Espero les guste.
Dejen sus reviews.
Todos los derechos reservados. Los personajes, nombres de HARRY POTTER, son marcas registradas de Warner Bros. TM & © 2001. Derechos de publicación de Harry Potter © J.K.R. Todo lo que hago es sin fines de lucro.
Un cansado Harry Potter se encontraba en la entrada de la mansión, el número 12 de Grimmauld Place, mansión que compartía con su esposa: Ginevra Molly Weasley. Estaba indeciso entre si entrar a su 'casa' o no. Claro, tenía que llamarla 'casa', no podía llamarlo hogar, estaba lejos de ser uno. De seguro cuando entrara a aquella lúgubre casa su querida esposa estaría sentada en el sofá rojo de la salita de estar, con una expresión totalmente seria. Él como buen marido le avisaría que había llegado e iría a darle un beso en la mejilla a modo de saludo.
Ginny no cambiaría la expresión de su rostro. Le reclamaría el llegar tan tarde, le pediría que dejara su trabajo. Hablarían y ella le haría prometer que no lo volvería a hacer. Él sabía que lo volvería a hacer de nuevo, era su trabajo, pero con eso su esposa se quedaría quieta por un buen tiempo. Después ella comenzaría a besarlo, él le seguiría el juego porque es su deber, y terminarían teniendo sexo. Sí, sexo. Lo que hacían él y Ginny era puro e insípido sexo. Algo que solo hacía porque era su deber. Él no había vuelto a hacer el amor desde aquella noche que había pasado con ella.
Se armó de valor y decidió que era hora de entrar a ese lugar que le parecía tan frio y oscuro.
― ¡Ginny, ya llegué! ―gritó el auror desde el umbral de la puerta.
― ¡Amor, al fin llegas! ―le dijo una entusiasmada Ginny. Llegó a donde se encontraba su esposo y se colgó de su cuello.
¿Amor? Ahora sí que Harry estaba hecho un lío. ¿Por qué no lo recibió con un sinfín de reclamos o críticas? Sin saber que pensar solo hizo lo que su mente le indicaba, tomó a Ginny de la cintura y la abrazó como ella lo hacía, solo que con menos efusividad.
― ¿Por qué tanta efusividad el día de hoy? ―preguntó dudoso. Lo que menos quería era un disputa en esos momentos.
―Tontito, ¿no sabes qué día es hoy? Es pasada de media noche del día 31 de julio ―se apretujó aún más contra él y le dio un sonoro beso en la mejilla―. ¡Feliz cumpleaños, cariño!
Su cumpleaños. Su cumpleaños número veintiocho. Sí que lo había olvidado. Para cualquier otra persona un cumpleaños es motivo de felicidad, de risas, de alegrías, regalos, para todos menos para él.
Desde que tenía uso de memoria su cumpleaños había sido algo sin importancia, así fue hasta sus 11 años. En Hogwarts había tenido buenos cumpleaños, pero ya que no estaba acostumbrado a pasarla tan bien, no los había disfrutado lo bastante. Culpa de los Dursley.
Los cumpleaños de Harry habían pasado de algo sin importancia a buenos. Pero todo eso había cambiado en su cumpleaños número 18.
―Lo había olvidado, gracias.
Después de unos minutos Ginny soltó su fuerte agarre y dirigió a Harry hacia el sofá. Le desató la corbata, le quitó los zapatos y la túnica del ministerio. Se colocó detrás de él y comenzó a masajear lentamente sus hombros.
Harry ahora sí que no tenía idea de que pasaba por la cabeza de Ginny.
― ¿Fue una misión difícil? ―le preguntó curiosa.
―Algo así ―contestó en tono fastidiado.
―Lo genial es que ya estás en casa. Estas muy tenso, Harry. Es tu cumpleaños debes disfrutarlo.
―Es madrugada, Ginny. Solo quiero ir a dormir. Cumpleaños o no el cansancio me cobra factura.
