Sleeping At Last – Jupiter
I'm just a curious speck that got caught up in orbit
Like a magnet it beckoned my metals toward it
Make my messes matter
Make this chaos count
–¿Te irás sin despedirte?– Sorprendentemente, quien realizó la pregunta no sonaba molesto.
–Era el plan.– A diferencia de quien respondió.
Suzuno Fuusuke terminó de ponerse las botas e ignoró la presencia del auto-invitado, Nagumo Haruya, mientras se dirigía a revisar que el inventario de su maleta estuviera completo. ¿Por qué no les permitían instalar seguros a sus puertas? Bien que ninguna mujer conviviera en ese edificio como para tener algo que ocultar, pero aún así, absolutamente nadie tenía un compañero de cuarto para dejarlo dormir en los pasillos si éste olvidase su llave. A Fuusuke usualmente no le disgustaba que Haruya irrumpiera en su habitación pues años atrás incluso exigían poder compartir una, cosa que solo los hermanos de sangre tienen permitido, pero las aguas entre ambos ya no estaban en calma precisamente.
–¿Por qué?– Inquirió el pelirrojo sin demostrar demasiado interés, como si quisiera sacar de quicio a su compañero. Ambos sabían bien el porqué.
–Volveré antes de que te des cuenta,– Tuvo la gentileza de responder el hombre de cabello plateado, ya que en verdad no deseaba hacerlo –a diferencia de ti.–
–No es mi culpa que el objetivo estuviera tan lejos y lo sabes.–
–Pero sí fue tu culpa el no haber revisado la cantidad de combustible necesaria para el viaje Nagumo, eres el capitán, cualquier error con tu nave siempre será tu responsabilidad… Cosa que aún te falta aprender.– Recriminó Suzuno, manteniendo el tono de voz bajo, aunque deseaba gritarle a todo pulmón que no podía excusarse, no tenía derecho a hacerlo. El pelirrojo hizo una mueca, sin querer comprender la molestia del albino.
–Claro, como tú digas. Igual te deseo suerte.– Decidió responder. Y si ese fue su intentó de aceptar la razón de Suzuno, éste no la aceptó.
–Gracias,– Escupió la palabra por pro teatro –nos vemos después.–
Fuusuke pasó junto a Haruya al salir, pero se aseguró de no verlo a los ojos. Sabía que su pared de hielo se rompería si lo hiciera, y aún sentía el deber de recordarle a su compañero los errores que cometió y los mantuvieron separados durante casi un año, cuando la misión en la que se embarcó estaba originalmente planeada para durar solo cuatro meses. «Idiota» era la única manera en que Suzuno podía describir a su compañero, y había sido así desde la noche en que regresó del espacio. Estaba feliz porque su mejor amigo estuviera de vuelta, claro, pero también estaba tan enfadado que, de intentarlo, seguramente habría conseguido quebrar una roca de un puñetazo.
Respiró hondo y bajó las escaleras principales de tres en tres, no quería aguardar por un elevador sabiendo que el pelirrojo seguía observándolo desde la entrada de su habitación. Ya hablarían cuando Fuusuke regresara de su actual misión ya que, al menos él, necesitaba un tiempo para pensar.
Incluso llegaron al punto en que el Gran Kiyama trató de consolarlo, falló, pero lo intentó; pues durante meses Suzuno pensó que su mejor amigo había fallecido en algún rincón del frío espacio. ¿Quién no necesitaría un tiempo a solas después de eso?
Suzuno Fuusuke portaba el título de «capitán» de la tropa Diamante de Eisei. Habiéndolo conseguido con tan solo dieciséis años, era considerado un prodigio entre los de su generación, con varias medallas en su historial y la renombrada eficacia que siempre demostraba en el oficio; sin mencionar su buena apariencia, ya era bastante espectacular. Tal vez pecara de orgulloso a veces pero, ¿acaso no poseía motivos para hacerlo?
La actual misión que le fue otorgada poco después del regreso de su mejor amigo a la Tierra, debía ser completada en tres meses como límite, pues mientras menos recursos se requirieran mejor resultaba para todos. Mas él estaba seguro de que con setenta días irían sobrados, realizó sus propios cálculos a la media hora de haber recibido la misión, y rara vez se equivocaba.
Tratando de olvidar su reciente encuentro con Nagumo, se adentró a la base de su amada princesa mecánica, la segunda nave espacial más veloz existente en la Tierra, la Diamond Dust. Complacido, observó que sus compañeros ya se encontraban en el puerto, revisando que todo estuviese en orden antes del despegue; por otro lado, el nuevo integrante de su tropa que aún no pudo conocer en persona, se le acercó muy lentamente y sin quitarle la vista de encima. Parecía un robot. Suzuno no sonreiría para demostrarle que podía estar calmado a su alrededor, pues para empezar él no era esa clase de líder amigable pero, por piedad, decidió relajar sus facciones y detuvo su andar hacia el puente de abordaje. Observó sin reparos que, aunque el uniforme le quedaba bien, el sujeto lucía extremadamente incómodo; supuso que en su anterior equipo habrían vestido atuendos más abrigadores. Pero Diamante estaba hecha para soportar el frío, y si el muchacho no podía siquiera con eso, no debía estar en aquél puerto.
–¡Capitán!– Golpeándose el pecho con fuerza, el novato hizo una leve reverencia que trató de disimular su mueca de dolor –Me han entregado esto para que permitan el despegue. Necesita verificarlo.– El muchacho de pelo naranja ofreció una tableta de cristal.
Suzuno no tenía ganas de releer el formulario en ese momento, pero no podía faltar a sus deberes, tomó la tableta y repasó el formulario por encima hasta el final, donde solicitaban su identificación, no notó nada extraño comparándolo con los anteriores textos que había aprendido de memoria. Presionó su pulgar con algo de fuerza en una esquina para dar la confirmación de su presencia, y su huella fue escaneada. Luego de oír el sonidito de aprobación, le devolvió la tableta a su nuevo camarada.
–Listo… Fubuki, ¿correcto?– El joven asintió, aparentemente feliz, y en ese momento Suzuno reparó en un detalle –Disculpa, ¿podrías recordarme tu edad?– En realidad no recordaba haberla leído en el informe, o tal vez se había distraído con algo de por medio. Y es que incluso memorizó su tipo de sangre en caso de surgir una emergencia, el mismo que el de su administrador, Droll.
–Sí capitán, soy Fubuki Atsuya y acabo de cumplir dieciocho años.– Suzuno se limitó a asentir, una única vez y con lentitud, el novato de seguro creyó haber hablado con demasiado entusiasmo ante su reacción porque su porte confiado volvió a decaer en un instante –Necesito revisar los controles de transmisión, si me lo permite.– Aseguró la tableta bajo un brazo y se llevó la otra mano al pecho, con más calma esta vez, encima de su insignia de tropa: el representativo cristal sobre un planeta de anillos dobles.
–Puedes retirarte.– Se suponía que el capitán realice el mismo gesto al dar una orden o saludo, pero Suzuno jamás se acostumbró a eso; pensando que su insignia era demasiado bonita como para cubrirla cada vez que hablaba con formalidad. A no ser que lo hiciera frente a un superior, claro está, sería «rebelde» pero no estúpido.
Cuando el chico de cabello naranja continuó su camino, el capitán hizo lo mismo.
Recorrió los pasillos de la Diamond abrazando el frío de la misma con comodidad, no se hallaba a una temperatura particularmente baja, pero mientras se encontrara en modo «hibernación» no podían disminuirla más. Entró a su cuarto y no tardó en acomodar todos los objetos de su maleta en su respectivo lugar, conforme con haber tardado solo tres minutos, se retiró para ocupar su puesto. Encontró su amada sala de navegación tan impecable como la había dejado la última vez que salió de ella, y por primera vez en esa semana se sintió en paz consigo mismo, pues esa nave era como su segundo hogar. Allí tenía sus reservas de comida preferida, sus videojuegos favoritos, la temperatura adecuada, sus compañeros más leales, y los recuerdos de los últimos años que llevaban viajando juntos en misiones de reconocimiento; una vez, también salieron de exploración, y ese conformaba uno de los mejores recuerdos que el capitán poseía.
Ocupó su silla en el centro de la cámara, y comenzó a supervisar los informes que sus compañeros enviaban:
[ Motores ] Revisado Todo funciona con normalidad.
[ Combustible ] Revisado Los tanques están llenos y las reservas en buenas condiciones. Como ordenó, incluimos dos galones extra por prevención.
[ Sistema de transmisión central ] Pendiente
«¿En verdad le dejaron esa tarea justamente al chico nuevo?» Se preguntó el capitán, pues le parecía una de las tareas más importantes. Si cualquier cosa en el sistema fallara, perderían la conexión con el planeta base y, de presentarse una situación de riesgo, eso era lo peor que podría ocurrirles. Igualmente decidió confiar en sus compañeros por esa ocasión, además, si Atsuya estaba en su tropa, debía ser una persona sobresaliente.
Suzuno pensó en ir a hablar un poco más con el novato antes de despegar, pues quería ver por sí mismo si el chico realmente estaba cualificado para ser parte de su tropa, pero pospuso la idea. Mientras revisaba el resto de informes, volvió a cuestionarse porqué en la base espacial Eisei se utilizaban terminologías militares, cuando en realidad ellos no entrenaban para la guerra ni para matar, sino por su propia supervivencia; algunas esferas celestes son más complicadas de habitar que otras. Siempre le había parecido más apropiado que se llamaran «tripulación» en vez de «tropa», pero claro, de ésto solo se quejaba con Nagumo, porque en realidad todos saben la razón detrás de esos títulos.
La razón era Kira Hiroto, el hijo del «comandante» de la compañía espacial y uno de los sujetos con mayor rango en toda la organización. Aunque incluso él tenía un superior, que a todo el mundo le caía mejor que el creído y malcriado muchacho, y ese era Kiyama Tatsuya, el capitán de la tropa Génesis. A Suzuno se llevaba bien con Kiyama, aunque al mismo tiempo lo envidia, porque si él mismo era un prodigio, entonces el otro era todo un jodido genio; el mejor astronauta de su generación.
Cuando finalmente todas las tareas pendientes se completaron, Fuusuke dictó a su tropa reunirse en la cámara central. Debía presentar formalmente al novato, aún si el resto de la tropa ya se lo había cruzado el día anterior o esa misma tarde mientras trabajaban. También necesitaba preguntar si alguien tenía dudas sobre la misión y contestarlas.
Llegando a la sala, cae en cuenta de que fue el último en hacerlo; varios de sus compañeros ya estaban rodeando al novato y haciendo preguntas, mientras otros simplemente lo observaban con curiosidad, de todas formas la atención no tardó en cambiar hacia su persona. Todos realizaron ese gesto con la mano sobre el pecho que Suzuno despreciaba pero ocurría que era lo apropiado, y él no podía decirles que está mal ni que dejaran de hacerlo; así que simplemente les indicó que podían relajarse cuando se detuvo frente a ellos. Señaló a Fubuki para que diera un paso al frente.
–Despegaremos dentro de veinte minutos.– Comenzó –Este muchacho de aquí es Fubuki Atsuya, algunos ya lo sabrán, fue derivado a nuestro equipo el día de ayer. Su puesto es piloto asistente y de reserva.– El chico sonrió a sus nuevos compañeros con orgullo, no lucía para nada apenado así que Suzuno le indicó que se quedara a su lado un rato más –Y ésta, es la última oportunidad que tienen para resolver cualquier duda sobre nuestra misión antes de iniciar.–
Una de las mujeres levantó la mano, Kurakake Clara, la jefa de mantenimiento. El capitán podía apostar sin miedo a perder, que ella amaba esa nave tanto como lo hacía él.
–Tan solo me pregunto cuánto estima que durará el viaje de ida.–
–No tenemos prisa, pero tampoco estamos yéndonos de vacaciones, ¿crees que seremos capaces de llegar en ciento once horas?–
–Me aseguraré de que así sea.– Afirmó con una sonrisa que, cualquiera que no la conociese, calificaría como «falsa».
–Fantástico, activaré una cuenta en cuanto partamos.– Pasando la vista sobre todos sus camaradas, el capitán captó un movimiento a su derecha, era Fubuki quien pedía permiso para hablar.
–¿Cuál es el objetivo de nuestra misión exactamente?– Preguntó sin titubear. Algunos de sus compañeros rieron por lo bajo, y Suzuno alcanzó a ver un par de expresiones ofendidas; pero las ignoró, igual que hizo el muchacho. Poseía buenos nervios.
–Globalizando, iremos a comprobar el estado del agua en el satélite J-3 porque las reservas de Ceres están empezando a contaminarse, la tropa Diamante anterior ya lo había investigado, pero ellos no estaban preparados para hacer frente al clima de la luna y debieron regresar tras completar esa tarea. Se espera que nosotros soportemos más de tres días en la superficie.– El novato asintió –Además, nos pidieron registrar el clima y tiempo exacto para las rotaciones, verificar y encontrar posibles fuentes minerales, y averiguar si existen organismos dañinos para los humanos en algún sitio. El plan es cubrir toda la superficie utilizable, lo usual.–
–O sea, que es una misión de reconocimiento.–
–Sí.–
–¿Solo eso?– Quizás porque no lo conocía bien, el capitán no supo distinguir si aquello lo pronunció en un tono molesto o en uno decepcionado, decidió ir por lo segundo.
–¿Qué más? La mayoría de nosotros olvidamos las fantasías de enfrentarnos a puño y pistola contra alienígenas a los trece años, si es eso lo que esperabas.– Aquello causó un coro de risas menos disimuladas, y finalmente el novato se ruborizó. Fuusuke amaba avergonzar a los novatos.
–Disculpe.–
–No importa.– Aseguró, amagando una sonrisa de satisfacción que no tardó en ocultar tras una orden –¡Ahora todos a sus puestos!– Tras el unísono «¡Sí, capitán!» volvió a dirigirse al novato –Tú quédate conmigo un momento, después iremos con Mikoori a la sala de navegación. Ese será prácticamente tu hogar durante los días de vuelo, así que procura mantenerlo ordenado.–
–Sí, señor.–
–No me digas señor, apenas te llevo dos años.–
–Sí, capitán.–
–Bien. No tenemos mucho tiempo de conocernos Fubuki, aun así, necesito dejar clara una cosa...– El muchacho se enderezó por acto reflejo ante el tono de su voz, se adaptaba rápido –Eres un joven excepcional según tu expediente, pero, esta será tu primera vez viajando más allá de la luna terrestre, nosotros haremos todo lo posible para que la misión sea un éxito y regresemos a casa enteros, y esto es lo único que pediré de tu parte... Pilotarás la Diamond Dust, esta nave que nos mantendrá con vida los próximos meses, así que confío en que sabrás manejarla con el mayor de los cuidados.–
–Eso haré, capitán.– Contestó con seriedad Atsuya.
–Eso sería todo Fubuki aunque, ahora que lo pienso, me gustaría saber un poco más sobre ti.– Dijo suavizando su tono de voz más de lo necesario. El novato empalideció y el mayor estalló de risa, por dentro. Su rostro no demostró nada.
–¿Discúlpeme?– Al parecer no era un joven inocente.
–Vaya, ¿sonó tan mal?– Decidió dejar la broma a un lado con una sonrisa leve porque tampoco quería sentirse ofendido ante aquella reacción –Me refiero a que fuiste transferido a Eisei hace apenas un mes, y ascendiste considerablemente rápido para estar en una tropa de élite, más aún siendo tan joven.– Y sí, Suzuno llegó a ser capitán a con menos edad, pero él era un caso distinto. Para empezar, él se crió en Eisei.
–¿Quiere saber en dónde me formé como piloto?– Dedujo el chico, Suzuno asintió –De hecho, mi hermano mayor se capacitaba en la organización Raimon, y gran parte de las cosas que aprendí fueron gracias a él. Incluso cuando yo ya estaba dentro de la organización, las guías de mi hermano me ayudaron más que las propias clases.–
–¿Tú hermano es un piloto también?– Eso resultaba interesante, tal vez con una capacitación más adecuada (Raimon era una «pequeña» organización nacional que no se podía comparar a Eisei) Fubuki podía serles en verdad útil a futuro. Ya tenía pues, no solo un reemplazo para que Mikoori dejara de quejarse por sus pocas horas de descanso, sino también un trabajo extra y quizás menos aburrido para su piloto principal. Además, si podía duplicar los beneficios...
–De hecho, no. Mi hermano es un capitán, así como usted… aunque, hace ya un año que no lo veo.–
Se mirase por dónde se mirase, eso no sonaba bien. Y por las expresiones del novato, Suzuno adivinó que, efectivamente, no era bueno. Él mismo solía ponerse así al pensar sobre Nagumo cuando su nave se fue a la deriva y ya no podían contactar a su tropa de ninguna manera. Incluso era incapaz de proseguir con sus propias misiones adecuadamente a causa de la paranoia, el resto de Diamante intentó animarlo en todo momento, pero esos esfuerzos solo conseguían hacerlo sentir peor. Como un estorbo.
¿Cómo se sentiría entonces el chico, siendo que en su caso se veía involucrado un hermano de sangre?
–Oh.– De repente el capitán recordó su indignación contra su mejor amigo. Sabiendo que no se la podía transmitir a Atsuya, sobretodo porque no sabía si el hermano estaba aún con vida pero, tampoco queriendo tener más gente melancólica en su nave, o al menos en su presencia –Oye, ¿y crees que él se sentiría orgulloso si tuvieras el honor de despegar este bebé en tu primer día?– Dio un par de golpecitos a la pared detrás de sí mismo. Los ojos del más joven brillaron. Quizás estaba siendo demasiado amable considerando su trato para con todos los demás pero, le parecía una excepción justificada.
–¿Puedo hacer eso?– Cuestionó precavido el joven piloto, preparado para afrontar una negativa cuando el mayor lo pensara nuevamente. Pero el capitán no le dio ese gusto, él era un hombre de palabra.
