero en cambio estaba allí parado como una maldita estatua, esperando, sintiéndose inútil, sin poder hacer nada más. Les pudo haber comentado a los Sombrero de paja que se detuvieran, pero él más que nada sabía que no lo harían. No pararían hasta estar dentro. Otro grito retumbo y fue suficiente para sacarlo de su ensoñación.

Cuánto tiempo más tardaría ese maldito para alejarse de aquí, se sentía como si se estuviera burlando de ellos, su maldita sonrisa todavía no se borraba de su mente; quitarle al chico todo por lo que había luchado. Al final el joven acepto, para salvar a sus seres queridos. Hace mucho tiempo lo había hecho también, cosa por la cual estaba agradecido, si no hubiera sido por ese muchacho, no hubiera logrado tanto contra el Gobierno. Y al mismo tiempo sentía no haber logrado nada, ajenos sentimientos, cada lágrima derramada pesaba una tonelada en sus hombros, casi hasta dolía físicamente.

Sus puños se cerraron, con la cabeza gacha, suplico que todo se terminara. No sabía las consecuencias de su plan; su sentido común le impediría hacer tal cosa, pero eso se había acabado, en ese terrible momento. Nunca pensó que el chico se expondría de esa forma, todo a apuntaba a él mismo, no había forma de que fueran tras la tripulación de su hijo. Ese muchacho conocía tanto demonios propios como los suyos, el pobre seguramente siempre estuvo cuidando su espalda. Esta era una extraña naturaleza, alguien como ese joven evitaría este tipo de cosas, sufriendo año tras año mirando sobre su hombro, y para empeorar las cosas estar velando por otras personas. Luffy, siempre su hijo. Según su padre, su hijo era el único que podía tener ese efecto en las personas.

El chico, aparte de salvarle la vida, pudo darle el momento de conocer todo por lo que comenzó esta lucha, su familia; era su turno de hacerle un pequeño favor; seguramente me odiara después. Según la arqueóloga, Robín, ese era su nombre, Robín; las personas nacidas con esas auras, morían si les era arrebatada, pero alguien que la obtenía, una vez quitada no debería causar ningún mal. Bueno esa solo era una teoría, una teoría la cual estaba a punto de ser aceptada o rechazada; solo había que esperar un poco más.

Las manos le temblaban, es miedo, si miedo pero no miedo por su vida; miedo a fallar, de que no pueda ser capaz de salvarlos, tal vez incluso, si devolvía lo que nunca fue suyo se arrepentiría por el resto de su vida, o lo que quedaría de ella después de esto. Alzando la mirada, el cielo comenzaba a oscurecerse, nubes negras empezaron a rodear la isla, una gota de lluvia se deslizo en su cara, comenzara a llover, no podía ser más deprimente.

Un brillo comenzó a formarse en la cima de la burbuja, al parecer el barco se estaba alejando lo suficiente. Los gritos habían cesado desde hace un momento, cosa por lo cual, en parte, estaba agradecido. No sabía que es lo que pasaría una vez que se acercara a donde estaba su hijo; posiblemente hasta intentaría deshacerse de él. No lo culparía, no, no después de todo lo que paso, la culpa, el mismo sentimiento también lo sentía Luffy, estaba seguro, el capitán siempre cargaría con este tipo de problemas. Sentir que no pudo proteger a su tripulación, lo condenaría hasta el final. Por esa razón lo haría, para salvar a su hijo, para evitarle ese dolor, para que pueda seguir adelante. Pero también por aquel chico, ese joven que sacrifico tanto por él y por regresarle a su hijo, se lo debe.

Y aquí con la burbuja desaparecida frente él, comenzó a caminar hacia donde su hijo estaba agachado. Luffy estaba encorvado, sus delgados hombros temblando, al fin la lluvia podía tocarlo, sus brazos enredados en su preciada carga. Levantando la mano para tocarlo, no se arrepintió del resultado, un grito que le hubiese despegado la piel de los huesos y un golpe lo suficientemente fuerte como para voltearle la cara.

Robín, la única que al parecer no estaba en su contra, su suave voz, ya la había escuchado antes, eso fue lo suficiente para traer algo de calma a su hijo. Pero no evito que Luffy le lanzara esa mirada que solo estaba destinada a sus enemigos, mientras tanto su hijo volvió a la tarea que se había autoimpuesto.

El doctor ya lo estaba revisando, moviéndose por todos lados, pero ya era inútil, y por el aspecto en la cara de su hijo, Luffy también lo sabía. Pero no interfirió, ninguno de ellos, con la ardua tarea del médico.

Y lo intento de nuevo se acercó a su hijo, pero esta vez, por supuesto estaba preparado para el golpe, nuevamente Luffy le arrojo el puño en la cara y esta vez lo atrapo y arrojo a su hijo lejos de la multitud. No para lastimarlo claro, si no para poder hacer su trabajo. Con mano suave aparto al reno, que ahora estaba pegado al pecho del muchacho, llorando, no opuso resistencia, ninguno de ellos; gracias a la grácil voz de la arqueóloga. Al parecer ella entendió lo que estaba a punto de hacer, no lo dudaba, ella era muy inteligente.

A lo lejos se oyeron lo pasos apresurados y gritos de enojo de su hijo, solo esperaba que no interfiriera y lo echara a perder. El cocinero; era increíble lo que las manos de las personas pueden hacer, hasta un magnifico festín que puede hacer que los problemas del día desparezcan, hasta calmar la rabia de un alma enfurecida. Luffy se detuvo, no sin protestas, pero se detuvo. Al fin parecía calmarse, él y la maldita lluvia. Podía sentir los latidos de su corazón en los oídos, colocando ambas manos sobre el abdomen del joven, cerró los ojos e imploro que funcionara. Los Sombrero de paja se había colocado frente a él, todo juntos, casi se abrazaban, esperando que lo que sea que estuviese a punto de hacer les devolviera a su amado espadachín.