Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece

Este fic participa en el reto "Navidades de Dickens" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Nota del autor: el fic contiene palabras malsonantes.

Gracias a Miss Lefroy Black por el beteo.


1

―¡No, no y no! ―gritó el mago más poderoso y más tenebroso que ahora mismo pisaba el mundo con pies descalzos.

―Pero, mi señor…

―¡Te he dicho que no, Alecto! ¡No pondremos un Árbol de Navidad en nuestra súper guarida secreta e indetectable! ¿Dónde se ha visto que los mortífagos celebren la Navidad?

―Pero en mi familia siempre la celebramos, jopé ―Alecto Carrow hizo un mohín.

―¡CRUCIO!

Alecto cayó al suelo, retorciéndose de puro dolor. En cuanto el Señor Tenebroso dictaminó que ya era suficiente, la dejó marcharse.

―¡A mí no me replica ni Chuck Norris!

Se sentó en su trono especial, tallado sobre una figura de Harry Potter a tamaño real, dispuesta de tal manera que pudiese pisotearla cada vez que se sentase.

―¡Colagusano! ―gritó ―. Agh, tengo la garganta hecha polvo de tanto alzar la voz. Ya sé… ¡Accio Ricola!

Unos caramelos Ricola aparecieron volando por la estancia. Eran sabor naranja, que conste, que no quería tener nada que ver con Dumbledore, y eso incluía los caramelos de limón, los cuales le parecían una auténtica mariconada.

―¡RICOOOOOLA! ―se oyó de fondo mientras los caramelos llegaban hasta posarse sobre la fría mano de largos dedos del Señor Tenebroso.

Detrás de los caramelos también había llegado Colagusano, con sus ratunos gestos y movimientos.

―¿Sí… mi señor?

―Ya sabes lo que tienes que hacer ―dijo el mago oscuro sin mirar a su siervo mientras rechupeteaba uno de los caramelos de la caja.

Colagusano parecía avergonzado, pero caminó hasta el trono y se puso a cuatro patas delante de él. El Señor Tenebroso, por su parte, posó sus piernas sobre la espalda del mortífago y se repanchingó en su asiento.

―Oh, sí, esto es la gloria…

――

―Mi señor… Despierta, mi señor.

―¡Coge lo que quieras, pero Potter es mío! ―se levantó de repente, exaltado. Entonces, se dio cuenta de dónde estaba ―. ¿Eh, qué? ¿Qué pasa? Yo… ¿Bellatrix?

Enfrente de él estaba su más fiel y empalagosa servidora, Bellatrix Lestrange. Solo que había algo extraño en ella, porque vestía ropas que ni muerta se pondría (como un vestido blanco), así como le pasaba algo en la cara. ¿Quizás un lifting? Mira que el Señor Tenebroso no aprobaba la cirugía estética entre sus mortífagos, porque eso era una herejía muggle.

―No, mi señor, no soy vuestra más férrea y pesada seguidora. Soy el Fantasma de las Navidades Pasadas.

Esbozó una perfecta sonrisa Colgate que hizo que el Señor Tenebroso se sentase de nuevo en su trono, totalmente boquiabierto.

―Perdona, ¿qué has dicho? Me he perdido con eso último.

―Soy el Fantasma de las Navidades Pasadas. Y he venido para ayudarte.

Sonrisa Colgate, again.

―Bella, no me jodas. ¿Dónde está tu ropa de dominatrix que hace tres meses que no lavas? Porque con eso no conseguirás acojonar a nuestros enemigos. Vamos, es que me estoy imaginando a la amiga sangresucia de Potter, preguntando si te has comprado eso en el mercadillo de los viernes por la mañana.

Bellatrix sonrió. Señor, aparta de mí esta sonrisa.

―Mi señor, no soy Bellatrix Lestrange. Soy el Fantasma de… Oiga, cansa un poco decirlo, ¿vale? Nunca he tenido un cliente tan negado y esta noche la tengo completa ―dijo mientras hojeaba su agenda de florecilla ―. Tengo que ir también a una residencia de ancianos donde todo el personal ha perdido la fe en las Navidades. ¿Sabes qué? Paso de esta mierda, yo ya lo dije en el sindicato de Fantasmas de Navidad: "Al mago oscuro, no, por favor", pero como a mí no se me escucha, pues hala, aquí estoy.

