Clyde's POV.
Empezaré hablando de lo que sucedió hoy, en la mañana y justamente después de que fui a comprar mi desayuno. Fue la hora y lugar equivocado, más no la razón equivocada. Supongo que tenía que suceder, digo, fue prácticamente inevitable.
Ahora mismo, nos hayamos sentados en las sillas nada cómodas de un ciber-café, en el centro comercial de South Park. No es precisamente un lugar donde yo estaría y creo que antes no me llamaban la atención.
Es mejor que empiece a recordar de una vez, antes de que este chico pierda una vez más en el WoW y derrame el resto de su bebida sobre mis casi secos pantalones.
Sintiendo las sábanas enredarse entre mis piernas, my vieja almohada amoldarse a mi cabeza y mi cuarto a una temperatura ideal, me sentía en el cielo. Sentía, puesto que me volteé hacia la izquierda y sentí como se enfriaba mi estómago rápidamente, profundizando la horrible sensación en lo que reaccionaba.
Había hielo escarchado en debajo de mi estómago, en el lado izquierdo de mi cama y en la ventana. Había dejado la ventana abierta en la noche.
"Desgraciad-"
Me detuve al caer directo al suelo con la frente. Las sábanas, antes secas, habían sido cómplices en mi desdichada forma de despertar.
Me levanté del suelo y toqué mi nariz, para confirmar que todo siguiera en su lugar. Por suerte, todo lo estaba.
Sábado por la mañana, pronosticando un día muy frío y siendo así, no podría volver a dormir a no ser que…
"¡Tacos, eso es!"
Bajé sigilosamente por las escaleras, como si de una bailarina se tratase, punteando cada escalón y maldiciendo en voz baja la poca cooperación que la vieja madera me daba para cumplir con mi misión.
Una vez abajo, visualicé la entrada de la comida, estando completamente bloqueada por un objeto largo y de color beige. Desde que a mi querida madre se le ocurrió poner una puerta en la cocina, mis intentos por conseguir/hacer/buscar tacos se han hecho casi imposibles.
Como sea, ese día no fue la excepción. Tomé la fría perilla, jalando la puerta un poco hacia atrás para evitar que rechinase. Mis dedos estaban tomando comodidad y lentamente fui girando la peri-
"¡Clyde Donovan!"
"¡AHH!"
Volteé rápidamente hacia atrás, quitando mis manos de mi perilla. Estaba oscuro pero pude reconocer a quién pertenecía esa silueta.
"¡Clyde Donovan!", volvió a decir esa persona, mi madre, haciendo un ademán de impaciencia con el pie, " ¿qué estás haciendo en calzoncillos?"
"¿Ehh?"
Si hay algo más vergonzoso que tu mamá te conozca muy bien y que te llame por tu nombre completo, probablemente sería que te viera en calzoncillos.
"¡Ve a tu cuarto y vístete ahora mismo!"
"Si, mamá… por cierto, ¿qué horas son?"
"Falta media hora para las ocho."
"Madre, me he comportado como un idiota y quiero que sepas que yo en v-"
"Clyde, sé hombre, dime lo que en verdad piensas."
Sí, mi mamá siempre es así de directa conmigo pero esa actitud me ha enseñado a ser más asertivo.
"Dame permiso de salir al centro comercial, por favor…"
"… ¿Ahora?"
"… En treinta minutos."
Se cruzó de brazos, su mirada se agudizó y mordió su labio inferior. He estudiado a mi querida madre desde que tenía 9 años, le llevo 8 de ventaja. Si no me equivocaba, todas esas pequeñas pistas que me había dado solo tenían un significado en este momento: retribución.
Lo que quiero decir, en palabras menos cool, es que estaba pensando qué tanto le convendría el dejarme salir ahora al centro comercial.
Finalmente, sus brazos se aflojaron y pasaron de esa posición a descansar en sus caderas, alzó un poco una ceja y dejó salir las palabras que tuvieron un gran papel en este día.
"Puedes ir si investigas cuánto cuesta el abrigo negro con blanco que te dije la otra vez."
"El que olía a… perdón, ¿el m-más bonito?"
"Así es."
