Capítulo 1

Kate

¿Cómo hemos podido pasar de estar comprometidos a… a esto? Me limpio las lágrimas que recorren mi rostro y me coloco de lado sobre el colchón. Sus palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza, "Lo siento, Kate, pero esto no está funcionando…" Recuerdo cómo mi mente tardó varios segundos en procesar lo que Richard intentaba decirme. ¿Cómo habíamos llegado a esa situación? Si estábamos bien. Él no había mostrado ningún signo de que no fuera así, desde que yo había llegado de Washington para hacerme cargo del caso que tenían ellos entre manos. Espera. Sí. Ahora que lo pienso, algo sí había ido cambiando con el curso de las horas ese día. Cada hora que pasaba su actitud era más fría conmigo. ¿Por qué? No lo sé. Lo único que sé es que de nada valieron mis argumentos ni mi intento para que cambiase de opinión. Él ya lo tenía claro: nuestra relación se había acabado.

Esa misma noche había salido de su loft después de una fuerte discusión donde ambos habíamos terminado sacando lo peor de nosotros.

-¡Yo no fui quién se dejó besar por otra persona ni quien aceptó un trabajo fuera de Nueva York sin contarle nada al otro! –Grita Castle. Me mira con dureza mientras se da la vuelta sobre sí mismo, colocando ambas manos en su cintura, agachando la cabeza.

-Entonces, ¿por qué me pediste matrimonio? –Pregunto con un hilo de voz. Rick se da la vuelta para mirarme a los ojos.

-No lo sé. En ese momento pensaba que era lo correcto, que era lo que sentía pero… no era así. Nuestra relación ya estaba acabada en ese momento. No debí haberlo hecho –confiesa, haciendo que yo me quite el anillo de mi dedo anular y lo deje encima del piano con algo de fuerza. Después camino hacia la habitación para recoger mis cosas.

-¿Lo tienes todo? –inquiere cuando me ve salir con la maleta. No respondo, sigo andando pero él me coge del brazo-. No quiero que se te olvide nada, no quisiera tener que volver a contactar contigo para darte lo que sea que se te olvide.

-No te preocupes, no volverás a verme, si eso es lo que te inquieta –me zafo de su agarre con brusquedad y salgo de su casa y de su vida.

-Eso espero –grita antes de que cierre la puerta.

XXX

-No quiero volver a escuchar su nombre –le pido, pasándome una mano por la frente.

-Pero es que todavía no puedo creer lo que te ha hecho –grita, olvidándose que estamos en mitad de una de las calles más concurridas de Nueva York.

-Lan –digo para que se calle y deje de gritar.

-Te juro que si me dejaras, probaría todas mis herramientas de trabajo en él.

-Lanie, ¿podemos cambiar de tema? ¿Cómo te va con Esposito? –le pregunto, no quiero seguir hablando de Richard Castle.

XXX

Estrujo el periódico entre mis manos antes de tirarlo a la papelera. Otra vez, Castle vuelve a ser portada por salir agarrado y muy cariñoso con otra modelo. Parece que ha vuelto a ser el Richard Castle que conocí en aquella fiesta de presentación.

Desde que vi la segunda portada, me convencí a mí misma de que no podía seguir llorando mientras él iba de cama en cama. No se merecía mis lágrimas y mucho menos después de sus acusaciones y de cómo me había tratado la última vez que nos habíamos visto, porque aunque le dije que no nos volveríamos a ver después de que rompiéramos –o de que él rompiera conmigo-, tuve que tragarme mi orgullo y llamar de nuevo a su puerta algunas semanas después.

-¿Qué haces aquí? –Pregunta de malas formas, colocando su cuerpo en medio de la entrada para impedirme que entrase-.

-Necesito hablar contigo –digo, lo más serena que puedo.

-No tenemos nada de qué hablar –aclara, intentando cerrar la puerta pero se lo impido, colocando las manos en la madera y empujando levemente.

-Te equivocas, sí que tenemos –me cuelo en su casa, chocando su hombro con el mío.

-Pues yo no quiero hablar contigo –dice, invitándome con la mano a que salga de su casa.

No le hago caso, busco algo en mi bolso y, cuando lo encuentro, se lo estampo contra el pecho. Él lo coge entre sus manos, leyendo el papel que le acabo de dar.

-¿Estás embarazada? –Pregunta, con la sorpresa reflejada en sus ojos. Yo asiento y Rick me devuelve el informe médico que certifica mi embarazo de una semanas-. Sigo sin saber qué estás haciendo aquí. Que estés embarazada no quiere decir que sea mío. Además, ¿tengo que recordarte que llevamos varios meses separados? Tú viviendo en DC, yo aquí. Tú siempre muy ocupada para verme,…

-¿Qué? –grito, completamente atónita por sus palabras. De todas las reacciones que me esperaba, ésta ni siquiera había pasado por mi cabeza.