–Si decimos que es para poner a prueba tus habilidades, claro que sí. La cuestión es,– Cruzó los brazos y alzó la cabeza –si te atreves a hacerlo.–
El novato sonrió. A Suzuno no le desagrada esa confianza en sí mismo, menos aún cuando el muchacho se mostraba como un subordinado obediente. La única cosa que podía llega a molestar verdaderamente al capitán era que alguien creyera estar por encima suyo.
Atsuya tenía una de esas sonrisas que destilaban convicción, seguridad y fuerza. Como las de Haruya. Eso significaba que tenía un objetivo claro, bien definido; por un momento, Suzuno se preguntó cuál sería.
–Enséñeme el camino.–
«Genial» pensó el capitán, pues había calculado iniciar el despegue pasados veinte minutos, y aún les sobraban seis. Se tomó eso como un presagio hacia una misión exitosa. Podían proseguir con calma. Cool.
Hablando de objetivos, Fuusuke comenzó a divagar sobre ello mientras preparaban el despegue. Despegar era su objetivo inmediato. Pero, había tantos otros implicados detrás de éste.
La humanidad no podría habitar la Tierra por mucho más tiempo. Desde mediados del segundo milenio cristiano comenzó el temor por la escasez de bienes naturales, que por entonces ya habían empezado a ser artificiales. Pero claro, esos bienes reciclados tampoco durarían eternamente. El objetivo de Eisei era salvar a la humanidad, no a la Tierra.
El fundador de Eisei tenía en mente la idea de crear colonias espaciales. Pero en su época eso resultó imposible porque las personas no querían pasar sesenta años en el espacio, ni mucho menos, vivir todos esos años con el temor de morir allá arriba, tan lejos de «casa». Entonces, el fundador decidió dividir sus inversiones en dos grandes ramas: el desarrollo de naves espaciales, y un orfanato de alcance mundial. Nadie siquiera sospechó que esas dos inversiones cumplirían un mismo objetivo en el futuro. Es por culpa de este sujeto mítico, cuyo nombre se borró de todos los expedientes de la organización cambiándose por un «padre» o «fundador», que todos los niños que llegaban como huérfanos a cualquier casa del orfanato Sun Garden cuatrocientos años después, acababan sirviendo a la organización espacial Eisei, de una forma u otra. Suzuno, Nagumo, e incluso el Gran Kiyama-Kira compartieron ese destino.
Fuusuke siempre tuvo en mente poder volverse alguien fuerte y memorable, no solo para mostrarle su error a esa persona que lo dejó a su suerte en una noche de invierno cuando tenía solo tres años, sino, para proteger a la humanidad; porque tiempo después entendió que aquella persona no se encontraba en la mejor posición para protegerlo a él en su momento, era alguien débil. La tropa Diamante estaba destinada a misiones de reconocimiento y exploración que implicaran el hallazgo de H2O fuera de la Tierra; no porque ya se hubiera acabado, sino porque a esas alturas estaba completamente inutilizable. Se había vuelto ridículamente costoso (física y económicamente) conseguir agua potable entrando al tercer milenio cristiano, tras la revolución de las máquinas.
Suzuno tuvo la convicción de formar parte de Diamante desde que oyó su propósito principal pues de entre todos, le pareció el más noble. Entrenó más de lo que él mismo se creyó capaz, quizás gracias a la insistencia de Nagumo con su idea de ser siempre los mejores, los primeros en todo, y aunque cualquier puesto dentro de la tropa lo hubiera hecho feliz; consiguió que el capitán anterior lo eligiese a él como su sucesor el día de su retirada. Ese probablemente fue el día más feliz de su vida; por poco y lloró, pero se contuvo únicamente porque Nagumo jamás dejaría de molestarlo si hacía eso. Claro que Suzuno tampoco lo habría hecho en el caso inverso, así eran ellos.
Ahora, Fubuki Atsuya no era como él ni como cualquiera de los demás integrantes de la tropa, para variar, pero aún así cualificó para ella. Antes de la cuenta regresiva, Suzuno cedió el mando completo al novato para probar su desempeño. La diferencia fue de apenas cuatro segundos, pero su despegue rompió un récord invicto desde hacía un par de años (en casos de emergencia, la coordinación y rapidez del piloto pueden salvar vidas, esos logros estaban para motivarlos); un récord que Mikoori había tratado de romper desde que oyó del mismo, Suzuno casi sintió pena por él.
Cuando salieron de la termosfera, Fubuki giró apenas para ver al capitán a los ojos, completamente ignorante del récord que acababa de hacer pedazos. Suzuno lo habría dejado pilotar un rato más por la exosfera, pero Mikoori parecía estar a punto de romperse en cualquier momento, así que decidió ordenar un cambio de puestos, y pidió al muchacho que lo acompañase para recorrer la nave al completo y así de paso aprendiera en dónde podía hallar a sus compañeros si llegaba a necesitarlos.
Atsuya lucía más animado, saludando a todos con una sonrisa y molestarse en disimular su acento. Era japonés, sí, pero no de una capital. Fuusuke perdió su acento alrededor de los catorce años, pues la única persona con quien podía hablar coreano (su lengua madre) era Nagumo, y ya por entonces no lo usaban tan a menudo, ni siquiera para fastidiar a los demás.
Tras acabar el recorrido, Suzuno acompañó a Fubuki hasta su cuarto porque el chico necesitaba descansar para relevar a Mikoori más adelante. La Diamond Dust se construyó con grandes cúpulas de cristal en cada habitación, y parte de su encanto era que éstas permitían contemplar el paso de las estrellas en todo momento; para entonces Kurakake ya había activado los propulsores más potentes así que lo que contemplaron ambos jóvenes a través de la «ventana», fue una lluvia de estrellas horizontal. El capitán ya estaba acostumbrado al paisaje, pero la expresión de Fubuki le recordó que él en verdad era un novato.
–Es genial, ¿no te parece?– Inquirió.
–Parece un video.– Fubuki estiró la mano izquierda para tocar el cristal, eran fríos, pero el muchacho no se retractó, dejó las puntas de sus dedos apoyadas sobre esos diez centímetros de material que los separaban del vacío –Es muy distinto a estar frente al tablero de comandos.– Suzuno asintió, aún sabiendo que el menor no le estaba prestando atención.
El capitán sabía lo que quería decir porque, después de todo, ser un capitán en Eisei significa ser capaz de comandar y, de darse el caso, reemplazar a cualquier miembro de la tropa que no pueda cumplir con su función. Considerando esto, en cada viaje anterior Suzuno se vio obligado a sentarse en el asiento de pilotaje para darle un descanso a su piloto y, estando allí uno no puede distraerse contemplando la escena cuando es activada la propulsión. A todos en la tropa les encantaría tener más personal, pero las exigencias eran altas, y pocos las cumplían. Dentro de todo, Atsuya resultaba una pequeña alegría.
–Oirás una alarma cuando sea tu turno de pilotar.– Con esa indicación, Suzuno decidió dejar al muchacho en paz, pues notó que aún no había desempacado, si es que la maleta mal acomodada bajo el escritorio era indicativo de algo.
Fuusuke jamás fue un sujeto social, precisamente por eso Nagumo había comenzado a llamarlo «Gazel» cuando eran unos críos; porque en lugar de aceptar la proximidad de otras personas, apenas él la detectaba decidía apartarse «veloz como una gacela», y eso que Nagumo no había visto una gacela en su vida; Suzuno estaba seguro, porque esos animales se declararon extintos un par de siglos antes de que ellos nacieran.
–Oye Fubuki, ¿te gustaría tener un sobrenombre?– La pregunta se escapó de su boca sin que él le diera permiso, pero mantuvo la calma y aguardó a que el muchacho contestara.
Conversar durante el almuerzo era normal, aunque de por sí resultaba raro el mero hecho de almorzar con alguien. Usualmente Suzuno almorzaba solo, o quizás con Droll si el camino estaba despejado y el tipo tenía unos minutos libres que coincidieran con los descansos del capitán. Droll tampoco era el mejor conversador, siempre estaba agotado durante los viajes.
–¿Cómo Rhionne o Blow?–
–Sí, en lugar de llamarte por tu apellido, puedes escoger un apodo.– A Suzuno nunca le agradó que alguien más hubiera escogido su apodo en su lugar, y sabía que los motes ya eran demasiado recurrentes en su tropa como para frenar a sus compañeros, aunque no todos, de estar poniéndole apodos al novato.
–¿Kurakake-san no tiene un apodo?–
–La llamamos por su nombre, simplemente Clara.–
Fubuki se rascó la nuca.
–Entonces yo, ¿podría ser simplemente Atsuya?– Pareció incómodo con la petición –En Raimon, cuando decían Fubuki, siempre se referían a mi hermano, no a mí.– Explicó apenado. El capitán entendió hacía tiempo que esa era una de las desventajas acarreadas por ser el hijo menor.
Por un momento Fuusuke pensó que debió ser duro el traslado de Atsuya a Eisei, porque allí era el único Fubuki que él conocía, y por experiencia propia sabía que ni siquiera entre amigos los reclutas se llamaban por sus nombres de pila.
–Claro. Tú puedes llamarme Gazel.– Concedió el mayor.
–¿Sin el título?– Sugirió divertido Atsuya.
–No.– «Pequeño irrespetuoso» –Regresaré a mi puesto, asegúrate de descansar bien, novato.–
Fuusuke ni siquiera se molestó en aguardar una respuesta a su orden, se levantó de la mesa sin llegar a ver la expresión decepcionada del chico con pelo naranja. El capitán sintió que acababa de mandar a la cama a un niño de seis años que cometió una travesura, como esas que él mismo solía tramar junto con Nagumo años atrás; pero había un detalle: a Suzuno casi nunca lo castigaban, ni cuando conseguían atraparlos, pues su mejor amigo siempre se esforzaba en hacerlo ver como un cómplice engañado (que a veces lo era, sí, pero no siempre), su amigo les gritaba sin ápice de vergüenza a los mayores «¡Gazel no ha hecho nada malo!», y él no intercedía porque sabía que Nagumo lo hacía por su bien y que, de hacerlo, luego el pelirrojo se enfadaría con él.
Eran tan idiotas de pequeños. Y aun con esas, Suzuno recordaba aquellos tiempos reprimiendo una sonrisa inconsciente.
Cuando llegó a su puesto decidió revisar su cuenta regresiva para el alunizaje, indicaba que les quedaban cincuenta horas, y se lo comentó a Mikoori, éste le contestó con algo de irritación.
–Si no realizamos muchos cambios de puesto, podrían ser menos.–
Hasta ese momento, Suzuno no pensó que el tema «récord» le hubiera afectado tanto; pero olvidó que Frost siempre fue más sentimental de lo que cualquiera esperaría. Podía llegar a ser peligroso, sobretodo si solicitaba acelerar más de la cuenta, por lo cual luego debería charlar con Clara en privado sobre las libertades del piloto principal respecto al manejo de los propulsores.
–Lo sé, pero sería imprudente, tienes un nuevo compañero. Aprovéchalo.–
Quitando aquél «Claro, Gazel.» apenas audible, Mikoori no volvió a pronunciar palabra.
Cuando llegaron a las cuatro horas de silencio, en un inicio soportable, Suzuno ya no tenía nada más que hacer aparte de observar a su compañero pilotar a través de los astros. Estaban a punto de llegar a una zona limpia según el mapa, aquél estúpidamente difícil de leer y también anormalmente preciso, mapa estelar de Eisei; otras organizaciones espaciales matarían por él… corrección, mataban por él. El precio de haberse fundado con varios siglos de atraso y buscar estar a su misma altura.
Antes de poder despedirse del piloto para retirarse a descansar, una petición de la base se activó en la muñequera del capitán, la acercó al escáner de su silla y una transmisión de vídeo dio inicio en una pantalla a su derecha, Mikoori también volteó para observar un instante. En la pantalla pudieron ver a Touchi Shuuji, a quien llamaban IQ, y detrás de él vigilando unos monitores a su hermana Touchi Ai, o IC; sus contactos directos con la Tierra.
–¿Qué ocurre, IQ?– El capitán no recibió ningún reporte de error con el viaje, y era inusual que decidieran ponerse en contacto sin previo aviso. Por el rostro incómodo de Shuuji, adivinó que sí ocurría algo inusual.
–Kiyama Tatsuya acaba de venir a preguntar cómo les va en el viaje.– Terminó por informar. Eso era raro. Kiyama saliendo de la base Gaia, y visitando la base Polvo de Diamante. Ambos hechos resultaban poco comunes.
–Kiyama… ¿Por qué quería saber eso?– Que el sujeto fuera un superior respecto a rangos, no ameritaba que debiese supervisarlos literalmente.
–¡No tengo idea!– Respondió frustrado el hombre en la pantalla, quitándose las gafas –Sigo buscando una explicación pero no la encuentro, supuse que como usted es su amigo querría saber qué tal estaba. Pero en cuanto le dije que no había problemas con el trayecto se marchó, con esa sonrisa escalofriante en el rostro.– Fuusuke contuvo las ganas de reír, el Gran Kiyama ciertamente poseía algunos problemas para manejar las expresiones faciales, o tal vez solo era culpa de sus rasgos europeos que a la mayoría les resultan incómodos (siendo gran parte de ellos asiáticos).
–¿Y solo te pusiste en contacto por eso?– Cuestionó el capitán.
–¡¿Solo por eso, Gazel?! ¡Kiyama estuvo aquí, y pensé que me daría un ataque cuando lo vi entrar!– Gritó el pobre jefe de base –¿Acaso no tiene su contacto directo con la nave? No tenía porqué venir hasta acá.– Suzuno comprendía el recelo hacia el astronauta más talentoso de Eisei, pero le parecía un teatro innecesario a esas alturas, porque incluso Ai y Mikoori se distrajeron de sus tareas por el griterío.
–Estás perdiendo los estribos. Contrólate.– «Sugirió» a su camarada, quien cambió su semblante en un santiamén.
–Discúlpeme capitán, supuse que debería saberlo, ya que es inusual que alguien se adentre a nuestro cuartel, y todavía más, para hacer tan solo una pregunta.– Ese era un buen punto, la base donde se guardaba la Diamond Dust solía hallarse por debajo de los cero grados centígrados, así que Suzuno aceptó la excusa con un gesto de la cabeza –Pero no es lo único, luego del tramo limpio en que se hallan sugiero que ambos pilotos estén al mando, se aproximan a una zona de asteroides.–
–Puedo manejarlo solo.– Anunció Mikoori, sin despegar la vista del frente.
–Lo sé, pero Fubuki jamás ha estado en una así que permítele observar tus maniobras, Frost.– Solicitó.
Aunque reticente, el piloto aceptó. Suzuno pensó que debía acabar aquella transmisión pronto para revisar su transmisor portátil, quizás Kiyama sí había intentado contactarlo personalmente, pero él no había prestado la mínima atención a sus mensajes personales hasta el momento así que bien pudo pasar inadvertido.
–¿Eso es todo?– Si la respuesta era un sí, cortaría la llamada; y sino, más le valía a Touchi decir algo interesante.
–De hecho, quería comentar algo que hallé sobre Fubuki. Mire.– Una noticia de algún diario apareció en lugar de la transmisión, en el medio se ubicaba la imagen de un varón con el cabello corto y lila, poseedor de una sonrisa ligera que arrastraba toda la atención hacia sus enormes ojos, se hallaba de pie bajo una luz enfocada en él que provocaba que la medalla de plata en su cuello deslumbrase; Suzuno pensó sin pena que aquél sujeto era uno de los más guapos que había visto en su vida.
Cuando la noticia dio paso de regreso a la imagen del jefe de base, éste parecía esperar una reacción. Pero el capitán no sabía cuál.
–Disculpa, no entiendo que tiene eso que ver con… Oh.– Casi llamó al novato «Atsuya», y de repente recordó todo lo que habló con el joven piloto; aquél protagonista de la noticia debía ser su hermano mayor. Touchi se adelantó a explicar.
–Fubuki Atsuya es el hermano de ese muchacho, y ese muchacho es Fubuki Shirō, el primer capitán en navegar hasta Urano y pisar el astro.– Dijo como si aquello fuera lo más increíble del universo, Suzuno no lo comprendió –Quiero decir, es cierto que por la distancia no nos es remunerable aún aprovechar lo que hallaron allí. Pero haber soportado ese frío abrasador, ¿no cree que él habría sido un buen candidato para trabajar con nosotros también?–
Ante eso Suzuno se quedó sin palabras. Ellos ya iban a tener problemas si la atmósfera de la luna a la cual se dirigían bajaba de los 70K, pues al mínimo que ellos se habían enfrentado jamás fueron 68K, y en esa ocasión casi perdieron a un compañero porque no pudieron actuar rápidamente. Urano poseía temperaturas aún menores. Ahora recordaba haber visto aquella medalla antes, aunque entonces no le prestó atención a su portador; condecoraba al hombre que más próximo estuvo del cero absoluto. Y sobrevivió.
Una hazaña que Suzuno solía desear conseguir también, eso es, hasta que un día Nagumo no contestó su llamada durante su camino de regreso a la Tierra. Aquél día temió, por la vida de su mejor amigo, y por la propia también.
–Lo es, sí.– Fubuki Shirō sonaba como el candidato perfecto para liderar al Diamante de Eisei. Entonces el capitán cayó en cuenta de un detalle –¿Dijiste habría?–
–Sí, resulta que no he encontrado más información sobre él desde una misión pequeña que tenía como destino… El satélite al que ustedes se dirigen ahora mismo.–
–¿Qué ocurrió?– Eso tal vez debía preguntárselo a Atsuya, pero Fuusuke no tenía ganas de ser paciente ni reservado en aquél momento.
–No aceptó más misiones desde que regresó. Se rumorea que algo malo ocurrió durante el viaje de regreso. Pero él no se ha pronunciado al respecto y Raimon, su organización, no da detalles tampoco.–
Un ambiente de intriga invadió la cámara de navegación espacial, y otro similar, la habitación de control terrestre. Suzuno dirigió la vista hacia el mapa, y decidió que ya era hora de acabar la charla.
