Capítulo 1.
—Solo recuerda algo, princesita—me dijo con toda la burla en su voz.
—Hablas mucho para ser alguien que está agonizando.
—Hm… cof… cof… si es de ser preciso, te maldeciré para que no tarden en matarte, perra.
—Muérete de una vez por todas, Nian.
—Hm… cof… cof. Ojalá él haga una masacre contigo y este imbécil, zorra de mierda.
—¡Cállate!
—Si no soy yo quien te mate, será… será alguien más, princesita. Cof… cof…
Con la respiración acelerada, ella estaba agonizando. Dio un profundo suspiro, y dejó de existir.
Acababa de morir en el suelo de aquella habitación.
Aparté el arma que ella había usado con la intención de matarme, y la lancé lejos de mi vista, pero en ese instante lo sentí pararse detrás de mí.
Un silencio endemoniado se apoderó del sitio, y tuve necesariamente que respirar muy profundo para darme valor, jamás en la vida pasé o experimenté tal cosa, con razón todos solamente tenían relaciones sin compromisos de por medio. Solamente gente conocida con la cual follaban.
Y ahora pensaba que quizá, de haber sido así, yo no estaría en esta situación.
Con temor de lo que él diría.
Sin poder estar en mi posición de espaldas para él por mucho más tiempo. Giré hacia el hombre y sabía que tenía muchas preguntas que necesitaban ser contestadas. Por el momento no decía nada, pero yo sabía que sus ojos en el suelo manchado de sangre, y los brazos cruzados sobre su pecho no eran un buen vaticinio.
—¿Quién demonios eres? —preguntó siseando los dientes. Estaba cabreado, y el cejo en su frente no podía ocultar eso. Apenas con la luz de la luna que se colaba por el ventanal de aquella habitación, supe que sus ojos estaban llenos de ira y frustración.
—Debes irte a un lugar seguro—le dije apenas sí logrando formular las oraciones en mi cabeza.
—¡Mierda! ¡Responde!—me gritó—, ¡¿Quién mierda eres?!
—Yo… —nunca experimenté algo igual en mi vida, pero la sensación de derrota y vergüenza se apoderó de mí como nunca. Maldición.
Maldita sea.
—Respóndeme—con sus largas piernas dio un par de zancadas y apenas sí colocándose delante de mí, tomó mis hombros y me sacudió. Me pedía una explicación.
—¿Por qué quería matarte?—preguntó con exasperación—, Maldita sea, Ann. Dime ¿Por qué quiso matarte?
Había llegado la hora de decirle, porque ya no habría justificación para lo que acababa de pasar en su departamento. Y no era para menos, había una mujer muerta en el piso de la habitación.
—¡Habla, mujer! ¡¿Por qué?!
—Ella no vino por mí—contesté débilmente sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Qué?
—Ella fue enviada para matarte a ti.
—¿Eh? ¿A mí?
—Sí—le contesté tanto como el nudo en mi garganta me lo permitió.
—Pero la conocías—sentenció tomando mi mentón y obligarme así a mirarlo a la cara—. Sé que la conocías.
—Sí.
—Entonces, dime ¿De dónde la conocías?
—Es que…
—¡¿Es que qué, mujer?!
—Yo también fui enviada a matarte.
UNOS MESES ANTES.
—Nunca nos conocimos ¿De acuerdo?
—Ah, pero creí que…
—Pues creíste mal, solo fue una noche. No eres más que una más que me acabo de tirar. Ten—le dijo lanzándole billetes a la muchacha de características iguales a las mías.
Me quedé estática en mi escondite y solo pude cerrar los ojos para soportar estas escenas. El haberlos visto follando no estaba en mis planes, pero ni modo, gajes de mi oficio.
—Ahora lárgate—le dijo mientras él seguía acostado en la cama con las sábanas apenas sí cubriéndolo, lo cual fue una suerte para mí de hecho.
—¡Eres un imbécil!—masculló la muchacha levantándose de la cama, y tomando apenas su ropa para ir con dirección al baño.
—¡Y tú una zorra!
Apenas la figura de ella desapareció por la suite del hotel, presione el botón en el control para cortar el suministro momentáneo de la luz y salí con dirección hacia el hombre.
—Hm. Hotel de cinco estrellas.
Lo escuché murmurar enfadado, me acerqué lo suficiente a él, y coloqué la punta del arma en su pulmón izquierdo.
—Nunca debiste venderles armas a los malos.
—Ah… ¿Q-que?...
Le tapé la boca con mis manos enguantadas, y un solo disparo con el silenciador fue suficiente para que el cerdo de hombre que hacía unas horas había estado follando con una muchacha mucho menor que él. Una niña técnicamente, muriera en mis manos.
Apenas lo comprobé, volví a mi escondite en la pared, me quité la chaqueta negra, con la que había estado antes, me coloqué la chaqueta del personal del hotel, y enseguida salí con mi carrito de hotel de la habitación contigua, con el arma en mi pequeño bolso oculto en uno de los niveles del coche.
De nuevo activé el botón de encendido de luces, y ahora solo habría que esperar que alguien llamara a la policía y confirmara que Hitochi Harakagi había muerto.
Con una toalla en mi mano, salí del sitio, caminé delante del par de guardaespaldas del ahora occiso, empujé mi carrito, y les ofrecí bebidas, pero como era de esperarse, ellos me ignoraron y me dijeron que me largara. Así que solo pasé de largo, con rumbo al ascensor.