―Está bien, entonces iremos a dormir pero, mañana no te salvas de celebrar tu cumpleaños como Merlín manda, amor.
―Sí… ―ni siquiera supo lo que ella le había dicho, su cansancio era demasiado.
Desde aquel día tomaba el mayor número de misiones posibles, las que se extendieran lo bastante como para estar fuera de aquella casa y como era mayor tiempo de trabajo quedaba exhausto.
―Pero primero tienes que abrir tu regalo. Y no será por la mañana ―le dijo Ginny en tono tajante.
―Está bien.
Quería que aquella pelirroja dejara de hablar pronto, entre más rápido acabara sus jueguitos mas rápido podría ir a dormir.
Ginny lo dejó en el sofá solo por unos momentos en los que se dirigió a su habitación. Llegó con una pequeña bolsa de regalo que tenía algunas imágenes de Quidditch como decorado. Se sentó a lado de Harry en el pequeño sofá y le tendió el regalo.
―Ábrelo ―le dijo con voz melosa.
Harry abrió la pequeña bolsa tratando de no rasgar tanto los pliegues de la misma. Sacó lo que contenía el paquete y no entendió nada. Lo inspecciono cuidadosamente. Ginny debió haber visto la confusión en su rostro ya que habló:
―Esa es tu sorpresa, amor. Estoy embarazada. Vamos a tener un hijo ―le dijo Ginny con una gran sonrisa en el rostro para después lanzarse a sus brazos y comenzar a llorar de felicidad.
Ella acercó sus manos a las de él. El solo inspecciono el pequeño conjunto blanco de bebé con la mirada, se quedó en shock.
Un hijo.
Su mente no pudo evitar recordar aquél día, aquél fatídico día en que lo había perdido todo.
Durante la guerra, Harry y Hermione se habían dado cuenta que sentían una atracción mutua. Intentaron por todos los medios rehuir esa atracción pero no lo habían logrado.
Cierto día, uno de aquellos en que estaban solos, en que Ron los había dejado, habían traspasado la barrera de la amistad. Sí, habían hecho el amor.
Ninguno de los dos sabía quién había dado el primer paso, lo único que sabían es que terminaron enredados entre las sabanas, inundando aquella tienda de gemidos. Gemidos que habían sido creados con acciones inexpertas. Porque eso eran, dos jóvenes inexpertos, recién iniciados en aquella ciencia del amor.
Inexpertos o no, hay procesos biológicos que no se paran solo porque sí. Siguen su curso a toda costa. Eso había pasado con ellos. Habían hecho el amor, habían aprendido que le gustaba al otro y habían disfrutado mucho pero, no contaron que aquella entrega 'inexperta' traería su consecuencia.
Aquella noche, en esa tienda se había producido el milagro de la vida.
Dos meses habían pasado de aquella noche, en esos dos meses habían pasado muchas cosas, la guerra contra Voldemort había culminado, siendo el vencedor Harry. La más pequeña de los pelirrojos había insistido mucho al pelinegro por una nueva oportunidad a su noviazgo. Y lo más importante: Se había dado cuenta que amaba a su mejor amiga, Hermione Jean Granger.
La amaba más que a su vida propia, amaba sus sonrojos, su inteligencia, su lealtad, aquella manía que tenía de morderse los labios cuando analizaba una situación. Amaba todo de ella y se estaba preparando mentalmente para hablarle de sus sentimientos cuando fuera el momento preciso.
―Harry, tenemos que hablar ―le dijo Hermione al tiempo que entraba a la habitación que Harry solía ocupar en Grimmauld Place.
― ¿Qué ocurre, Hermione? ―le preguntó verdaderamente interesado en lo que tenía que decirle.
Tal vez ella le hablaría de sus sentimientos, aquello que había pasado en la tienda y que no habían vuelto a mencionar. Tal vez podría al fin hablarle de lo que sentía. No quiso perder más el tiempo y puso su oído atento a las siguientes palabras que salieran de la boca de su hermosa castaña.