–Entonces, no tiene caso siquiera sugerir que se nos una. Olvídate del tema.– Esa última orden fue dirigida tanto a Shuuji como a Mikoori, para que este último no hablara de más frente a su nuevo asistente, cada uno asiente una vez, captando el mensaje.
Cortó la transmisión él mismo y salió en busca del nuevo miembro de su tropa. El plan de Suzuno consistía en entrar a la habitación y echar de la cama al piloto de una patada si lo encontraba dormido, pero se detuvo en la entrada al escuchar sonidos provenientes del interior. Parecían golpes, pero no demasiado fuertes, y además eran constantes. Decidió tocar la puerta, y una pequeña luz titiló encima del marco, indicando la presencia de un visitante. El ruido se detuvo, pero Atsuya se tardó un minuto extra en abrir la puerta, realizando la señal sobre su pecho de antemano.
–Capitán.– Reconoció con una expresión circunstancial decorando su rostro.
–¿Dormiste bien, Atsuya?– Cuestionó primero, puesto que no lo parecía, el muchacho se vía como si acabara de escapar de una pelea. No una en la que triunfara, precisamente.
–Dormí cuatro horas, luego quise probar el modificador de gravedad del que habló Clara.– Para no hacerse líos en la cabeza, Suzuno aceptó esa respuesta.
–¿Me permites entrar?– Aún si no llegaba a cuestionar qué habían sido aquellos golpes, en parte porque ya se lo imagina, quería verificar que su bebé no hubiera sido dañada.
–Claro.–
Una vez en el interior, Gazel observó todas las paredes, tan inmaculadas como siempre. Se sintió aliviado.
–Dime una cosa,– Empezó –¿te gusta el fútbol, Atsuya?– El chico, aunque apenas, se ruborizó. Suzuno acertó en su suposición.
–Un poco, sí.–
–Eso es bueno, a mí también. A la mayoría de nosotros, de hecho.– Dos años atrás, por el aburrimiento de no recibir nuevas misiones, ellos y otras tropas de Eisei se juntaron para organizar un torneo en la luna terrestre. Obviamente, Génesis ganó en aquella ocasión, pero Diamante quedó en segundo lugar, y la tropa de Nagumo, Prominencia, en tercero. Claro que, jugar al fútbol en el espacio no resultaba tan complicado como cabría esperarse cuando se instalaban campos gravitacionales para asemejar la facilidad de movimiento de la Tierra.
–Sí, los vi en un torneo una vez, son bastante buenos.– Comentó el joven piloto.
–¿Bastante buenos?– Suzuno tenía un límite para la confianza en sí mismo, Atsuya estaba a punto de ponerle un pie encima.
–Sí, lo siento si suena mal, pero mi hermano y yo podríamos ganarles si lo intentáramos.– Aseguró, sin la más mínima pizca de duda.
Suzuno parpadeó un par de veces, incrédulo por el ego que poseía aquél chico en el fondo. Pero tomando todo en consideración, decidió seguir su juego, solo porque no quería decir algo inapropiado que deprimiera al otro con respecto a su hermano.
–Entonces, es un trato.–
–¿Eh?–
–Cuando estén listos, me avisas.– Continuó el capitán, divertido por la expresión del muchacho.
–¿Disculpe?–
–Quiero decir, que Diamante acepta ir en un partido contra ustedes dos.– Atsuya lo miró como si estuviera loco, una completa falta de respeto por cierto, pero fue él quién se metió en ese asunto. Y en un futuro sería Suzuno quien lo disfrutaría, porque él jamás olvidaba un compromiso –Ahora, dirígete a la cámara de navegación, Mikoori tiene algo que enseñarte.– Ordenó mientras se retiraba de la habitación.
–Está bien.– Atsuya realizó su respectiva señal y salió tras él.
Suzuno lo observó alejarse por el pasillo. La confianza que poseía el chico le recordaba en sobremanera a Nagumo. No era capaz de enfadarse con gente así, era débil ante esos niveles de elogio propio, porque Haruya también hacía eso cuando eran más pequeños y todavía planeaban navegar juntos por el espacio en un futuro. Si Fuusuke lo pensaba con su edad actual, podía asegurar que una tropa como esa sería un caos. Pero, en aquél tiempo siempre eran Nagumo y Suzuno juntos en todo, como hermanos.
El capitán de Diamante a veces se sorprendía a sí mismo extrañando esos días. Su amistad con Nagumo se había distanciado con los años, sí, pero nunca dejó de existir; siempre que podían se encontraban para conversar, contarse nuevas anécdotas, o simplemente para estar junto al otro; confirmar que todo estuviera bien. Así que, los demás solo pueden imaginarse el disgusto, la rabia y la impotencia que Suzuno sintió cuando no pudo contactarse con su mejor amigo, estando éste a casi dos años luz de distancia. Él había estado pensando esa misma tarde en qué harían por su cumpleaños cuando regresara, no se lo contó pues quería que fuese una sorpresa; no permitió que nadie lo viera en ese momento, pero se permitió llorar esa noche, y justamente derramó lágrimas por esa persona quien siempre le decía que no debía ser débil por nadie.
Estuvo tan destrozado que se tardó varios días en sugerir que su tropa fuera en lugar de Épsilon como grupo de salvamiento. Pero negaron su petición, Diamante tenía organizada una nueva expedición.
Rememorando todo eso, de alguna forma Suzuno llegó hasta su cuarto. Se acercó a la ventana y observó a los astros centelleando allá afuera en la infinitud del espacio, contempló un gran asteroide pasar «por encima» de ellos, y supuso que al fin llegaron a la zona peligrosa. Con un par de pasos, se acercó a su escritorio y rastreó en el monitor la ubicación de sus camaradas, todos en sus respectivas posiciones, y Atsuya ya se encontraba en la cabina de navegación. Tranquilo, sabiendo que podía confiar en Mikoori, decidió echarse sobre su cama sin cuidado.
Pasó horas sentado en su silla y le dolía la espalda. Sabía que era importante estirar antes de ponerse a dormir en serio o se sentiría aún peor al despertar. Mientras oía el crujir de sus propios huesos liberando el estrés, comenzó a notar el peso de no haberse tomado un mísero descanso desde el día anterior. Quizás ya estaba viejo… O no, solo tenía veinte años, así que de seguro era culpa de que no tenía ganas de hacer nada. Se encontraba emocionalmente agotado.
Una nueva interrupción a su sueño llegó cuando recordó el incidente de Tatsuya en su base. Decidió buscar su computadora, que usualmente dejaba en el segundo gabinete junto a su cama, para verificar si tenía algún mensaje no leído del pelirrojo con apariencia de europeo que afirmaba ser japonés.
Se encontró con varios, no solo de Kiyama, sino de su mejor amigo también. Decidió ver los del capitán del Génesis primero, y efectivamente, todos eran concernientes al estado de la misión; aunque uno en particular ponía atención sobre «el nuevo chico de tu tripulación», a Suzuno le agradaba que uno de los superiores de la organización concordase con él respecto a la idiotez de la terminología militar. Por otro lado, era extraño que el Gran Kiyama mostrara interés en gente que no conocía, y las únicas personas con las que solía entablar contacto eran los miembros de su equipo, los capitanes de otras tropas y los integrantes de la familia Kira; los cabecillas de Eisei.
Y no lo llamaban «Gran» por algún complejo de superioridad que poseyera, porque en realidad era muy amable con todo el mundo, independientemente del rango. Pero desde pequeño fue ridículamente más alto que los demás y así como su segunda al mando, Reina, se desarrolló como adulto más temprano que otros huérfanos. Incluso Suzuno llegó a quedarse observando a la sub-capitana más tiempo del apropiado cuando aún estaban en la adolescencia. Varias veces.
El punto es, que Kiyama Tatsuya era extraño, siempre lo fue y Suzuno no iba a cuestionarlo por ello a esas alturas. Respondió que todo marchaba bien, y que Atsuya era un buen recluta, que se estaba integrando bien con el resto de la tropa, aún si eso último tal vez no era del todo cierto, ya que Mikoori podía llegar a ser muy rencoroso. Sabía que Kiyama no contestaría a eso más que con un agradecimiento, o tal vez (poco probable) una pequeña interrogación de porqué se tardó tanto en contestar. Por ello optó por regresar a su bandeja de mensajes y echar un vistazo a los de Nagumo.
Lo primero que se encontró fue una imagen de su amigo en la base Diamante, dentro de la cabina de comandos, y por la posición de IQ detrás de él, supuso que fue tomada momentos antes del despegue unos días atrás. Nagumo se encontraba haciendo una señal de «suerte» con la mano, pero su rostro se mantenía cómicamente serio. La idiotez de la foto casi le sacó una risa al albino, pensó por un instante que todo volvió a la normalidad, que jamás discutieron ni pensaron que no volverían a verse.
El mensaje proseguía, con el amigable añadido de «Suerte congelándote el culo allá arriba.»
Suzuno no se ofendió, pues cada vez que al pelirrojo le tocaba ser quien marchase al espacio él hacía lo contrario. Ir a la base de Prominencia para despedirse, y un par de años atrás tuvo la idea de la imagen porque un día no alcanzó a saludar a su amigo cara a cara. La suya lo mostraba a él sonriente y haciendo un gesto de «que te jodan» frente a la nave. Ellos eran así.
Pero eso no era todo, el chat de Nagumo enseñaba más mensajes de los últimos días.
- Ey, Gazel.
- No me odies, ¿sí?
- Fue mi culpa, lo acepto.
- Pero me moriré si me odias.
- Kiyama vino a preguntar por ti, no pude contestarle ¿le debes dinero o algo así?
- Avísame porque no quiero acabar siendo usado como extorsión.
«Tarado» pensó Fuusuke, peinando su cabello. No podía quedarse sin responder pero, ¿qué quería decirle a Nagumo exactamente? Comenzó a escribir lo primero que se le ocurrió.
- No te preocupes, Gran está raro últimamente, pero no le debo nada. Te quiero, idiota.
Con un suspiro envió el mensaje, Nagumo era la única persona a la cual podía decir eso sin morir de vergüenza, y siendo totalmente sincero. A él no quería perderlo, sin importar cuánto pelearan. Pero en verdad le había hecho pasar un mal rato (meses) y necesitaba que el otro lo comprendiera. La situación no era igual a cuando eran niños, donde Suzuno perdonaba sin miramientos cualquier error de su mejor amigo pensando que sus escasos meses de diferencia en edad lo hacían de alguna manera más sabio o competente que él mismo.
No se equivocó, Kiyama respondió con un «Gracias.»
No esperó a recibir una respuesta de Nagumo antes de rendirse ante el sueño.
Suzuno despertó antes de que su alarma pudiera interrumpir su sueño, aunque no soñó nada, y tal vez por eso decidió despertar. De cualquier modo, se quedó sentado sobre su cama aguardando el sonido porque no quería moverse aún, y nada le indicaba que debiera hacerlo. Era extraño en él ser perezoso, pero supuso que podía echarle la culpa a la incorporación de un nuevo miembro a su equipo, por más poco sentido que eso tuviera.
Sin malinterpretar, Atsuya se acopló bien finalmente, inclusive encantó a Frost aunque éste todavía sintiera su orgullo como piloto principal herido, y Suzuno (quien pasaba la mayor parte de su tiempo compartiendo turnos con él) era quien debía aguantar sus lamentos y malhumor; lo escuchó quejarse con los otros durante algunas comidas también; pero eso no era comparable a lo que el capitán debía soportar. Aún así, Mikoori se ponía de mejor humor cuando Atsuya lo llamaba para preguntar sobre la manera de realizar algunas maniobras, porque le gustaba saber que «¡El talento jamás superará a la experiencia!»
Suzuno concordaba, pero, igual le parecía una exageración.
Apenas su alarma comenzó a pitar, la apagó al instante y decidió revisar su cuenta regresiva, esa que programó para ver si su predicción con el tiempo de ida resultaba ser correcta. Según ésta les faltaban ocho horas para llegar, así que deberían ser capaces de ver a Júpiter desde esa distancia. Jamás estuvo en ese planeta antes, y aún no era el momento, pero igual se emocionó internamente con la idea de tenerlo tan cerca. Acercándose a la ventana, divisó el planeta con facilidad. Pensó en ir a la sala de navegación para verlo de frente, pero aún tenía tiempo libre y su idea original era entrenar una hora o dos antes de prepararse para el alunizaje.
La idea de que tuvieran un gimnasio dentro de la nave en un principio le había parecido estúpida, y pensaba modificarlo para que sirviera cualquier otro propósito cuando lo nombraron capitán, pero Gocker, un miembro del grupo técnico, se opuso a la idea; cosa que el albino agradeció tiempo después, pues pasar meses sin hacer ejercicio no era un buen plan para ninguno de los astronautas. Suzuno se cambió en su ropa deportiva, que consistía en su viejo uniforme de fútbol y unas zapatillas pesadas para controlar su gravedad, y salió luego de enviar un mensaje a los demás para avisarles en dónde ubicarlo si lo necesitaban.
«¿Sabes que existen reglas básicas para cuando decides ocupar una banca que no es demasiado grande, pero tampoco demasiado pequeña?» Cierto, quizás no existieran como tal, pero es de conocimiento común que lo que deberías hacer al sentarte en una banca vacía es ocupar un extremo, para que de esa forma otra persona sea capaz de ocupar el extremo opuesto, y así un tercer individuo tendría un espacio en medio donde poder acomodarse; aún si acaba metido entre el espacio personal de los otros dos, en ese caso en concreto resulta aceptable. Atsuya parecía desconocer esas reglas, ya que estaba sentado en medio de la única maldita y triste banca del gimnasio, esa que Suzuno quería ocupar para ajustar su calzado.
El mayor se pasó una mano por el cabello cuando se dio cuenta de que el muchacho estaba tan centrado en ir cambiando la música de su reproductor (supuso) que ni siquiera reparó en su presencia, de haber tenido cualquier cosa en las manos probablemente se la habría arrojado. Prefirió resignarse y simplemente se agachó para resolver su problema, pero aún así le lanzó un par de miradas molestas al ignorante que tenía enfrente, notando que Atsuya tenía más músculos que él, aunque convengamos que Suzuno lo superaba en altura.
El albino envidiaba bastante a las personas musculosas, porque sin importar lo mucho que él se ejercitara, su esfuerzo jamás era recompensado visualmente; esto no significaba que fuese débil, al contrario de hecho, tenía una mejor resistencia física que la mayoría de astronautas en Eisei.
A Fuusuke las faltas de respeto, aunque fuesen dirigidas hacia el espacio personal y no hacia él directamente, lo sacaban de quicio. Decidió buscar entre los gabinetes sus guantes de boxeo e iniciar su rutina con el saco y tal vez, de paso, sacarse la indignación de encima. No fue sino hasta el décimo segundo gancho izquierdo, que Atsuya decidió tener la «cortesía» se reparar en la presencia de su capitán.
–¡Capitán Gazel!– El muchacho al menos había aprendido que la señal para saludos de Eisei no le agradaba a su superior, así que a último momento se abstuvo de realizarla, cosa que ayudó a mejorar el ánimo del mayor. Se acercó su capitán –¿Quiere que sostenga el saco?, sé que es molesto esperar a que se detenga.–
–No es necesario, Atsuya. Ya me aburrí de imitar a Beluga.– A ese tipo sí que le gustaba boxear, aunque resultaba poco común encontrarlo en medio de su rutina; el de cabello naranja debió pensarlo un momento antes de asentir, al parecer no había tenido muchas oportunidades de interactuar con Beluga como para reconocerlo solo por su nombre. Pero en verdad nadie lo veía regularmente, así que…
–Entonces, ¿qué hará?–
–Flexiones.– Respondió lo primero que se le ocurrió. Atsuya hizo una mueca, pero la borró al instante.
–Yo olvidé hacer eso,– Suzuno no se lo creyó –¿puedo acompañarte?–
El capitán había aprendido en esos días que Atsuya no era bueno hablando cara a cara, o más bien prefería no hacerlo, pero no encontraba una explicación lógica para lo segundo. Así que eso de pedirle comer con él, o jugar videojuegos con él cuando ninguno tenía nada que hacer, o incluso buscar ayuda con las lecturas del mapa estelar; todas esas peticiones que el mayor acababa concediendo, derivaban en charlas que nada tenían que ver, así que obviamente eran excusas para poder hablar con Suzuno sobre su misión, y sobre Eisei.
–Claro.– Pero las respuestas del mayor siempre eran las mismas, y le preocupaba que el menor en realidad quisiera saber algo que no se atrevía a preguntar directamente, ya que no deseaba tener a ningún miembro de su tropa confundido con el plan estando tan próximos a su destino. Ni tampoco quería sospechar que fuera un espía infiltrado de su vieja organización, pues estaría haciendo un trabajo muy pobre recopilando información; además de que era un sinsentido, Eisei y Raimon se declararon aliadas unos años antes.
No fue hasta que se cansaron y cambiaron de rutina, con Atsuya teniendo los pies de Suzuno para ayudarlo con sus abdominales, que el piloto se decidió a hablar.
–¿Sabe?, mi hermano también viajó a Ganímedes una vez.– Empezó, el capitán le prestó atención pero no dejó de ejercitar –Cuando volvió a la Tierra, me contó que su equipo olvidó algo allí.–
–¿De veras?– Eso no solo era irresponsable por parte de un capitán, sino que también parecía una mentira; Suzuno quizás no era el mejor entendiendo a las personas, pero el rostro de Atsuya se le hacía fácil de leer incluso a él. Luego de su segunda conversación con el chico siempre imaginó que algo andaba mal con su hermano, y tras investigar un poco con ayuda de IQ, todo lo concerniente al actual paradero de Fubuki Shirō se volvía más y más confuso. Igualmente, prefería no mostrar más interés ni conocimientos de los necesarios frente a su nuevo piloto.
