1. De encuentros y besos robados.
- Dime otra vez porque estamos aquí – preguntó, había sido una muy mala idea hacerle caso a la loca de su amiga, pero fue la mejor de las dos alternativas que tenía. Ginger podía ponerse de muy mal humor cuando las cosas no se hacían a su manera.
Suspiré. Tal vez una rabieta de su amiga era mejor a lo que estaba pasando en ese momento. Aún no podía creer que se encontrara en un bar, desvelándose justo el día antes de su primer día de trabajo.
- Para celebrar tu nuevo empleo – respondió Ginger con tono sabiondo. Levantó la mano y enseguida la mesera que las había atendido toda la noche se acercó a la mesa. – Otra ronda de cervezas por favor. – pidió. Hermione ahogó un gemido. – Vamos Hers… desde mañana empezaras a trabajar todos los días hasta muy tarde, y no tendremos tiempo de divertirnos gracias a tu sentido de la responsabilidad… tómalo como tu despedida de soltera.
- Si tuviera sentido de la responsabilidad, como dices, no estaría aquí bebiendo contigo. – dijo con acritud. – Debería estar durmiendo Gin, mañana tengo que levantarme muy temprano. ¡Y no quiero empezar el día con una resaca!.
- Eso es tu culpa – la regañó – Si salieras más seguido estarías acostumbrada a esto… ¿no lamentas ahora no haber ido a todas esas fiestas el año pasado?
- Tenía mejores cosas que hacer… como estudiar para poder graduarme – dijo. Gin no le prestó atención y miró hacia otro lado, saludando a alguien con la mano.
Hermione gimió y se tapó la cara con ambas manos, la cabeza comenzaba a darle vueltas y que Ginger hubiera invitado a más gente significaba que aún le quedaban un par de horas en aquel lugar. Odiaba depender tanto de su amiga, pero después del espantoso accidente el mes pasado sus padres le habían prohibido conducir un automóvil por tres meses, y no los culpaba, ella misma se había jurado no conducir en por lo menos un año después de reducir a chatarra el mercedes de su padre. A ella no le pasó nada, pero el auto quedó inservible y su padre aún seguía molesto por eso. Y no quería que se enfadaran más, pensó, por eso debería estar en su casa, no en un bar bebiendo cerveza.
Mañana comenzaba a trabajar como estudiante en práctica en Potter Desings y no quería causar una mala impresión en su primer día. Sólo Dios sabía lo mucho que le costó que la aceptaran en esa empresa. Potter Desings era la más importante diseñadora y decorado de interiores, tenía como clientes a los más prestigiosos hoteles y empresas de Londres y buena parte de Europa y había sido una suerte que quedara seleccionada entre los cientos de postulantes. Lo último que quería era que pensaran que era una chica irresponsable que se iba de juerga entre semanas y se iba a atrabajar con resaca.
- Olvídalo Gin, no tomaré una copa más y me iré enseguida… tengo que dormir – dijo poniéndose de pie al momento que los amigos de Ginger se aproximaban a la mesa.
Su amiga hizo una mueca – De acuerdo, pero yo voy a quedarme… arréglatelas sola para volver a casa. – dijo.
Hermione tomó su chaqueta de la silla y su bolso y salió del bar. El aire fresco de primavera le golpeó el rostro despejándole las ideas y alejando el aroma a cigarrillo y alcohol, nunca le habían gustado mucho esos lugares, ni siquiera se podía mantener una conversación civilizada entre tanto ruido, sin contar con que apenas se respiraba gracias al humo de cigarrillo. Aún no entendía porque seguía siendo amiga de Ginger después de que claramente ya no eran compatibles. Mientras que ella quería algo más de la vida, su amiga aún creía tener 15 años, se vestía como una quinceañera y se comportaba como una.
