JUZGAR
DIGIMON © TOEI ANIMATION
Sinopsis: Criticar algo antes de tiempo podría ser contraproducente. ¿O no?
Nota de la autora: Yo, Giuly De Giuseppe, declaro que la historia de nombre Juzgar es única y exclusivamente de mi autoría, salvo la parte perteneciente a Toei Animation Company.
Capítulo único: Juzgar
Varios estudiantes universitarios rozaron su cuerpo mientras se dirigía hacia el bar. Acomodo mechones sueltos de su cabello que caían sobre su cara y con una bocanada de aire, agarro la perilla de bronce de la puerta del local. Escucho el silencioso timbre contra el vidrio de la puerta y ajustó la correa de su bolso mientras se colocaba en una fila relativamente larga.
—Se supone que esto sería rápido —dijo, resignada.
Mirando alrededor, se dio cuenta de que no había absolutamente ningún asiento disponible. ¿Por qué había tanta gente en ese lugar a las cinco de la tarde?
—Demasiada gente está hambrienta en este horario —concluyó.
Después de recibir su pedido, pago y se dio vuelta sobre sus talones para ver que aún no había asientos para tomar. Sin embargo, distinguió una silla vacía, aunque alguien la estaba usando como un reposapiés. La persona que ocupaba una mesa para dos tenía su nariz hundida profundamente en un libro y con una mano absteniéndose de girar su taza de café. Los anteojos que lucía descansaban muy bajos sobre el puente de su nariz y, como si se sintiera observado por ello, los empujó nuevamente hacía arriba. Pasó una página en su libro sin más, ignorando la mirada que ella le dirigía.
—¿Quién se cree ocupando ese espacio? Podría haber alguien en necesidad de esa silla —bufó, molesta—. ¡Necesito esa silla!
Enderezando los hombros de manera defensiva, se detuvo frente al muchacho, asegurándose de aclarar su garganta lo suficientemente fuerte como para ser escuchada por sobre el bullicio del bar. Ni siquiera había levantado la vista de su libro, ya que sus ojos celestes seguían concentrados en las palabras. Molesta, golpeo su pie con impaciencia y luego coloco su mano sobre la mesa. El temblor sobre el libro alertó al lector, sus ojos se alzaron hacia arriba para conectarse con la mirada rojiza de ella.
Ese cruce duro más de lo usual para un enfrentamiento como ese.
—¿Sí? —cuestionó con una ceja levantada.
Estaba encantada por haber capturado finalmente su atención, pero se sorprendió por lo atractivo que era. Las líneas angulosas de su semblante mostraban su belleza facial, y la leve sonrisa en su rostro no ayudaba. Su atuendo de compuesto de una chaqueta negra y una camisa ajustada sólo añadía más encanto a su apariencia.
Sacudió la cabeza borrando esos pensamientos de estudiante de preparatoria. Con un trabajo como el de fotógrafa, no tenía tiempo de incursionar en el campo de las citas y los hombres; sin embargo, tuvo relaciones breves que no llegaron muy lejos, ninguno era ideal para ella. Aunque el calibre de ese muchacho superaba con creces a todos los que había conocido.
Él movió su cabeza hacia adelante de una manera increíble, su melena dorada se sacudió como si se tratara de un león luciéndose en la planicie africana. Sintió la necesidad de acaricia esos rizos blondos por un momento. Tartamudeó por un minuto antes de recordar, era Hikari, era la maldita Hikari Yagami, no iba a quedar atrapada en la apariencia de un hombre. Se recordó que él era, aparentemente, un ser egoísta por robar la única silla en los alrededores.
—Me preguntaba si podría usar esta silla, porque solo la estás usando para descansar las piernas —acotó Hikari con severidad. Él carcajeó ante la petición y cerró el libro, no sin antes ubicar un señalador para no perder la página que estaba leyendo. Cruzó las manos sobre su estómago y suspiró.
—Hay muchas mesas afuera.
Hikari volteó la vista hacia afuera, escucho un bufido satisfactorio mientras gruñía por sus palabras. Él, con aire de suficiencia, devolvió la mirada sin preocuparse en absoluto por la necesidad que la muchacha tuviera.
—Necesito estar dentro así puedo trabajar en mis fotografías —informó claramente.
Se quito las gafas, rostro impregnado de arrogancia.
—Ya veo. Eres alguna chiquilla histérica que usa una cámara profesional para sacar imágenes mediocres y hacerlas decentes con un editor, ¿o me equivoco? —Hikari le sostenía la mirada con latente odio—. Lamento informarte que necesito la silla. ¿Qué te parece si mejor regresas a tu apartamento, pones alguna música chillona y creas falsas sensaciones? Y no olvides publicarlas en redes sociales con alguna frase que intente ser profunda. Ese es sello de las personas como tú.
La fotógrafa se impresionó por sus duras palabras y rezongo de frustración mientras golpeaba su taza de café sobre la mesa. Furiosa, prácticamente arranco la silla de debajo de su pie, y de pronto se arrepintió al escuchar el sonido de algo que claramente no era un calzado ordinario.
