Harry Potter es propiedad de JK Rowling.
Esta historia ha sido creada para el Amigo Casi Invisible 2018 del foro Hogwarts a través de los años.
Esta historia es para... ¡Lalis18!
→ Hay referencias a Pensamiento multicolor (OS #6), Junquillo (OS #5) y Lunaria (OS #4) de Floriografía aquí. Incluyendo a los personajes originales, con excepción de Claire Bellamy (que ha debutado en esta historia).
→ Los apellidos que les di a los amigos de Dudley es Malcolm (Athens), Dennis (Bradley) y Gordon (Lovelace).
→ Este capítulo, en orden cronológico, está ubicado al final de Lunaria y después de Junquillo. No he hecho mucha referencia, pero lo digo por si quieren leer lo que pasó.
Capítulo I:
Te equivocaste
«Te quisiste hacer como siempre el importante.»
Te equivocaste, Yuridia
No está entendiendo nada.
Se supone que se dirige hacia el 4 de Privet Drive en el momento en que Harry enloquece y oscurece el ambiente. Dudley se considera un chico valiente que no le tiene miedo a nada, ni siquiera a las rarezas que hace el fenómeno que está hecho Harry. Sin embargo, el frío le está agobiando y le está embriagando una sensación que no reconoce.
¿Hambre?
No, imposible. Mamá siempre se asegura que él ingiera lo necesario antes que se vaya a tener las reuniones del té con Gordon.
¿Ganas de cazar a Harry?
Bah, Harry ha aprendido a usar las habilidades que tiene en contra de ellos.
Siente el impulso de llevarse una mano al trasero, para confirmar que no tiene ninguna cola de cerdo que ningún hombre de las nieves le ha puesto. Se obliga a sí mismo a mantenerse despierto. No le dará el gusto a Harry de verle derrotado. Es él, Dudley Dursley, quien lo causa no quien lo recibe.
Cierra los ojos. Los vuelve a abrir y está confundido. ¿En qué momento ha regresado al pórtico de la casa? ¿Y a qué parte del mundo se ha esfumado Harry esta vez? Le quita la nula importancia que tiene. Utiliza la llave —que mamá le ha ofrecido sin insistencia de Dudley— e ingresa; lo que se encuentra es una fotografía que le llama la atención. Hay una mujer pelirroja que está mimando a un bebé, de catorce meses, mientras que un hombre de cabellera negra le está haciendo burbujas con la varita. Se acerca, sintiendo que los conoce de algo, y se le va la respiración. ¿Tía Lily y tío James? Ellos están muertos; además, sabe cómo son porque una vez Dudley ha revisado las pertenencias de Harry, cuando éste no ha ido al parque.
Inspecciona el entorno. Hay imágenes de mamá abrazando a Harry como si realmente le ama, de papá enseñándole a Harry a caminar, de mamá dándole un montón de regalos, de papá llevándolo al zoológico, de mamá mostrando cómo Harry ha ganado un concurso de atletismo, de papá poniendo una mano en el hombro de Harry con una sonrisa de orgullo en el rostro. ¿Y qué hay de él? ¿Por qué no hay nada de Dudley en los recuadros? Hasta parece que él no vive ahí.
Abre los ojos de par en par al ver a Harry. No por el hecho que él haya bajado del segundo piso, sino por la ropa que está usando. Mamá le da la ropa que él ya no quiere o que ya no le queda, y él se ve en la necesidad de vestirla a menos que quiera andar de exhibicionista. Siempre ha sido así, ¿por qué ha cambiado ahora? Harry tiene el mismo flequillo, ocultando la asquerosa cicatriz en forma de relámpago, pero con unos lentes hechos a la medida y luciendo más saludable que antes.
—Hola, Gran D —saluda. Usa un tono que demuestra simpatía, no aprensión—. No llegues tarde. A tía Petunia no le gusta.
—Sí, lo sé —dice, pensando si Harry ha terminado de perder la cordura. Harry le sonríe un poco—. ¿Y mis fotos?
—Las tengo yo, ¿recuerdas? —dice Harry, bajando el tono de voz. Este es el Harry que conoce, sin embargo, le da la impresión que es un secreto entre primos. ¿Desde cuándo Harry tiene la confianza para contarle algo a Dudley? Él se chivaría tan pronto como lo sepa—. Por cierto, feliz cumpleaños atrasado. No tengo un regalo para ti, no aquí. Pregúntale a Gordy, él te lo dará por mí.
—¿Gordy? —repite, extrañado.
¿Harry ha hecho un amigo sin que se entere?
—Gordon. Lo sé, odian que lo llamen así —dice Harry, risueño—. Mal quiere saber si te dignarás a ir a las tutorías de matemáticas. Ni Mal ni yo queremos que el tío Vernon se enfade aún más. —Suspira—. Lo lamento, vale. No sé por qué te pasa esto a ti y no a mí. Sé que te piensas que soy el príncipe de la familia pero no entiendo por qué te pasa esto a ti y no a mí. Yo soy el que llegó de rebote, después del accidente automovilístico que me quitó a mis padres; yo soy el que debería ser ignorado y olvidado… No me siento bien, ¿de acuerdo? No quisiera que tú…
—¿Quieres callarte?—interrumpe, irritado—. ¿Y qué?