Soy rica ¿porqué iba a preocuparme por trabajar? le contestó en una oportunidad. Era cierto, los padres de Ginger eran ricos y gozaba de un patrimonio que le permitía llevar la vida que llevaba. Todo lo contrario de ella. Desde pequeña Hermione supo que las cosas no eran fáciles, que todo lo que tenían sus padres lo ganaban con esfuerzo y que no les regalaban nada.
Por eso ese empleo era tan importante, había luchado por el, le costó años de estudio, sacrificio y trabajo duro. No iba a desperdiciar la oportunidad por un capricho de su amiga y una noche de juerga., claro que no.
Suspiró, eran más de las 12 de la noche, iba a costarle tomar un taxi. Decidió caminar hacia la avenida siguiente, más concurrida, quizás tendría suerte.
*
Harry Potter manejaba su automóvil deportivo del año, los parpados le pesaban, estaba agotado y muerto de sueño.
- Gracias Ron – murmuró con los dientes apretados.
Aún se estaba recriminando por su debilidad. Ronald Weasley se había presentado la noche pasada en su casa con una botella de tequila. Odiaba ser tan débil cuando su mejor amigo le hacía esa clase de invitaciones a mitad de la semana. Luna me botó del departamento… tienes el deber moral de hacer que me sienta mejor le dijo cuando apareció en su casa. Suspiró, las peleas entre Ron y su novia eran cada vez más regulares y eso no le gustaba. Luna Lovegood era una de sus mejores amigas, la consideraba su hermana, aparte de ser una de las accionistas de Potter Desings, y sabía que estaba perdidamente enamorada de Ron. El problema era que este no quería comprometerse aún y eso la estaba cansando.
No puedo vivir eternamente sin saber cual será mi futuro le había dicho en una oportunidad. Pero sabía que para Ron las cosas no eran sencillas, le tenía fobia al compromiso, y por mucho que amara a Luna tenía sus dudas acerca de formalizar su relación con la rubia. Se preguntó porque les costaba tanto dar un paso tan importante si estaban seguros de su amor.
- Tendré que hablar con Ron – pensó.
Era cierto, las cosas no podían seguir así, Ron amaba a Luna y ella lo amaba a él, tendrían que madurar de una vez y dejar las peleas de niños. Así de paso, lo dejarían tranquilo a él. Estaba cansado de ser el consejero sentimental de los tortolitos. Además, ironizó, él no era un experto, todas sus relaciones amorosas no pasaban de unos meses, no estaba interesado aún en una relación más formal y comprometida con ninguna mujer. Apenas tenía 28 años, un negocio emergente y de éxito, y sabía que las mujeres con las que solía salir lo elegían por su cuenta en el banco más que por su carisma. Aunque sus amigas siempre le habían dicho que era un hombre atractivo sabía que no era por eso por lo que las mujeres se acercaban a él. Pero aunque no quería una relación sería en ese momento sabía que era un romántico Romeo esperando a su Julieta. No sabía si era un defecto o una virtud, pero desde niño había visto lo que era el amor verdadero reflejado en sus padres y él quería para su vida lo mismo. Quería una mujer que lo amara por lo que era y no por ser sólo el dueño de una empresa multinacional y una abultada billetera.
Su teléfono comenzó a sonar, sacándolo de sus pensamientos. Frunció el ceño al ver quien era.
- ¿Dónde estás? – preguntó la voz de su abogado.
- Atascado en el tráfico – respondió – Llegaré dentro de una hora más o menos…
- Escucha Harry… ya es muy tarde y mañana es el matrimonio Ginny… ¿estás seguro de que quieres ver las escrituras hoy?.
Harry sonrió, era típico de Sirius Black, seguramente tenía una cita y su retraso, obviamente, lo estaba retrasando a él.
- De acuerdo… ¿quién es la víctima en esta ocasión? – preguntó.
Sirius, al otro lado de la línea, bufó – No hay víctimas jovencito… y más respeto que soy tu padrino…
- Y mi abogado, Sirius… y tenemos una junta. – le respondió.