—¡Ah, eres idiota! —refunfuño, la rabia naciendo en sus ojos azules. Mientras luchaba por pararse, colocó su mano sobre la de Hikari. Ella sintió como tomaba su mano con fuerza y se inclinaba muy cerca de su rostro. No ayudó que sacarlo de su zona de confort lo haya hecho diez veces más atractivo.
Hikari alejo sus pensamientos de mujer desesperada mientras él le respiraba pesadamente en la cara.
—Necesito esta silla. Tengo la pierna lastimada y necesito descansar de la bota que me sostiene para que no tire de mi piel. Ahora, si no te importa, dámela —dijo, determinante. Él se apartó de Hikari, corrió la silla para sentarse y volver la vista al libro. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para volver a colocar la pierna en la silla y decidió cruzar las piernas debajo de la mesa. Sus ojos azules encontraron la cara de la chica rápidamente y usó su mano libre para señalar el asiento—. Si la quieres tanto, ten. Pero no hay mesas —él sonrió y Hikari lo encontró molesto, pero al mismo tiempo, fascinante—. ¿Vas a luchar contra alguien más por una mesa?
Hikari soltó una carcajada, tomo la silla y se ubicó en el espacio libre en la mesa del muchacho.
—¿Es en serio? —increpó, viéndola.
Ella se encogió los hombros.
—Es más práctico de esta forma —expreso sin más—. Por cierto, tu dolor de cabeza por este rato será Hikari Yagami.
Él soltó una risotada por su forma de presentarse.
—Pues tu futuro problema de estrés se llama Takeru Takaishi, querida —se presentó intercambiando una risa amistosa con Hikari. Los ojos de Takeru se suavizaron y regresaron a su libro. Arrastró la taza de café más cerca de sí y permitió a la chica ocupar mejor espacio en la pequeña mesa.
Relajada de que el muchacho de ojos encantadores accedió a darle un poco más de espacio, comenzó a juntar sus materiales para poder ponerlos en la mesa y emprender a acomodar sus fotografías. Ordenaba las fotos dependiendo el nivel de luz con la cual se había tomado, el encuadre y alguna que otra característica que definía para clasificarlas. Sabía que era un compromiso tedioso y existían programas que hacían esa tarea, empero, consideraba que sus trabajos quedarían más genuinos si era ella quien hacia toda la labor de armarlos.
Tan envuelta estaba en su tarea que Hikari no percibió cuando Takeru había dejado su lectura para observarla. Aquel blondo estaba impresionado con esa tenaz muchacha. Era mucho más de lo que decía su fachada de artista artificial, había un sincero empeño y amor por la fotografía.
—La juzgue muy mal. Me dejé llevar por su aspecto y no me di cuenta cuan interesante es en verdad —se regañó, recordando las palabras de su hermano.
«El prejuicio que tienes ante todo es un miedo hacia lo que desconoces. Sino muestras un poco más de esperanza de que no todo te dañara, nunca hallaras una luz al final del camino».
Tenía que disculparse de alguna manera.
Se aclaró la garganta, tomó su taza de la mesa de madera y se la llevó a los labios.
—Así que no eres solo un artista. Eres toda una profesional —reflexiona antes de tomar su café. Hikari miro y simplemente asintió.
Ella dejo sus fotografías para darle un sorbo a su propio café. Takeru extendió su mano preguntando en silencio si podía ver algún compilado de imágenes. Con indecisión, la chica accedió y observó con nerviosismo mientras el muchacho hojeaba.
—Aquí hay demasiadas cosas buenas. ¿Tienes la licenciatura?
—Técnicamente. Pero el paisajismo es mi especialidad —le explico mientras veía que Takeru se detenía en cierta imagen y la colocó sobre la mesa. Volteó la fotografía para que quedara frente a su autora y con su dedo índice la tocó suavemente.
—Me gusta esta imagen de la capilla Sainte-Chapelle ¿Cómo es que nunca vi esto en las redes? Capta perfectamente la magnitud que posee —Takeru señalaba una fotografía que había tomado desde un ángulo muy específico, dejando ver el acabado arquitectónico interno y, a su vez, permitiendo que la luz domine la imagen armoniosamente—. Es simplemente brillante.
—En realidad, apenas estoy empezando. Son imágenes que he hecho de puro ocio y nada para un trabajo o revista. Por eso no están colgadas en ningún sitio —declaro mientras acercaba las fotos hacia ella. Él sonrió otra vez mientras alcanzaba su bolso hacia su mano izquierda. Hikari captó que lucía ninguna alianza matrimonial y la chica femenina dentro suyo grito de emoción.
—Espera un segundo. Detén esa idea loca —se dijo. Silencio su conciencia cuando noto que Takeru sacó un libro de bolsillo bastante grande y deslizó una tarjeta blanca hacia ella.
