Disclaimer: los personajes, escenarios, hechizos y demás pertenecen al mundo de la Dragonlance de Margaret Weiss y Tracy Hickman (excepto el pj de Irianalha Starlight inventado por mi XD)

Este es mi primer fanfic así que espero magnanimidad con él y conmigo XDD, espero que la disfruteis tanto como yo escribiendola o ^^ o

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Dalamar apenas si durmió.

De nuevo en sus sueños le habían acosado los recuerdos.

Cuando caía en letargo le era imposible no soñar con su adorada Silvanesti, con sus amados árboles.

Soñaba que recorría las laderas que circundaban su hogar, embriagado con el frescor de los Wallenwoods, soñaba con sus gentes, siempre sonrientes como si alguna magia les obligase a ello y entonces, aquel era el momento exacto en el que el sueño dejaba de ser tal y comenzaba la pesadilla, podía ver claramente a su señor y volvía a sentir el yugo de la opresión, la falta de libertad del sistema de castas élfico que tanto le asfixiaba.

Estaba otra vez preso, atado, semidesnudo y humillado delante de aquel tribunal mientras le declaraban culpable y le imponían la peor de las penas, mucho más dura para cualquier elfo que la mismísima muerte, el destierro.

Dalamar apoyado en el respaldo de su lecho intentaba organizar sus pensamientos, debía mantenerlos bajo su dominio y no dejar que los recuerdos le volviesen a torturar, al menos no durante el día.

Pasaba nervioso sus largos dedos entre sus cabellos humedecidos por el sudor.

Un ligero movimiento, un zozobrar de las finas sabanas de seda le hicieron ponerse alerta.

Contempló a Jenna mientras esta dormía plácidamente, no eran muchas las horas de sueño de las que disponían los magos y ella las compartía con su amante elfo.

Las brasas de la chimenea vertían un tinte cobrizo sobre la piel de la humana y formaban una areola al mezclarse con sus cabellos dorados.

Su respiración era tranquila, suave pero a Dalamar comenzaba a molestarle, ya había dormido suficiente y deseaba retornar a sus libros, era una situación complicada que volvía a repetirse noche tras noche.

No le importaban demasiado los sentimientos de Jenna, él no la amaba y si ella lo hacía o no, era un tema en el que prefería no inmiscuirse, tenia en su cama a una de las mejores hechiceras de Krynn siendo, a demás, la hija del jefe de los túnicas rojas Justarius, por lo tanto le convenía tenerla cerca y poder tenerla vigilada, al igual que ella a él.

-Después de todo – dijo suavemente mientras la acariciaba con la mirada- es realmente hermosa para ser humana- y sonrió.

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-Invocación bola de fuego- Irianalha deslizaba su dedo en post de la palabra siguiente que acompañaba a la anterior, era una persecución absurda pues su mente siempre se adelantaba a su anular.

Conocía los hechizos, formaban parte de ella puesto que cada vez que sus labios murmuraban, que dejaban escapar en leve siseo las frases arcanas, percibía como una vibración, un cosquilleo tal vez, inundaba su cuerpo - Y eso me hace sentir tranquila- susurró.

Con un gesto seco y firme cerró su amado libro de hechizos, acarició su lomo forrado en suave cuero blanco veteado por argénteas runas de protección.

Sabía que no era un libro que contuviera hechizos altamente poderosos, pero a pesar de ello era su más valiosa posesión.

Irianalha Starligth pertenecía a una noble familia Silvanesti, estaba orgullosa de pertenecer a ella y de haber heredado su legado.

Recorrió con un vistazo su somera habitación, sabía que era un privilegio poder pasar en la Torre varios días antes de la prueba y sabía que ese privilegio, le era concedido por ser quien era, o mejor dicho por ser hija de quien era.

El recinto era austero, nada que ver con sus magníficas habitaciones en Silvanost, aspiró una bocanada de aire intentando recordar el penetrante aroma de los jardines que pertenecía su casa, sin demasiado éxito.

Por la estrecha ventana se contemplaba un cielo cuajado de estrellas, la noche era cerrada aún cuando quedaban pocas horas para amanecer y apenas había dormido unos minutos mientras cabeceaba en la dura silla de madera de la que siempre se despertaba sobresaltada por horribles pesadillas que cubrían su ambarina piel con una fina capa de sudor, su pecho palpitaba bajo la seda de su túnica alba y sentía un pánico irracional al fracaso, a no ser capaz de superar la prueba y si bien temía a la muerte, no era ella más desalentadora que el fracaso y la vergüenza que recaería sobre su nombre, por todo ello prefería no dormir.

El bosque protector que rodeaba Wayreth atraía su interés con mágico influjo, era algo siniestro tal vez, pero hermoso y fragante, y aunque su naturaleza élfica le decía que debía rechazarlo por no tratarse de un entorno natural sino creado por artificios mágicos, para ella ese aspecto no le restaba belleza, todo lo contrario, Irianalha pensaba que para ello debía existir la magia, para crear cosas hermosas, para modelar, para hacer los sueños realidad.

No pudo contenerse, formuló un sencillo hechizo, sintió como los brazos de la magia la alzaban como un amante invisible y la depositaban en un abrir y cerrar de ojos en medio de la foresta.

Sabía que no debía hacerlo, que no era correcto, ya no se encontraba en su segura Silvanesti, era la primera vez que la había abandonado y sentía una añoranza terrible y angustiosa pero a la vez despertaba en ella un sentimiento poco común en su raza y que en su infancia había conllevado miradas de escandalo y palabras de desaprobación, hasta que aprendió a controlarlo sometiéndolo bajo una carga de culpa, ese sentimiento no era otro que la curiosidad.

No pudo resistirse, descalzarse y yacer sobre la hierba, sentir el frescor del musgo bañado en rocío en su piel.

Deslizó sus bucles de platino sobre el manto de la ladera, Solinari y Lunitari vertían sus rayos, plateados unos y rojizos otros sobre ella, al igual que lo haría la tercera luna que no podía ver, Nuitari.

Pero su angustia no se disipaba mientras las contemplaba, desde que tuvo entendimiento sabia que seria maga, mucho antes incluso de desearlo ella misma, todos los primogénitos de su familia tenían el honor de ser entregados a tal oficio, su linaje lo había sido generación tras generación, de ellos había heredado su particular físico y sus habilidades mágicas, no había habido ni uno solo de ellos que no hubiese pasado la prueba a temprana edad y ella se convertiría en la más joven de todos en superarla.

-Apenas tengo 27 años- murmuró mientras entrecerraba los ojos para concentrarse en el vaivén de los altos árboles mecidos por el viento.- Esta quizá, bien pudiera ser mi última noche-

- ¿No es esa acaso, una forma poco adecuada de enfrentarse a la dura prueba de mañana?

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Dios mio! no tengo idea de cómo subir las historias ni tagearlas ni nada! espero que lo esté haciendo bien XDDD

Muchas gracias a los que lo hayais leido

Un saludo

Bakarti