Se sentó en uno de los reposabrazos del trono, cruzó las piernas y sacó una pequeña petaca plateada del escote. Echó un largo trago.

―¿Sabes qué? Estoy harta de este trabajo. Yo quería ser doctora, joder, pero noooo, no, no. En la familia todos han sido Fantasmas de Navidades Pasadas, no iba a ser la niña la que terminase con la vieja tradición familiar de tan sólo dos generaciones de antigüedad.

―Esto… disculpa. ¿Vas a seguir así por mucho tiempo? ―preguntó Lord Voldemort ―. Y, por cierto, ¿qué le has hecho?

Colagusano había estado todo el rato dormido.

―Ah, sí, no te preocupes por él, simplemente he dejado que siguiese durmiendo.

―No me preocupa ―recalcó él.

―Bueno, ya que estoy aquí no voy a echarme ahora atrás. ¿Listo? ―preguntó ella.

―¿Listo para qué?

El fantasma se guardó la petaca nuevamente en el escote y dio dos palmadas al aire. Acto seguido, habían pasado del tétrico y lúgubre salón del trono a una también tétrica y lúgubre estancia enorme. Estaba llena de camas perfectamente dispuestas, con niños correteando de aquí para allá. Al fondo podía verse a unas mujeres decorando un cutre Árbol de Navidad.

―¿Dónde estoy?

―Hemos viajado al pasado, a una de las Navidades de tu infancia. ¡Mira, ahí estás! Ven, acerquémonos.

Caminaron hasta un solitario niño sentado en una de las camas. En ese momento se encontraba leyendo un libro.

―Aaah, sí, qué recuerdos. Había olvidado que por aquel entonces aún tenía nariz. ¿No puede vernos?

―No, ni él ni ninguno de los que están aquí. Puedes estar tranquilo.

―¡Señora Cole, una mujer vestida de blanco y un tío calvo acaban de aparecer en la sala! ―gritó una niña.

Una de las mujeres que decoraba el árbol suspiró cansada.

―Martha, querida, sólo son alucinaciones, ¿vale? Anda, vete a jugar.

La niña se los quedó mirando, asustada. Voldemort, por su parte, miró de manera inquisitiva al fantasma.

―Ya, esa es una de las cosas que aún no hemos logrado resolver. Pero en fin, es igual. Dime ―Se dirigió a él, posando las manos sobre sus hombros de manera muy emotiva. El Señor Tenebroso juraría que hasta habían salido chispitas de sus relucientes ojos ―. ¿Qué sientes?

El Señor Tenebroso, como un acto reflejo, apartó las manos.

―Pues… no sé. Nada supongo. No guardo muchos recuerdos de las Navidades en el orfanato. ¿Para qué me has traído?

―Para que recuerdes estas fechas tan especiales de tu niñez, claro está.

―Ni se te ocurra sonreír, ¿vale? Y ahora, mira a tu alrededor. ¿De verdad te parece que esto fuese especial para mí? Pero por favor, si ni siquiera el árbol es de verdad, es de esos artificiales de plástico, como los que venden en el Corte Inglés. Recuerdo una Navidad en que se quemó, por cierto.

―Pero, pero…

―No sé qué te dirían en tu sindicato, pero me parece que andaban equivocados queriendo recordarme… esto. ¿Sabes lo que va a pasar? Que tu jefe verá que no has conseguido tu objetivo y te echará a la puta calle. Oh, y precisamente en Navidad. Pero, eh, no te preocupes, aún estás a tiempo de entrar en la facultad de Medicina. Y ahora, ¿me llevas de vuelta?

El fantasma estaba boquiabierto. Lejos de intentar alguna cosa más, obedeció y le devolvió a su tiempo.

―Bueno, creo que ya está. He fracasado.

―No lo dudo, no lo dudo ―comentó mientras se sentaba en su trono―¿Alguna cosa más? ¿Alguna otra Navidad que quieras enseñarme? ―el fantasma negó tristemente con la cabeza ―. ¡Pues hala, a tomar por culo!

El fantasma lo miró con reproche y se desapareció. El Señor Tenebroso se arrebujó en el trono, posando sus pies nuevamente sobre la espalda de Colagusano, quien gruñó en sueños.

―Bah, fantasmas a mí…