-Que, que estés embarazada no quiere decir que sea de mí. Hay más posibilidad de que sea de alguno de esos hombres con los que te has acostado en Washington.

-Eres un imbécil –digo, golpeando su hombro con fuerza, aunque habría preferido golpear su cara.

-¿Por qué? ¿Por decir la verdad? No es mi culpa que no sepas de quién es ese niño… pero lo que no voy a permitir es que me hagas cargo de esto –dice, señalando el papel que tengo entre mis manos.

-¿De qué verdad hablas? -Inquiero, frunciendo el ceño-. Mira, no me importa –alzo una de mis manos, luchando contra las lágrimas que quieren salir de mis ojos-. Si es lo que quieres pensar, allá tú –lo empujo para que se quite de la puerta para poder salir de ahí antes de que comience a llorar.

XXX

-Kate –dice, acercándose a mí-, tienes que comer. Si no por ti, por ese bebé que tienes en tu vientre. Te necesita sana –se sienta a mi lado, ofreciéndome la bandeja que ha traído con ella.

Yo asiento sin mucha hambre pero no quiero darle más problemas a mi amiga. Suficiente tiene con dejar que me quede en su cuarto de invitados y con ayudarme a pagar las facturas médicas que mi embarazo está ocasionando. Para mi buena suerte, me han despedido por desvelar la identidad públicamente de una persona que el FBI quería utilizar como testigo para resolver un caso, sin importarle ponerla en un gran peligro después de que su prometido haya muerto por la misma causa. Yo simplemente no podía quedarme con los brazos cruzados viendo cómo, prácticamente, la enviaban a la muerte.

-Anímate, Ryan y Esposito están haciendo todo lo que está en sus manos para que puedas volver a la comisaría pronto –me da suaves golpe en mi pierna, justo por encima de las rodillas-. Además, mañana tienes cita con el ginecólogo y, por fin, podremos saber el sexo del bebé –dice, acariciando mi vientre –que ya se ha comenzado a notar- por encima de la tela de mi camiseta

-Sí –asiento y, por primera vez en varios días, sonrío de verdad, porque aunque todo fuera más fácil si no estuviese embarazada, no puedo dejar de estar feliz por mi embarazo. Es lo único bueno que me ha pasado en varios meses y es un bonito recuerdo de mi relación con Rick, por muy mal que acabase todo, tuvimos muy buenos momentos y fui realmente feliz con él.

-¿Has pensado ya en algún nombre de niña? Ya sabes que si es niño lo elijo yo, hicimos una apuesta –me recuerda. En el fondo sé que lo hace porque tiene miedo que decida ponerle el nombre de su padre. Es algo que Lanie no quiere que haga, ella misma me lo dijo. No se lo merece, esas fueron sus palabras cuando hace varios días adivinó mis pensamientos. Desde entonces, hizo una apuesta, porque por más que ella diga que la hicimos, fue ella la que dijo que si era niño y ella tenía razón, tendría el privilegio de elegir su nombre. Yo solo pude aceptar, porque después de todo lo que me está ayudando no pude negarme, además, soy consciente de que Castle no merece que su hijo lleve su nombre.

-Me gusta Althea.

-Es bonito –dice.

-Y tú, ¿has pensado algún nombre de niño? –repito casi exactamente su pregunta.

-Mmm… sí, pero tendrás que esperar hasta mañana. Solo lo sabrás si gano la apuesta –sentencia, levantándose de la cama-. Ahora a comer –me ordena-. Espero que ese plato esté vacío cuando venga a recogerlo –ruedo los ojos como respuesta.

XXX

-Es un niño –nos dice el ginecólogo y escucho al instante a Lanie gritar a mi lado y hacer un gesto de victoria, yo río cuando veo la cara de incredulidad del médico al ver a mi amiga saltar.

-¿Qué? He ganado la apuesta –le confiesa, como si su comportamiento fuese lo más normal del mundo.

XXX

-¿Me vas a decir ya el nombre que va a llevar mi hijo? –Le pido mientras salimos del hospital con las fotos de la ecografía en mis manos.

-Nico, se va a llamar Nico –dice con aires de triunfadora, quitándome las fotografías para mirarla con detenimiento-. ¿Te gusta? –Me pregunta varios segundos después, retirando su vista de las imágenes para observar mi reacción.

-Sí, es bonito. Me gusta –contesto con una sonrisa, tocando mi vientre-. Nico –susurro.

XXX

Nunca me ha importado hacer horas extras o quedarme de guardia los días festivos, ya que durante la mayor parte de mi vida adulta, mi trabajo ha sido el eje central de mi vida. Pero desde que hace dos años nació el amor de mi vida, cuento los minutos que faltan para poder salir de comisaría y regresar a mi casa.

