La tienda de Sortilegios Weasley estaba tan llena de gente que ni siquiera había espacio para moverse fuera del mostrador. Miré a mi hermano George y automáticamente supe que pensamos lo mismo; definitivamente, necesitábamos un ayudante.
Llevábamos tiempo sugiriéndolo, pero ahora claro estaba que con dos no dábamos al abasto, lo cual era algo muy bueno.
Gracias a nosotros, no sólo la economía en casa había subido notablemente, sino que además nada nos satisfacía tanto como ver las risas de los niños al entrar en nuestra tienda. Además que en estos tiempos tan oscuros a la gente le hacía falta un poco de luz y optimismo. Sí, estábamos haciendo lo que toda la vida habíamos querido hacer: repartir risas y felicidad.
- ¿En qué piensas, hermano? - me preguntó George con una idéntica sonrisa como la mía.
- En que debemos poner un cartel de "Se busca ayudante" ya mismo antes de que la tienda se nos caiga encima - contesté.
George se rió y asintió con la cabeza.
- Estoy de acuerdo contigo, querido Gred.
Fue así como, ese mismo día, colgamos un cartel en la puerta de "Se busca empleado" con una serie de requisitos:
SE BUSCA EMPLEADO
Preferiblemente joven.
Buen físico (no queremos ahuyentar a nuestros clientes).
No aceptamos negativismo ni quejas.
Sueldo considerable que subirá a medida de la calidad del trabajador.
Si has sido Slytherin, ni te molestes en entrar.
- ¿Crees que esto será suficiente? - pregunté.
- Seguro, ya verás como dentro de nada tendremos cola para trabajar aquí.
Mi hermano George no se equivocaba. A la mañana siguiente ya teníamos una larga lista de espera que reclamaba el puesto. Aunque tengo que decir que muchos de ellos no cumplían todos los requisitos. ¿Qué entendió un hombre de sesenta años por "preferiblemente joven"?
A lo largo de la semana hicimos una lista con los mejores candidatos para el trabajo. Sin embargo, ninguno nos acababa de convencer del todo.
La noche del viernes, cuando ya estábamos recogiendo la tienda, apareció Angelina por la puerta con una gran sonrisa en sus labios. Siempre sonreía, aunque yo sabía que no era gracias a mí.
Se acercó a mi hermano George y le dio un beso en los labios. Eso era lo bueno de tener un gemelo; interiormente podía pensar que ese era yo.
- ¿Qué haces aquí? ¿No trabajabas hasta tarde? - le preguntó George entusiasmado. Yo también lo estaría si mi novia me hubiera venido a ver al trabajo por sorpresa. Más concretamente, yo estaría entusiasmado si Angelina me hubiera venido a ver.
- He conseguido escaparme. Para venir a verte - puntualizó ella antes de besarle de nuevo.
Sentí un ligero pinchazo en el estómago y me di la vuelta haciendo ver que terminaba de recoger.
Ellos se metieron dentro del almacén entre besos sin inmutarse de mi presencia. De locos, ¿verdad? Sí, exacto. Me gustaba muchísimo Angelina. La novia de mi hermano.
Angie siempre había sido nuestra mejor amiga. Pero pasaron los años y ella creció. Nosotros crecimos. Tanto mi hermano como yo empezamos a sentirnos atraídos por ella. ¿Y quién no? Era una de las tías más macizas de nuestro curso por aquel entonces.
Un día, ella eligió. Y saltaba a la vista que no a mí. Había elegido a George. Y él al principio no había querido salir con ella porque sabía que tenía sentimientos hacia Angelina también. Pero yo le convencí que no desaprovechara su gran oportunidad.
Quería a Angelina. Pero a George lo quería más. Y no iba a perderlo por una chica, aunque esa chica fuera la increíble Angie.
Y así, poco a poco había ido superando mi pena de no haberla conseguido. Parecía que había acabado por aceptarlo, pero todavía sentía pequeñas punzadas de celos cuando los veía juntos.
Me pasé casi una hora ordenando cajas de productos, hasta que noté la mano de George en mi espalda:
- ¿Angie ya se ha ido? - le pregunté al ver que estaba solo. Él asintió con la cabeza sin sonreír, pero con felicidad en sus ojos.
- Tenía mucha prisa, me ha dicho que te saludara de su parte antes de irse.
- Hasta se acuerda de mí... - reí amargamente - Siete años de amistad y ha pasado por delante mío como si fuera una caja.
George y yo nos reímos. No intentaba reprocharle nada, porque entendía que sólo tuviera ojos para él.
- ¿Quieres que vayamos a cenar por ahí? Esa pizzería de Londres estaba genial - ofreció George.
Yo me reí. Sabía que la comida conseguía ponerme de buen humor de nuevo.
- Claro, vamos - respondí yo.
Comimos hasta reventar. Ahora que podíamos permitírnoslo, había que aprovecharlo.
Fuimos a nuestro apartamento del Callejón Diagón y nos fuimos a dormir. Esa era la intención, pero yo tardé en hacerlo.
Lo último que pensé antes de dormirme es que me gustaría encontrar alguien especial que me hiciera olvidar a Angelina Johnson.
A la mañana siguiente, fuimos más temprano a la tienda. Acabábamos de sacar nuevos productos para la temporada de invierno, de modo que teníamos que reorganizarlo todo.
- Yo me encargo del almacén y tú de los mostradores, ¿te parece bien? - sugirió George.
- Claro, de ese modo no verán tu horrible careto y podrán contemplar mi belleza sobrenatural - respondí yo.