–Sí, me encantaría poder encontrar esa cosa que olvidaron.– Se mostró más animado con esa idea. El capitán lo consideró.
–Podríamos tomarnos el tiempo, sobretodo si se trata de algún objeto que pueda interferir negativamente con el ambiente del satélite, pero, considera que a estas alturas podría haber quedado sepultado bajo la nieve, o haberse congelado en algún océano.– Atsuya lo miró estático, como si jamás hubiera sopesado esa posibilidad.
–…Gracias.– Acabó por decir a media voz –Debería ir a cambiarme, ya casi es hora de que reemplace a Mikoori-san.– El piloto principal llevaba navegando más de nueve horas seguidas.
–Está bien, te alcanzo después.–
No se despidieron ya que volverían a verse antes del alunizaje, porque el capitán debía controlar que todo ocurriera con calma, correctamente. Como aún contaba con tiempo al acabar su rutina, decidió tomar un baño, el único lugar en donde todas las reglas de «mantener baja la temperatura» podían romperse era una habitación enorme que servía en reemplazo a la falta de duchas individuales, y asemejaba en todos los sentidos un complejo termal; pasó allí más tiempo del que calculó. Pero, cuando Fuusuke regresó a su habitación y acabó de cambiarse, se encontró un cabello plateado descansando sobre su almohada; al tomarlo, lo primero que pensó fue que se acercaba algo malo, y lo segundo, que estaba haciendo una bola de nieve con tan solo un copo de cristal. Necesitaba calmar sus nervios primero si esperaba ser capaz de calmar a los demás.
«Un diamante no puede brillar sin antes haber sentido sobre sí toda la presión de la Tierra.» Suzuno sabía que aquella vieja frase de Nagumo no era más que un vago resumen sobre la generación natural del mineral pero, le gustaba pensar en ella cuando se sentía nervioso. Ya que pensó en su mejor amigo, decidió mandarle un mensaje avisando sobre su pronta llegada al satélite pero, tal cual llevaba haciendo esos días, ignoró las preguntas del pelirrojo sobre su condición y se apresuró hacia su puesto.
Observó los pasillos de su nave mientras andaba, pensando una vez más en lo hermosa que era. Revestida en diamantes. Porque toda la base original estaba recubierta por ese mineral, incluyendo los cristales, las cañerías, los paneles táctiles, e incluso la silla de capitán. Era preciosa y jodidamente costosa, y Eisei lo endeudaría de por vida si le hacía algún daño… No, de hecho, Eisei ya lo tenía en números rojos pues pagaron su alimentación, salud, vestimenta y estudios durante casi dos décadas. Desechó esos pensamientos y se adentró a la sala de navegación, Atsuya se encontraba atento al camino, pero igual lo saludó.
–Bienvenido, capitán.– No despegó la vista del frente.
–¿Todo en orden?– Fuusuke echó un vistazo a la cuenta regresiva que también activó en una de las pantallas de la sala, marcaba quince minutos mientras iban bajando los segundos.
–¡Sí!, esto me trae muchos recuerdos.–
El capitán tomó asiento, y finalmente miró hacia el mismo lugar que su piloto, a esa gran esfera congelada que poco a poco se percibía aún más grande, más cercana. Sus primeras veces, Suzuno temía ver al frente, porque los planetas y las lunas le resultaban imponentes y aterradores; pero luego, al regresar a la Tierra siempre se encontraba con una visión más aburrida del paisaje, porque se sentía tan próximo, pero aún así estaba tan lejos de tocar un suelo conocido de toda la vida, que los minutos se le hacían eternos.
Decidió contactar con IQ y Droll. El segundo no tardó en responder su llamada, lo que significaba que continuaba en su posición, cuando aterrizaran por fin el sujeto podría tomar un descanso.
–Droll, ¿a qué distancia nos hallamos?–
–A menos de mil kilómetros de la exosfera, y a unos doce mil de la superficie.– Suzuno asintió, mientras el radar no fallara, y el mapa de Eisei no enloqueciera, las medidas de Droll eran de fiar, pero eso no resultaba suficiente.
En lugar de IQ, IC recibió la llamada a la base, no era un gran problema, pero de seguro su hermano se enfadaría luego por no haber podido participar en el alunizaje.
–Estamos a punto de llegar.– Informó a la mujer.
–Eso veo.– Touchi mantenía la vista fija en algún panel bajo la cámara –Si la predicción de Droll no falla,– el nombrado se quejó por lo bajo, pues su llamada seguía activa –y los viejos informes tampoco, van directo hacia un lago helado que aparenta ser bastante profundo. Les recomendaría voltear dieciocho grados al norte, y además disminuir la velocidad, allí hay una zona que aparenta ser firme.–
–Entendido.– Aseguró el capitán –¿Oíste, Atsuya?–
–Dieciocho al norte, sí. Ya le pedí a Clara que disminuya la propulsión.–
Conforme, Suzuno cortó la llamada con Droll, y también la conexión visual con IC, pero ella le envió un mensaje.
- Le pido precaución, los informes literalmente dicen «zona aparentemente firme». No tengo idea de si realmente es segura.
- Lo sé, las últimas misiones hasta aquí difícilmente pueden ser llamadas exitosas.
- Me aseguraré de que lleguemos a salvo.
- También regresen a salvo, por favor.
La falta de información reciente siempre resultó problemática, y si Eisei pudiera agachar un momento la cabeza, quizás con ayuda de otras organizaciones todo sería más sencillo. Aunque Suzuno no era quién para quejarse, siendo que él mismo opinaba mal de las otras organizaciones, pero su piloto actual solía pertenecer a Raimon…
–¿Tu hermano te contó algo más sobre su misión?– Quiso saber el capitán.
El joven se distrajo un momento, rascándose la nuca.
–En realidad, era algo confidencial, ¿sabe?– Contestó dubitativo –Cosas de alto rango y demás. Aunque, su piloto mencionó una vez que es muy difícil ubicarse allí, estando en el lado soleado o no, la atmósfera resulta pesada.– Añadió con más seguridad.
–Bien. Entonces supongo que esas bonitas nubes de allí no son amables.– Trató de bromear el capitán, pero Atsuya no le vio el lado gracioso, pues su atención regresó al frente como un dardo. Cosa que probablemente era para mejor –Le diré a Kurakake que vuelva a potenciar los motores cuando estés listo, o, podemos buscar otro sitio.– Si debían aterrizar justo encima de una tormenta, necesitaban algo de velocidad.
Y tenían un aproximado de un minuto para llegar a la superficie, o rendirse con cumplir la meta de tiempo impuesta por Fuusuke. Cosa que seguro enfadaría a Frost, aunque finalmente lo entendería.
–Estoy listo.– Aseguró el piloto –Por favor, abroche bien su cinturón.–
Ese debió ser uno de los minutos más movidos en la vida de Fuusuke. Clara cumplió su petición al mismo instante en que Droll le indicó que estaban dejando atrás la mesosfera. Atsuya activó la máxima potencia por nueve segundos, y al décimo cambió la dirección de los motores, por lo cual ya no iban en picada, sino que viajaban de manera horizontal. Suzuno se sintió maravillado, pues Mikoori rara vez se precipitaba de esa manera, él habría escogido tomarse el tiempo de buscar otro «estacionamiento» aún si por ello no cumplía con el rango de tiempo impuesto por su capitán.
Se detuvieron justo frente a una montaña, o una exagerada torre de hielo natural, si se buscaba precisión. Y entonces, el contador llegó a cero. Suzuno finalmente recordó cómo respirar.
Se sentía tan bien.
Y de repente ya no.
Atsuya trató de alejarlos de la tormenta estando ya dentro de la misma, pero no consideraron la dirección en que viajaba. La ventana frontal ya estaba cubierta de nieve y los golpes sobre el techo y paredes no dejaban de retumbar aunque fuera de manera tenue, no podían ver nada, pero por suerte el granizo no era demasiado potente. Droll envió un mensaje informando que el radar enloqueció.
–¿Debería intentar alejarnos?– Cuestionó el joven piloto.
–No. No podemos ver, aguardaremos a que la tormenta pase y comenzaremos a trabajar desde aquí.– Un poco de nieve no iba a matarlos, pero no quería que ninguno de sus pilotos condujera a ciegas, menos, considerando que el frenar justo antes de chocar contra la montaña de hielo probablemente fue una coincidencia. Suzuno solo fue capaz de distinguirla cuando ya se encontraban a pocos metros de distancia.
–Está bien.– El más joven desabrochó su cinturón y estiró ambos brazos –¿Quiere ir a comer?– Esa propuesta podía parecer desubicada considerando su situación, ya que quizás deberían preocuparse un poco más, pero Fuusuke no iba a rechazarla.
–Claro.– No había probado bocado en quince horas.
La tormenta resultó ser más feroz de lo que esperaban, y estaba menguando, pero ya pronto les estaría robando medio día de trabajo. Medio día que Droll pasó durmiendo, en ese aspecto era bueno, él se lo merecía.
–Sigue pareciéndome injusto que ellas no deban alejarse de la nave.– Se quejó el piloto cuando acabó su crema de sukiyaki, Suzuno todavía iba por la mitad de su barra de miso; nadie sabe quién inventó esas cosas pero, aún sin conocerla, el capitán le juraba amor eterno a esa persona capaz de proyectar todo el sabor de una sopa de miso en una barra proteínica de veinte centímetros.
–Las mujeres siguen siendo una prioridad para la humanidad, no pueden salir de expedición porque tenemos poco personal y, ¿tú a quién crees que Eisei prefiere tener de regreso?– Era gracioso que ahora el muchacho estuviera molesto por eso –Además, ¿no querías buscar algo por tu cuenta?, para hacer eso necesitas salir igual que todos los demás.–
–Casi todos.– Corrigió Atsuya de mejor humor.
Rhionne y Clara no estaban obligadas a salir de la nave, lo cual no significaba que no pudiesen hacerlo si lo deseaban, pero nunca se les asignaban tareas exteriores. Y aunque el título de «explorador» recaía solo en Valen y Blow, sus camaradas asistían con las tareas porque no querían estar en el espacio toda la vida completando una sola misión, ni quedarse buscando pelusas dentro de la nave para no aburrirse.
En verdad, la introducción de nuevo personal a su tropa era casi un milagro. Llegar a Diamante requería más resistencia física al frío que cualquier otra cosa, así como Prominencia exigía resistencia a las altas temperaturas; un rango por debajo se encontraban las tropas de Épsilon y Tormenta de Géminis, que tenían la mayor cantidad de postulantes pues eran tropas de rescate y refuerzo respectivamente; y en la cima de Eisei se hallaban los miembros de Génesis, el primer equipo que se formó en la organización, y al cual solo los promedios perfectos podían acceder. Supuestamente. Kira Hiroto formaba parte de Génesis también.
–La tormenta acabará pronto.– Comentó el capitán, pues los golpes del granizo sobre el techo habían dejado de sonar hacía poco –Iré a prepararme, deberías hacerlo también.–
–Todos están aquí, puedes empezar.– Indicó Gazel.
–¡Muy bien!– Blow se aclaró la garganta y cruzó los brazos en su espalda antes de comenzar con la presentación de su plan –Usualmente realizamos las salidas en dos grupos de tres personas, pero Gazel nos pidió un cambio en esta ocasión, así que los nuevos equipos serán formados por Valen, Frost, y Droll como la primera brigada, yo mismo iré junto a Gocker como la segunda, y nuestro capitán Gazel y Atsuya saldrán últimos. ¿Alguna duda?– Tanto Atsuya como Frost se mostraron extrañados, pero ninguno interrumpió –Bien. Valen les enviará una lista con lo que deben hacer, buscar, y a dónde dirigirse.– En ese momento Atsuya levantó la mano –¿Sí?–
–¿Y si nos perdemos?–
–Beluga vigilará el puesto de Droll durante las salidas, él les indicará cómo regresar localizando sus rastreadores. Lo que me recuerda, Atsuya, ni siquiera pienses en cubrir tu muñequera con tus mangas o guantes, porque nosotros te perderemos. Aunque el capitán estará contigo, así que no deberías preocuparte.– Completó con una sonrisa confiada.
El más joven de la tropa volteó a ver a Suzuno y éste se limitó a mostrarle una expresión serena, como si cuestionara su falta de confianza en él. Fubuki negó un par de veces, captando el mensaje. El capitán se acercó a darle una palmadita en el hombro.
–No te preocupes.–
–Si todo está aclarado, tómense el tiempo de repasar sus tareas antes de salir.– Terminó por decir Blow.
Atsuya comenzó a alejarse del resto, pidiéndole a su capitán que lo siguiera con un movimiento de cabeza, eso hizo que el mayor recordara a su mejor amigo nuevamente, pues Nagumo solía expresarse más físicamente estando en público. Tenían una manía de fingir rivalidad ante todos los demás para que de esa manera los reclutas de rangos menores no comenzaran a armar conjeturas o quejarse sobre la elección de los capitanes; porque además, ambos eran cercanos a Kiyama, y a los capitanes de Épsilon y Tormenta de Géminis: Saginuma Osamu y Midorikawa Ryuuji. Incluso el mismo Suzuno pensaría que había algo sospechoso allí si lo viera desde otra posición, pero no, solo se dio el caso de que se conocieron y no se llevaron mal.
Atsuya lo miraba incómodo, de seguro se debía a lo que habían hablado anteriormente. El objeto perdido de su hermano.
–¿Qué ocurre?– Inquirió de todas formas.
–No encuentro mi bufanda, debí olvidar ponerla en la mochila así que seguro sigue en mi habitación, ¿podría esperarme un momento?–
–¿De verdad necesitas una bufanda? Blow puede prestarte una.–
–No es eso, es para la suerte.–
Podía parecer idiota, y no una excusa válida; pero, Fuusuke era supersticioso respecto a muchas cosas.
–Te creeré solo porque te vi buscando algo antes como un desesperado, pero ya que estás, ¿por qué no te la pones así no la pierdes?–
–Cubriría la insignia.– Y para Eisei eso es casi un delito, el capitán lo sabía.
–Da igual.– Pero poco le importaba, ya que Eisei también fuerza a la gente a saludarse entre sí cubriendo sus insignias constantemente. Recordaba haber oído alguna vez que se hacía de esa forma para no dejar que las personas alardeasen de sus rangos, u otras se sintieran mal por lo mismo. Agradecido, el chico inclinó la cabeza y se apresuró en ir de regreso a su cuarto.
Suzuno echó un vistazo a la lista de objetivos, y también a la distancia que debían recorrer por su parte, le pareció poca pero sabía que la primera expedición siempre era de reconocimiento, ya luego empezarían a trabajar con los vehículos. Atsuya aún no sabía sobre los vehículos. Igual Suzuno no lo dejaría conducir.
–Oye, Gazel.– Rhionne se acercó por su espalda y susurró en su oído, Suzuno había acabado por acostumbrarse a eso tras años de conocerla –¿Se le olvidó algo al niño?–
Suzuno consiguió cubrir su propia boca a tiempo para no reír, se recompuso rápido.
–Eso parece.–
–Pobre, parece nervioso, ¿no crees?–
–¿Qué?, ¿cómo?– Suzuno no lo habría descrito como alguien nervioso, no después de comer en la misma mesa, ni haber jugado en su Spacestation con él como rival. Más bien tenía poca paciencia.
–Disculpa, creo que te hice pensar,– Rió la mujer –me refería a inquieto.– Aclaró –Estos días lo vi andar de aquí para allá sin rumbo durante los descansos, incluso cuando su radar lo mostraba inmóvil en su habitación.–
–Raimon no lo tendría acostumbrado a usar muñequeras todo el día.– Razonó el capitán, pero entendió la preocupación de su camarada.
–Por eso mismo, cuida bien de él, ¿sí?– Pidió Rhionne.
–No pensaba hacer otra cosa.– Aseguró Gazel.
Y entonces el piloto regresó. La bufanda solo cubría la mitad de su insignia.
–Nos vemos después.– Se despidió la mujer –¡Regresen a salvo!–
Atsuya la saludó con una sonrisa, y luego observó alrededor, notando que ellos resultaban ser los únicos en la sala.
–¿Ya se fueron los demás?–
–Así es, si quieres podemos repasar la lista una vez más antes de empezar.– Sugirió el capitán.
–No, la leí mientras venía hacia acá, ya podemos irnos.– El muchacho tomó su mochila y se la colocó en la espalda quizás con demasiada prisa, porque casi se fue hacia atrás por el impulso. Suzuno hizo lo mismo, aunque con más calma.
–Bien. Sígueme.– Anduvieron por un pasillo que los llevaría a una entrada distinta a la principal, más pequeña y fácil de abrir y cerrar, la nave tenía varias de esas salidas de emergencia, pero antes de salir se detuvieron en una cámara interior –Mira esto,– Indicó a un compartimiento en la pared que, al abrirse, reveló unas cuantas jeringuillas con un líquido azul en el interior –arremángate, esto te ayudará a respirar y aumentar tu circulación. Durará ocho horas, así que ese es nuestro límite por esta ocasión.– El capitán retiró una de las inyecciones.
–¿Usted no lo usará?– Atsuya obedeció su orden, y no expresó ninguna queja con el pinchazo, ni al sentir el frío líquido mezclándose con su sangre.
–No lo necesito.– Aseguró Fuusuke. Luego de un minuto, abrió la compuerta hacia la última sala.
El cuarto tenía estaba repleto con rastros de agua, demostrando la partida de sus compañeros, sin prestar mayor atención a eso, Suzuno usó su muñequera para confirmar su salida y la puerta exterior comenzó a abrirse lentamente. La escarcha y el viento no tardaron en pasar al interior sin invitación. El mayor volteó para confirmar Atsuya no se arrepintiera de salir con tanta prisa, o que el viento lo hubiese echado hacia atrás, lo encontró con una expresión llena de seguridad.
