Antes que nada, no tenía planeado subir esto, en primera porque es un regalo que le hice a mi prima (todo lo que vean es producto de sus fantasías, yo sólo me encargué de plasmarlo) en segundo porque no sé si alguien más conoce ambos animes, ya lo verán más adelante, y en tercera, porque soy nueva en este fandom, he publicado anteriormente en otros fics, pero nunca de VK, así que no sé cómo habrán salido las personalidades :I les pido que si les gusta o no les gusta me lo hagan saber, para publicarlo o no, con una persona a la que le guste me doy por satisfecha. Sin más, al fic.

Capítulo 1 Hero

Salió de clases porque así lo había decidido, porque él era el presidente de la Clase Nocturna y eso nadie lo podía negar. Se paseó por varios lugares con la intención de encontrar a Yuuki casualmente en alguno, para poder contemplarla aunque sea unos míseros minutos, sabiendo que sin lugar a dudas ella estaba con Zero.

Pensó que quizás, en algún punto de la ronda, Zero se habría alejado de Yuuki, lo que lo alentaba más a seguir buscándola. Hacía tiempo que venía sopesando una idea que le carcomía la consciencia, algo que realmente esperaba que no ocurriera, sino Yuuki sería la más afectada, y no precisamente porque se tratase de ella directamente.

Siguió deambulando entre los pasillos, como la presencia imperceptible que era. El sonido que hace un objeto golpeando un árbol llamó su atención, no porque realmente le interesara, sino porque si no iba él era seguro que Yuuki o Zero tendrían que ver lo que ocurría, y lo último que quería era ver a Yuuki envuelta en algo peligroso.

Llegó discretamente entre los árboles, guiándose por la respiración dificultosa de alguien o algo, hasta que llegó a un pequeño claro del enorme bosque que Kaien se empeñaba tanto en llamar jardín, sin hacerle la más mínima justicia con ese nombre.

Un segundo golpe se escuchó y Kaname, sigiloso como al principio, al fin dio con la fuente de los golpes: un estudiante de la clase diurna, lo supo por el uniforme negro, golpeaba el árbol con, sino se equivocaba, la funda de una espada o sable.

— ¿Piensas quedarte mirando todo el rato?—Kaname notó el tono cínico de quien le preguntara eso, el chico que momentos antes había estado estampando con ferviente potencia la funda, ahora se dirigía a él sin dignarse a voltear a verlo.

—Sólo estaba asegurándome de que no ocurriera algún disturbio en los alrededores—dijo parsimoniosamente Kaname, tomando una pose arrogante ante su agresor tónico al verse descubierto tan rápidamente.

—Pues ahora que ya estás seguro puedes retirarte, si no te molesta—agregó el chico de la funda con su mismo tono cínico y apático, encarando al fin a Kaname.

En resumidas cuentas ese chico podría describirse de una manera simple, cómicamente delgado y enano, con el cabello azabache revuelto cubriendo la mayoría de su cara, la cual de por sí ya era cubierta en casi su totalidad por unos lentes de marco grueso, dejando ver poca de su enfermiza pálida piel.

—Para serte sincero todavía no he confirmado que no seas un peligro—admitió igual de cínico Kaname, mirando de manera parsimoniosa al joven que comenzaba a verse incordiado de una manera cruel.

—A todo esto, no veo que seas prefecto para estar a estas horas fuera de las clases nocturnas—atacó el muchacho matizando su voz de un desprecio que no era exclusivo para Kuran.

—Yo, al contrario de ti, soy el presidente del Dormitorio de la Luna, Kuran Kaname, y tengo tanto derecho como los mismos prefectos de estar a estas horas de la noche en busca de alguno de mis allegados incordiando la indisciplina, permiso que dudo que tu poseas—concluyo Kaname sonriendo tenuemente ante la idea inmediata de haber puesto fin a ese debate absurdo, sin embargo el contrario también tenía sus ideas guardadas.

—Bien jugado Kuran, aunque a decir verdad no he visto a ninguno que porte el mismo uniforme blanco que tú en todo el rato que llevo fuera, ni siquiera a los dichosos prefectos, así que si me permites voy a terminar lo que empecé—dictaminó volviendo a lo suyo, sin prestar ya mucha atención a Kuran.

—Creo yo que en este caso, lo más educado de tu parte sería darme tu nombre así como yo lo he hecho—señaló sin moverse un ápice, indispuesto a dejar que ese niño le ganara en esa disputa.

—Para empezar, Kuran, yo nunca pedí tu nombre, además, tú diste tu nombre en una oración de manera subliminal mientras adulabas tu posición como presidente de dormitorio—pocas eran las personas que podían hacerle frente a Kaname en una disputa verbal de una manera tan desinteresada y cínica como aquel chico, por lo que Kaname con más razón encima no iba a dejarle ganar.