―Me iré, Harry ―dijo Hermione decidida.
― ¿Qué? ―preguntó dubitativo. Sin duda eso no era lo que había pensado que diría. Sabía cómo era de terca aquella muchacha, no cambiaría de opinión aunque le rogara, por lo cual decidió que era el momento. Arriesgaría todo, le diría sus sentimientos―. Hermione…
―Déjame hablar. ―lo interrumpió Hermione. Él dejó que continuara―. Me iré en busca de mis padres, para que recuperen sus memorias. Pero antes de irme, tienes que saber algo de lo cual me acabo de enterar. Es muy difícil para mí. Si no quieres estar presente en el proceso lo entenderé y no te juzgaré, pero es mi deber comunicártelo. Yo estoy feliz con la noticia pero en caso de que tú…
―Hermione, antes de que digas cualquier cosa escucha estas simples palabras, por favor..
Se vieron a los ojos por una milésima de segundo y soltaron al mismo tiempo:
―Te amo.
―Estoy embarazada.
De nuevo sus vistas se encontraron. Se vieron fijamente durante un largo tiempo. Ambos deseando saber si lo que habían escuchado era real o algún juego que les había hecho su mente. El tiempo parecía detenido. Se comunicaron con aquellas miradas, todo lo que debían saber había sido aclarado en aquella batalla de vistas. Supieron la verdad. Harry abrazó con fuerza a Hermione y le plantó un dulce beso en los labios, ella sonrió lo tomó por el cuello y profundizo el beso.
Harry sintió que volaba, tenía una felicidad tan inmensa que no podía con ella. Un bebé con Hermione. ¿Qué otra prueba de amor quería?. Tenía una familia ahora, dos personas a quien cuidar, mimar y proteger a costa de todo. Eran jóvenes, pero no por eso amaría menos a su hijo.
Hermione estaba igual a él, cualquier duda de que Harry no querría a aquél pequeño ser que crecía en su vientre había sido aclarada. Y lo mejor de todo: le había dicho que la amaba.
―Casémonos ―dijo Harry cuando hubieron terminado el beso.
―Te amo ―le dijo Hermione. Escucharlo de su boca fue como un cántico de ángeles para Harry.
Después de aquél día había iniciado el nuevo plan de vida: Irían a buscar a los padres de Hermione, cuando hubieran recobrado la memoria se casarían con su bendición he irían a vivir al Valle de Godric.
Y así lo hicieron, se habían ido a Australia a rastrear el posible paradero de los padres de Hermione, así pasaron un par de meses. Meses en los cuales había crecido el vientre de Hermione. La barriga se vislumbraba solamente un poco bajo las ropas que portaba la futura mamá. Y aunque era pequeña, Harry no se cansaba de acariciarla, de hablarle y besar la barriguita, aquél pedazo de vida que albergaba a la mitad de su corazón.
Durante aquellos meses cuidó a Hermione con su vida. No la dejaba hacer esfuerzos excesivos de magia y mucho menos esfuerzos físicos, además, aún había algunos mortífagos que andaban tras sus huellas por lo cual tenía que tener aun más cuidado.
Habían ido a un médico muggle, querían evitar a toda costa el mundo mágico por un tiempo, el médico les había dicho que todo estaba bien, madre e hijo estaban sanos. Aún no sabían el sexo, lo sabrían en la próxima consulta.
El día del cumpleaños número 18 de Harry, habían decidido que pararían la búsqueda de los señores Granger algunos días para descansar. Se fueron a una pequeña cabaña en medio de un gran bosque que pertenecía a los los padres de Hermione, aunque ellos no lo recordaran ahora, tendrían su descanso ahí y luego seguirían.