Asentí y me acerqué para abrazarla. El abrazo fue algo corto pero en mi opinión, duró lo suficiente para que ambos supiéramos que el cariño era sincero. Me separé de ella, corrí hacia mi cuarto y ni siquiera me molesté en cerrar la puerta, mi ropa ya estaba… tendida en la silla de mi escritorio. Lo único que tuve que buscar en mi armario fue una chamarra gruesa roja, únicamente blanca en las mangas. Me puse un par de tennis viejos pero cómodos, tomé mi celular, dinero y las llaves de la casa (por supuesto, con un llavero de cortesía del Pinche Tacos.)
Sin más, salí de mi casa, cerrando calmadamente la puerta tras de mí. La mañana era literalmente blanca, nieve y escarcha cubrían los autos, casas y árboles.
Crucé las puertas delanteras, la nieve debajo de mis zapatos comenzó a derretirse mientras yo caminaba al frente. El centro comercial estaba prácticamente solo; no había trabajadores atendiéndote amablemente fuera de las tiendas; algunos locales seguían cerrados y otros más apenas empezaban a abrir; no había música alguna pero sí estaban probando los micrófonos. No le di importancia (ya he visto con anterioridad lo que pasa cuando es muy temprano), lo único que estaba en mi mente en ese momento era Holly Taco.
Sin darme cuenta, ya había recorrido casi medio camino, mis pies moviéndose por cuenta propia y mi estómago más exigente que nunca.
"Santo…asdfgjlk…"
Aunque suene estúpido, eso fue lo único que pude pronunciar. Como ya había dicho, prácticamente el centro comercial estaba vacío y las pocas personas que se encontraban madrugando aquí como yo estaban al menos cincuenta metros de donde yo estaba. No había nadie en Holly Taco.
Créanme cuando les digo que solo dos veces en mi vida he presenciado tal cosa.
"¿Qué se le ofrece?"
Esas palabras tan simples siempre me hacen feliz, me hacen sentir que yo tengo el control y que soy alguna especie de semi-dios.
Como cualquier persona, me tomé un poco de tiempo en ver el menú (aunque claro, yo me lo sé de memoria) y finalmente hablé.
"Quiero el 'Taco Especial del Día'."
El chico que me atendía (y que fue un completo idiota, después sabrán por qué), registró mi orden e hizo las preguntas de rutina.
"¿Quiere una bebida?"
"Una malteada de… chocolate, eso está bien."
"¿Desea algún postre?"
"No, gracias."
"El total es de…", imprimió mi ticket, me lo entregó y volvió a mirarme, "… nueve dólares y quince centavos."
"Enseguida se-"
Ahí fue cuando me di cuenta de que el idiota era yo. Mis dedos habían chocado con el fondo de la billetera, sin que algún objeto delgado lo impidiera. No traía dinero.
Desesperadamente, busqué en los bolsillos de mi pantalón, en los bolsillos de la chamarra y pensé en quitarme los tennis para buscar algunas monedas. Por supuesto, me dijo que no lo hiciera o de lo contrario tendría que echarme.
"Vamos, vengo aquí casi todos los días, ¿no te puedo pagar mañana?"
"No, es contra las reglas."
"… ¿Y si…?"
"No, le pido que se vaya ahora mismo si no tiene con qué pagar."
"Yo pagaré por él."
Este es el punto donde mi mañana se volvió por mucho más interesante, más no tranquila. El chico del que hablé al principio se encontraba detrás de mí, sacando su billetera y caminando confiadamente hacia el mostrador. Pagó por mí y finalmente tuve el desayuno que tanto deseaba. Aún así no podría comerlo cómodamente, no después de que un desconocido pagó diez dólares y no pidiera nada a cambio.
Salimos juntos (si, juntos) del local y yo me estaba concentrado en pensar una forma de pagarle, aunque por supuesto, yo no traía dinero.
Mis preocupaciones terminaron cuando estábamos sentados ambos en un ciber-café… solos.
"Eh, disculpa…" hablé para que se fijara en mí, el chico estaba jugando uno de esos juegos de rol, el WoW y se encontraba sumamente metido en el juego, "… ¿qué puedo hacer pa-?"
"Así está bien."
"… ¿No quieres algún tipo de…?"
"No."