-¡Adiós! –Me despido de mis compañeros, recogiendo mi chaqueta de detrás de mi silla y colocándomela mientras camino al ascensor.

-Dale un beso de nuestra parte a nuestro sobrinito –me pide Ryan.

-Lo haré –respondo antes de que las puertas del ascensor se habrán.

XXX

-Hey –saludo a mi hijo, poniéndome de rodillas en el suelo cuando se acerca a mí corriendo. Lo envuelvo entre mis brazos y beso su cabecita varias veces para hacer luego lo mismo en su mejilla cuando se separa un poco de mí-. ¿Has echado de menos a mami? Porque mami te ha echado mucho de menos a ti –vuelvo a abrazarlo y él se queja cuando lo aprieto demasiado-. ¿Cómo se ha portado? –Le pregunto ahora a la niñera.

-Bien, ya sabes que es un ángel –sonrío y asiento. Es verdad, no puede ser más bueno.

-Gracias por quedarte con él –le agradezco-, ¿nos vemos el lunes, no? –Ella asiente.

Me levanto con mi hijo en brazos y camino con él hasta mitad de la sala donde tiene algunos juguetes encima de una manta.

-¿Jugamos? –Le pregunto, sentándome en el suelo con Nico.

-Ti –contesta, levantando su cabeza para mirarme con esos ojos verdes azulados que tanto me cautivan. Coge todos los animales que sus pequeñas manitas le permite, mostrándomelos para que elija alguno. Le sonrío para luego arrugar la nariz, llevándome el dedo índice a los labios.

-Mmm… quiero el caballo –escojo entre ese y el tigre, que son los dos juguetes que ha logrado mantener entre sus manos.

Me sonríe mostrándome sus pequeños dientes, contento con mi elección pues el tigre es uno de los animales que más le gusta. No me da tiempo a coger el caballo que enseguida choca su juguete contra el mío, riendo cuando frunzo el ceño.

-¡Eh, eh! No vale. Así me ganas –me quejo, haciendo que ría más fuerte.

XXX

Camino con Nico en brazos mientras empujo la sillita y miro los escaparates de las tiendas de niños pequeños. Suspiro. No hace mucho estuve en este mismo lugar para comprar ropa a mi hijo. A esta edad se le queda demasiado rápido la ropa pequeña. Voy a tener que buscarme otro trabajo. Apenas llego a fin de mes con mi sueldo, si no fuese por todo lo que me ayuda Lanie…

-Hey, Nico –lo regaño, no deja de moverse entre mis brazos, queriendo bajarse al suelo-. Por aquí no puedes ir solito. Siéntate aquí un ratito –le digo, colocándolo en su sillita de paseo-. Vamos a entrar a esta tienda de aquí a comprarte ropita, ¿vale? Pero tú te tienes que quedar aquí sentadito para que mami pueda mirar –recojo el juguete que se ha caído al suelo y se lo doy para que se entretenga jugando y me deje echar un vistazo sin que se ponga a llorar.

Después de recorrer toda la tienda, ya tengo decidido lo que voy a comprar. Me doy la vuelta con una de las prendas entre mis manos, no escucho a Nico hablar ni quejarse.

-¿Nico? –Lo llamo antes de mirar dentro de la sillita-. ¡Nico! –Grito cuando me la encuentro vacía. ¿Cómo he podido perderlo de vista sabiendo que sabe desabrochar el cinturón? Tiro todo lo que tengo en las manos y corro a buscar a mi hijo. Después de recorrer toda la tienda y de no encontrarlo salgo de ella.

XXX

Rick

Me detengo, metiendo mis manos en mis bolsillos, frunzo el ceño cuando veo a un niño pequeño salir de una tienda de ropa solo. Su vestimenta me hace sonreír. Se ve tan adorable vestido así, con esa camiseta con un dibujo de Cookie Monster en tonos rojizos, ese pantalón de chándal gris oscuro y esas mini zapatillas rojas...

-Hola, enano –lo saludo, agachándome a su lado. Miro por encima de su hombro para cerciorarme de si viene alguien detrás de él, pero no. Sonrío cuando el pequeño ríe, estirando sus diminutos bracitos para mostrarme los animales-. ¡Qué chulos! –Exclamo, provocando que ría más-. ¿Y tu mami? –Le pregunto y justo en ese momento veo a alguien salir de la misma tienda corriendo, parece alterada-. No puede ser –susurro cuando sus ojos se encuentran con los míos. Rápidamente, se acerca a nosotros y coge al niño entre sus brazos. Yo me pongo de pie a la misma velocidad.

-Kate –la llamo pero ni siquiera se da la vuelta para mirarme, corro detrás de ellos y escucho cómo le dice algo de no bajarse de la silla sin su consentimiento o algo así-. Kate –repito su nombre, obteniendo el mismo resultado.