—Pero te lo he dado, el buen comportamiento de una persona dicta que debes hacer lo mismo, por más despistada que haya sido la manera en que te hice saber mi nombre—contraatacó Kaname, satisfecho al ver la mueca de enfado del contrario.

—Munakata…Kirei—soltó bajito vacilando su nombre, como si temiese que lo escucharan o no gustara de decirlo.

— ¿…Kirei?—Kaname estaba seguro de que ese nombre era de chica, pero la persona que tenía enfrente pintaba a todas luces ser un chico, por su voz y su porte, sin contar la actitud cínica que mostró desde el principio.

—No digas mi nombre con tanta confianza, Kuran—soltó Kirei mostrándose arisco, sin perder su pose altiva ni tono cínico.

—No estoy muy seguro de tus principios morales inculcados, pero por lo que yo sé creo que no deberías hablarle así a tus mayores, en especial cuando estos tienen un rango importante—a cada parsimoniosa palabra que Kaname soltaba Kirei iba poniéndose más y más rojo de la furia ¿quién se creia ese gigante idiota para hablarle así?

—Te equivocas, mis principios morales fueron inculcados inmaculadamente, lo que pasa es que no soporto a los fisgones—dijo de la misma manera parsimoniosa y exasperante que Kaname había utilizado, sólo para darle más énfasis a sus palabras y, por qué no, para hacerle una reverenda burla a Kuran.

—He de suponer que es una ardua y extenuante tarea tratar con usted, Munakata-kun, así que prefiero dejarla para alguien más indicado, con su permiso he de retirarme—la sonrisa floja y altiva de Kuran al decir las palabras le aclararon a Kirei que no era más que una farsa toda esa cortesía cínica, pero le dio lo mismo, tanto como si se despedía de la manera más cortes posible como si se fuera vomitando arcoíris.

1

Estaba molesto.

Estaba realmente molesto.

Estaba jodida y realmente molesto. Al parecer su padre y la mujer de pechos grandes, Awashima, tenían como propósito joderle la vida. Nomás poner un pie fuera de la cama ya los tenía pegados como chicles ante la expectativa de que algo le ocurriera, bueno o malo. Ni siquiera podía comer algo decente, en lugar de eso su padre le mandaba un curioso brebaje de procedencia dudosa y sabor a drenaje. Esas razones eran poco comparado a todo lo demás, desde que ocurrió "eso" se había propuesto a ya no dejar que su padre hiciera de su vida una reverenda mierda, y si iba a morir lo iba a hacer sin el remordimiento de que no vivió nada a pesar de tener vida, bastante paradójico.

En primer lugar puso distancia, insistió y, gracias a sus rabietas que podían durar semanas si se lo proponía, logró hacer que su padre aceptara dejarlo ir a una escuela, y que mejor si era una tan lejos del Shizume que ni tiempo le daría a Munakata Reisi de ir a verlo para asegurarse de que bebiera todo el brebaje mandado, o que no se bañara con agua fría, o siquiera que no olvidara su inhalador. Le pareció la mejor idea esa escuela perdida entre un pueblo medio occidental, al estilo gótico y con personas que no lo conocían ni él las conocía.

La única condición impuesta por Reisi fue que Kirei tenía que ser algo así como un agente encubierto del Scepter 4, dando por hecho que en esos momentos ya era parte del clan azul, poseyendo una habilidosa utilización del sable, pero no más que su padre desgraciadamente.

Y a pesar de que todas las razones no eran más que excusas baratas para poner distancia con lo que verdaderamente lo perturbaba, se sentía bien, porque sabía que así lo hubiera querido "él". Tres meses atrás el Scepter 4 recibió una llamada de emergencia por parte de un soldado en entrenamiento, la razón fue por una pelea callejera entre el soldado y tercero al mando Fushimi Saruhiko con el ex-vanguardia de HOMRA, Yata Misaki. Ese día Fushimi al parecer olvidó o quiso olvidar que no tenía poderes con los cuales vencer rápidamente a Yata, lo que resultó en un aparatoso y trágico incidente donde él fue el más y único afectado físicamente. Ahora Kirei no tenía a nadie más para ser su compañía, tal como en un pasado lo había sido Fushimi en todo ese mar de gente hipócrita con rostros falsos, que lo único que querían era quedar bien ante su rey y no ante el hijo de este. La única persona que había sido amable y único amigo de Kirei se encontraba en un estado comatoso, con nulas posibilidades de despertar, y en caso de hacerlo, en un estado vegetativo.

Ahora lo único que deseaba era volverse más fuerte, alejarse de todo aquello que lo detenía y poner fin a la vida de Yata Misaki, para por lo menos darle un poco de paz a la consciencia de Fushimi y a su propio egoísmo innato.