Fueron los cinco segundos más raros de mi vida. Estábamos solos, en un lugar semi iluminado y que olía a una mezcla de café amargo y pastel de chocolate. No es nada importante pero estábamos en la computadora número siete, mi número de la suerte desde siempre.
"¿Cómo te llamas?"
"…Kevin…Stoley…"
"¿Por qué pagaste por mí?"
"… ¡Oh, no otra vez!"
El chico, Kevin, se reclinó en su asiento, cubriéndose con las manos el rostro. Me acerqué un poco para observar la pantalla, deduje que había cambiado totalmente por culpa de ese juego. "Game Over."
"Vamos bro-Quiero decir…Kevin, inténtalo de nuevo."
Kevin descubrió su rostro, tomó un poco de el café ya frío que había pedido y luego me volteó a ver, sus pupilas perfectamente alineadas con las mías.
"¿Tú crees que pueda?"
"Pftt, no es gran… quiero decir, si puedes… pero primero, deja de darme esa mirada."
"¿Q-qué mirada?"
"Esa", puse mi dedo en medio de sus cejas y le di un pequeño empujón, "si pierdes, no va a ser el fin del mundo… de nuevo…"
"Si tú lo dices…"
Hasta este punto, todo era perfecto. Yo tenía el estómago lleno y no tenía frío; el ambiente se había normalizado un poco, como si nos conociéramos desde siempre; Kevin iba subiendo niveles y se había tranquilizado un poco.
"¡Lo logré!"
El repentino movimiento de Kevin hizo que el café perdiera su punto de equilibrio y que callera sobre mis pantalones, el calor invadiendo mi piel y derramándose sobre mi ropa interior. Volvemos a donde empecé.
"¡Lo siento, lo siento!"
Solo pude escuchar esas dos de las mil disculpas que me estaba dando, las demás sonaban como palabras amontonándose en su boca. Estuvimos un largo rato de esa forma, él disculpándose como si fuera lo único que supiera pronunciar y yo… yo bailando de manera absurda para aliviar el dolor.
"Lo siento…seño-"
"Clyde Donovan y no soy un señor, tengo diecisiete años."
"Wow."
"¿Wow? ¿Eso qué quiere decir?"
"Nada, es solo un 'wow'."
"…"
"…"
"Juro que eres el chico más raro que he conocido en mi vida…"
"Puedo expl-"
"…Pero me agradas."
"¿Lo dices en serio?"
"Duh, claro", dije mientras salíamos del ciber-café, "eres el friki no tan friki pero friki más amable que he conocido."
"Eso no tiene sentido, Clyde."
"Lo sé, ¿por qué lo haría?"
Nos dirigimos hacia la salida del centro comercial, cada quién tenía sus asuntos. Yo, por ejemplo, cambiarme de ropa y darme una ducha.
Estaba fantaseando con el agua caliente de la regadera cuando Kevin me jaló suavemente de la chamarra. Me volteé y vi que en su otra mano llevaba su celular, él notó que lo estaba viendo y lo escondió detrás de su espalda.
"¿Quieres… quieres salir alguna otra vez?"
No esperaba por parte suya la pregunta, ni siquiera que cruzara por su mente. Él me agradaba, me agradó desde que hablamos (él) sobre videojuegos y películas, no era mi tema de conversación pero no por eso fue aburrido.
"Seguro… préstame tu celular."
Él me obedeció, sacando el celular de su escondite mientras yo sacaba el mío y se lo entregaba.
"De verdad te gustan mucho estas cosas, ¿verdad?" Su celular estaba prácticamente cubierto de stickers de Star Wars, incluso el fondo de pantalla y esas cosas. Anoté mi celular bajo el nombre de Clyde, por supuesto. No había más de trece contactos en su celular.
"Listo, aquí tienes amigo."
Kevin me devolvió mi celular y tomó el suyo. Después de eso, nos despedimos y cada quién tomó caminos contrarios, él hacia la derecha y yo hacia la izquierda. Me pregunto qué clase de asuntos tiene que atender.
Llegué a mi casa, y vi a mi madre esperando en el sofá, sosteniendo una taza de café en una mano y el periódico en la otra.
"Clyde, ¿investigaste cuánto costaba el abrigo?"
"...¡Mierda!"
Demonios Kevin, me sacaste de mi mundo y me llevaste a visitar el tuyo.
