CAPÍTULO 1
-Bienvenido señor Castle, ¿ha tenido un buen vuelo? – Le preguntó un hombre que nunca antes había visto pero si habían compartido varias llamadas. Acababa de aterrizar en tierras inglesas con su avión privado y aquel señor de mediana edad sería su guía aquella semana que estaría en Londres por su firma de libros.
Estaban a finales de junio y el tiempo era bastante bueno, aunque todo tenía un aire grisáceo, como casi siempre en aquella capital.
Tony, el guía/acompañante también sería su taxista, así que se metieron en ese coche elegante pero a la vez deportivo y se dirigieron al hotel.
Una vez llegaron al mítico Hotel Hilton de Park Lane el hombre se marchó recordándole una vez más que aquella misma tarde sobre las 8pm. Rick tenía una lectura en un edificio cerca del parlamento. Tony preguntó si deseaba que lo recogiera o si el señor prefería ir paseando tranquilamente. Richard optó por la segunda opción, nunca había estado en aquella ciudad solo y le agradaba la idea de visitarla a su ritmo, sin prisas.
Se instaló en la inmensa habitación de la sexta planta y se quedó observando la belleza de aquellas vistas que abarcaban una gran parte de la ciudad.
Eran la una del medio día y no había comido mucho desde el día anterior, ya que lo que le habían servido en el avión no era ninguna exquisitez por así decirlo. Decidido abandonó su habitación y se dispuso a buscar algún restaurante tranquilo.
No se podía creer que en aquella zona no hubiera ningún italiano ni nada por el estilo, todo eran hot dogs o hamburguesas o bocatas y la verdad es que en ese momento le apetecía algo más consistente.
Aun hiendo camuflado con una especie de sobrero, unas parejas jóvenes le reconocieron y emocionados se tomaron algunas fotos con él.
Después de aquella pausa ya si que quería comer. Buscó y buscó más, y nada. Estaba por llamar a su especie de agente cuando de lejos vio un cartel no muy grande que ponía "La mia vita" , -¿Mi vida?¿En italiano?-Se preguntó a el mismo y sin dudarlo caminó con un pasó cada vez más acelerado hacia aquel restaurante que parecía ser su única posibilidad.
Sí, lo era, era un italiano y la verdad es que de aspecto era bastante apetecible.
Entró y se acomodó en una mesa de al lado de la ventana. Se quitó su fina chaqueta y aquel sobrero de camuflaje y esperó. No tardó mucho en aparecer una camarera, de unos 20 años, con una bonita sonrisa en su cara que fue aumentando cuando lo vio.
-Oh madre mía es Richard Castle! -Pensó Kate. Notó cómo sus piernas quebraban y su cara se empezaba a sonrojar más de lo que le gustaría. No podía ser, era él, en carne y hueso y estaba en el restaurante donde ella trabajaba. Rápidamente se compuso y dijo su pequeña frase habitual:
-Bienvenido al restaurante La mia vita, aquí le ofrecemos una amplia variedad de pastas y pizzas típicas de Italia, espero que sea de su gusto. Y le ofreció una carta. Rick la tomó mirándola algo confuso. Beckett así como pudo se dio la vuelta y evitando saltar y gritar se dirigió a la cocina.
-¿A que huele esa mujer? –Rick se estaba haciendo esa pregunta desde el momento en que ella se había acercado. Era una olor especial, muy dulce, muy cálida, muy tierna, muy sexy.
No tuvo ningún problema en elegir, todo parecía riquísimo pero se decantó por Penne all'Arrabbiatta, era uno de sus platos favoritos.
La camarera se volvió a acercar y justo en ese momento supo a que olía.
Cerezas, susurró para él, pero ese susurro sonó más fuerte de lo esperado y la joven se tensó y se puso aun más roja.
Cruzaron una breve pero intensa mirada pero ella volvió a enfocar su vista en la mesa y preguntó con un hilo de voz si ya había decidido. Castle asintió y le dedicó una pequeña sonrisa. Kate levantó de nuevo su vista y capturando la sonrisa de aquel hombre se marchó.
RICHARD CASTLE ME ACABA DE SONREIR Y HA DICHO CEREZAS Y MI PERFUME ES DE CEREZAS Y NO SE SI LO DECÍA POR MI, PERO DIOS QUIERO SALTAR, QUIERO DARLE LAS GRACIAS PORQUE SUS LIBROS SON REALMENTE EXTRAORDINARIOS Y NO PUEDO HACER NADA, ME LIMITO A SER CORRECTA Y A SERVIRLE. DIOS MÍO RICHARD CASTLE. Kate seguía en su shock particular cuando Patrick, el cocinero, la llamó ya por tercera vez señalándole un plato de pasta. La chica se arregló, intentó no parecer nerviosa y ya por tercera vez se dirigió hacia la mesa del escritor.
Cuando iba a dejar el plato él la intento ayudar y sus manos se rozaron, sutilmente, pero de nuevo Kate estaba temblando aunque esta vez fue diferente. Notó como Castle también se sonrojaba y tímidamente la miraba de reojo, sin atreverse a enfrentarse de nuevo con su mirada.
Casi sin voz logró desearle Bon appetit y como las otras veces se marchó así como pudo.
Su cara ardía, sus ojos también, se sentía mareada y sólo podía pensar en aquel hombre. Aunque la verdad es que en ese momento no pensaba en sus libros, pensaba más bien en aquel hombre, el que estaba ahí, en su mirada azul penetrante y en sus manos rozándose delicadamente.
Dios que buena que está la pasta pensó Richard y no pudo evitar sonreir y soltar un especie de sonido placentero. Mientras comía había algo que le rondaba por la cabeza. Aquella chica, aquella camarera, le provocaba algo pero no sabía exactamente que era. No la conocía de nada pero cada vez que se acercaba parecía que el mundo no existiera y que ellos estaban dentro de una burbuja de tensión y ¿pasión? ¿Era deseo lo que sentía? Estaba claro que era una mujer muy guapa, aunque no la había visto muy bien con ese delantal, pero no podía ser pasión y deseo, no, había algo más.
Terminó y pidió la cuenta. Esta vez le atendió un hombre, era el cocinero, el cual se interesaba por saber si la comida había sido de su agrado. Rick asintió contento aunque estaba decepcionado de que no hubiera aparecido la dulce camarera. Pero en ese momento se le ocurrió una idea.
Patrick la avisó de que la mesa 3 ya se había vaciado y Kate se quedó de piedra. No podía ser que su escritor ya se hubiera marchado, y sin decirle nada. Creía que aquella especie de "atracción" por así decirlo era mutua, pero no, era una inocente, pensó.
Se acercó a la mesa para recogerla y justo debajo de la copa había un pequeño papel que ponía:
-Gracias por todo dulce cereza, volveré pronto.
R. Castle