Apenas sí los vi cuando las puertas del ascensor se cerraron, y solo pude escuchar un ensordecedor grito de aquella muchacha, que de seguro, ahora ya había descubierto que su amante había sido asesinado.
—Buenas noches. En las noticias de hoy. El millonario empresario, fabricante de armas, Hitochi Harakagi, murió por un impacto de bala en el pulmón. Las autoridades han dicho que no tienen ningún sospechoso hasta donde…
Sin querer escuchar más, apagué la televisión y me senté en mi sillón a descansar. Dejé la mochila en el suelo, y solo me permití dar un profundo suspiro.
—Ahora solo me resta esperar.
Y como yo misma me había dicho, no tardó mucho.
¡Ring! ¡Ring!
Perezosamente me levanté para tomar mi celular y contestar.
—Dime.
—Felicitaciones—dijo entusiasmado—, acabo de enterarme por las noticias, no digo que no creí que lo hicieras pero es que el tipo estaba muy bien resguardado.
—Ya ¿Algo más que decir?
—El dinero ya está en tu departamento. Sabes cómo funciona este negocio, además, yo mismo fui a entregártelo.
—¿Dónde lo dejaste?
—Debajo del sillón que amas.
—¿En serio?—me agaché y efectivamente, un paquete estaba allí—. ¿Todo completo?
—¿Crees que te mentiría?
—El dinero hace lo impensable, Yamcha. Dime ¿Todo completo? Sabes que odio el dinero incompleto.
—Hm. Lo sé. El millón está completo.
—Menos mal, gracias por haberlo traído—le dije colocando el dinero en el sillón y distribuyéndolo por paquetes.
—Eres la mejor ¿Lo sabes, no?
—Sí, lo sé. Gracias a mí también te has ganado algo de comisión o ¿No?
—Por supuesto guapura, eres la mejor, mi linda niña de cabello negro.
—Hm. No me lo recuerdes.
—¿Es permanente?
—Durará dos días. De seguro viste el tinte en el baño ¿No es así?
—Sí, por eso lo digo.
—Bien, entenderás que estoy cansada y solamente quiero dormir. Así que…
—Por supuesto, te dejo, de nuevo, felicitaciones, hiciste lo que muchos de mis chicos no pudieron. Por fin alguien que le dio muerte a ese cabrón.
—Sí. Así es. Ahora, si tienes otro trabajo, ya sabes.
—Sí, Bulma. Así lo haré. Descansa.
—Bye, Yamcha.
Colgué la llamada, y me dirigí a mi habitación a cambiarme, me di un vistazo en el espejo enorme de mi habitación, y una media sonrisa apareció allí.
Era hora de que Bulma Briefs apareciera.
Me saqué los lentes de contacto color café de las corneas y las coloqué en su estuche. El cabello habría de esperar para que el tinte de color negro cediera finalmente.
Me saqué la ropa que había usado para pasar desapercibida, y con la bata de baño en mano, caminé hacia la ducha en donde me di un refrescante baño.
Me tendí en la tina para perderme en el exquisito aroma a flores de jazmín y solo respiré de nuevo.
No tardé mucho en el cuarto de baño, y ahora con ropa ligera de lino, estaba en mi estudio eliminando cada investigación que había hecho al difunto.
Fotos, direcciones, mapas, itinerarios, todo lo coloqué en la máquina destructora de papel, de allí a una caja, conjuntamente con la ropa que había usado, como siempre hacía.
Tomé la misma, salí al patio trasero, lo rocié con gasolina y le prendí fuego.
La noche había caído ya, y el frío aire soplaba con fuerza, me abrigué en mi saco de lana, y cuando comprobé que no había quedado evidencia, me adentré en la casa.
Tomé la mochila que antes había tirado en el piso de la sala, y saqué el arma de su interior. La misma relució majestuosa en frente de mí, le quité el silenciador de la punta, y la coloqué sobre la mesa. Ahora en completo silencio, solo me permití encender la televisión y entretenerme un poco con programas basura.
Alrededor de las diez de la noche, fui con dirección a mi habitación. Tomé el libro del buró, justo al lado de mi cama, y leí unos tres capítulos.
El cansancio empezó a hacer mella en mí, y asegurándome que el arma que tenía bajo la almohada estaba cargada, me disponía a dormir, pero un mensaje de correo entrante, me hizo abrir un ojo para ver de qué se trataba.
De: CONEX Enterprise.
Para: Bulma Briefs.
Asunto: Negocios.
Querida Bulma, hay un nuevo trabajo. Ven mañana.
Yamcha Zedaki. CEO OF CONEX Enterprise.
Vaya, quizá ahora sí podré extender la casa unos metros más.
Tomando en celular en mi mano, le contesté.
De: Bulma Briefs.
Para: CONEX Enterprise.
Asunto: Negocios.
Allí estaré.
¿Ahora hacia dónde?
Bulma Briefs. Asistente de Gerencia en CONEX Enterprise.
Y como siempre esperaba de Yamcha, este no tardó en contestar.
De: CONEX Enterprise.
Para: Bulma Briefs.
Asunto: Negocios.
Francia.
Yamcha Zedaki. CEO OF CONEX Enterprise.
Desconecté mi celular de la red inalámbrica del wifi, y cerrando los ojos, me permití descansar.
Odette Kaidens Zeng.