- Vamos Harry… tienes que relajarte un poco… no todo es trabajo.
- Lo tomaré en cuenta… - dijo, suspiró. – De acuerdo, puedes irte. Ya hablaremos después.
- Bien… oh, dice tu madre que tengas cuidado mientras conduces – dijo con tono burlón – Dios Lily ya tiene edad para cuidarse solo… ¿qué?...¿un bebé?... ¿Cuándo dejaras de consentirlo tanto…. Hey! No me dejes hablando solo…
Harry cortó la llamada, cuando su madre y su padrino se ponían a discutir era mejor dejarlos solos, llevaba toda la vida viendo esas peleas y había aprendido a ignorarlas.
Volvió a concentrarse en el camino justo a tiempo para ver como una chica cruzaba la calle sin mirar hacia los lados. Frenó de manera brusca, haciendo que las ruedas del coche contra el pavimento hicieran un ruido agudo y fuerte.
Salió del coche a toda prisa para ver como la chica yacía en el piso con los ojos cerrados.
*
Hermione apenas vio el coche venir directamente hacia ella, estaba tan concentrada en cruzar la calle para coger un taxi que no se dio cuenta de nada hasta que el automovil estuvo prácticamente sobre ella. Había tenido suerte de que no la arrollara, suerte de que el conductor hubiera reaccionado a tiempo.
- ¿Se encuentra bien? – preguntó la voz profunda de un hombre mientras la ayudaba a levantarse del frío suelo.
- Estoy bien… no me ha hecho daño – le dijo para tranquilizarlo y tranquilizarse también. Era cierto, no le dolía nada, había sido solo el susto.
- Lo lamento mucho… venía distraído y no me dí cuenta de que estaba cruzando la calle… - se disculpó el hombre.
Hermione negó con la cabeza mientras se sacudía la escarcha del pantalón. – También fue mi culpa… no me dí cuenta de que venía un coche hasta que fue tarde… también iba distraída.
Levantó la mirada y vio por primera vez al conductor… se quedó sin aliento, era el hombre más atractivo que había visto en su vida. Alto, pelo negro y revuelto, ojos profundos e impresionantemente verdes, vestía un traje sastre color gris oscuro y tenía la corbata floja. Era el típico hombre de las películas.
Harry por su parte también la sondeó con cuidado. Era una chica muy bonita, de pelo castaño rizado y brillante, piel blanca y ojos marrones brillantes y sonrientes. Y una bonita figura, se dijo, aunque apenas se veía algo debajo del abrigo que llevaba puesto.
- ¿Estás segura que estás bien? – preguntó de nuevo. -
- Si, estoy bien… gracias – susurró, de pronto se sentía tímida con aquel hombre tan cerca. Dio un paso para ponerse en marcha pero de inmediato sintió un dolor agudo en el tobillo haciéndola perder el equilibrio.
Harry la sujetó a tiempo. – Tienes el tobillo lastimado… no puedes caminar así – dijo ayudándola a incorporarse.
- No es nada… - trató de decir, pero sin previo aviso Harry la tomó en brazos y la cargó hasta su automóvil. Hermione se ruborizó y dio gracias por que fuera de noche. – ¿Pero que estás haciendo? ¡Bájame ahora mismo!...
- No puedes caminar… y me siento responsable – le dijo mientras la metía dentro del coche y abrochaba su cinturón de seguridad. – Así que voy a llevarte a tu casa…. Es lo mínimo que puedo hacer.
- Pero…
- A menos que quieras que te lleve al hospital – le dijo.
Hermione se quedó callada, no podía caminar y no iba a coger un taxi en un buen rato, así que lo mejor era aceptar la ayuda de aquel desconocido.
- Soy Harry – le dijo él subiendo al auto y poniendo en marcha el coche. -
- Hermione – susurró ella sin mirarlo.