- Soy más guapo que tú, hermano. Acéptalo de una vez - rió él mientras se dirigía dentro.
Yo negué con la cabeza mientras reía. Empecé a organizar el mostrador. Cuando casi había terminado, se oyó el sonido de las campanitas de la puerta que sonaban cada vez que esta se abría.
- Está cerrado... - empecé yo sin levantar la cabeza.
- Me da igual, sólo faltan cinco minutos para que abráis y tampoco te vas a morir - Oí una dulce voz femenina que no pegaba con el tono enfadado.
Levanté la cabeza de golpe para responder, pero al verla no pude ni empezar la frase. Por primera vez en mi vida, me había quedado sin habla. Delante de mí había una chica de más o menos mi edad. Era rubia, y tenía unos enormes ojos verdes remarcados con un poco de máscara de pestañas. No mucho. Como a mí me gustaba. La chica era preciosa. Buf, realmente preciosa. Mis ojos se desviaron a su cuerpo que era simplemente espectacular, vestida con ropa ajustada tuve que tragar aire fuertemente para no ahogarme ni quedarme sin aire en los pulmones. Abrí y cerré la boca un par de veces sin que nada saliera de ella.
- He venido porque necesito un trabajo, y he visto que necesitáis un ayudante. Creo que soy perfecta para el trabajo: Soy joven, tengo buen físico y...
- No hace falta que lo digas - dije sin darme cuenta en voz alta.
- ¿Perdona? - me retó ella mientras una mirada de enfado cruzaba su rostro.
- Sólo era un cumplido... - empecé yo.
- ¡Eres un cerdo! - se quejó ella con el ceño fruncido.
Yo solté unas carcajadas:
- Y tú pareces exactamente "Negativa y Quejica", como se pedía que no fueran los ayudantes en el cartel - le expliqué intentando poner cara seria.
- ¡Mira, sinceramente, tú tampoco estarías tan feliz si hubieras tenido el mismo día de mierda que yo! Esta mañana se me ha roto el tacón, luego me han robado la cartera en el Londres Muggle, luego ha empezado a llover y no tenía paraguas, he tenido que ir corriendo descalza debajo de la lluvia. Por si no estuviera suficientemente mojada, un coche me ha salpicado toda el agua del suelo y cuando he llegado a casa mis hermanos habían ocupado todas las duchas y... - explotó ella y yo escuché con una sonrisa todas las desgracias que le habían pasado ese día intentando no reírme - ¡Lo último que me falta es que no me den el trabajo de ayudante en una condenada tienda de bromas!
- Aunque me ha resultado entretenido todo lo que me has contado, esto último no me ha sentado muy bien - le recriminé con una media sonrisa.
- Lo siento, tienes razón. He sido irrespetuosa. Dame un segundo - pidió, y respiró profundamente - De verdad, necesito este trabajo. Soy buena y seguro que me adaptaré rápidamente... ¿Cómo te llamas a todo esto? - preguntó mirándome de arriba a abajo causando que un cosquilleo me recorriera.
- Soy Fred Weasley - le respondí sin dejar de mirarla - Y como tienes un diez en el punto de "Buen Físico" voy a ignorar el de "Ser positivo y no quejarse".
- Vaya, que amable por tu parte... - murmuró ella de forma sarcástica, haciendo que me riera otra vez.
- Si fuera por mí te daría el puesto, de verdad. Pero tengo que consultarlo con mi hermano... - le expliqué.
- Muy bien. Me espero aquí - respondió mientras se sentaba encima del mostrador como si estuviera en su casa. Yo me aparté un poco, pues tanta cercanía me hacía pensar cosas poco caballerosas con esa impresionante rubia.
- Voy a hablar con él entonces... - dije mientras me giraba para entrar en el almacén. Pero antes de que pudiera hacer nada George salió con una caja de más:
- Freddie, te has dejado est... - empezó él, pero se calló de golpe al ver a la preciosidad que había encima del mostrador. Por un momento tuve unos segundos de celos de que él la mirara... "¡Yo la he visto primero!" Pero después recordé que mi hermano estaba locamente enamorado de Angie, y por primera vez el pensamiento no me molestó demasiado.
- ¡Vaya! ¿A quién tenemos aquí? - preguntó George.
- Es... - empecé yo, pero me callé cuando me di cuenta de que no tenía ni idea de como se llamaba.
- Verity - aclaró ella - Me llamo Verity, y he venido por el puesto de ayudante en la tienda.
Miré a George con esperanza y él pareció ver que yo quería que la contratáramos.
- Bueno, le dejo la decisión a Fred, que lleva más rato que yo hablando contigo... - respondió él - Soy George, por cierto.
- Un placer. ¿Entonces me dáis el trabajo? - preguntó ella mordiéndose el labio inconscientemente y mirándome de forma intensa.
No había forma de que pudiera decirle que no. Me distraje completamente mirándole los labios... "Te doy lo que me pidas..." me sorprendí pensando. Pero por suerte esta vez no lo dije en voz alta.
- Claro. Estaríamos encantados de que trabajaras con nosotros - contesté finalmente.
Ni siquiera me molestaría a hacerle una prueba. Como había remarcado, estaríamos encantados de que trabajara con nosotros. Especialmente yo. Estaba muy encantado.
Aquí nos tenéis de vuelta con nuestro primer mini fic "Pero quiero que seas feliz", que constara de un total de seis capítulos.
Porque Fred Weasley también tuvo derecho a enamorarse. Y aquí tenéis nuestra historia de cómo ocurrió. Esperamos de todo corazón que os guste.
