Título: Huida.
Fandom: Resident Evil.
Pareja: ligero Chris/Jill.
Palabras: 544.
Advertencias: situado al final del incedente de la mansión Spencer.
Notas:escrito para Amanda Beicker en umbrella-es.


El eco de sus pasos quedaba ahogado por la voz que inundaba todo el recinto, aquella presencia invisible femenina que con tono aséptico repetía alertaba una y otra vez de que el sistema de autodestrucción se había activado. Chris y Jill salieron del pasillo lo más rápido que sus piernas les permitieron, con el corazón palpitante en un puño ante la incertidumbre de si llegarían a tiempo. De si lograrían sobrevivir. Todo era cuestión de minutos, segundos, antes de que todo el lugar volase por los aires.

—Tenemos que llegar al helipuerto. ¡Vamos, Jill!

Chris abrió de un golpe la puerta de metal doble. Jill le siguió por detrás a menos de un metro de distancia, alerta y con ojo avizor. Las paredes ennegrecidas hacían que el ambiente fuese más oscuro de lo que ya era de por sí. La luz blanquecina y débil de algunos tubos fluorescentes parpadeaba desde arriba, concediendo un aspecto aún más tenebroso a aquel laboratorio infernal. Sin embargo, Jill se sentía algo más aliviada de estar allí en lugar de encerrada entre las cuatro paredes de su celda asfixiante.

Doblaron una esquina, rodeando la habitación central. Chris apenas se detuvo a comprobar si el pasillo estaba despejado y se abalanzó sobre la puerta a toda prisa. En una fracción de segundo, sin que pudieran percatarse, uno de aquellos muertos vivientes de piel putrefacta se abalanzó sobre Jill cuando se disponía a seguir a Chris.

La joven logró retenerle con los brazos, aunque el hedor apestoso de su aliento hizo que se le revolviera el estómago y sintiese aún más ganas de vomitar. Temió que Chris hubiese seguido hacia delante y no se hubiese percatado de que ella estaba ahí detrás. Jill sentía sus fuerzas entumecidas tras las horas encerrada en la prisión, apenas veía con claridad en la penumbra y el pánico se apoderó de ella conforme el aliento y los gemidos de aquel monstruo sonaban más y más cerca de su rostro. Cerró los ojos con fuerza, intentando resistir con toda la energía que le quedaba.

No quería morir allí. No ahora que estaba tan cerca de escapar.

Entonces escuchó un estallido, un disparo seco contra la carne blanda. La sangre coagulada salpicó su rostro y Jill abrió los párpados de golpe, incrédula. El zombie cayó por su propio peso, con lo que quedaba de su cráneo perforado ahora por una herida de bala. Jill giró la vista, todavía conmocionada, y vio la figura de Chris en el umbral de la puerta. El olor a pólvora todavía salía de su Beretta.

Se acercó a ella deprisa y la agarró del brazo. Había un atisbo de miedo en sus ojos, y rostro mostraba preocupación.

—Jill, ¿estás bien?

—Sí… de repente apareció… lo siento, Chris —balbució. El corazón parecía que iba a estallarle dentro del pecho. Trató de calmarse mentalmente. No podían quedarse allí quietos—. Vamos. Tenemos que llegar al helipuerto.

Chris asintió, serio; pero antes de echar a correr de nuevo pasó sus dedos por la mejilla de Jill, tratando de limpiar un poco los restos de sangre.

Los dos corrieron casi sin aliento hasta el ascensor, confiando plenamente en que conseguirían llegar hasta allí. Confiando en que podrían escapar de esa pesadilla de una vez por todas.

-fin-