–¡Acércate!– Ordenó el capitán, y aguardó hasta que el piloto estuviera a su lado para continuar –Bajaremos con cuidado.– Con la reciente ventisca, no había manera de que las entradas inferiores se pudieran utilizar en esos momentos, así que debían salir por una de las superiores –¡Espero que te guste esquiar!– Quiso bromear una vez más, enfrentando al exterior, y ofreciéndole una mano al menor para que lo siguiera.
–¡¿Vamos a esquiar?!– Gritó Fubuki ya estando fuera, pues el viento era fuerte y ruidoso.
Suzuno cerró la puerta.
–Más o menos.– Tomando con fuerza la mano del piloto para asegurarse de no perderlo, corrió hacia el lateral de la nave que iba en dirección a su zona asignada. Atsuya gritó con fuerza durante la caída, pero se detuvo al notar que habían aterrizado más pronto de lo que esperaba, Suzuno se atrevió a sonreír ante la expresión incrédula del muchacho –¿Todo bien?–
La nieve tenía cubierta a la Diamond Dust por encima de la mitad, pero eso no era algo por lo cual ellos debieran preocuparse, Clara, Rhionne y Beluga se encargarían de limpiar de ser necesario. El capitán soltó la mano de su compañero y alzó su puño con la muñequera al cielo.
–¿Qué hace?– Cuestionó Atsuya.
–¡Mira aquí!– Tocó un par de botones y en la pantalla de su muñequera aparecieron varios números –La temperatura ambiente es la de arriba, la de abajo es tu temperatura corporal, ¡si esa llega a bajar de los veinte grados Celsius, volveremos a la nave de inmediato!– Resistir hasta ese punto era uno de los requisitos básicos para estar en Diamante, pero no podían arriesgarse a más.
La temperatura ambiental indicaba unos 109 grados Kelvin, aumentando. No estaba tan mal, pues sus uniformes por sí solos podían mantenerlos abrigados hasta bajar a los 100K, pero esperaban enfrentarse a una temperatura todavía menor con el paso de los días, y debían poder enfrentarla.
–¿Cuánto tiempo piensa quedarse ahí sentado, capitán?– Atsuya ya estaba de pie frente a él, ofreciéndole una mano.
Si hubiera habido más gente alrededor, Suzuno no habría aceptado la ayuda.
–Ahora… Nos toca ir hacia allá.– Apuntó hacia lo que, figuró, representaba el Oeste en el diagrama de Valen y comenzó a andar con Atsuya detrás suyo.
Aunque sus ropas eran más pesadas y abrigadas de lo normal, la diferencia gravitatoria con respecto a la Tierra era magnífica a para Suzuno, casi ideal. No solo sus atuendos se sentían ligeros, las mochilas también; y aunque el viento era ridículamente feroz, el capitán podía prever que cuando la ventisca cesara, la escarcha comenzaría a jugar en remolinos o incluso volaría por el lugar como si fuera arena en un desierto, ya había presenciado eventos parecidos en otros satélites.
El camino los llevó hasta un lago de hielo que asimilaba la nieve con rapidez, Suzuno se arrodilló en la orilla y buscó algunas herramientas en su mochila; le pidió a Atsuya que se acercara para explicarle como debían trabajar. Durante el viaje varios compañeros fueron explicándole el modo de usar las herramientas, pero de la teoría a la práctica hay un mundo de diferencia, y esas eran cosas que no se enseñan en los cursos de mantenimiento y navegación espacial para pilotos.
Con su preciado torno manual de la marca Northern Impact, y unas pinzas de presión, logró retirar del lago un perfecto cubo de hielo que procedió a guardar en uno de los frascos refrigerantes que preparó en su mochila antes de la reunión.
–Necesitaremos varias muestras de distintos lagos para compararlas en el laboratorio e identificar anomalías.– Guardó su equipo –Pero, lo realmente importante es que no haya componentes dañinos para las personas en el agua.–
–Entiendo.– Afirmó Atsuya.
–¿Qué sigue?–
–Buscar un material firme…– Dictó confundido –¿Eso quiere decir que el hielo no es firme?–
–No, quiere decir que busquemos bajo la nieve algo que no sea agua solidificada.–
–Oh.–
Ninguno de los dos acabó contento con el resultado de su salida, porque apartando el resto de ítems que sí consiguieron completar, fueron incapaces de hallar nada más que varios metros de hielo bajo la nieve. Cuando por fin se decidieron por intentar demoler hasta el fondo un lago de aparentemente poca profundidad, ya se habían quedado sin tiempo.
Pocas veces Suzuno fallaba en completar sus tareas, pero sabía que regresar a su piloto a la nave era la prioridad. Cuando volvió a su habitación, sintió una vez más que algo iba a salir mal, algo que él no podía prever. Odiaba ese sentimiento.
Pasados tres días terrestres desde el alunizaje comenzaron las expediciones en los vehículos, gracias a los cuales podían transportar la maquinaria pesada; el dúo de Suzuno y Atsuya finalmente consiguió encontrar un metal, doce metros por debajo del hielo. Todo iba bien, los equipos conseguían completar de a poco la lista de puntos que Eisei les exigía llenar pero, como a veces transportarse era más complicado de lo esperado, Suzuno comenzó a pensar que su estimado de setenta días para el regreso quizás fue un poco apresurado.
Y aunque la tropa tuviera tres grupos de exploración en lugar de dos, el capitán debía procurar la seguridad de sus camaradas, y Rhionne no paraba de recordárselo cada vez que visitaba el laboratorio, como volvió a ocurrir el séptimo día, mientras los demás aún dormían.
–Al menos deberías hacer que Beluga le realice un chequeo, según su expediente no mostró efectos secundarios cuando lo inyectaron previamente, pero eso solo fue una vez.– La mujer no aceptaba la idiotez que algunas personas mostraban respecto a su propia salud, a veces Suzuno se cuestionaba porqué no decidió alistarse como asistente médica de la tropa en vez de encargada de laboratorio –Si continúa negándose, yo recomiendo que te adelantes y te vayas sin él, al menos por hoy.–
–¿No sería eso muy irresponsable?–
–No si nadie en la base se entera, Beluga y yo lo vigilaremos mientras cumples tu parte de hoy.–
Suzuno dudó, si bien él mismo prefería seguir el plan de su compañera, sabía que a su piloto no le gustaría que lo dejase tirado y se marchase sin él. Aunque sabía porqué se preocupaba tanto, si Nagumo estuviera ahí ya le habría dado, o un sermón o una paliza; porque él era el capitán, debía ser firme. Pero ocurre que Suzuno solo estaba acostumbrado a la desobediencia de su mejor amigo, y no podía evitar pensar en él cuando veía a Atsuya.
Se estaba volviendo blando con alguien que apenas conocía y eso no le gustaba.
–Iré a ver si Blow ya despegó la cara de la almohada.–
Para su suerte, el explorador ya estaba trabajando en las misiones cuando lo encontró. El capitán le pidió su lista y avisó que para esa jornada él saldría primero, Blow le recordó no era recomendable explorar solo, pero no lo detuvo. Él sí era un buen camarada que respetaba las decisiones de sus superiores.
Suzuno cargó todo lo necesario en una de las camionetas y salió procurando hacer el menor escándalo posible, pues algunos astronautas aún dormían. Una vez en el exterior, no aceleró hasta hallarse a una distancia prudente; el viento en el satélite era ruidoso, pero los motores de sus vehículos lo superaba con creces. Al menos, durante los primeros minutos.
Solo, entre la nieve que se marcaba a su paso y el viento que no dejaba en paz su cabello, Suzuno se sintió en paz, contento. A él le encantaba el frío, y no podía decir que el paisaje no lo tuviera hipnotizado, porque ese seguramente era un amanecer, completamente distinto a aquellos de la Tierra con colores anaranjados, morados, verdes y demás; no, el amanecer en Ganímedes duraba más tiempo, era blanco, con tonos ocre y lila, las estrellas eran como pequeñas manchas grises alrededor. Y eso era solo por un lado, al capitán de Diamante le bastaba con elevar un poco la cabeza para ver esa franja negra en la que todos los colores se invertían aunque las nubes hicieran acto de presencia, y allí encima suyo podía contemplar la ridícula magnitud de Júpiter ocupando casi todo el cielo, aunque apenas se notaba su silueta en ese momento. La Tierra era como una niña recién nacida a comparación de ese gigante, Gazel lo podía asegurar.
No estaba en su lista de quehaceres pero el evento le pareció digno de memorizar, así que detuvo el vehpiculo y buscó su cámara entre la maquinaria. Las imágenes captadas por la nave, esas que IQ e IC recolectan en la base, se mantienen como privadas de Eisei y nadie más puede verlas. Suzuno gastó una pequeña fortuna en fabricarse una cámara indestructible, y solo le permitían llevarla bajo la promesa de que nadie ajeno a la organización vería lo que tomara; cosa que no le molestaba, él solo quería mostrarle a Nagumo lo que podía ver junto a su tropa, porque su mejor amigo fue el primero en comenzar a hacerlo, esperando que de alguna manera Suzuno quisiera trasladarse a Prominencia. Y, o Nagumo era terrible sacando fotos (que lo era), o por más impresionantes que fueran los lugares que ellos visitaran, no eran ambientes a los que al albino le apeteciera visitar (que tampoco).
Puede que ya no fueran tan cercanos como les gustaría, pero ellos eran como hermanos, al menos Suzuno siempre lo vio así, por más que se pelearan, verbal o físicamente, acababan reconciliándose aún sin pedir perdón, porque sabían de antemano que el otro lo sentía. Pero aún con esas, Suzuno sentía la necesidad de recibir una verdadera disculpa por parte de Nagumo luego de su última discusión. No era obligatoria, ya lo había perdonado, pero no quería que aquella pasase a sus recuerdos como otra riña infantil más entre ellos.
Cuando sus manos comenzaron a entumecerse, Gazel devolvió la cámara a su sitio. Ya llevaba completados diez de los doce ítems, pero pensó que en esa ocasión tenía algo de tiempo para perder, así que no había prisa en localizar los dos restantes. Como también tenía más de la mitad de energía restante en el vehículo, pensó que dar unas vueltas por la zona no estaría mal; quizás incluso hallaba lo que necesitaba por casualidad.
Quizás fue culpa de la belleza del cielo, pero, en algún punto Gazel dejó de observar el camino. No notó el momento en que el hielo empezó a tornarse más azul en su trayecto, si lo hubiera hecho, como mínimo habría bajado de la camioneta, porque era indicativo de una de esas cosas que lo enviaron a buscar. Pero quién iba a decirle que justamente aquél desnivel en el terreno no tenía un montón de nieve formando una cumbre como todos los demás. Definitivamente, si Nagumo estuviera allí le habría dado una paliza, nada de palabras.
Cuando cayó, pensó que todo estaba bien, que la nieve lo amortiguaría; pero oyó el agua moverse por el contacto con su vehículo, y para el momento en que bajó la vista, el agua decidió atraparlo. Mínimo, tuvo la oportunidad de resolver aquél misterio: si la gravedad del satélite también afectaba el movimiento en el agua, porque aunque no lo parecieran, sus ropas eran estúpidamente pesadas. La respuesta fue un «No».
Pensó, con el frío del agua calándole los huesos, que él también debería disculparse con Nagumo más tarde, pues estaba siendo muy infantil con lo de no querer hablarle. Trató de nadar, se deshizo de sus botas y de alguna manera consiguió flotar hacia la superficie, pero el agua no era translúcida, no podía hallar el hueco por el cual cayó.
Creyó ver algo moverse por encima del hielo. Por culpa de la sorpresa, abrió la boca.
¿Dónde estaba Suzuno?
No se creía merecedor de ascender a ningún Cielo, pero tampoco creía haber sido condenado a ningún Infierno. El capitán no era religioso, pero, al parecer sí había algo después de la muerte. O no, si es que la persona que entró a la habitación en ese momento, estaba con vida; «persona», porque no era uno de sus compañeros y Suzuno todavía no llegaba al punto de creer en los alienígenas como seres desarrollados.
–Deberías descansar más, tu circulación apenas se estabilizó.– La voz era áspera y muy bajita, por poco Suzuno no la oye, pero decidió obedecer y quedarse tranquilo, recostado en la cama. Las sábanas olían a orquídeas. Observó a la persona que, adivinaba, lo ayudó, pero ésta estaba dándole la espalda, así que él solo era capaz de ver que el desconocido tenía cabello corto y de un tono lila, tampoco era alguien robusto; pero era un hombre, su figura no sugería otra cosa.
–¿Cuánto tiempo llevo aquí?– Decidió preguntar, pues si había pasado todo el día fuera, su tropa se preocuparía.
–No estoy seguro, tal vez, unas nueve horas.– El sujeto finalmente lo encaró, y Suzuno reconoció esa mirada al instante, era la del tipo que sobrevivió a Urano –Te puedo contar lo que pasó, pero ya que despertaste, bebe esto.– Se sentó a su lado pero no le entregó la taza térmica, seguro quería ver qué tanto era capaz de moverse a esas alturas. Despacio, Suzuno estiró ambos brazos para alcanzar la taza, no se sentía débil, pero sí estaba entumecido.
Mientras bebía el té, también de orquídeas si su olfato no lo engañaba, Suzuno decidió entretenerse viendo a su anfitrión, pues no estaban en la Diamond Dust. El cabello de Fubuki Shirō era más corto de lo que Suzuno recordaba haber visto en su último regreso a la Tierra, pero cualquiera podía cortarse el cabello; lo que no cualquiera podía hacer, era viajar por el espacio sin que nadie se enterase, ¿cómo demonios no había encontrado información sobre eso en ningún sitio?
Fuusuke no lo entendía, y eso no le gustaba, pero tampoco deseaba comenzar un interrogatorio. Al menos no en ese momento. Aunque esa no era la única diferencia que consiguió distinguir, Fubuki se veía más pálido y flaco de lo que esperaba. Si Suzuno hubiera estado a cargo, no lo habría escogido a él para viajar a ningún sitio, no en esas condiciones; Shirō sí que se veía débil. Su expresión culpable no ayudaba.
–Ya está.– Dio vuelta la taza para demostrar que se había acabado la infusión, eso le sacó una pequeña sonrisa al otro –¿Ahora me dirás cómo acabé aquí?–
–Claro.– Tomó la taza de regreso y la hizo a un lado –Aunque yo no hice más que cruzarme en su camino, y no me atreví a preguntar lo que te ocurrió.–
–Caí en una laguna.– Eso lo recordaba. Sorprendido, Shirō asintió.
–Bueno, entonces deberías agradecerle a Atsuya que te sacara de ahí, yo solo me los crucé por casualidad, y ésta base estaba más cerca que su nave, así que le dije que te trajera para tratar rápido la hipotermia.– Tosió, su voz en serio sonaba mal –Disculpa, luego de eso, discutí con tu piloto y se fue de regreso allá, parece que dejaste algo importante en la laguna también y tienen que recuperarlo.– Suzuno agachó la cabeza, sin saber cómo le explicaría a Clara después que tal vez dejó inutilizable una de las camionetas.
«Así que ese era Atsuya» Fuusuke recordó lo ver pasar algo por encima del hielo. Tenía sentido, Shirō no lucía físicamente capaz de sacar a otra persona de un pozo.
–Gracias por ayudarme de todos modos, y por cierto, ya sé que son familia.– Decidió aclarar. El hombre se mostró sorprendido un segundo, pero su expresión regresó a una tranquila con rapidez.
–Igual debería presentarme formalmente ante el superior de mi hermano. Soy Fubuki Shirō, capitán de Raimon asignado al Air Element.– Ofreció una mano, que Suzuno estrechó. Era delgada y fría.
–Suzuno Fuusuke, capitán del Diamante de Eisei.–
Solos en esa habitación, tenían miles de cosas de las que podrían hablar, y probablemente decenas de puntos en común que podían hallar. Pero justamente dio la casualidad de que ninguno era experto en el arte de iniciar conversaciones. Y quizás por esa misma razón, su silencio no era incómodo, ambos lo preferían así; lo sabían porque no dejaban de observarse. ¿Qué había de divertido en intentar adivinar la historia de las personas con tan solo verlas? Que en el futuro podían probar sus conjeturas como acertadas o erróneas.
Suzuno apostaba que a Shirō le gustaba el chocolate blanco y prefería el helado de crema antes que el de agua, a diferencia de él; adivinaba que era un hermano mayor que rara vez le negaba sus caprichos al menor, y que seguro era un capitán amable con sus camaradas; su postura le cantaba que era un tipo relajado, pero no estaba con los ánimos por las nubes, al contrario, parecía que una nubecilla de tormenta lo perseguía, haciéndolo encorvar un poco los hombros, eso no lo ayudaba a lucir como un capitán respetado en primera instancia, pero esas cosas jamás deben juzgarse hasta oír una orden proveniente de la persona. El antiguo capitán de Diamante también parecía un sujeto amable y bonachón, hasta que se ponía serio, entonces era aterrador.
–¿Puedes mover los pies?– Inquirió Shirō, rompiendo el silencio y yendo al pie de la cama.
–¿Los pies?– Se quitó las frazadas de encima y notó que llevaba varios pares de medias puestos, igualmente movió un poco los dedos y levantó ambos pies del colchón.
–Qué bueno, pensaba que no podrías caminar en un día o dos, pero pareces estar bien.– Comentó el de cabello lila con una sonrisa.
–¿Disculpa?–
–Lo único que tenías en los pies al llegar aquí era nieve y un par de medias.–
–Oh, sí, fue mi error.– Pero estaba un poco desesperado, era comprensible, aunque ya que estaban conversando quizás podía cuestionar –Fubuki, ¿qué fue lo que te-
Justo en ese momento Atsuya se apareció en el marco de la puerta, y al ver a Suzuno despierto, respiró aliviado.
–¿Ya podemos regresar? Mikoori-san va a enloquecer dentro de poco.– Suzuno iba a responder que Frost siempre exageraba pero no haría nada al final. Se le adelantaron.
