Capítulo I
Rin permaneció de pie frente al espejo durante un momento, y luego se giró sobre sí misma para observar su cuerpo desde otro ángulo. Jaló un poco de una de las mangas de su camisa nueva y se volvió a mirar. El corto cabello rubio se balanceaba con rapidez cada vez que ella giraba la cabeza. Apoyó el peso de su cuerpo sobre uno y otro pie para comprobar la talla de sus pantalones.
Miku, su mejor amiga, la observaba en silencio, pero sonriente, sentada en el borde de la cama. Rin le había pedido que volvieran juntas del colegio para mostrarle la nueva ropa que se había comprado. Aunque durante el día su amiga solía llevar el larguísimo cabello atado en dos coletas altas, al llegar a su casa se lo había dejado suelto, y en ese momento caían sobre su espalda y a los costados de su rostro finísimos y sedosos mechones de pelo. Rin evitaba mirarla a través del espejo: se sentía un poco intimidada por su belleza.
-Me quedan muy bien, ¿no? -preguntó, seria.
-La verdad es que sí, te quedan muy bien... Pero no seas tan fanfarrona -rió Miku. Apoyó la cabeza sobre una mano y siguió:- ¿Ya le preguntaste a Len qué le parecen?
-¿Qué cosa? ¿Los pantalones nuevos? ¿Estás loca? Es un chico, no entiende de estas cosas -Rin dejó escapar una risita inocente.
-Pero nunca está de más tener la opinión de un muchacho. Sobretodo si piensas usar esa ropa para los festivales del colegio... Donde Kaito puede verte.
La chica que había estado observándose al espejo se giró mientras reía animadamente.
-¡Como si con eso pudiera llamar su atención!
-¿Pero no es por eso que me hiciste venir? ¿No es por él que te preocupas por cómo luces? Aunque, bueno, es obvio que si estás cerca de mí él nunca te va a ver, pero quizás si estás sola... -Miku movió la mano como quitándole importancia mientras adoptaba una expresión petulante, y ambas rieron juntas.
-No es sólo por Kaito... Es normal que una chica quiera verse linda, ¿o no? -después de una pausa y un suspiro, continuó:- ¡Es tan lindo! Si tan sólo no fuera tan... Indiferente...
-Creo que si no lo fuera no le gustaría a tantas chicas. Además es bastante mayor que nosotras, no estaría bien que se anduviera fijando abiertamente en mujeres de nuestra edad –suspiró-. Es tan lindo -agregó en el mismo tono en que lo había hecho su amiga.
Kaito era el chico más popular del colegio. Era alto, con el cabello corto, que hacía juego con sus hermosos ojos azules. Le gustaba a absolutamente todas las chicas, a pesar de que nunca le dirigía la palabra a ninguna de ellas. Como generalmente sucede con esta clase de chicos, daba la sensación de que todo lo que hacía le salía bien: era excelente en deportes, tenía calificaciones perfectas, e incluso era popular con los varones más jóvenes, que lo admiraban como modelo a seguir. Estaba varios cursos por encima de Miku y Rin, lo cual lo volvía todavía más atractivo para las chicas de su clase.
En realidad, él era sólo un amor platónico para las muchachas. Rin no pensaba que pudiera tener una oportunidad con él, pero daba un tema de qué hablar en las reuniones de chicas, y en el tiempo libre que pasaba con su amiga Miku.
-Adivina quién va a ser igual de popular que Kaito cuando tenga la edad adecuada -la muchacha de ojos verdes inclinó la cabeza, con una expresión maliciosa en el rostro.
-¿Quién?
-Tu hermano.
-¿Len? -Rin lanzó una carcajada sonora- Len no es popular con las chicas, es demasiado extraño. Siempre está encerrado en sus asuntos.
-Igual que Kaito.
-Pero es diferente. Kaito es alto... Tiene esos hermosos ojos azules...
-A mí me parece que muchas chicas pueden encontrar a Len atractivo.
La expresión de Rin cambió por un momento, y le pareció que Miku hablaba en un tono muy extraño. Abrió la boca para preguntar algo, aunque no sabía qué, cuando su amiga la interrumpió:
-¡De todos modos ni pienses que voy a dejar que te quedes con Kaito!
Se echaron a reír juntas. Rin siempre había pensado que Miku Hatsune era mucho más atractiva que ella. Como tenía el cabello tan largo, podía acomodarlo de la manera que quisiera, y siempre le quedaba bien. Era un poco más alta y estilizada que ella: su figura era más la de una adulta que la de una niña, a diferencia de la de Rin. Sin embargo, nada de esto la preocupaba: Miku era su mejor amiga, siempre había estado a su lado, y jamás haría nada para molestarla. Le gustaba Kaito, pero ¿a qué chica no? Y si alguna vez Kaito le prestaba atención, Rin estaría feliz por su amiga, después de todo, era sólo un amor platónico de la secundaria.
