Sin tiempo

Hange chasquea la lengua y hunde la cara entre sus manos, cansada, exhausta, llena de sangre.

Erwin está en un lugar que ella ignora y se siente desesperada.

Recuerda el brazo que el rubio perdió y sus ojos se nublan, pero incluso en la soledad de una habitación es incapaz de soltar las lágrimas de tantos sentimientos que bullen en su interior.

¿Por qué su alma de científica encontró una oportunidad para sentir algo más que aprecio por el capitán? Se frustra, mira la mesa de roída madera en la que apoya sus codos, cierra los ojos, suspira resignada.

Contra toda su voluntad, quiere a Erwin. Y desearía no hacerlo, porque en cualquier momento uno de los dos podría morir. Él podría morir, y lo que ella guarda en lo profundo de su ser se quedaría ahí para el resto de su vida. Lo quiere tan intensamente que es incapaz de describirlo, o de decírselo por una simple y sencilla razón.

No hay tiempo para el amor.

El golpe de Estado, las negociaciones, Eren e Historia secuestrados, demasiadas posibilidades y teorías acerca del origen y ser de los titanes son cosas que requieren más atención y tienen más importancia que un amor sin confesar.

La confianza que Erwin dejó en ella es una de las pocas cosas que le permiten seguir, porque está terriblemente cansada. Pero no debe dejar las cosas a medias, incluso Levi confía en ella, son un equipo, si bien cada uno por su lado, es para lograr una meta en común: La libertad de la humanidad.

Y a veces, sólo a veces, Hange Zöe desearía vivir en otra época, en una donde no existieran los titanes que tanto quiere, y ella pudiera tomar la mano que le queda a Erwin, y abrazarlo en silencio.