Hermione le había dicho a Harry que si él lo deseaba podían ir a la madriguera o a Hogwarts a pasar el resto del día, al ser su cumpleaños quería consentirlo. Harry se había negado, alegando que todo lo que necesitaba y lo hacía feliz estaba ahí: Hermione y su hijo.
Aquél 31 de julio, rieron, comieron un pequeño pastel hecho por Hermione, hablaron de cómo sería su bebé, caminaron por el bosque, la estaban pasando bien pero, Hermione en su terquedad decidió hacer un último intento.
―Harry, ¿estás seguro que no deseas hacer nada especial en este día? Sí es por mí no hay problema en que vayas a la madriguera…
―Hermione, ya te lo dije. No quiero ir a la madriguera ―le aclaró de nuevo―. Aunque ya que insistes, si hay algo que quiero hacer.
― ¿Qué quieres hacer? ―le preguntó curiosa.
―Volemos juntos.
Hermione intentó negarse, alegando que en su estado no podía. Aunque ambos sabían que eso lo usaba de excusa. Y terminó por convencerla, usando su nuevo y mejorado modelo de la Saeta de Fuego, habían emprendido el vuelo. Harry la sujetaba con mucha fuerza y Hermione se lo agradecía. Era claro que si Harry supiera que aquello dañaba a Hermione o a su bebé no lo haría, sabía que estarían bien.
Que equivocado estaba.
Con lo que Harry no contaba es que al fin unos mortífagos lo habían encontrado. Lo tomaron desprevenido por los aires. Se había desatado una lucha en las nubes, hechizos salían volando de cada varita, rayos rojos y verdes. Hermione solo se sujetaba fuertemente a Harry evitando caer, sabía que no ayudaría mucho en la lucha, ya que su magia estaba fallando con el embarazo. Su hijo consumía la mayor parte de su magia, esto la dejaba algo débil.
Un movimiento en falso había hecho que Hermione cayera hacia el suelo, más de treinta metros.
Y así había terminado la vida de Harry, todos sus planes y sueños se habían en aquel momento en que por su culpa su bebé había muerto. Y el amor de su vida, su hermosa e inteligente castaña había perdido todos los recuerdos que habían tenido juntos. Su mente había bloqueado aquella parte de su vida. Había perdido la posibilidad de una vida feliz.
Volvió al presente y comenzó a llorar, con una tristeza profunda. Ginny tomo esto como lágrimas de felicidad y se abrazó más a él. Harry siguió llorando.
Un hijo.
Su hijo.
El bebé que había muerto por su culpa. Si él no hubiera insistido en llevar a Hermione a volar, tal vez estaría en un verdadero hogar con aquella mujer a la que amaba a su lado. Con su bebé.
Su bebé. Ya no sería un bebé. Estaría pronto a cumplir los 10 años. ¿Hubiera sido niño o niña? ¿Sería inteligente y mandona como Hermione o despistado y travieso como él? ¿Tendría el cabello café o negro? ¿Tendría ojos verdes? ¿Tendría ojos marrones? ¿Entraría en Hogwarts? ¿Sería un Gryffindor? ¿Un Ravenclaw? ¿Cuál sería su primera palabra? ¿Lo amaría a él?
Nada de esto llegaría a saberlo. Todo por su culpa. Lo único de lo que estaba seguro es que siempre recordaría y amaría a aquel bebé, así como amaba a Hermione a pesar de todo.
Desde aquél día, su corazón había sido roto. Sus cumpleaños eran un asco. Y su vida una mierda.
¿Quién dice que los cumpleaños son siempre motivo de felicidad?
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Es algo triste...
Pensaba hacerlo diferente ._. con un final feliz pero mientras estaba escribiendo salían estas ideas, las palabras fluían. Espero y les guste, si les gusta por favor déjenme sus favoritos, y sus comentarios. Compártanlo con alguien y así (:
Espero que hayan sentido lo que yo sentí al escribir este fic.
DP