–Si el capitán puede caminar, solo debe cambiarse y ya podrán irse.– Contestó Shirō, apuntando al uniforme de Suzuno doblado sobre una mesilla. Las botas junto al mismo no le pertenecían, así que debían ser de alguno de los hermanos.
–Irnos. Podremos irnos. Tú también vienes, Shirō.– «Genial» pensó Fuusuke «Se viene una discusión familiar».
–Atsuya… Hablaremos afuera.– Bueno, eso rompía las esperanzas del albino sobre presenciar un espectáculo, pero antes de que se marcharan, decidió hablar en favor de su piloto.
–De hecho, también me gustaría que vengas con nosotros, hay algunas cosas de las que quisiera hablar, y además no puedo quedarme sin agradecer tu hospitalidad.– Fubuki seguro no se esperaba eso, lo decían sus ojos, que por un momento incluso denotaron molestia; pero cambió su expresión a una amable antes de asentir y marcharse junto a su hermano menor –Además, nuestros vehículos están diseñados para cargar a tres personas…– Comentó para sí mismo, quizás esperando que Atsuya lo escuchara antes de cerrar la puerta.
Suzuno no tuvo problemas con caminar hasta donde se hallaba su uniforme, ni en escuchar los murmullos que ofrecía la voz de Atsuya cuando éste alzaba el tono, no se molestó en tratar de descifrar lo que decían, ya se enteraría del resultado cuando volvieran. Se distrajo pensando en las palabras de Shirō, llamó «base» al lugar en el que estaban, no «nave»; Eisei no poseía ninguna información acerca de bases espaciales en el satélite J-3, pero no era algo que sorprendiera del todo al capitán, que bien conocía la escasez información que las organizaciones estaban dispuestas a compartir. El problema era que Raimon sí formaba parte de la red informática de Eisei, así que si habían decidido poner una base en esa luna, ellos debían saberlo de antemano, y a los hermanos Touchi no se les podía ocultar nada, así que directamente no había rastros sobre la existencia de una base… Al menos, no sobre una instalada por Raimon.
«Estoy pensándolo demasiado» se dijo el capitán, pues ya podría hablar con Fubuki después, si Atsuya lograba convencerlo, o hacerlo sentir lo suficientemente culpable como para que accediera a acompañarlos. Cuando regresaron para buscarlo, supuso que la segunda opción fue la acertada.
Beluga siempre estaba feliz de poder tratar nuevos pacientes, y después de haber confirmado el estado de Atsuya parecía querer pasar más tiempo en su sala de operaciones. Clara, sorprendentemente, mostró más alivio porque el capitán estuviera bien, que enfado por el estado en que regresó uno de los vehículos, resultó ser que estaba más molesta porque Atsuya había tomado otra de las camionetas sin permiso y se había escapado en cuanto se libró del médico y consiguió poner sus manos sobre uno de los reguladores corporales.
Beluga se irritó por eso también, y exigió que el nuevo piloto tuviera prohibido salir durante un tiempo; Suzuno no pensó que eso ayudara en la misión, pero sí accedió a encerrarlo en su habitación durante unas horas. Mientras tanto, el capitán se quedaría junto a Fubuki Shirō, así podría interrogarlo sin interrupciones.
El médico revisó que Suzuno estuviera realmente bien luego de lo ocurrido y no encontró nada malo en sus funciones; además, insistió en evaluar a Shirō luego de que su capitán le contara el cambio que notó en su físico.
–¿Cuánto tiempo llevas aquí?– Cuestionó Beluga, revisando los ojos de Fubuki.
Suzuno estaba en allí observando desde una silla, porque también tenía curiosidad sobre el estado del otro capitán, y sabía que la sala de operaciones era como una pequeña caja de secretos; las personas siempre confían secretos a los doctores, Beluga pudo ahorrarle parte del interrogatorio. El joven tenía diecinueve años, no tenía padres, al parecer decidió cortarse el cabello él mismo un día por aburrimiento y no tenía idea de cómo lucía; a Suzuno le gustaba, aunque él mismo no usaría ese corte.
–Unos cinco meses.– Su voz estaba aún peor que antes si eso era posible, y su tos había ido en aumento.
–¿Y has estado sin hablar todo ese tiempo, por casualidad?–
–No es como si tuviera alguien con quien hablar.–
–¿No estás con tu… tripulación?– Intervino Suzuno.
–No, ellos no podían aguantar la temperatura, supuse que lo más responsable que podía hacer era– Tosió – enviarlos de regreso y completar la misión por mi cuenta.–
–Hm.– Suzuno no preguntaría por la misión aún, porque si Fubuki pensaba contarla, ya lo habría hecho, y ni siquiera Atsuya lo sabía con certeza, pero –Sabes, todo el mundo creía que te encontrabas en la Tierra.–
–¿Eh?–
–Sí, es una verdadera sorpresa saber que hay alguien más aquí.– Beluga dejó el estetoscopio sobre la camilla y suspiró –Tu ritmo cardíaco está bajo, me parece un milagro que no estés enfermo, necesitas dormir y comer más. Iré a ver si encuentro algo de miel en el almacén y llevaré las muestras de sangre a Rhionne, por ahora, toma esto.– El grandote hurgó entre sus bolsillos, y sacó un caramelo que le entregó a su paciente –Te ayudará con la tos. También debes hablar más.–
Shirō se quedó en silencio mientras comía el dulce, pero acabó por mirar a Suzuno como si de repente se hubiera estancado en un rompecabezas que en un inicio le pareció sencillo.
–¿Por qué pensaban que yo estaba en la Tierra?– Fuusuke se encogió de hombros.
–Porque estuviste en el aterrizaje cuando tu tropa regresó, y no retomaste más tareas desde entonces.–
–¿Tropa?–
–Tripulación.– Corrigió Suzuno –Pero, no pudiste ser tú el que volvió hace cuatro meses, ¿me equivoco?– El tiempo no cuadraba.
Fubuki apartó la mirada, no parecía molesto, ni confundido, probablemente estaba pensando que hizo algo mal, porque Suzuno consiguió ver una vez más su expresión de culpabilidad. Ya empezaba a irritar al capitán.
–¿Puedo saber de qué se trata tu misión?– Aprovechó que el médico ya no estaba para cuestionarlo, Shirō le regaló una sonrisa.
–Es un secreto. Lo siento.–
Suzuno se dio cuenta, con el pasar de los días, que los hermanos Fubuki no parecían querer separarse, cosa que le extrañó bastante considerando que Shirō, de hecho, sí poseía un medio para volver a la Tierra: una cápsula de emergencia que dejó cerca de la base lunar. Todavía más raro le pareció, que el otro capitán hubiera finalmente aceptado regresar con ellos cuando acabaran la misión, porque se suponía, si él seguía allí, que su misión no había sido completada aún.
Aunque si el objeto olvidado por el Air Element que mencionó Atsuya resultaba ser su propio capitán… Fuusuke estaba tan perdido que quería reír por no llorar. Necesitaba respuestas, pero Fubuki Shirō era un tipo que sabía desviar la atención cuando surgían temas de los que no quería conversar, Suzuno lo podía asegurar. En esas charlas donde el capitán de Diamante intentaba sacarle información, el capitán de Raimon acababa convirtiendo los interrogatorios en conversaciones de esas que hasta la fecha Fuusuke solo había mantenido con Nagumo y Hiroto, fluidas y sin segundas intenciones. Esa habilidad, tan sutil y tan común, agotaba un poco al albino.
Necesitaba hablar con su mejor amigo. Y tras regresar de otra expedición junto a Atsuya, el capitán se encerró en su habitación, encendiendo su computadora. Ya lo había pensado cuando cayó al lago pero tras meditarlo, no supo cómo saludar a su amigo luego de lo ocurrido, no después de haberle echado en cara al pelirrojo lo estúpido que había sido al no prestar atención a los detalles de su misión. Al final, resolvió que Nagumo no tenía porque enterarse del incidente si Suzuno no lo deseaba, así como Shirō no le revelaba su misión a nadie, ni siquiera a su hermano, por más que le insistieran.
- ¿Cómo va todo?
Como siempre, Nagumo Haruya continuaba enviándole mensajes de ese estilo, aún sin recibir respuestas; siempre fue así de insistente, perseverante.
- Te sorprendería
- ¿Podemos hablar?
No habían pasado ni quince minutos cuando recibió una solicitud de video-llamada desde la base Diamante. Y la base de Prominencia no estaba precisamente cerca que digamos, se preguntó qué habría estado haciendo su amigo en ese momento.
–Hola.– Saludó en cuanto aceptó la llamada, sin importarle que aún no se hubiera arreglado el cabello luego de la expedición, pues Nagumo tampoco estaba en mejores condiciones, y el desgastado uniforme de fútbol que llevaba puesto el pelirrojo respondió su pregunta anterior.
–Hola.– Contestó el pelirrojo con una enorme sonrisa –IC me dio media hora, ¿qué es lo que me sorprenderá, según tú?–
–Encontramos una base alienígena.– Bromeó.
–¡¿Qué?!– Nagumo siempre creía en la palabra de Suzuno. El albino sabía que si mantenía la broma, el pelirrojo se la creería sin rechistar, pero no fue para eso que buscó hablar con él.
–Bromeo, bobo.– El capitán rodó los ojos y Nagumo chasqueó la lengua, decepcionado –Encontramos a una persona.–
–¿Eh?, ¿viva o muerta?– ¿Ves?, ni se detuvo a cuestionar que pudiera ser otra mentira.
–Viva, pero, no sé que hacer con él.–
–¿A qué te refieres?– Suzuno se mantuvo callado un buen rato –Gazel, no me digas que tienes miedo.– Eso enervó al albino.
–No lo llamaría miedo, pero ocurre que no sé si debería confiar en él, aunque mi piloto sea su familia y diga que podríamos dejar nuestras vidas en sus manos si fuera necesario, me parece demasiado débil como para ser capaz de eso. El chico lo tiene idealizado, y yo no puedo entender… Es, como, un cristal.– El rostro de Nagumo le decía que no se estaba expresando bien.
–A esto yo lo llamo miedo.– Resolvió el pelirrojo, Suzuno no intentó corregirlo más –¿Podrías contarme todo desde el inicio? Porque la verdad no entendí nada.–
–Podría, pero solo tienes media hora.–
–Tranquilo, trabé la puerta cuando Touchi-san se fue.– Nagumo podía ser asombroso cuando quería.
Pasado el mes desde su inclusión, Shirō se encontraba notablemente mejor respecto a su físico, así que el capitán ya no hallaba excusas para prohibirle explorar junto a los demás, junto a Atsuya y él mismo, mejor dicho. En un inicio Fuusuke se preocupó pensando que no tendrían suficientes suministros para alojar una onceava persona, pero el Fubuki mayor no comía demasiado, y además mantenía reservas en su cápsula, la cual acabaron alojando dentro de la Diamond junto a los vehículos.
Ellos realmente no se molestaron en investigar la base lunar a fondo, pues según Shirō allí no había nada; era como si quienes la estuvieran construyendo se hubieran visto forzados a dejar el proyecto a medias. Además, les habría consumido valioso tiempo.
Algo que los astronautas de Eisei aprenden desde su primer año de formación, es que jamás deben desear pasar más tiempo del requerido en el espacio, pues para sobrevivir allí arriba lo primero que necesitan es tener un fuerte deseo de regresar a casa, al Sun Garden; porque cuando se pierde ese deseo, se pueden cometer muchos errores. Nagumo le recordó eso cuando hablaron el mes anterior, y gracias a eso finalmente Suzuno entendió qué era lo que andaba tan mal con Shirō; el tipo no tenía ganas de regresar a la Tierra. Para el albino, el solo hecho de considerar no volver a su planeta madre, era algo aterrador.
¿Cómo era posible que Atsuya no pareciera darse cuenta de que había algo horriblemente mal con su hermano? Tal vez, fuera de Eisei las cosas eran distintas.
–Iré a informar a la base, ustedes lleven las muestras al laboratorio– Ordenó a los hermanos. Esa representaba su cuarta expedición exitosa estando los tres juntos.
–Muy bien.– Shirō en verdad no parecía tener madera de capitán, eso Suzuno no podía dejar de pensarlo; pese a su desempeño ejemplar, era demasiado obediente. La sonrisa angelical tampoco ayudaba.
Tal vez no era Atsuya, sino Suzuno el que estaba equivocado respecto al hermano mayor pero ante la duda, él mismo se aseguraría de que todos, su tripulación y el invitado también, regresaran a casa a salvo. Solo les faltaba barrer un cuarto del satélite, y hasta el momento, todo se veía en buen estado. Luego de soportar las incesables preguntas de IQ sobre Fubuki Shirō, que mayormente no pudo responder, Gazel ya no tuvo ganas de ir a cenar con el resto de sus compañeros. Necesitaba silencio, y además estaba agotado, por lo que decidió irse a dormir.
–Capitán.– Fuusuke esperaba que la persona que se atrevió a llamar repetidas veces a su puerta cuando estaba apunto de dormirse fuera Blow, tal vez Rhionne, o incluso Atsuya; no Shirō. Pero se equivocó.
–…No tienes porqué llamarme así, capitán.– Fubuki, como siempre, sonrió; pero no prometió nada, Suzuno estaba a punto de quejarse cuando notó lo que llevaba en las manos su invitado, y prefirió ser cordial –¿Qué necesitas?–
–Hablar.– Fubuki levantó una mano, y le ofreció al capitán de Diamante una de las cosas que llevaba –Me dijeron que es tu favorita.– Suzuno aceptó la barrita de miso sin miramientos.
–Pasa.– Tuvo que encender la luz –Estaba a punto de dormir.– Fubuki asintió.
Como Shirō simplemente se quedó estático en medio del cuarto, Gazel fue a tomar asiento en su cama, y le indicó que él podía ocupar su silla de escritorio. Comenzó a desenvolver su barra de proteínas, y notó que el otro tenía una bolsa de maru mochis a medio acabar.
–Si no vas a comerlos, comparte.– Decidió incitar Suzuno, aun cuando en realidad no le gustaban esas cosas, ya que el capitán más joven no se disponía a hablar.
El de cabello lila frunció el ceño y comenzó a devorar las gomitas de arroz, una por una. Suzuno se sintió más animado con esa reacción, e iba a continuar molestándolo un rato, pero Shirō se lo impidió.
–Dime, ¿cómo llegó Atsuya hasta tu nave?–
–¿Eh?– Fuusuke no se lo creía, previamente el tipo se había negado a responder sus preguntas, y ahora él era quien cuestionaba; se hubiera reído, de no pensar en usar eso a su favor –Te lo diré, si primero me contestas otra cosa.– Shirō elevó los hombros, como si ya estuviera preparado para afrontar esa propuesta –¿Cómo acabaste aquí?–
–Como capitán del Air Element, vine en una misión, ya lo sabías. Tu turno.– «Mierda» pensó Suzuno, sellando los labios. Pero lo justo era justo.
–Bien, Atsuya fue trasladado desde Raimon y se presentó al examen para mi equipo, fue aceptado justo a tiempo para venir a esta expedición.– Pensó un momento su siguiente pregunta –¿Tu misión era encontrar esa base, cierto? Los radares no la localizaban.– Shirō arrugó la nariz.
–No puedo creer que a ustedes les llevara solo unas semanas hallarla y ni siquiera la estuvieran buscando.– Comentó con una sonrisa irritada –Pero no puedo decirte la razón.– Acabó con la existencia de otro maru mochi –¿No es imposible que alguien sea trasladado a Eisei?–
Suzuno lo pensó, en verdad era algo inusual, y bastante complicado, pero se le ocurrían algunos métodos. ¿Shirō estaría pensando en conseguir un traslado también?
–Es difícil, pero si el historial de la persona está limpio y tiene una buena recomendación, se pone en una lista de consideración. Aunque pocos la superan.– Antes de que pudiera realizar su pregunta, Fubuki volvió a hablar.
–¿Quién recomendó a Atsuya?– Inquirió con seriedad. Si no fuera porque la pregunta le pareció valida para el momento, Suzuno se habría quejado por perder su turno. Pero, ¿quién fue?, Él también sintió curiosidad.
–Puede…– Por más que lo rememorase, no, no había un nombre en la planilla de perfil que le entregaron. No había ningún maldito nombre –No lo decía en los informes, pero sí indicaba que provenía de un capitán de rango maestro, lo que deja solo cuatro personas en las que puedo pensar, porque yo soy uno de ellos y estoy seguro de que no lo hice. Espera, no, que sean tres.– Nagumo tampoco podía haber sido. Iba a continuar con sus conjeturas, pero el otro capitán lo detuvo.
–¿No eres amigo de Gran?–
–¿Gran?– Se tardó un poco en procesar de quién hablaba, pues las personas que se referían así a Kiyama Tatsuya no llegaban a ocupar todos los dedos de las manos –Podría decirse.– No podía llamarse su amigo abiertamente, aun si era frente a alguien ajeno a Eisei.
Mientras Suzuno meditaba, Fubuki se puso de pie y se acercó a él, con su recurrente expresión triste en el rostro puso ambas manos sobre los hombros del albino.
–Gazel, por favor dime, ¿crees que fue él?– Los ojos de Shirō eran grandes y brillantes, aunque su color no fuera claro; Suzuno pudo apreciarlo en ese momento, y de repente recordó los ojos de Tatsuya, tan distintos y «aterradores» según su jefe de base.
–Sí.– Kiyama había mostrado interés en la misión, cosa que nunca hacía. Y los otros capitanes solo se pusieron en contacto una o dos veces para verificar que no necesitaran ayuda, como era rutinario en ellos. Fubuki cerró los ojos y soltó los hombros de Suzuno.
–Gracias.– El capitán más joven se disponía a marcharse, pero eso sí que el mayor no iba a permitirlo. Lo detuvo aferrando su muñeca.
–Vamos a hablar en serio, Fubuki.– Ordenó con el tono más severo que se sabía capaz de impartir. Se miraron mutuamente con odio un buen rato, pues uno necesitaba respuestas y el otro no quería ofrecerlas; eso es, hasta que Shirō suspiró.