—Si sacas más material de catedrales o cualquier cosa relacionada con Francia, contáctame —exclamó con seriedad—. Hace años, mi abuelo Michael tuvo que venirse hasta aquí porque estaba enfermo y no podía quedarse solo. Extraña su patria como nunca y ver unas imágenes tan espectaculares podría mejorar sus días.
—Ya veo. Entonces tienes sangre francesa corriendo en tus venas —objetó mirando la tarjeta.
«Lic. Takeru Takaishi. Profesor de Letras y escritor»
El resto de la tarjeta incluía información de contacto, Takeru informó que además enseño en la secundaria de Odaiba. Hikari sonrió, recordando sus pequeñas clases en la primaria, mientras deslizaba la tarjeta en el montón de fotografías donde estaban las de la capilla Sainte-Chapelle. Él sonrió cuando Hikari lo miró. Sus ojos se movieron rápidamente tratando de evitar la mirada rojiza y se sonrojó antes de tartamudear por un momento.
—Sin embargo, que tenga un poco de Francia corriendo por mi cuerpo no hace que sea más audaz con las chicas. El francés romántico es una brutal mentira.
—No lo creo así. Fuiste muy audaz para hacer que me sentara contigo.
Antes de que el licenciado pudiera acotar algo, Hikari carcajeó entre dientes con la mano extendida esperando que él sacudiera la suya. Distinguió sus ojos parpadear y ponerse algo sonrojado ante el comentario mientras apretaba la mano. Como su primer cruce de miradas, el estrechamiento duro más de lo usual.
—Tenemos un trato, entonces. Licenciado Takaishi.
Él se rio entre dientes con el mismo toque de rojo en sus mejillas aún presentes.
—Sólo llámame Takeru —sugirió—. Incluso puedes decirme T.K, es un alias inventado por mis amigos.
—Curioso. Mi nombre es Hikari, pero suelen llamarme Kari.
—Es un bello apodo..., Kari —dijo, sonando más meloso al pronunciar su sobrenombre. Ella respondió con una sonrisa cuando lo vio abrir la boca para hablar una vez más—. Lo siento por ser tan idiota antes, te juzgue muy mal. No era mi intención ser tan imbécil para una chica tan creativa y, ciertamente, también atractiva —Hikari alzó las cejas ante sus palabras. Takeru soltó su mano rápidamente y sus manos volaron de manera defensiva—. Quiero decir, no una chica bonita, quiero decir que eres bastante hermosa, y es solo que...
Hikari carcajeó con una mano en la boca.
—Descuida, T.K, lo entiendo. Confieso que también te juzgue mal.
Suspiro, aliviado.
—Lo siento de nuevo. Por ser un idiota y tan torpe.
—¡Descuida! Son cosas que suelen suceder —declaró—. Vivimos desconfiando y juzgando por lo exterior...
—Cuando el interior es lo más valioso al final —dijo para completar la frase, ambos mirándose con estupor—. Bueno...
—¿Qué te parece si me dices que fotografías querría tu abuelo? Me gustaría prepararle un álbum especial y con más detalles sabría qué quiere —Hikari no supo si se estaba tomando el pequeño trato muy personal, o en verdad quería quedar bien con el chico de ojos encantadores.
«Espera, ¿acaso le estaba colocando ese alias a Takeru?»
—¡Claro, por supuesto! —exclamó cuando comenzó a limpiar sus pertenencias y piso dolorosamente el pie de Hikari en su frenesí.
—¡Ay!
—Lo siento...
—Realmente te disculpas mucho.
—No bombeo mucha sangre a mi cuerpo después de escribir, Kari. Principalmente si tengo una artista luciendo no solo su trabajo ante mí —gruño, sin ocultar sus intentos de coquetear. Fue efectivo, Kari estaba sonrojada.
Durante unos pares de minutos donde ambos se lanzaron varias miradas furtivas, terminaron de empacar sus pertenencias. Hikari se volteó y distinguió que Takeru era apenas un poco más alto que ella y que, a pesar de no parecerlo a la primera impresión, si tenía muy marcado algunos aspectos franceses. ¿En serio creía que el romántico francés era una mentira?
—Oye, Hikari —la llamó, tomando su mano. No como el estrechamiento de hace un rato.
—¿Si...?
—¿No ibas a consultarme por las fotografías para mi abuelo?
—Claro, pero... —Hikari dudo de su respuesta. ¿Sería adecuada? —. Antes sugeriste ir a mi apartamento y siendo que tengo las fotos allí...
Takeru enarcó las cejas.
—Oh, vaya. Lo entiendo.
A pesar del murmullo intenso del bar, entre ellos parecía reinar el silencio.
—¿Qué esperas? Vamos para tu nicho de fotógrafa profesional —expresó mientras se giraba para dirigirse hacia la puerta.
Hikari lo vio, divertida.
—¿Cómo puedes decir que es un nicho?
—Es la primera impresión. Solo tendré el poder de juzgarlo cuando me lo muestres —Takeru le ofreció la mano, amablemente. Ella la tomo, conmovida.
—Entonces toma mi mano y no te sueltes.
—No tengo pensado soltarla.