—Lo que estoy diciendo es que veas el lado positivo: la tía Marge está de tu lado.
—Ella siempre está de mi lado.
—Entonces, ¿estamos bien?
—¿Por qué no estaríamos bien, eh? —pregunta retóricamente.
—El incidente que causé con la boa en tu cumpleaños, que no sé cómo lo hice pero lo hice —responde Harry. Dudley pone los ojos en blanco. Un Harry extraño o el Harry normal, los dos son igual de inútiles para pillar las indirectas—. Fue un accidente. Sé que significaba mucho para ti y… —Harry vacila, continúa—. He convencido a tía Petunia para que nos deje ir a casa de Dennis. Me las ingenié para que creyera que es lo que quiero para mi onceavo cumpleaños.
«No puede ser, ¡once años!», piensa, incrédulo. Harry tiene quince años, Dudley también. Harry se ve más canijo de lo habitual y, lo más curioso, es que no tiene idea de cómo lo ha hecho. En, lo que sea que está pasando, ¿Harry no es un mago? No; si esto es antes del treinta y uno de julio, es que todavía no ha llegado la carta. Le empieza a doler la cabeza, se siente más confundido y perdido que al principio. ¿Qué hace? Se pelliza, esperando que Harry le haya lanzado una especie de hechizo con efectos alucinógenos. Nada, muy consiente. Muy real. Muy extraño. Que alguien le diga que está pasando.
Ingresa a la cocina. Harry empieza a preparar el bacón. Dudley no sabe qué pensar. Si supuestamente a Harry le quiere, por qué cocina él. Da un largo suspiro exasperado y toma asiento, deseando que esto acabe pronto. No tanta imaginación para afirmar que esto es cosa suya. Además, ¿por qué Gordon y Malcolm se juntarían con Harry?
—Como de costumbre, haciendo el vago —crítica mamá. No está mirando a Harry y… ¿Le está criticando a él?—. Nunca haces nada más que causar problemas, Dudley. A nosotros y a tu primo que sí se esfuerza en algo que valga la pena. —Mamá se vuelve hacia Harry—. Mi querido Hal, ¿quieres un postre, una tarta…? Lo que sea, solo dímelo.
—Estoy bien —responde Harry, un tanto disgustado por el diminutivo.
—Pensé que le odiabas —masculla Dudley entre dientes.
Mala idea. Mamá le ha oído y le ha dado una mirada que no sabe cómo descifrar.
—No lo toleré, me recordó a mi patética hermana —dice mamá— pero pensé que su hijo no tenía la culpa. Eso y tener un mago en la familia nos ha venido de ayuda. ¡Las de veces que Hal nos ha sacado de un apuro con sus truquitos!
—Por favor, no me llames Hal.
—Tonterías. ¿Qué clase de nombre es Harry? Es tan común y sin clase.
—Sí, tía Petunia —dice Harry. Parece que han tenido la discusión una y otra vez.
Pone el bacón en un plato, que termina en la mesa, y sirve las bebidas. Dudley niega con la cabeza; no soporta que mamá mire a Harry como si le estuviese prometiendo que le dará lo que Harry quiera. Tampoco le gusta que mamá le mire a él, a su hijo, como si estuviese dispuesta a demostrarle dónde está su lugar en caso que ella se equivoque. ¿Por qué le está pasando esto a él? Posando la vista en el suelo, se levanta y arrastra los pies hacia la escalera; a lo mejor papá todavía le quiera. Papá debe tener estar en su sano juicio. Él es el orgullo de papá: todo lo que hace está perfecto para él, le alienta a que exija obtener lo que él desea y demás.
En medio del camino, se distrae hacia la alacena de Harry. ¿O será la alacena de Dudley en esta ocasión? No lo quiere confirmar, realmente que no quiere, pero quiere saber qué tan lejos ha ido está enorme farsa de Harry. Obliga a su mano a que se mueva, a que gire el picaporte de la puerta y… Parpadea con rapidez. Ése es el videojuego estropeado que le ha dado a Harry, unos solados de juguete que le parecen familiares*, la sábana roída que papá le ha regalado a Harry. Inclusive están las historietas que ha comprado con el dinero de Harry. Quizá esta vez sí que sea con el dinero de Harry.
¿Qué es esto que siente?
Que pare.
—El pequeño tunante* que se quite de mi camino —dice papá. A Dudley le toma tiempo descubrir que se refiere a él—. ¿Por qué no puedes ser tan talentoso como tu primo? Me avergüenza que seas hijo mío.
—Pero…
—Disculpa, ¿te atreviste a hablar?