–Está bien.–
–Me gustaría saber una cosa.– El capitán guió a ambos para tomar asiento en el borde de su cama, Fubuki lo miró expectante –¿Por qué no regresaste a la Tierra?, estabas asentado en esa base desde hace un tiempo, no soy idiota. El ambiente era hogareño, no estaba abandonado ni vacío.–
–Has visto esta luna, vi como tomabas fotografías, es hermosa. Ganímedes es la estrella más hermosa que yo he conocido.– Suspiró –Necesitaba pensar.–
–Podrías haber muerto si no te encontrábamos.– Sentenció el capitán, Fubuki apartó la mirada un buen rato, y volvió a encararlo con una sonrisa.
–No lo creo, mi hermano es Atsuya, por culpa de él soy inmortal.– A Suzuno le tomó unos minutos entender esas palabras. Pero al final lo hizo, Atsuya no permitiría que algo le ocurriera a su hermano y, para Shirō, su hermano representaba un excelente motivo para vivir.
–El destino de todos los seres humanos es morir.– Comentó el mayor en un susurro, firme en sus palabras, sintiendo como el joven frente a él se tensaba al captar su mensaje –No hay porqué apurarse, ¿sabes?, pasará cuando tenga que pasar.– Completó Suzuno, reafirmando su agarre sobre los hombros de Fubuki.
El capitán de Raimon tardó un tiempo en relajarse. Pese a todo, seguía siendo una suposición de Fuusuke que Shirō tuviera planeado morir en la luna de Júpiter pero aunque el otro no le concedía la razón, tampoco le daba motivos para pensar lo contrario.
–¿Cómo llegaste a ser capitán de Eisei con esa forma de pensar?– Rió incrédulo Fubuki, sacudiendo su cabeza.
–¿Cómo se supone que debería pensar un capitán de Eisei?– El más joven respiró hondo antes de responder.
–Debería pensar que lo único importante en esta vida es poder servir a su padre.– A Suzuno se le escapó una sonrisa –Y por ende vivir, para regresar a su lado.– Alzando una mano, el mayor peinó su propio cabello hacia atrás.
–¿Cómo conoces a ese tipo?– Preguntó Suzuno, más para sí mismo que para el otro capitán; así que se sorprendió al obtener una respuesta.
–Es mi mejor amigo.–
La compañía de Fubuki Shirō resultaba cómoda para Suzuno Fuusuke. Quizás era por todas sus similitudes que le generaban una confianza sin nombre; si se ponía a buscar diferencias entre ellos, el capitán de Eisei solo podía pensar en sus actitudes: si Fuusuke era fío y directo, Shirō era atento y amable. El mayor era incapaz de ver al otro como un diamante, pero era tan similar que no le importaba fingir que sí lo hacía, ante IQ sobretodo.
–¿Recuerdas lo que hablamos antes?– Cuestionó el capitán terminando de leer el último mensaje de su mejor amigo.
–¿Y antes sería...?– El otro capitán sonaba distraído.
–Cuando fuiste a mi habitación. Sobre la forma en que actúan los capitanes de Eisei.– Cierto capitán era todo un caso y ambos lo sabían –Tienes razón Fubuki, se nos enseña que en favor de volver a casa podemos pelear contra nuestro destino final hasta el hartazgo; nunca nos dijeron lo contrario-
–En realidad, me da igual la forma en que Eisei le lava la cabeza a su personal.– Irrumpió Shirō, quizás pensando que Gazel empezaría con un monólogo quejumbroso sobre su organización –¿Terminaste de hablar con Nagumo?– Dio un giro de ciento ochenta con la silla de capitán, encarando por completo al verdadero capitán de esa nave.
–Sí.– Otro buen motivo para tener a Fubuki en la nave, era que podía ejercer como sub-capitán (no oficial) –¿Cómo se siente estar al mando de la Diamond?– Fubuki sonrió. Sonreía mucho.
–Bien, ya solo falta que Clara dé el visto bueno con los motores y podemos decirle adiós a este lugar.– Informó poniéndose de pie, e invitando a que Gazel retomara su trono.
–No pregunté eso.– Aclaró, acercándose al centro de la sala.
–He dicho que bien, los parlantes funcionan de maravilla, las pantallas táctiles ni siquiera parecen haber sido usadas anteriormente, nunca pensé que una silla de comandos pudiera ser tan ridículamente cómoda. Y si te soy sincero, el hecho de todo esto tenga diamantes como decoración me hace sentir elegante.– Eso último lo dijo en un tono de juego, pero no parecía mentir.
Complacido, Suzuno tomó asiento. Luego tendría que hablar del tema con Kiyama, pero por el momento, echó sobre sus propios hombros la tarea de persuadir a Fubuki para que formase parte de su tropa; quizás «persuadir» no fuese la palabra adecuada pero IQ tenía razón, Shirō resultaba ser un excelente candidato.
–¿Quieres quedarte aquí para el despegue, o prefieres ir a descansar?– Cuestionó el albino.
–De hecho, pensaba ir a revisar los almacenes, ver que no hayan cosas fuera de lugar.–
Fuusuke pensó que eso sí era mentira, o, que el muchacho era demasiado precavido, porque ningún miembro de la tropa iba a dejar objetos frágiles en lugares inseguros sabiendo que el despegue estaba cerca; todos limpiaron sus zonas y reunieron las muestras recolectadas en una sala segura hacía tan solo unas horas. Pero también cabía la posibilidad de que Atsuya, Blow, o incluso Droll hubieran pasado algo por alto. A dos les faltaba paciencia, y el tercero nunca descansaba lo suficiente.
–Diligente.– Suzuno acabó por suspirar –Tienes mi permiso para revisar. Pero regresarás aquí en persona para informar. Nada de mensajes.– Hizo un gesto hacia su brazalete.
–Muy bien.– Tranquilo, Fubuki asintió y se marchó de la sala echando un último vistazo al capitán y al piloto que llevaba allí media hora ignorándolos mientras jugueteaba con los mandos.
Cuando la puerta se cerró tras el capitán de Raimon, Suzuno observó el escenario final de su aventura a través del cristal. La tierra de hielo centelleando, el viento formando pequeños remolinos de nieve por aquí y por allá, pero sin rastros de tormentas como la que les dio la bienvenida al satélite. No reparó en qué momento su piloto volteó a verlo, hasta que decidió hablar.
–Sonríes mucho últimamente, Gazel.– El capitán se molestó un instante por la intromisión de Frost en su panorama final. Pero al instante sintió la necesidad de excusarse.
–Supongo que es por Nagumo. Continúa diciendo que organizará una fiesta por nuestro regreso, ¿recuerdas la última vez que lo hizo, Mikoori?– Un par de años atrás, el pelirrojo de Prominencia había decidido que la mejor opción para darles la bienvenida a casa era decorar el anfiteatro principal con esculturas de hielo de todos los tamaños pero, como arribaron al atardecer, y el idiota había dejado las figuras en la intemperie desde bien temprano el día anterior (siendo aquél un verano particularmente caluroso), los superiores ordenaron a ambas tropas drenar juntas el agua del lugar cuando aterrizaron.
En aquél entonces Nagumo se defendió diciéndole que había cambiado de opinión a último momento y había decidido que el subsuelo del anfiteatro era el lugar idóneo para hacer una piscina, pero que olvidó pedir permiso. Luego Heat (el segundo al mando de su tropa), se animó a contarles la verdad cuando les pidió disculpas por hacerlos trabajar apenas volvieron. De todas formas, sí les permitieron celebrar en un campo de los dormitorios cuando acabaron de limpiar. Y Suzuno pasó una semana burlándose de la idiotez de su mejor amigo, aunque siempre tuvo curiosidad de cómo habrían sido aquellas estatuas antes de volverse agua, pues iban a ser una sorpresa); pero la tropa entera de Prominencia se negaba a soltar rienda, probablemente bajo orden de su capitán.
–Sí, una pena que ni siquiera nos dejaran estrenar esa piscina.– Bromeó el piloto –Igualmente, ¿seguro que es solo por eso, Gazel?–
–¿Qué más podría ser?– El albino ya estaba aguardando con ansias el próximo fallo de Nagumo para poder molestarlo.
–Tal vez, pasas demasiado tiempo con Fubuki…– Dejó caer, inseguro de cómo se lo tomaría su superior.
Suzuno lo meditó apretando los dientes pues cierto era que, desde que finalmente Shirō accedió a contarle su situación más a fondo, él se había interesado mucho por escuchar más y más detalles. Sobretodo, aún quería saber cómo demonios el chico podía autodenominarse «mejor amigo» de Kiyama sin miramientos. Hasta aquél momento, Fuusuke pensaba que el mejor amigo del pelirrojo era el capitán Midorikawa Ryuuji, pero Fubuki se veía tan seguro de sus palabras que no podía tomarlo como un mentiroso.
Aun así, Suzuno no creía que pasar tiempo con el capitán de Raimon pudiera contagiarle su hábito de sonreír constantemente porque, para empezar, las sonrisas no son contagiosas.
–No te entiendo, Frost.– Mintió. Su piloto se rascó la nuca y agachó la cabeza.
–Serán cosas mías, entonces.– Mikoori echó una ojeada a la pantalla de conexión con la base, y el capitán lo imitó, viendo que Touchi Shuuji tomaba su posición frente al tablero de comandos.
–¿Ya están lisos?– Indagó IQ.
–En cuanto Clara...– Una luz comenzó a titilar en su muñequera, indicando un nuevo mensaje; Suzuno le dio prioridad –...Olvida a Clara.– Dijo en cuanto acabó de leer, pues la mujer decía que todo estaba preparado para el despegue –Nos vamos en cuanto regrese Shirō.–
–Oh, ¿Fubuki-san los asistirá?– La formalidad de su camarada descolocó a Suzuno, pues ni siquiera recordaba la última vez que oyó a Touchi referirse a alguien con un «san».
–No lo sé, eso…– Nuevamente se interrumpió a sí mismo pues la puerta de la sala se abrió, dando paso a la figura del otro capitán –¿Todo en orden?– Decidió preguntar.
–Todo en orden.– Aseguró Fubuki, y le arrojó algo que Suzuno atrapó al vuelo; una barrita de miso.
«Por eso se tardó» pensó el albino.
–Sabes que no me gusta comer fuera del comedor.– Dijo mientras Shirō le entregaba a Mikoori un paquete de carnes secas. Decidió abrir la barrita.
–Ninguno ha comido desde ayer preparando los sistemas.– Le recordó Fubuki –Y despertarse para empacar y empezar a trabajar me da la sensación de que tienen prisa por volver.–
–¡¿Acaso no lo sabe?!– Cuestionó indignado Touchi –Si salen ahora podrán estar de regreso a tiempo para el cumpleaños del capitán Nagumo.– Fubuki abrió mucho los ojos, sorprendido y contento, hasta que su vista pasó a Suzuno, recriminándole por no comentar aquello antes. Fuusuke solo alzó los hombros, lo había olvidado.
–¿Quieres ayudarnos con el despegue?– Preguntó casualmente el capitán, dando un mordisco a su barra de proteína.
–¡Claro!, y ya dejen de comer.– Ordenó el capitán más joven, acercándose al mayor –Por cierto, ¿cuándo es tu cumpleaños?–
Suzuno no lo había pensado hasta entonces, pero si contaba que se marcharon a finales de febrero y que el cumpleaños de su amigo era dentro de cinco días, el calculo era claro.
–¿Recuerdas el día en que te encontré jugando al fútbol con Atsuya en el gimnasio?–
–¿Ese día?–
–Ese día. No me gusta celebrar los cumpleaños fuera de la Tierra, así que no se los mencioné.– Admitió, acabando su barrita de miso.
Regresaron al mediodía del cumpleaños de Nagumo, resultó ser un día fresco y soleado, tal como le gustaban al pelirrojo. IQ había llenado la mayoría de papeles con anterioridad, por lo cual Suzuno solo debió firmar algunos informes importantes y lo dejaron libre de obligaciones. Se apresuró en ir a la base Prominencia. Ingresó sin problemas, incluso se metió a la nave Prominence pensando que podría atrapar al grupo en medio de la elaboración de su prometida «sorpresa de bienvenida».
Resultó extraño que el capitán no fuera capaz de encontrar a su mejor amigo. Pasó por el anfiteatro, el comedor, los campos de recreación; no halló a Nagumo ni a sus compañeros. Agotado, decidió regresar a Polvo de Diamante para descubrir que la mayoría de su tropa no se encontraba allí. Encontró a Atsuya cargando unas maletas por un pasillo y se apresuró a alcanzarlo.
–¡Atsuya!, ¿ya todos regresaron a los dormitorios?– Preguntó con la respiración agitada, el muchacho lo observó confundido.
–Regresaste pronto Gazel… No, IQ se llevó a mi hermano porque alguien necesitaba verlo, Touchi estaba muy pálido; se suponía que lo hicieras tú, pero desapareciste. Los demás me ayudaron a empacar las cosas de Shirō y se llevaron la nave de rescate, creo que también fueron a contactar con Raimon.– Fuusuke se quedó estático.
«Mierda» había confiado en las palabras de IQ al instante cuando éste le dijo que ya no tenía más quehaceres. Olvidó completamente a Shirō, que no era parte de su tropa, y que obviamente los superiores iban a pedir explicaciones. Pero, Atsuya estaba calmado.
–¿Qué llevas ahí?– Cuestionó el capitán, apuntando a las maletas.
–Cosas de mi hermano, las llevaré a nuestra habitación.– Antes de que Suzuno pudiera volver a preguntar nada, Fubuki prosiguió –Regresaste pronto, ellos acaban de irse. Me pareció oír que se dirigían a Gaia.–
Fuusuke parpadeó varias veces. Luego de recorrer dos tercios de Eisei en menos de una hora cualquier otra persona se tomaría un descanso pero, de alguna manera, Atsuya le dijo que fuera tras Shirō; y Fuusuke no iba a hacer caso omiso a aquella petición.
–Gracias.– Con la instrucción de ir hacia Gaia, Suzuno se dispuso a hacer alarde de su buena resistencia física nuevamente, y salió corriendo de su base por segunda vez esa tarde.
«Kiyama debió ser quién lo mandó a llamar, sino, no hubieran dejado a IQ escoltarlo» razonó el capitán, mientras recorría los campos de entrenamiento vacíos. A esas horas, la mayoría de personas estaban almorzando o estudiando. «Espera. ¿Cuándo se enteró Gran de que Shirō venía con nosotros?» se cuestionó pasando frente a la residencia de los Kira. «Atsuya estaba muy tranquilo» si suponía correctamente, ambos hermanos conocían a Kiyama con anterioridad. Pero el pelirrojo jamás salía del territorio de la organización. «Entonces, ¿cuándo?, ¿dónde?» no pudo ingeniarse una respuesta cuando ya se encontraba encarando la entrada principal de la base original de Eisei.
Decidido, el capitán respiró hondo y puso su brazalete sobre un escáner para permitirse el acceso. Una de las ventajas de tener un rango maestro era que podía ir a donde quisiera, cuando quisiera. Algunos miembros de Génesis lo miraron con extrañeza mientras recorría los pasillos hasta la oficina de Gran, pero ninguno lo interrumpió. Ni siquiera Reina Yagami, que detestaba a los visitantes, le preguntó qué hacía allí.
Llegando al pasillo que buscaba, notó que IQ estaba de pie como una estatua, mirando fijamente la puerta de la oficina de Kiyama.
–Touchi, ¿Fubuki está ahí?– Indagó el albino mientras se acercaba a su compañero.
–Gazel.– Pronunció a media voz el jefe de base –Gran no está contento en lo absoluto. Burn también está ahí dentro, y está aún peor.–
«Burn» Tras oír el apodo de su amigo, Suzuno no se lo pensó dos veces antes de abrir la puerta.
La escena frente a el capitán resultaba, como mínimo, incomprensible. Nagumo tenía ambas manos puestas sobre la mesa de Kiyama como si la hubiera golpeado, molesto, al levantarse de su asiento en un impulso; Fubuki volteó a ver la entrada lentamente, sus mejillas estaban rojas, parecía irritado también, cosa que no encajaba con sus facciones; y Kiyama, el pelirrojo estaba enfadado, no era muy expresivo, pero las comisuras de sus labios señalaban su disgusto hacia…
–¿Qué ocurre?– Preguntó Fuusuke, manteniendo la compostura.
–¡Cierra la puerta!– Ordenó Haruya. Sorprendido, el albino obedeció.
Tras un minuto de silencio, fue Tatsuya quien tomó la palabra.
–Nagumo quiere solicitar a Padre la disolución de nuestra alianza con Raimon.–
–¡¿Qué?!– Suzuno no pudo contener su sorpresa. Eso, de entre todas las cosas, no se lo esperaba.
–¡Por favor, Gazel!, ¡este chico casi muere por su culpa!– Mientras Haruya le hablaba, Fuusuke notó que Tatsuya estaba moviendo los labios, contándole algo a Shirō en silencio. Tomó una parte de su cabello en un acto reflejo, estaba nervioso.
–Lo sé.– Lo primordial era calmar a su amigo –Lo sé, pero escucha, creo que hay una confusión aquí.– Respiró para calmarse al notar las miradas de todos sobre sí –No por eso vamos a separarnos de Raimon.–
–¿No estás de acuerdo?– Interrumpió Kiyama.
–¿Acaso tú sí?– Devolvió incrédulo, pues Shirō jamás habló mal de Raimon en el tiempo que pasaron juntos, al contrario, siempre comentaba cosas buenas de sus camaradas si se presentaba la ocasión.
–Sí, lo estoy.–
Antes de que Suzuno llegara al punto de querer arrojarse por una ventana, Fubuki volteó a verlo una vez más. Entonces creyó entenderlo todo. Lo había supuesto tiempo atrás, pero los pelirrojos no eran capaces de verlo. Shirō lo miraba rogando por que lo sacara de esa situación, con algo que él mismo no se atrevía a admitir.
