La tarde del este día es fría y triste: Así me siento yo en estos momentos.

Volviendo atrás, rememorando cada uno de los instantes vividos junto a ti, el pasado se me hace como un sueño maravilloso del que tuve que despertar repentinamente, y que sin embargo no podría olvidar por nada de este mundo.

Y aunque tal vez muchos podrían pensar que lo nuestro no fue nada más que una simple ilusión propia de la adolescencia, conforme pasa el tiempo, yo voy comprendiendo finalmente que tan fuerte y sincero fue en realidad ese hermoso sentimiento compartido por ambos.

Yo te amo, Harry.

Sigo amándote, sin importar lo lejos que estés. Aunque ya no pueda verte. Aunque ya ni siquiera pueda saber que ha sido de ti.

No importa lo que ocurra o deje de ocurrir, yo seguiré amándote, y mi amor por ti será cada día mayor que el anterior.

Me siento como una completa estúpida por no haberme dado cuenta de esto antes, por no haberlo reconocido en el tiempo que todavía estuviste junto a mí: Tú no fuiste solamente mi primer amor, Harry, sino también el único y verdadero. Solamente a ti yo podría quererte de esta manera, siendo no suficientes las palabras como para poder expresar lo mucho que me duele tu ausencia.

Ahora sólo me quedan los recuerdos. Tú recuerdo, más que nada, como el único consuelo durante estos días de interminable melancolía.

El primer día de clases.

De más está decir que mi entusiasmo con respecto a tal fecha no era precisamente el mayor del mundo, más que nada porque nada porque para mí significaba tener que comenzar de cero en una nueva escuela, en donde yo y mis hermanos no conocíamos a nadie.

El despertador había sonado, pero yo seguía sin levantarme. Y fue entonces cuando mi hermano Ron entró ruidosamente a mi habitación, sin siquiera molestarse en tocar la puerta:

-¡Oye, bella durmiente! Mejor levántate ya. No pienso llegar tarde por tu culpa…

-No molestes, Ron…Todavía es muy temprano…-le respondí a mi hermano, entre bostezo y bostezo-Déjame dormir un poco más, sólo me tomará unos cinco minutos alistarme…

-Ah, eso no señorita…-repuso mi otro hermano Percy, al tiempo que irrumpía repentinamente en mi dormitorio-¡Usted se levanta ahora mismo! ¡De ninguna forma voy a dar una mala impresión en el primer día de clases! ¡Vamos! ¡A levantarse!

-¡A levantarse, a levantarse dormilona!-canturreó alegremente mi hermano Fred, al tiempo que pasaba cerca de mi habitación, seguido muy de cerca por mí otro hermano George, quien era su gemelo exacto.

-¡A levanghtarse, a levanghtarse, dogmilona!-intentó repetir George, aun teniendo la boca llena de pedazos de tostadas con mantequilla que se había comido durante el desayuno.

Al oírle, Fred no pudo evitar soltar una sonora carcajada, no tardando George en romper a reír también.

-A ver, a ver…-intervino repentinamente mi madre, entrando también ella a mi respectiva pieza-¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Por qué están todos reunidos en el cuarto de Ginny?

-Porque la princesita no quiere levantarse todavía…-repuso sarcásticamente Ron, cruzándose de brazos-Y a este paso vamos a llegar tarde al primer día de clases en nuestra nueva escuela…

-¡Es una desconsiderada!-gruñó Percy, agitando melodramáticamente los puños-¡Nuestra hermanita es una completa irresponsable!

-A ver, a ver señorita…-inquirió entonces mi madre-¿Qué es eso que me dicen tus hermanos? ¿Se puede saber que estás esperando para levantarte y vestirte?

-Oh, mamá…-repuse yo, con un tono de voz suplicante-¡Si es tan temprano todavía! ¿No podría dormir siquiera un ratito más?

-¡Qué "ratito" ni que nada, jovencita!-fue la inmediata respuesta de mi madre, quien de inmediato se apresuró a sacarme de la cama tironeándome del brazo izquierdo, logrando de esa manera hacerme salir de la mini-fortaleza constituida por sábanas y frazadas que había erigido sobre mi lecho.

-Y ahora, vístete inmediatamente…-ordenó mi madre, hablando con la misma autoridad que un general del ejército.

De mala gana le obedecí, poniéndome en un santiamén el uniforme de mi nueva escuela. Y por cierto, ¡Qué incómodo me parecía el trajecito ese por aquel entonces! Lo cierto es que prefería mucho más la sencilla indumentaria que había usado durante la primaria en mi vieja escuela. Pero ahora, esa parte de mi vida había quedado atrás, teniendo yo que resignarme a empezar mi primer día en la secundaria.