Reconoce el tono. Es el que papá emplea con Harry cada que su primo se presenta en donde él se encuentre o hace mención a la magia. ¿«Magia»? Casi saborea la ironía en aquella palabra tan prohibida en el número 4 de Privet Drive, sin embargo, que para Harry es una gran escapada de la vida que ellos, los Dursley, le han dado. Dudley no es estúpido. Él sabe que su primo aprecia, valora, ansia, ama más los meses que está en aquel colegio que en el lugar que le ha visto crecer. No se lo ha dicho ni a papá ni a mamá; no por cariño a Harry, sino porque agradece que Harry esté fuera de su camino.
Responde meneando la cabeza de lado a lado sin romper el contacto visual. Dudley sabe que papá se deleita si Harry lo hace y él no le dará el gusto, a su propio papá. Papá le ve con enfado y repulsión, casi como si desease que Dudley se fuese de casa y no volviese jamás.
Está en segundo período y ha decidido que odia la primaria a muerte. No es que le haya gustado la primera vez que la ha hecho, sin embargo, el poco sentido que ha tenido se ha esfumado. No ha cruzado la entrada principal cuando Piers le ha tirado los libros de Harry al suelo; ¿y por qué Dudley está llevando los libros de Harry? Idea de mamá, quien le ha dicho que sea útil para Harry. Él, Dudley, siendo útil para Harry. ¿En qué cabeza cabe? Además, ¿por qué Piers le ha hecho esto? Son amigos; quizá no mejores amigos, pero se tienen el grado de confianza necesaria para contarse todas las trastadas que han hecho. Ha esperado que Malcolm se le cruce, impaciente por la actitud taciturna habitual de Dudley; no obstante, no ha hecho más que ignorarlo por completo.
No ha visto a Gordon ni a Dennis. Desea que ellos sí continúen siendo sus amigos; no quiere estar solo. No es agradable. A pesar que ha querido hacer la vista gorda, le ha incomodado que los profesores le pregunten todo a Harry, quien no se ha podido equivocar ni una vez. Inclusive, Dudley ha dicho que no tienen tarea de matemáticas y el profesor no le ha creído hasta que Harry lo ha confirmado. ¿Por qué le hacen caso a él y no a Dudley?
—¿Me ayudas con la lección? —le pregunta a Andrea. La niña enarca una ceja—. No le entiendo.
—Es evidente que no le entiendes. ¿Qué te hace pensar que yo te ayudaré? —dice Andrea—. No eres más que un vago perezoso que espera que los demás hagan todo por ti. ¡Ni siquiera dejas a Harry tranquilo!
—¿Qué?
—¿Es que no te has dado cuenta que solo eres un estorbo para tu brillante primo, Dursley?
—Pero, Andrea, yo no…
—Tú nunca, ¿cierto? —interrumpe Andrea—. Je, no estoy impresionada. Harry tiene amigos, a diferencia de ti.
—Yo sí tengo amigos —dice, alzando un poco más la voz. «Siento que ya he pasado por esto», piensa—. Muchos amigos.
—Malcolm se junta contigo porque le das lástima y porque Harry se lo ha pedido —dice Andrea, monótonamente—. Nadie se quiere juntar contigo. ¿Por qué lo harían?
Un momento. Rebobina. ¿Cómo está eso de que Dudley no tiene ningún amigo? ¿Y qué hay de Gordon y Dennis? ¿Es que ellos no cuentan como los amigos que Dudley sabe que van a estar ahí para él cuando lo necesite? Andrea tiene que estar equivocada —por muy ridícula que sea la idea—, esto no puede ser verdad. Esto no tiene que serlo. Dudley sabe que los estudiantes le tienen miedo, nadie se atreve a estar en contra de la banda de Dudley a menos que tengan nada por ganar y mucho por perder. Malcolm no es del tipo que golpea sin razón, sin embargo, ni siquiera se le ha ocurrido que Malcolm vaya a darle la espalda. Es el chico más sensato que ha conocido… Sensato en la medida de lo posible, ya que Claire Bellamy dice que, de serlo, no se juntaría con él.
Quiere gritarle que está equivocada; la ceja levantada de Andrea le dice que sabe de qué está hablando. Se traga la queja, casi ahogándose en la misma, y aparenta interés en la lección de la profesora de Física. Hunter Park está sentado a la par de él. Hunter nunca se sienta con él a menos que no tenga otra alternativa, y ésta ha sido la situación. Dudley se ha sentido tan aliviado. Si hay alguien a quien Dudley no soporta en ninguna circunstancia es a Hunter Park: a Harry Potter sabe cómo mantenerle a raya, Hunter Park parece inmune a todo de todo lo que le haga.
—Me las vas a pagar por esto, Andrea —murmura Dudley, tronándose los nudillos debajo de la mesa—. No sabes la que te espera.
—No sabes la que te espera a ti si te pilla. —Hunter le da un puntapié—. Cállate.
—Tú serás un mocoso con problemas si me vuelves a golpear, Park —dice Dudley.