Se adentró en la oficina hasta quedar detrás de la silla ocupada por el menor y posó una mano sobre su hombro izquierdo, en un intento de transmitirle confianza. Nagumo lo observó sorprendido, y Kiyama frunció el ceño. Ni el mismo Suzuno se creía que fuera a hablar en defensa de alguien más, alguien que apenas conocía.
–Él mismo escogió quedarse allá arriba.– Aclaró.
–¿Por qué piensas eso?– No tardó en cuestionar Tatsuya.
–Su nave de emergencia. La revisamos y estaba en perfecto estado, solo se encontraba desactivada. Dudo mucho que un capitán no supiera como activar una máquina de su propia organización.– Haruya se dejó caer en una silla, y miró a su mejor amigo asustado, como si acabara de entender lo que realmente significaban sus palabras.
–Pero, ¿por qué?– Murmuró. Fuusuke sacudió la cabeza, eso no le correspondía a él contestarlo. Dio un apretón al hombro del capitán más joven.
–Yo… Estuve preguntándome lo mismo todo ese tiempo.– Para horror de Nagumo, el joven soltó una carcajada –Creo que tenía miedo.–
–¿De qué?– Se interesó Suzuno, pero Fubuki ya no le prestaba atención.
Tatsuya y Shirō se observaban entre sí como si no hubiera nadie más en la habitación con ellos. En algún punto, Kiyama relajó sus hombros.
–Burn, Gazel, les pediré que se retiren. Necesito hablar a solas con mi… Amigo.–
Antes de que Nagumo pudiera quejarse, Suzuno lo tomó del brazo y lo arrastró fuera de la oficina junto a él. IQ había desaparecido para ese momento.
–¡¿Qué mierda ha sido eso?!– Exclamó el pelirrojo, su mejor amigo lo miró con pena.
–No es nuestro problema.– Eso Fuusuke lo tenía claro –Por cierto,– Buscó algo en el bolsillo de su pantalón y tomó la mano derecha de Haruya –feliz cumpleaños, idiota.– Dejó sobre la palma de su amigo aquél objeto que encontró entre su ropa.
Tras observar el regalo un instante, Burn sonrió.
–Gracias, tarado.–
En el camino de regreso a la Tierra, Valen ayudó a Suzuno en su tarea de tallar un tulipán en roca lunar, pues era la flor favorita del capitán de Prominencia. En un inicio el albino no quiso aceptar su asistencia, pero luego del tercer desastre artístico se resignó, pues no había recolectado rocas infinitas como para permitirse continuar fallando.
–Mierda, olvidé tu sorpresa de bienvenida.– Comentó afectado el pelirrojo.
A Suzuno no podía importarle menos.
El otoño se había adelantado aquél año.
Y encontró a Suzuno paseando fuera de Eisei, con una hoja teñida de bordó cayendo justo frente a él. El albino se detuvo a observarla hasta que alcanzó la acera, y al levantar la mirada, notó que su compañero aguardaba por él unos cuantos metros más adelante, e indicaba a su derecha con una inclinación de cabeza. Al parecer habían llegado a su destino.
Se adentraron a la cafetería emocionados, Fubuki por regresar allí luego de mucho tiempo, y Suzuno por visitar el lugar por primera vez.
–Y pensar que no iba a volver…– Susurró el de cabello lila. Más que prestar atención a sus palabras, Fuusuke se fijó en que su pelo creció varios centímetros desde la primera vez que se conocieron.
El lugar era agradable, el aroma a café y masas endulzadas recién horneadas era poco común para un astronauta (de Eisei al menos), tan acostumbrados a las proteínas, el agua, los glúcidos y energizantes. Ya era un adulto, pero si aún estuviera en su período de formación, lo habrían sancionado si se enteraban de que visitó el exterior. Fubuki se dirigió al mostrador, donde la encargada del lugar se hallaba de espaldas a ellos, tarareando una canción, ya que Shirō no perdía su sonrisa, supuso que esa falta de respeto a sus clientes era algo habitual en la muchacha.
–Ejem.– «Tosió» el más joven, al tiempo que daba un golpecito a la vidriera del mostrador que contenía panes dulces completamente desconocidos para Suzuno.
La mujer dio media vuelta, y se quedó estática un buen rato, pasando su mirada de Shirō a Fuusuke, y a Shirō otra vez. En un impulso, corrió hacia ellos y se inclinó por encima del mostrador para abrazar al astronauta más joven, quien correspondió el gesto. «¿Será su pareja?» no pudo evitar pensar el mayor.
–¡Por Dios, por Dios, por Dios!– La muchacha se separó, pero no soltó al chico, comenzó a tocar su pelo –Estás bien. Estás hermoso. Pensaba que… Cielos, ¿cómo es que nadie me avisó?, ¿los demás ya lo saben?– La expresión de Fubuki denotaba incomodidad, eso pareció ser suficiente respuesta para la mujer –Kazemaru te matará.–
–No creo que él haga eso, Rika.– Rió nervioso Shirō mientras la empleada toqueteaba sus mejillas. Entonces, reparó en la presencia de su compañero –Oh, éste es Suzuno Fuusuke de Eisei. El que me trajo de regreso.–
La mujer parecía querer decir algo más, no se veía sorprendida ante la noticia. Y los astronautas lo notaron, pero ninguno se atrevió a comentarlo. Al final, Rika se puso una mano bajo la barbilla fingiendo pensar, y al instante chasqueó los dedos con una sonrisa.
–Como agradecimiento, hoy la cuenta corre por la casa. Pidan lo que quieran.– Señaló al mostrador con ambas manos.
–Gracias.– Respondieron ambos astronautas al unisono.
La mayoría de esos postres tenían más crema de la que Suzuno llegaba a consumir en un mes regular. Paseó por todo el largo del escaparate hasta encontrar cosas más «simples», unos panes con forma de sonrisa sin demasiada elaboración llamaron su atención, creyó verlos antes, quizás en la residencia Kira cuando era más pequeño. Quedaban pocos, así que supuso que sabrían bien.
–¿Podría pedir esos?– Preguntó a la muchacha.
–¡Claro!– Se acercó hasta el lugar que señalaba y lo miró interrogante, como si su elección pudiera haber sido mejor considerando que podía tener cualquier cosa gratis, de todas formas, tomó una charola y comenzó a trasladar algunas de las masas –Medialunas… Al fin conozco a alguien peor que Fubuki.– Eso llamó la atención del albino sobre qué habría pedido su compañero.
Al acercarse, vio que en otra charola frente al menor se encontraban tres galletas más grandes de lo habitual, y de dos colores que se intercalaban en círculos hasta llegar al centro, Pero tampoco tenían cremas ni dulces encima. Supuso que a eso se refería la mujer.
Llevando la charola con la elección de Suzuno frete a ellos, la empleada suspiró.
–Miren, vayan a sentarse antes de que me pidan un café cortado o algo parecido, yo me hago cargo de las bebidas, ¿sí?–
Temiendo por su dieta, Fuusuke imitó a Shirō y se alejó con su charola en mano. Notó como algunos de los clientes los observaban curiosos, al parecer resultaba obvio que ellos no pertenecían a ese lugar después de la escena en el mostrador, al menos Suzuno. Fubuki tampoco era de allí, según su expediente nació en Hokkaido, pero al menos él conocía a alguien. Ocuparon lugar en el exterior, bajo un gran parasol que los «protegería» de las hojas de otoño y la tenue luz solar. El viento allí era agradable, había un lago limpio cerca de donde se encontraban, Suzuno alcanzó a notarlo antes de sentarse.
–¿Viste el agua?– Preguntó Fubuki cuando se tuvieron frente a frente.
–Brillante y cristalina. Está prohibido ir allá, supongo.– Shirō se limitó a asentir como respuesta –No importa. ¿De qué querías hablar?– El menor bajó la mirada, apenado.
Habían salido a escondidas de los terrenos de Eisei porque, primero, Fubuki sugirió que Suzuno debía conocer en carne propia un poco más de su planeta y tenía razón, el capitán de Diamante conocía a fondo varias lunas, pero jamás vio mucho de su propia estrella, de cerca; segundo, Shirō dijo tener algo importante que preguntar pero, por algún motivo, no quería hacerlo en Eisei.
–Espero que no te importe pero, quería saber si alguna vez saliste con tu mejor amigo.–
Suzuno inclinó la cabeza y se echó hacia atrás contra el respaldo de su silla.
–¿De forma romántica?– Shirō se avergonzó aun más ante esa aclaración.
–Sí.– Consiguió decir.
–Pues sí.– Era algo que todos sus compañeros conocían, los compañeros de Nagumo también, e incluso los otros capitanes de alto rango –Pensaba que esa muchacha era tu pareja.– Comentó el albino, mirando hacia el interior del local.
–Rika está comprometida, ya no recuerdo con quién, cambia de pareja cada año.– Respondió con una sonrisa el menor.
Ninguno de los dos supo cómo proseguir con su conversación. Shirō estaba muy avergonzado como para continuar pese a que no lo demostrara, y Fuusuke, mientras tanto, se hallaba pensando. Decidió lanzar su conclusión en cuanto la obtuvo.
–Entonces… Kiyama, ¿eh?–
–Sí.– Suzuno esperaba que el muchacho profundizara aunque fuera un poco más en el tema, pero salió con otra pregunta –¿Cómo terminaste las cosas con Nagumo-san?– Quizás la repentina formalidad en esas palabras fue lo que más distrajo al capitán de Eisei, pero se recobró rápido, no era una pregunta difícil.
–Nos dimos cuenta de que no cambiaba nada.– Al notar que Fubuki no lo entendía, se explayó –Teníamos once años. Pensábamos que solo por hacernos pareja nuestros sentimientos por el otro serían inquebrantables y que no nos separaríamos nunca. Pero eso no era para nosotros, ¿lo entiendes, no? Nagumo va de sol en sol, mientras que yo viajo de luna en luna. Nos apreciamos más que nadie en este mundo, pero estar juntos,– Hizo una mueca arrugando la nariz –no resultó ser lo nuestro. Nunca nos separamos propiamente dicho, solo regresamos a ser amigos. Además, odiábamos eso de besarnos y tomarnos de las manos.– Fubuki se rió –Oye, igual mantuvimos nuestra relación por dos años.–
–Eran niños.– Fuusuke comprendió que en realidad su historia podía no ser la más adecuada para representar la situación de Fubuki si él deseaba separarse de Kiyama.
–¿Y ustedes?–
–Desde los quince, cumpliremos cinco años en unos meses.– Suspiró –Tengo miedo de que él ya no quiera ser mi amigo si terminamos.– «Debieron vivir mucho» pensó el mayor.
–Puede que Gran necesite un tiempo, pero para interceder por ti como lo ha hecho, te quiere demasiado como para no buscar tenerte cerca suyo.– Suzuno pensaba hacerse cargo del traslado de Fubuki a su organización, pero Kiyama quiso hablar las cosas directamente con Padre en lugar de la Junta Superior; fue algo extremista, pero acabó funcionando, así que Fuusuke no presentó quejas –¿Por qué quieres terminar con él?– Eso también era importante, pues quizás solo debían darse un tiempo a solas… O bueno, más tiempo a solas, solo que sin riesgo de muerte para alguno de los dos.
–Antes, porque dejé de entenderlo y comencé a odiar muchas de sus decisiones.– Shirō tomó una de las galletas frente a él y le pegó un mordisco; lo ingirió antes de continuar –Ahora, porque me interesa alguien más.–
La mirada de Fubuki le prohibía preguntar a Suzuno quién era esa persona; precisamente porque le estaba indicando quién era esa persona. Por algún motivo, el capitán de Diamante sintió su rostro más cálido de lo usual y apartó la vista.
–¿Te irás sin despedirte?– Quien realizó la pregunta no lo hizo reprochando nada, sino a modo de suposición.
–Era el plan.– Confesó desanimado Fubuki –¿Te desperté?– Cuestionó acercándose a la cama en donde yacía Suzuno. El mayor levantó una mano para acariciar el cabello lila, había vuelto a cortárselo, con un profesional esta vez.
–Diré que sí solo para hacerte sentir mal.– Aprendió hacía tiempo que no podía mentirle a Fubuki. Más bien, no quería hacerlo. Aunque llegó a apreciar en él la firme actitud que todos los capitanes poseían, continuaba viendo al menor como una fina pieza de cristal gran parte del tiempo que pasaban juntos.
Shirō se inclinó hasta dejar sus rostros tan cerca que, de bajar un poco más, o si Fuusuke levantaba la cabeza, podrían besarse; pero ninguno tenía la intención de hacer eso.
–Volveré enseguida. Traeré algo para desayunar aquí y luego nos vamos al siguiente distrito.– Susurró el menor. Suzuno tan solo asintió y lo observó marcharse.
Cuando el capitán de Diamante había aceptado que la idea de conocer su propio planeta un poco más no era mala, no pensó que su compañero se lo tomaría con tanta libertad como para solicitarles a ambos un mes de vacaciones con la excusa de recorrer Japón y Corea al completo. Regresar a su tierra natal le regaló la agradable sorpresa a Suzuno de que varias personas allí lo reconocieron y felicitaron sus logros, además de que aún podía lidiar bien con el idioma, a diferencia de Shirō. Todavía no entendía cómo les permitieron tener tanto tiempo libre de obligaciones, pero lo agradecía.
En esos momentos Nagumo estaría discutiendo con Atsuya la rutina de entrenamientos del equipo Diamante, aunque el día anterior Shirō lo contradijo diciendo que a esas horas su hermano debía estar conversando con su novia Nae por teléfono, y que si estaban discutiendo, eso era porque Haruya llegó a interrumpirlo; el hecho de que discutieran, era lo único que nunca discrepaba en sus conjeturas. Sonriendo, Fuusuke se levantó de la cama.
Revisó en su computadora los avances de su equipo en la preparación de su siguiente misión. La expedición a J-3 resultó un éxito y pronto viajarían a otro sitio, entre los pasillos del comedor para personal terrestre, Suzuno oyó el rumor de que podría tratarse de un satélite próximo a Saturno. Pese a todo, la mayoría de astronautas en Eisei que presenciaron el aterrizaje de regreso en vivo no comentaron nada respecto a la presencia de Fubuki Shirō bajando de la Diamond Dust aquella mañana. Ante los ajenos a la organización, Padre y Kiyama no tardaron en revelar que el joven capitán había sido trasladado como sub-capitán de la nave, sin aclarar cómo ni cuándo; todo el mundo comenzó a sacar sus propias conclusiones. Siempre resultaban más fantasiosas que la realidad.
El capitán estiró ambos brazos y se dirigió a la ventana para echar un vistazo al clima, la primavera se tardaría en llegar esa temporada. Debía cambiarse antes de que Shirō volviera. Usualmente no vestía ropa abrigada ya que no le resultaba cómodo ni necesario pero, para no llamar demasiada atención sobre ellos, no podía salir vistiendo solo una camiseta y jeans en medio de una ventisca.
Cuando acabó de ajustar sus botas, Fubuki entró a la habitación.
–Tienes nieve en la cabeza.– Anunció Suzuno mientras se acercaba a él, Fubuki le entregó una caja con el desayuno y sacudió su cabeza; la nieve desapareció casi al completo cuando se quitó el buzo, a él tampoco le gustaba abrigarse.
–Volvieron a cortar el agua, así que los pedí con leche.– Los batidos de leche no eran los favoritos de Suzuno, pero sí de Shirō.
–Da igual.– Fuusuke tomó su computadora y la dejó sobre la cama para poder soltar la bolsa encima de la mesita, el cuarto que alquilaron no era precisamente grande, pero era lo que podían pagar, eso claro, si no querían morir de hambre. Echando un vistazo a las bebidas, notó que una tenía escrito «Mora» en la tapa, supo que esa era la suya.
–Capitán.– Por más que Suzuno insistiera en que no era necesario, Fubuki continuaba llamándolo así; desempacó los pastelillos antes de prestarle atención al menor –Atsuya me dijo que cuando regresemos quiere que cumplas tu promesa.–
Fuusuke debió pensarlo un momento, ¿le había prometido algo al otro Fubuki que aún no había cumplido? No tardó en concluir que sí, pero, estuvo posponiendo ese evento ya que había sido una promesa circunstancial; no podía creer que el chico la recordara.
–No creo que eso sea posible.– No quería jugar partido de once contra dos, si uno de esos dos era Shirō.
–Lo suponía. Me pareció extraño cuando lo dijo, que en verdad fueras a aceptar.– Admitió, feliz de acertar –Pero, ¿por qué no hacemos un dos contra dos? Haruya y tú, contra Atsuya y yo.–
–Eso me gustaría.–
Como no habían sillas en el cuarto y Fubuki se sentó al pie de la cama y arrimó la mesa hacia allí, Fuusuke se ubicó en una esquina del colchón, pegado a su pareja. Podía haberse quedado de pie, pero de vez en cuando surgían ocasiones en que el albino sentía la necesidad de estar cerca de su compañero, aun cuando ellos no eran fanáticos del contacto físico, en ningún sentido; ni siquiera les gustaba besarse, quitando los besos de esquimal que podía llegar a ofrecer Shirō y que tanto animaban al mayor.
–Me alegro de haberte conocido.– Soltó el de cabello lila, hundiendo un cubo de azúcar negra en su batido de matcha.
Esa era de las mejores cosas que el japonés sabía decirle a su pareja. Suzuno tenía claro que no se conocieron en el mejor momento de Fubuki y aún así no dejaba de ser una de las personas más hermosas que el capitán conocía; y el sentimiento era recíproco pues tampoco había sido aquél el mejor momento de Fuusuke, medio muerto y congelado, pese a lo malo de su propia situación, Shirō lo salvó. Jamás pidió sus medias ni sus botas de regreso, cosa buena para Suzuno, porque resultaron ser de su talle, y le encantaban.
–Y yo a ti.–