-¡Pero mira la hora! ¡Es tardísimo!
-Te abro la puerta entonces –dijo Rin, y procedió a tomar el llavero con forma de dos corazones que había sobre la cama.
Miku se incorporó y ambas salieron de la habitación, bajaron las escaleras y se dirigieron a la puerta principal. Al pasar por la sala de estar se percataron de la presencia de Len, el hermano gemelo de Rin, frente al televisor.
-¡Oh! ¿Cuándo llegaste? –exclamó su hermana al verlo, a modo de saludo- No te escuché entrar.
El sillón sobre el que estaba recostado daba la espalda al sitio por donde estaban pasando las dos chicas, de modo que Len giró un poco la cabeza para dirigirle una sonrisa a Rin. Miku había permanecido en silencio, observando lo informales que eran los gemelos en su tratamiento mutuo.
-Hola, Miku –la saludó Len al verla. Los mechones de cabello rubio que caían sobre su rostro se movieron a un lado cuando ladeó la cabeza para esbozar una sonrisa.
-¡Ah! ¡Sí! ¡Hola, Len! –respondió ella, saliendo de repente de su ensimismamiento y sonrojándose un poco.
Luego, Rin la despidió en la entrada y la saludó con la mano mientras Miku tomaba el camino hacia su casa, que quedaba a escasas tres cuadras de distancia. La joven cerró la puerta principal y se dirigió a la sala de estar, en donde se recostó en el sillón al lado de su hermano. Permanecieron en silencio mirando la televisión durante varios minutos, cuando Rin interrumpió la calma:
-¿Por qué crees que a las chicas les gustan los chicos distantes?
Len giró la cabeza para mirarla a los ojos y se echó a reír de repente. Ella se sonrojó un poco ante su reacción, pero su hermano le contestó enseguida:
-¿Cómo voy a saber eso? ¡No soy una chica!
-¿Pero nunca te preguntaste cómo podrías hacer para gustarle a una?
Él echó la cabeza hacia atrás, entrecerrando los ojos con expresión pensativa. Frunció los labios. Luego volvió a sonreír y se giró hacia su hermana:
-La verdad es que no -su mueca de simpatía dejaba a la vista sus dientes blancos-. Creo que nunca encontré a una chica que pudiera ver de esa manera.
-¿Crees que Miku es bonita?
-¿Qué? Ah… Sí, es bonita. Supongo. Es una chica muy popular, ¿no?
-¿Crees que es más linda que yo?
Len se volteó a mirarla, y luego dirigió su mirada al techo, pensativo. Sin apartarla de esa posición, opinó:
-Son dos clases de belleza muy diferentes.
-¿Qué se supone que significa eso?
-Significa que las dos son lindas, pero cada una a su manera.
-¿De qué manera?
-Bueno… Ella es un poco más delgada y alta, es más parecida al estereotipo de chicas que se consideran atractivas por la mayoría. Por tu parte, pareces más joven que la edad que tienes, y tu contextura es más pequeña en general. Tú luces más tierna, eres la clase de mujer que provoca que un chico quiera protegerla.
Rin emitió un gruñido y recostó la cabeza sobre el respaldar del sillón.
-¿En cuál de los dos tipos se fijan más? Los chicos, quiero decir.
-No lo sé. ¿Por qué me preguntas esto?
-Por nada –respondió ella, agitando enérgicamente la cabeza en forma de negación. Luego, sonrió-. ¿Y cuál de los dos tipos te gusta más a ti?
-¿A mí? A mí… me gusta más tu tipo –sonrió él, mientras colocaba su mano sobre la cabeza de su hermana.
Rin reaccionó esbozando una gran sonrisa. Aunque eran gemelos, su hermano siempre se había comportado protector con ella, por lo que muchas veces a Rin le daba la sensación de ser menor que él. Siempre podía contar con que Len la haría sentir mejor y la consolaría en cualquier situación. Se sentía muy segura teniéndolo a su lado.
-Len -él hizo un sonido para hacerle entender que la estaba escuchando-, estoy muy feliz de que seas mi hermano. Gracias.
Su gemelo la miró y de nuevo sonrió ampliamente.
-Tonta –le dijo, y repitió el movimiento de su mano sobre la cabeza de ella. Ambos rieron con inocente felicidad.