Hunter se ríe de él.
Mocoso engreído.
—Cámbiate de puesto —dice Dudley—. A Claire le dará igual estar conmigo.
—Yo no quiero estar con Andrea.
—¿Quién quiere estar con ella?
—Señor Dursley, señor Park. Cállense —dice la profesora.
Es un alivio que finalmente esté en el receso, pero todavía echa de menos a Piers, Dennis, Malcolm y Gordon. No es agradable sentarse solo en la mesa de la cafetería, ya que nadie más ha querido hacerle espacio para él. No lo han hecho en el pasado, sin embargo, Dudley se ha encargado que le den lo que se le ha antojado. Solo Harry se sienta en la misma mesa que él e intenta hacerla conversación de cosas que le ha impactado. Descubre que Piers Polkiss es el bravucón personal de Dudley, a quien consigue frenarle usando la fuerza bruta. Le informa que cada que Piers consigue arrojar los libros de sus manos, él le busca y casi le da una paliza. Hacen un caso allá por donde estén y culpan al otro. Aunque no lo quiera creer, parte de él sabe que Harry está diciendo la verdad. Su primo es un horrible mentiroso.
Ya no son amigos. Ya no están en el mismo grupo. Los estudiantes actúan como si siempre hubiese sido así. Hasta parece que lo están confundiendo con Harry Potter…
Con Harry Potter.
Cree que empieza a entender por qué Harry ha pasado mucho tiempo fuera de casa, antes de cumplir once años. Ha descubierto lo desquiciante que es que la gente se acerque a él para sacarle de las casillas. Lo peor es que no se puede defender de los comentarios de mamá sin que mamá llegue y le chiste por la osadía. No sabe qué pensar acerca de papá. Asegura que papá tratará de enviar a Harry a la secundaria de Smeltings. No a él, sino a Harry. Smeltings es el alma mater de papá, ¿para qué va a querer ahí a un hijo al que no aprecia en lo más mínimo? Harry es mago, él va a recibir aquella carta que lo ha cambiado todo para los Dursley.
«Qué desperdicio de tiempo. Seguro que de alguna manera la culpa será mía por eso», piensa desanimado. «Ojalá que no. ¡No soporto esta vida!»
Su primo le sigue contando que, mientras que él ha estado en la casa de los Athens durante toda una tarde, mamá ha llevado a Harry a Londres para comprarle el uniforme de Smeltings. El mundo se le ha venido encima. Se quiere quejar por tal atrocidad inadmisible. Harry le ha recomendado a Dudley que es preferible que se abstenga, dado que no está en buenos términos con ellos. Le menciona que ha tenido que desfilar ante toda la familia, le admite que no le gusta la filosofía de Smeltings pero no tiene otra alternativa. Le desagrada el uniforme, también.
—Y seguro que papá te ha dicho que está muy orgulloso de ti —dice Dudley, amargado.
—No.
—Harry, di la verdad. ¿Lo ha hecho, cierto? —Harry asiente, culpable—. ¿Sabes qué? No me importa.
—Dudley.
—No, no, no. ¡No, Harry Potter, deja de mirarme así! —protesta Dudley, a unos pasos de casa. Harry solo deja de sonreír. Un gesto que luce más natural en él, supone—. Está… Está bien que no me amen. Estoy acostumbrado. —«O aquí lo estoy»—. Yo… yo disfrutaré de mi instancia en Stonewall. Déjalo así. No hay nada que puedas hacer para cambiarlo. Solo cuéntame qué tal te va allá, ¿vale?
No, no está bien. Es horrible. Anhela romper lo que sea para que le devuelvan lo que le pertenece, no obstante, resultará en nada más que un regaño para Dudley, o en un castigo que es peor para él. Perderá los escasos privilegios que posee. Harry le palmea el hombro. Dudley, escapándose de la mirada de simpatía de Harry, intercepta al cartero. El hombre le entrega la postal de tía Marge, una factura que volverá a cabrear a papá y la carta de admisión para Harry. Se queda inspeccionando la última; recuerda cómo papá ha obligado a la familia a sobrevivir toda una noche en una casucha en la nada del océano.
Ríe amargamente. Se da cuenta que preocuparse por la falta de la tecnología no sido una estupidez, que han podido morir por un mago en la familia. No, eso no es. Papá podría haberles matado por ser un imbécil retrogrado.
¿Y Dudley qué ha hecho?
Lamentarse y armar una rabieta monumental.
Señor H. Potter
Dormitorio más grande
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
—¿Te lo envía Marge? —dice Harry, con una mueca. El Harry extraño o el Harry normal, los dos le tienen aversión a la tía Marge. ¿Qué le habrá hecho? Nah, qué importa—. Dame las demás. Las entregaré yo.
—En realidad, ésta es tuya —dice Dudley.
Harry la toma. La lee antes de ingresar en la casa y sonríe como si hubiese recibido un regalo de Navidad anticipado.