- Es un placer conocerte Hermione… - le dijo sonriendo. - ¿Ves? Ahora ya no somos unos desconocidos… sabes mi nombre y sé el tuyo… - Ella sonrió, al parecer le había leído el pensamiento.- Ahora necesito que me indiques por donde es…
Lo hizo, y llegaron a su casa en menos de 30 minutos. El camino fue silencioso, pero fue un silencio agradable, Hermione se limitó a mirar por la ventana los restos de escarcha de las copas de los árboles. De vez en cuando Harry le preguntaba por dónde debía ir y ella contestaba, a eso se limitaba su conversación.
- Que bonita casa… - murmuró Harry al detenerse frente a una casa blanca con un jardín pequeño, las luces estaban apagadas.
- Es de mis padres – explicó ella, lista para bajarse. Harry le tomó el brazo impidiendo que diera un paso y negó con la cabeza, luego se bajó y se puso a su lado en una fracción de segundos, la tomó en brazos nuevamente y la cargó hasta la entrada de la casa. Hermione no podía estar más ruborizada.
Harry sonrió, a la luz de la tenue bombilla del porche el sonrojo de la chica era adorable. – Bien, damisela… ya estás en casa, sana y salva.
- Te lo agradezco mucho – dijo cuando la dejó en el suelo. Buscó las llaves en su bolso y las metió en la cerradura, se volvió hacia el hombre. – Bien… buenas noches…
- ¿Buenas noches? – preguntó con una sonrisa que a ella se le antojó encantadora - ¿Es todo lo que vas a darme por ser tu caballero de brillante armadura?.
Hermione frunció el ceño y lo miró - ¿Necesitas dinero? – preguntó arqueando una ceja, era obvio que no necesitaba un centavo, pensó, vestía un traje caro y conducía un coche de lujo.
Harry rió y se acercó un poco hacía ella, Hermione retrocedió un paso, de pronto se sentía intimidada por su cercanía. – Estaba pensando más bien en algo como… un beso. – respondió. Hermione abrió la boca de la sorpresa, Harry sonrió aún más y sin pedirle permiso le robó un beso cortó. – Así suelen agradecer las damiselas en peligro a sus caballeros por rescatarlas ¿nunca has leído un cuento de hadas?. – preguntó pícaramente.
Hermione no contestó, estaba demasiado impresionada por la osadía y el descaro de aquel hombre. Harry se separó de ella y con un vago gesto de la mano se despidió para encaminarse a su coche. Parpadeó cuando sintió que se alejaba como un bólido, rompiendo la tranquilidad de la noche.
- ¡Pero que descarado! – se dijo, pero sonrió de igual forma. No todos los días se encontraba una con un hombre guapo que te roba un beso en la puerta de tu casa.
Se metió dentro de la casa con la idea de que ni siquiera le había preguntado el apellido y que no sabía nada de aquel extraño… sacudió la cabeza, mañana tenía que trabajar y necesitaba un antiinflamatorio para el tobillo, hielo y unas horas de sueño.
Harry por su parte iba pensando en que le pasó para hacer lo que hizo con esa mujer. Casi la mata con el auto y luego le roba un beso, sonrió, nunca había hecho una cosa así, pero no se arrepentía. Seguramente nunca volvería a verla (y no es que quisiera hacerlo), además, tenía otras cosas más importantes en la cabeza como para ponerse a pensar en aquella chica.
Al día siguiente Hermione se levantó temprano, el tobillo ya no le dolía y había dormido lo suficiente para tener un rostro presentable en su primer día en el trabajo de sus sueños. Se despidió de sus padres y salió de su casa. Hoy comenzaba una nueva vida.
Llegar al edificio donde Potter Desings estaba instalado no fue difícil, como tampoco lo fue distinguir que aquel rascacielos de entre todos los demás. El edificio tenía estampado el estilo elegante y distinguido de la firma. Suspiró y se encaminó hacia la recepción.
