Skip Beat! No me pertenece, la historia es de Nakamura-sensei.
Gracias por leer.
Mi primer beso real se lo di a Corn, bueno más bien él me lo dio a mí. Cuando pasó me quedé inmóvil, perpleja. ¿Cómo iba a saber que un acto tan impropio para un sitio público me iba a llenar de tanta ilusión y felicidad?
Mientras me besaba sólo sentí su delicado contacto, su calor y su olor a playa, a frescura, su olor a Tsuruga-san, porque Corn imitó hasta el olor de él. Tanto, que al final sólo pude pensar que así se sentiría besar a mi sempai y me sonrojé. El beso terminó y yo perdí el equilibrio. Lo vi salir de mi vida otra vez por ese balcón de la cafetería Guam.
Sonreí, aunque dentro de mí sabía que ese rubio saltarín tenía que ser Tsuruga-san, pero como carecía de pruebas y sólo era mi intuición, decidí no pensarlo más.
Después de tan romántica experiencia, me juré que en la próxima ocasión me dejaría llevar más, vamos, que participaría más en el asunto, o eso intenté.
Mi segundo beso real fue después de la audición de Momiji. Estaba cansada y agota. Tenía el papel que con tanto esfuerzo construí e investigué. Me lo gané limpiamente, sin ayuda de él (y no porque no me la hubiese ofrecido, si no porque necesitaba hacerlo por mí misma).
A pesar de ese logro, no era feliz. No podía quitar de mi cabeza las escenas imaginarias de Tsuruga-san siendo especial con Kimiko. Me torturaba que la mirara con dulzura, como si fuera la única mujer del mundo. Iba ensimismada en estos tortuosos pensamientos cuando lo vi: recostado a su auto, mirándome de manera enigmática.
Después de los saludos y respetos quedamos los dos solos. Lo conocía bien, sus felicitaciones fueron sinceras pero empañadas por algo. Me dijo que me llevaría a comer y luego a casa.
Durante la cena, me miró con tristeza todo el tiempo. Yo también estaba incómoda. ¿Cómo decirle que conocí a Kimiko? No podía ¿y si tal vez Tsuruga-san no fue por mi si no por ella? Estaba a punto de llorar de frustración y celos, incluso pensaba que me usaba como plato de segunda mesa. Mis miedos me carcomían.
Miré la mesa, frente a mi estaba un postre delicioso, él no pidió nada. Decidí intentar algo y extendí la cuchara para darle a probar. Para mi sorpresa recibió el bocado y otros más que le pasé, tantos que mi postre fue devorado por él, pero no me importó. Total estábamos en un privado del restaurante, totalmente aislados de ojos imprudentes.
Cuando comió el último bocado, yo lo estaba mirando directamente a los ojos. Él tomó mi mano, la acercó y la beso con toda gentileza.
Me felicitó nuevamente con sinceridad. Se puso de pie y se acercó a mí y tal como en su camerino en Dark Moon, me dio un beso en la mejilla. Sólo que esta vez me armé de un valor que no sabía que tenía, lo agarré por la camisa para evitar que se alejara y lo miré con ojos suplicantes.
Esa pequeña acción bastó para que me besara en los labios y tal como lo sospechaba, fue igual que besar a Corn: tierno, cálido y romántico. No me quedaban dudas. Era él, pero aún no era tiempo de que se aclara ese asunto.
Esa noche no hablamos del pasado. Hablamos del futuro. Y sí, esa misma noche hubo un tercer y cuarto beso real. Y debo decir que con cada uno de ellos me fui soltando un poco más. Pero sólo un poco, que al fin de cuentas sigo siendo una mujer japonesa tradicional.