—Tengo una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería —dice, con la voz anonada. Niega con la cabeza—. Se lo diré a tía Petunia.
—Yo no lo haría.
—Sé que no, pero realmente quiero saber por qué a mí. No soy un mago, no puedo serlo. —Harry luce confundido—. ¿Y quién es Albus Dumbledore? Hay más de él aquí que la carta en sí. ¿Y qué quiere decir con que espera mi lechuza?
—Significa que esperan que confirmes tu asistencia, Hal —dice mamá. Harry vuelve a hacer una mueca—. Tú eres una monstruosidad, pero eres una monstruosidad más aguantable que mi insufrible hermana y su patético esposo. Si no te atreves a traer ranas, ni escarabajos… Prácticamente nada que perjudique el equilibrio en mi casa, te diré cómo enviarla.
—¿Son los que aparecen en las fotografías?
—No seas imbécil, Dudley. No hay fotografía de Potter ni de Lily en mi casa —escupe mamá. Luego, su tono se vuelve más dulce cuando se dirige a Harry—. Lo siento, Hal, pero ellos eran despreciables.
—No me ofendí, tía Petunia. —Harry suspira—. Entonces, ¿cómo se hace?
«No puede ser. Solo me está ignorando».
Odia ser ignorado.
Odiar ser igual que Harry Potter
Solo ha dicho un «él» y el caos se ha desatado en el número 4 de Privet Drive. Un puñado de voces que se atacan entre sí y demasiada iluminación que le mata la poca cordura que todavía le queda. No está comprendiendo qué sucede a su alrededor ni por qué tiene la sensación de frío, un frío que solo ha experimentado cuando ha estado en aquella casucha. Lo que ha distinguido de la discusión es que ha sido la culpa de Harry, o eso dice mamá, de lo que sea que le ha pasado a él. No ha visto quién le preguntado si ha sido cosa de magia, pero ha asentido. Él sabe que ha sido cosa de magia; ha tenido que serlo, o no estuviese así a punto de desfallecer solo por quedarse acurrucado en el suelo.
Le zumban los oídos, similar a aquella vez que han entrado un montón de cartas por todas partes en el 4 de Privet Drive. Nah, es otra cosa. Aunque hace el esfuerzo por prestar atención a lo que se están gritando sus padres y su primo, lo único que está en su mente es todo lo que ha vivido como si realmente hubiese sucedido. Ha sido una pesadilla horrible, ¿o un tipo de alteración de la memoria que ha experimentado? ¿Y por qué a Harry no le ha afectado de la misma manera que a él? En otro momento hubiese dicho que es injusto, que si él la ha pasado fatal, le debe de pasar a Harry también.
«Pero tú recuerdas lo que te ha pasado, ¿cierto? ¿Es realmente la culpa de tu primo o la culpa recae en ti?», piensa Dudley. Lo que sea que haya visto, es evidente que ha sido como si fuese Harry.
Ha sido Harry por un tiempo.
¿Minutos, días, horas, semanas…?
Es horrible.
Lo ha odiado.
Él es horrible, él se ha odiado a sí mismo.
Le toman minutos serenarse y, cuando lo ha hecho, es más consciente de lo que ocurre en su entorno. Papá está afirmando que lo ha hecho Harry ya que él ha hecho magia, aunque Dudley no está seguro si los ha ahuyentado o los ha incentivado. La voz le sale anormalmente estrangulada cuando ha confirmado que Harry sí ha estado involucrado; sus padres lo interpretan como que es el causante directo e indirecto de lo que le ha pasado. En otra ocasión, Dudley lo hubiese confirmado sin pretender descubrir si es verdad o no. ¿Ahora? No hay nada que tenga sentido para él. De nuevo, está confundido. ¿Es que lo ha imaginado todo o es real?
Empieza a decir que todo se ha quedado oscuro. Tan oscuro durante una fracción tan corta que ha sido tan agobiante. Sí, ha habido voces dentro de la cabeza de Dudley pero Dudley no se atreve a aclarar que han sido las de sus amigos, las de sus padres dándole la espalda. La de Hunter, burlándose de él; la de Harry, ofreciéndole una ayuda que Dudley nunca hubiese esperado del Harry que él conoce. De verdad que quiere saber qué ha pasado, pero no tiene el valor para inquirirlo.
No quiere decir nada más. Quiere enterrar lo que ha presenciado en lo más profundo de una memoria a la que nadie acceda nunca. Sigue explicando… Se ha obligado a sí mismo lo que está —que presiente— dispuesto —puede— a decir.
—Como si nunca más fueras a volver a ser feliz* —dice Harry.
¿No ser feliz? ¿Es así cómo lo describe? No volver a ser feliz no es todo lo que le ha pasado. Todavía ve a sus padres poniéndose del lado de Harry, como si él fuese el más querido en la casa de los Dursley, mientras que él ha sido nada más que el extraño que ha llegado. No posee la fuerza para tratar de reconfortarse a sí mismo, ¿cómo hacerlo, cuando no está convencido de nada? ¿Cómo lo hará, cuando se ha quedado sin nadie que le quiera? Malcolm no le hablado, ni para regañarle; Piers y él se odian. Ni Dennis ni Gordon… ¿Por qué Harry sí? Harry es quien le ha tenido que socorrer, ¿será que papá y mamá le querrán más a él por eso?