El día paso de lo más aburrido, aun recordaba el rostro del director cuando lo conoció, el solo recordar eso le daba una mezcla de molestia y repulsión muy extraña; la chica Yuuki, que era hija suya, parecía llena de energía esa mañana a pesar de las inminentes ojeras que traía bajo sus ojos como muestra de no haber dormido bien, en cambio el chico Zero parecía estar enojado con todo lo que se cruzara por su camino, eso no lo excluía a él.

—Espero que tengas razón y no me decepciones—fueron las alentadoras palabras que su padre le dedico antes de irse, era un hombre que siempre hablaba de una forma condescendiente y arrogante a todo el mundo, ya hasta había perdido la cuenta de cuantas veces le había recalcado eso diciendo que era molesto para él, más sin embargo Munakata siempre mostraba un rostro aletargado cuando le decía aquello. Podía deducir por aquello que quizás se trataba de algo que no quería recordar, por eso ponía más empeño en decirlo.

Durante su corta infancia fue Fushimi quien lo instruyó en cosas de la escuela. Fushimi era un genio, y él un pelmazo que no servía para nada de eso, era lo que siempre decían sus otros profesores, eso hasta que Fushimi se encargó de su educación y lo convirtió, prácticamente, en un genio. Era culpa de todo eso que ahora las clases se volvieran enteramente aburridas, o al menos para él que ya se sabía todo lo que el profesor se pasaba exclamando a los cuatro vientos.

Se puso a tararear una vieja canción que su madre solía cantarle, no recordaba nada de su madre, excepto claro, su innegable afición a los dangos, esos muñequitos cincuenteros que ella encontraba lindos y agradables, igual que su abuela.

— ¡Ese es el deber de una prefecta!—exclamó con energía Yuuki junto con otra chica, dejando intrigado a Kirei por saber de qué rayos hablaban.

—Suerte—dijo la otra chica, se dio cuenta de que habían pocos en el salón aún, siendo la chica junto a Yuuki la única mujer en él, y eso era extraño.

Sin tomarle más importancia de la que debería, salió del salón dispuesto a llegar cuanto antes a su dormitorio, de pronto ya no se sentía tan bien como al principio.

— ¡Yo espero ver a Shiki-sempai! ¡Kya! ¡Es tan lindo!—hasta donde estaba él podía oler las hormonas que seguramente esa chica desprendía, simplemente no entendía como algunas personas se desinhibían así por alguien más, empezando por Fushimi y su arraigada obsesión por Yata. Las relaciones humanas nunca fueron su fuerte.

Su extraño y siempre patente síndrome de la curiosidad lo atacó en ese momento, siguiendo a las chicas y saber de una vez por todas que significaba todo aquello.

Toda la manada de chicas con la que se topó después lo arrastró sin querer hasta la entrada de la academia, donde Zero y Yuuki ya estaban esperando también en plan de prefectos controladores de multitud.

Yuuki y Zero estaban ocupados tratando de regresarlas detrás de lo que parecía ser una línea imaginaria trazada mentalmente por el albino.

Cuando entraron los aclamados no reconoció a ninguno de ninguna parte, ni tele, ni música ni nada, eran atractivos pero de ahí no pasaban, quizás por eso era que les llamaba tanto la atención a las chicas, esa aura de misterio que los rodeaba y los hacía parecer seres inalcanzables, se preguntó brevemente qué estaba haciendo ahí siendo el único chico que por su voluntad estaba presente, daba gracias a que el montón de chicas lo cubrieran completamente entre su bullicio, solo en momentos como ese daba gracias a su altura (o la falta de esta).

De la manera más sigilosa que conocía se coló entre las chicas y así al fin salir de ese mar de hormonas sofocantes que ellas representaban, sin prestar más atención a los de la clase nocturna y su intento de desfile en pasarela.

Tal y como había querido desde un principio, fue a su habitación y se tiró en la cama, con la vista clavada en el techo, maquinando mil y un formas de hacer pagar a Yata Misaki por haberle arrebatado lo poco de vida que tenía Fushimi, aún más, por haberle arrebatado a él mismo lo único bueno que aún le quedaba de la vida.

Una extraña comezón atacó sus antebrazos, obligándolo a rascarse incesantemente hasta dejarse la piel rojiza, hasta dejarse la piel lacerada, goteando diamantitos rojos que adornaban el piso de diferentes formas. Y aun así no dejó de rascarse, pensando que de esa forma podría acabar de una vez con la comezón, marcándose más y más la irritación en su mortecina piel, sin importarle enterrar sus uñas con saña en la piel viva que estaba comenzando a dejarse ver, y quizás, y sólo quizás, así acabara su comezón, así acabara el delirio.

El OC es de mi entera autoria, no plagio XD

¿Review?