- Buenos días… soy Hermione Granger y tengo una entrevista con el señor Weasley – le dijo a la joven que estaba tras el mesón. Esta se volvió a mirarla y la inspeccionó de arriba abajo con mirada critica, Hermione se sintió, de pronto, incómoda.
- El señor Weasley no viene hoy a la oficina. – dijo y siguió tecleando en su ordenador. – tendrá que volver mañana.
- No lo entiende… yo soy…
- ¿Hermione Granger? - preguntó una voz a sus espaldas. Ella se volvió para encontrarse con hombre alto y de pelo castaño que le sonreía amablemente. La recepcionista los miró, de pronto, avergonzada. – Soy Oliver Wood, Ronald me dijo que llegarías hoy y me pidió que lo disculparas por no estar aquí para recibirte en tu primer día. – sonrió afablemente y le estrechó la mano. Hermione le sonrió de vuelta.
- Descuide… - dijo.
- Bueno, ven conmigo, te enseñaré tu oficina y a las personas con las que trabajarás – dijo guiándola hacia los ascensores.
- Señor Wood, tengo unos mensajes que son importantes – dijo una chica menuda de pelo rubio acercándose a ellos cuando se abrieron las puertas del ascensor. – Debe llamar a…
- En un momento Hanna – le dijo, Hanna asintió y tras lanzarme una mirada curiosa a Hermione se fue por el pasillo – Es muy eficiente como secretaria, pero a veces no me deja respirar. – le susurró.
Hermione lo miró – Aún no sé que es lo que hace usted aquí…
- Es verdad… soy el gerente de proyectos… en otras palabras… si yo no tengo algo en las manos tu departamento se limita a mirarse las caras – respondió. Ella rió, le gustaba aquel hombre, era simpático y parecía una buena persona. – Bien, aquí estamos… departamento de diseño… - dijo abriendo la puerta, de inmediato todos los que estaban dentro dejaron de hacer sus cosas para ver quien había entrado. – Señores, buenos días… les presento a Hermione Granger, su nueva adquisición. Hermione, ellos son tu equipo de trabajo… Angelina Jonhson, Alicia Spinet, Katie Biel…
- Y los hermanos Weasley, pero no están ahora – dijo una morena acercándose a ellos. – Soy Angelina, es un placer y bienvenida.
- Gracias…
- De acuerdo… las dejo, por favor chicas pongan al día a Hermione en todo. Nos vemos en un rato. – dijo yendo hacia la puerta. – Tengo una gran idea….
- ¿Podrías dejar que termines con las tres ideas que ya tenemos en las manos? – gritó otra de las chicas desde su escritorio. Oliver no le hizo caso y salió de la oficina. - ¡Ese hombre es un tirano!.
- Pero es un genio Alicia…
- Oh por Dios!, solo lo defiendes porque es tu novio… - se buró Alicia.
- No es mi novio…
- Pero te mueres porque lo sea…
- ¡Cierra la boca, Alicia!
Hermione sonrió. Angelina la miró – Siempre son así… vete acostumbrando. – le dijo. Las otras dos chicas seguían discutiendo. – Te mostraré donde trabajarás.
- ¿Por qué el señor Weasley no está? Era él quien me iba a recibir y mostrar todo – comentó mientras seguía a Angelina.
- Hoy es el matrimonio de su hermana… así que hoy estaremos sin los altos mandos.
*
Harry caminaba de un lado para otro por el salón, estaba desesperado por deshacerse de la odiosa corbata. Como odiaba vestirse de ese modo. Cuando él se casara iba a exigir a su futura esposa que hicieran una ceremonia en la playa… sin corbatas, sin zapatos y sin tanto escándalo.
- ¿Puedes al menos simular que lo estás pasando bien? – preguntó una voz a sus espaldas. –
- Lo siento… pero tú tienes la culpa ¿porqué demonios dejaste que Ginny eligiera estos trajes? – preguntó tratando de aflojar el nudo de su corbata.