«O tal vez sea yo el que se ha equivocado».
Mamá le ayuda a subir después que Harry se va a su recámara, mientras que le dice palabras dulces al oído para calmarle, para asegurarle que mamá se encargará de hacer que Dudley esté bien; le ha dicho que papá se quedará en la primera planta, para deshacerse del mal genio que le ha provocado Harry y para averiguar cómo el resolver el lío que ha causado. A Dudley le da igual.
—Tranquilo, Duddy, todo mejorará —dice mamá, muy dulcemente.
—No, no lo hará.
—Sí, hijito.
—¡No, mamá, tú no me entiendes! —asegura Dudley.
Se estremece. Siente que el frío le envuelve una vez más, como si de nuevo estuviese en aquel callejón a merced de los demente—quién—sabe—qué que han aparecido de la nada. Ella no ha estado ahí, ella no ha vivido lo que él ha vivido.
—Tú, tú… Déjame solo.
—Pero mamá te puede ayudar —susurra mamá, tratando de hacer rizos en el pelo de Dudley.
Dudley se aparta antes que mamá le toque.
—Tú no sabes nada —jadea Dudley—, tú no tienes ni idea. Quiero estar solo, ¡déjame solo!
—Sé más de lo que me gustaría, hijo. Tuve una hermana que fue la bruja de la familia —dice mamá—. Viví años a la sombra del fenómeno que estaba hecha Lily; siempre trayéndose pociones consigo, libros que muerden y tienen mente propia, flores que germinan con hechizos que no quiero recordar, ¡amenazando la estabilidad de mi familia por no alejarse de una guerra que no era responsabilidad suya! Ella nunca ha estado aquí cuando la familia la ha necesitado, ¡que no venga su hijo con que puede hacer lo que su patética madre no ha podido!
»Ella… Ella… Mi inútil hermana y su marido han sido los que… —Mamá se calla abruptamente, apretando los labios fuertemente mientras que gruñe, como si hubiese descubierto que Gordon ha arruinado su jardín de nuevo—. ¡Los que han asesinado a mis padres! Si Lily no se hubiese metido en donde no la han llamado, aquellos encapuchados nunca habrían dado con nuestra familia ¡y yo tendría a mis padres conmigo! Pero no, Lily y su gran problema con ser la heroína. ¡Que heroína que está hecha, matándolos y dejándose matar y dejándonos con su hijo!
«Entonces, ellos no murieron en un incendio», piensa Dudley, medio sorprendido. «¿Cuántas veces me ha mentido a mí?»
»Estoy tan… —Mamá se interrumpe. Mira a Dudley, que sigue sin reaccionar—. Lo lamento, pero este asunto de la magia ha perjudicado más a mi familia de lo que me hubiera gustado. No quería que te pasara a ti ni a Vernon, quería asegurar que los mantendría a salvo pero… Mírate. Has sido dementado y no sé qué hacer. No quiero perder a mi hijo.
—Estoy vivo.
—Lo sé.
—Harry me salvó —dice Dudley, tragando en seco.
—Y lo causó.
—Pero me salvó —tuerce Dudley—. Si me quisiera muerto, ése demente—no—sé—qué me habría matado.
—Besado —corrige mamá.
—Eso —dice Dudley—. Quiero dormir. Llévame a mi cuarto.
Pero se siente vacío por dentro.
Ocho meses después del incidente, Dudley ha retomado el boxeo con la asesoría del entrenador Clovis Hillman. Por supuesto que ha perdido el lugar en el equipo y el entrenador no se la ha puesto fácil: le ha puesto los mismo ejercicios que ha realizado cuando ha sido un novato, le ha advertido de las consecuencias de distraerse en medio de un combate, de que si vuelve a mirar el teléfono celular se lo confiscará, que le permitirá ausentarse si Alana Mason —su tipo terapeuta— le da un comprobante… Un montón de cosas a las que Dudley ha asentido y las ha aceptado, aunque no le gustado que le hablase como si fuese un crío.
Se está secando con una toalla que le ha pasado Piers. En todo el tiempo que sus amigos y Alana le han ayudado a superarlo, él no ha aludido a la visión —o imaginación— que le ha causado el dementor. ¿Qué dirán si se enteran que los ha creído amigos de Harry Potter? ¿Le darán la espalda o seguirán apoyándolo? ¿Gordon se burlará de él, Dennis se alejará o qué? Tal vez esté siendo un cobarde, tal vez se esté equivocando, quizá lo ha creído todo mal o posiblemente sea la mente le esté causando una mala pasada.
«O quizá no».