En cuanto yo estuve lista finalmente, me dirigí junto a mis hermanos mayores hasta la parada de buses, en donde un enorme colectivo pintado de amarillo y negro nos llevaría hasta nuestro centro de estudios…

-¡Que la pasen bien, chicos!-exclamó alegremente mi madre al momento de despedirse alegremente de nosotros-¡Ojala hagan muchos amigos nuevos!

-Sí, claro-murmuró entre dientes Fred, a lo que George añadió:

-¿Qué clase de chico la pasa bien el primer día de clases? Digo, además de Percy…

El aludido hizo caso omiso al comentario burlón de sus hermanos menores, limitándose a mirar nerviosamente su reloj en cuanto el autobús escolar pareció retrasarse unos cuantos minutos en llegar.

-Bueno… ¿En dónde está ese dichoso autobús?-comentó él ansiosamente, acaso pensando en voz alta.

-Ya vendrá, hermano…ya vendrá-replicó Ron sacando del bolsillo de su pantalón un peinecito negro el cual pasó unas cuantas veces más por su rojiza cabellera, asumiendo una pose que más parecía una mala imitación del típico chico rebelde propio de las películas y series de los años cincuenta con el pelo engominado.

-¿Y a este que mosca le picó?-preguntó Fred, apenas conteniéndose la risa, lo mismo que George. Y a decir verdad, a mí también me parecía bastante cómica la actitud mostrada por Ron.

-Se creerá galán de Hollywood…-le respondió George, ahogando una risita- Un galán pecoso e imberbe…

-Por si no lo saben, grandísimos zoquetes…-contestó Ron-A las chicas de hoy ya no les gustan esos hombres barbones y bigotudos de antaño…Ellas prefieran a los varones de facciones delicadas, ¡Como las más!

-¿"F-facciones delicadas"? Ay, Dios mío…-replicaron al unísono los gemelos, justo antes de empezar a reírse a viva voz.

Por fortuna, el bus escolar llegó justo a tiempo antes de que la conversación sostenida por mis hermanos mayores se tornase en pleito, subiéndonos a aquel vehículo de inmediato.

"Bueno, aquí vamos" me dije a mí misma, al tiempo que ingresaba junto a mis hermanos al interior del autobús.

Aquel fue un momento sumamente incómodo para mí, al sentir como es que las miradas de tantos chicos y chicas a quienes no conocía se posaban sobre mí, acaso como examinándome, o peor aún, juzgando cada una de mis actitudes.

Aun así, conseguí arreglármelas para sentarme en el asiento libre más cercano que encontré, ubicándome de esa manera junto a una chica de largo pelo rubio y mirada un tanto extraña, aunque había algo en la expresión de su rostro que me inspiró una inmediata confianza:

-Hola-me dijo ella.

-H-hola…-respondí yo, de manera titubeante-Yo…Yo soy Ginny…

-Gusto en conocerte, Ginny…-repuso la niña rubia, extendiéndome su mano derecha-Mi nombre es Luna…

Yo estreché entonces su mano, y ella cerró sus ojos, pronunciando en voz baja una frase que no alcancé a oír claramente, aunque tal actitud me pareció sumamente misteriosa y desconcertante, como si se tratase de una joven hechicera recitando un conjuro mágico.

Luego, con la mayor naturalidad del mundo, Luna volvió la vista en dirección hacia la ventana, perdiéndose su mirada en algún punto desconocido del horizonte, aunque de cuando en cuando una radiante sonrisa iluminaba su rostro, acaso como si ella fuese capaz de contemplar toda clase de maravillas que le resultaban completamente invisibles al resto de los mortales.

"Qué chica más extraña…" pensé yo. "Aunque parece ser una persona gentil…"

Durante todo el trayecto hasta la escuela, las dos permanecimos en el más completo silencio en nuestros respectivos asientos, mientras los demás chicos a nuestro alrededor conversaban y reían ruidosamente.

En medio de aquel barullo, apenas si podía oír mis propios pensamientos, pero en un momento dado, asomándome a través de la ventana alcancé a divisar a un chico de cabello oscuro y gafas, quien traía puesto el mismo uniforme de mi nueva escuela, el cual iba caminando a toda prisa por una acera cercana.

Sí…

Esa fue la primera vez que yo te vi, querido Harry.

Claro que por aquel entonces, jamás habría podido haberme imaginado lo mucho que significarías para mí…

Yo recuerdo que tú volviste brevemente la mirada en dirección hacia el bus y me viste, aunque no tengo ni idea de que impresión pude haber causado en ti durante aquellos instantes.

El primer encuentro de nuestras miradas fue tan rápido y fugaz que ni siquiera tuve tiempo de pensar en lo que ocurría…Después de todo, ¿A cuántas personas ve uno en la calle todos los días sin reparar en ellas en lo más mínimo?

En ese brevísimo instante yo te vi por primera vez Harry, y tú también me viste, pero todavía habría de pasar varios días para que lo nuestro de veras empezase…