- Ya sabes como es…
Miró a su amigo, Draco Malfoy era su socio en la empresa, un hombre inteligente, astuto y letal para los negocios, generalmente era él quien se ocupaba de los problemas de la empresa, era quien despedía al personal y era también a quien más temían en Potter Desings, y no podía culpar a la gente. Con 1.90 de estatura, y los ojos grises como el acero inspiraba respeto. Pero esa era sólo una parte de él, la otra, la que estaba con él en ese momento, era mucho más amena. Y eso se lo debía en gran parte de Ginny, su amiga había sabido como domesticar a la bestia. Solía burlarse de él con el tema, pero Draco lo ignoraba, en parte porque sabía que era verdad. Su padre, Lucius, no fue precisamente un padre amoroso, desde pequeño le inculcó a su hijo que para ser un hombre poderoso tenía que barrer con el resto sin importar los métodos. Pero todo cambió cuando apareció aquel tornado pelirrojo que lo deslumbró por completo. Ginny nunca se quedaba callada cuando Draco le decía algo, eran discusión tras discusión. Pero más temprano que tarde habían terminado por firmar la paz nada y nada menos que con un beso de película en su oficina. Vaya susto que se había dado cuando los sorprendió. Desde entonces fueron inseparables. Eso lo traía a ese momento, donde estaban a punto de casarse con Ginny Weasley.
- ¿Preparados? – preguntó un hombre entrando a la habitación. Era un hombre alto, de pelo negro y ojos azules que miró a ambos jóvenes con una sonrisa picara. – Pero que lindos se ven…
- Cierra la boca Sirius – dijo Draco saliendo del cuarto. Harry rió.
- Y dime una cosa jovencito… tú madre me contó algo muy interesante esta mañana – dijo Sirius a Harry, quien lo miró extrañado. – Me dijo que te oyó llegar bastante tarde anoche…
De inmediato a su mente vino el recuerdo de aquella joven, el accidente, el beso… - Tuve que hacer algo antes… - respondió, no iba a contarle al cotilla de su padrino lo que había hecho. –
Sirius lo miró con los ojos entrecerrados, como tratando de leerle la mente, Harry desvió la mirada, incomodo. – Vamos… soy tu padrino… casi como un padre para ti.. sabes que puedes tenerme confianza.
- Cuento chino, Sirius – dijo – Si te cuento algo… se lo dirás a todo el mundo. Eres terrible guardando secretos.
- Entonces sí pasó algo… - murmuró el hombre. Harry se maldijo por ser tan tonto. – Vamos… no le diré a nadie… lo prometo…
Harry suspiró, en realidad debía decirle a alguien lo que había pasado, si no terminaría volviéndose loco. En toda la noche no había podido dejar de pensar en aquel encuentro. Así que armándose de valor le contó a su padrino todo lo sucedido, incluso el beso.
Cuando terminó Sirius silbó largo y profundo. Tenía una sonrisota en la cara. – Vaya… pero que mañas son esas…. Andar por ahí, de noche… cual bandido… robándole besos a las chicas.
- Lo sabía… no debí decirte nada.
- De acuerdo… no diré nada…. ¿volverás a verla? – preguntó de pronto.
- Claro que no…
- Pero sabes dónde vive… podrías ir y verificar que su tobillo está mejor, llevarle flores… - sugirió.
- Olvídalo. Ya te he dicho que no estoy para relaciones amorosas… - dijo Harry con el ceño fruncido, molesto de pronto consigo mismo por el sólo echo de considerar la sugerencia de su padrino. Podía ir a verla, llevarle flores… ¡no! pensó, no quería ese tipo de relaciones con ninguna mujer. Lo mejor era olvidar lo sucedido. Además dudaba que volviera a encontrarse con aquella mujer en su vida.
Continuará…