Piers está cambiándose el vendaje de la muñeca izquierda, que es la que utiliza para propinar sus ataques. Piers es el que se ha tomado más enserio todo lo relacionado al boxeo, empeñándose en mejorar en menos tiempo que Dudley. Hace años, ambos novatos, lo ha tomado como una competencia y se ha esforzado en seguirle el juego, lo que le ha costado más de lo que le gustaría; en medio de una pelea de práctica, se ha doblado una muñeca. Piers le ha regañado, le ha golpeado por ser un imbécil que no toma nada con responsabilidad y no le hablado en días, hasta que se ha calmado. Dudley se lo ha tomado muy personal.
Sin embargo, papá le ha dicho que Piers tiene razón. No puede tomarse a juego un deporte, por muy irónico que suene, y simplemente competir para presumir sin saber cómo hacerlo es indigno de un Dursley. Normalmente, le hubiese exigido al entrenador que le quite el período de prueba y le ponga a practicar; no obstante, el entrenador es el tipo de persona que no se deja impresionar ante cuánto dinero tenga uno. Prácticamente ha pasado por lo mismo dos veces; la primera, por estupidez suya; la segunda, por el dementor. Siente que ha ganado una pequeña victoria cada que piensa dementor. Alana le ha dicho que no puede escapar a los problemas, por muy mentales que sean, y que la mejor manera de superarlo es enfrentarlo.
Se arroja la mitad del agua en la cara, mentalizándose para la paliza que le dará Piers. Jura y perjura que Piers tiene un futuro brillante como boxeador, por mucho que Piers se empeñe en decir que le falta un largo camino que recorrer. Malcolm todavía no está convencido en qué trabajará, pero Dudley supone que será un empleo en la biblioteca o como profesor o algo tan aburrido que involucre la escuela. Malcolm a veces es tan predecible; de Gordon no tiene idea y, para alguien que quiere escapar de la supervisión de los señores Lovelace, está muy ocupado compadeciéndose por el rechazo de Andrea.
Debe ser por causa de Andrea Miller.
Ella es la única que provoca ése tipo de efectos en Gordon; bueno, ella y Bailey.
En algún momento del año, Dudley ha pasado a interesarse en el mundo de la magia. Ha ingresado tantas veces a la habitación de Harry para leer sus libros que ha perdido la cuenta; no ha entendido casi nada de lo que hay en ellos, pero al menos se está educando sobre ese mundo tan disparatado. Se ha enterado que hay un mago tenebroso muy poderoso suelto —Harry aún tiene la manía de guardar recortes de periódicos— y que está cazando a Harry. No es un genio, ése es Malcolm, pero hasta él sabe que sobrevivir a un intento de asesinato mágico hace más de catorce años tiene estas consecuencias. Supone que si Harry ha sobrevivido a los Dursley, no le debe ser tan complicado hacerlo con un mago del tres al cuarto.
«O espero que esté vivo».
No se puede decir que Dudley le ha cogido mágicamente un cariño a Harry, que ha hecho que le trate como a un hermano menor y que le defienda de sus padres. Bah, por supuesto que no pero sí que ha aprendido que, aparte de causar tantos problemas como mamá insiste, la magia también es buena. Hay hechizos de curación, para hacer crecer flores —que a mamá le encantarían—, para impedir robos —del estilo de papá—, para sacar mejores calificaciones sin esforzarse —Malcolm lo reprobaría, Gordon lo usaría—. Hay soluciones casi para todo, menos la muerte. Hay caballos mágicos: unicornios, de tipo alado, los cadavéricos y de los que viven en el océano. Diferentes especies de sirenas; de mascotas, de flores y árboles.
«Quizá esto sí valga la pena».
Ojalá.
Abandona los pensamientos cuando Piers le pega al saco de boxeo, con los guantes puestos. Aunque no tenga interés en convertirse en un boxeador profesional está en el mismo nivel de Piers, por lo que el entrenador Hillman lo continúa escogiendo para que haga sparring* con Piers de manera permanente. No es que haya otros prospectos a boxeadores en el club, no obstante Dudley y Piers tienen la misma resistencia física y velocidad para realizar los ataques y contrarrestarlos. Arroja la botella vacía hacia el bolso y saca sus guantes, que se ven menos utilizados que los de Piers.
El cuarto asalto comienza. Piers corre con tal ferocidad que Dudley tiene que dar un salto hacia la derecha para evitar que le rompa un diente o dos; con un brazo se encarga de cubrir el área del estómago mientras que con el otro se prepara para darle un puñetazo en la mandíbula. Piers bloquea el ataque poniendo el brazo en diagonal, mueve el pie opuesto hacia atrás antes de que su puño izquierdo impacte en la mejilla derecha de Dudley, lo que le va a dejar una marca. Ignorando el malestar, el par de amigos continúan con el combate ignorando el consejo del entrenador Hillman con que se lo tomen con calma. ¿Para qué les va a servir? Ni Dudley ni Piers necesita que el otro ande con semejantes contemplaciones, pese a que sepan que el entrenador Hillman posee un motivo para insistir en eso. Ellos se han desenvuelto estupendamente en peleas hechas donde las autoridades escolares no los pueden ver, a menos que se encuentren con un chivato por ahí.
Dudley ha sido el de la idea de cazar a Harry.
Piers le ha enseñado uno que otro movimiento de lucha que le ha venido bien.
Al cabo de unos minutos Dudley coloca una mano en uno de los postes del ring, respirando profundamente para entregar a los músculos energía. Piers, en cambio, está haciendo ejercicios de calentamiento como si no hubiese estado peleando con Dudley. Si no conociese a Piers, se la hubiese creído: el entrenador Hillman, en la primera clase, les ha informado cinco trucos que él ha usado a lo largo de los años. Se los ha enseñado y se ha asegurado que lo ejecuten a la perfección. Quedarse sin aliento en el ring es invitar al adversario para que le dé una paliza de la manera que mejor le apetezca, y eso es algo que ninguno planea permitir así como así.
Cada vez que está en el ring, compitiendo contra quién ose a oponérsele, no puede evitar recordar que él mismo ha utilizado el boxeo para obtener lo que ha querido. Ha golpeado a sus compañeros más veces de las que puede contar, ha terminado en detención en una infinidad de ocasiones que la subdirectora ni siquiera intenta que adquiera aunque sea un poco de sensatez. Piers no entiende cómo él está buscando otra opción de vida, cuando antes la ha compartido con él. En tiempos de antaño, ambos han dicho que se convertirán en los mejores boxeadores de su generación; ahora, Dudley no quiere dedicarse a algo que le recuerde lo patán que ha sido, lo cruel que se ha comportamiento y lo mimado que… Bueno, eso lo resolverá en otro momento.
Es un pasatiempo y Dudley prefiere que se quede de ese modo. Piers no lo apoya pero respeta la decisión que ha tomado.
El entrenador Hillman les da un tiempo fuera cuando decide que se han excedido lo suficiente. Ambos se encuentran en los vestidores, usando ropa más casual. Dudley está acostado en el suelo, disfrutando del hielo que le entra.
—Iremos a tomar el té, ¿cierto? —dice Piers.
—Piers, ya basta —responde Dudley—. Sabes que no lo hago nunca más. Invita a Gordon.
—Pero, ¿por qué?
Eso no se lo puede decir.
»Gran D, quiero que me des una razón. Desde que terminaste depresivo, casi no quieres estar con nadie que no sea Malcolm. ¿Acaso él sabe algo que Gordon, Dennis y yo no?
—No lo entenderías.
—Pruébame.
—No, Piers, déjalo así.
—¿Tiene que ver que Marge la hiciera de dirigible aerostático?
—¿Qué? —Dudley suda frío. Muy frío. Es un secreto de familia, más o menos—. No sé de qué hablas.
—Lo vi con mis propios ojos —dice, con un brillo peligroso en su mirada—. La serpiente también casi me atacó a mí después de atravesar el inexiste vidrio, ¿recuerdas? Y tu primo estuvo hablando antes con ella, ¿recuerdas?
—Sí —admite, derrotado—. Es cosa de magia.
—Ya lo sabía.
—¿Cómo que ya lo sabías?
—Obligamos a Malcolm a decírnoslo en noviembre. Entre Gordon, Dennis y yo seguíamos preguntándonos cuánto tiempo tardarías en decirnos la verdad; a diferencia de Gordon y Dennis, yo no soy paciente.
—Gordon no es paciente —dice Dudley, apáticamente—. ¿Qué pasó entre Andrea y él?
—Lo habitual.
—Ah.
Una pausa.
—Por cierto, ¿acompañarás a Denny al club del golf aquel? —pregunta Piers. Dudley levanta una ceja—. Eh, que yo no he oído pero Denny no deja de hablar de él. Además, dice que ha conocido a una jovencita «no tan pesada».
—Según Dennis, todos somos pesados. Y no, no me interesa ni el golf ni ninguna jovencita de allá —dice Dudley. «No sé jugar al golf, ¿para qué voy a querer ir?», piensa—. ¿Y tú qué? ¿No quieres descubrir una nueva pasión, eh?
—Ni pasión ni mierda. Lo mío es el boxeo.
Típico Piers.
*Los soldados aparecen en una de las películas, cuando Harry está en su alacena.
**Tunante significa:
—Que tiene astucia y picardía para aprovecharse de las personas o de las cosas.
—Que vive holgazaneando.
***Cita tomada del capítulo III: Una bandada de lechuzas de La Orden del Fénix.
****Es la persona que con la que se entrena un boxeador para preparar un combate, según la Real Academia Española. En la práctica, sirve para definir tanto a la persona con la que se entrena un boxeador como la actividad de realizar dicho entrenamiento.
Dato curioso:
JK Rowling dijo que durante el ataque de dementor, Dudley se veía a sí mismo de la manera en que realmente era: un consentido y cruel matón
