Noche de Lluvia

-Debo irme, me esperan en casa.

-Oh no, no me puedes dejar solo -protestó.

Habían varias botellas vacías frente a él, algunas muy caras.

-Tenía que elegirlo a él -resongó una vez más -Yo hubiera podido hacerlo más feliz, ¿no crees?

Kirishima miró con compasión a su inesperado compañero de copas.

-Ya es suficiente -dijo por enésima vez esa noche-. Sería bueno pedir un café o algo de comer.

-Ni de broma, quiero sake... ¡Otra botella de sake!

-Tómatelo con calma. Por la mañana vas a lamentarlo, Yokozawa.

-No necesito... hic... tus sermones... -Los ojos se le llenaron de lágrimas- Tú no sabes por lo que paso.

Apenas había tratado con él un par de veces y siempre en cosas relacionadas con trabajo. Era el oso salvaje del departamento de Ventas, temido por muchos editores, digno rival de los editores en jefe de todos los departamentos. Había notado su naturaleza reservada y poco sociable, excepto con el editor en jefe del equipo esmeralda, y los veia con frecuencia fumando juntos.

-Creo que me hago a la idea -respondió dando otro sorbo al sake. Yokozawa le recordaba mucho a si mismo.

-No, no lo entiendes -dijo derrumbándose en la mesa y siguió lamentándose su suerte- Yo debería estar a su lado, lo conozco mejor que nadie...

Era tarde. La lluvia no parecía querer ceder, y si no llegaba pronto a casa, Hiyori se preocuparía por él, pero por alguna razón no podía dejar a esa persona tan quebrada por su cuenta. Pidió la cuenta y aunque Yokozawa protestó que quería seguir bebiendo, él siguió con su objetivo. Tomó lo que restaba de la botella de sake.

-Ven, iremos a beber a otro lado -Lo obligó a levantarse y como pudo se cargó con su peso encima pues el otro apenas tenía la conciencia para mantenerse despierto y seguir hablando.

Salieron a la calle, la lluvia caía con fuerza y sería difícil conseguir un taxi, pero no podía dejarlo allí. Después de unos minutos al fin apareció su salvación y con un poco de dificultad logró hacer que ambos entraran en el asiento trasero sin empaparse hasta el alma. Yokozawa se apoyaba patéticamente en el cristal de la puerta y comenzaba a quedarse dormido.

-Oye tú, te llevaré a tu casa -lo sacudió.

-No quiero ir allá -protestó y trató de volver a salir del auto pasando por encima de Kirishima, pero él con un rápido movimiento lo regresó a su lugar, gruñó pero volvió a adormitarse enseguida. Cerró la puerta y le dio unas indicaciones al conductor. Iban a un hotel que él conocía bien pues algunos de sus mangakas se habían hospedado allí durante la fiesta anual de Marukawa.

En el camino le marcó a Hiyori.

-Hola cariño, ¿la abuela aún está contigo?

-Sí, ¿tardarás mucho? Está lloviendo muy fuerte.

-Sobre eso quería hablarte. Surgió un contratiempo y con esta lluvia creo que me será imposible llegar a casa esta noche. ¿Me perdonarás?

-No te preocupes, papá. Trabaja duro como siempre.

Sonrió. Su pequeña no lo decía, pero sabìa que le entristecian las noches en las que él no llegaba a casa. -Pásame a tu abuela, por favor.

Luego de disculparse y pedirle que la cuidara bien, colgó y prestó atención a su ebrio acompañante. Murmuraba cosas en voz baja mientras intentaba mantener su cabeza erguida. Sabía que era del tipo orgulloso, así que se divertiría molestándolo la próxima vez que lo viera.

Lo compadeció. Aquel tipo ocultaba tras esa actitud salvaje como de oso un corazón tierno y puro. Como si Yokozawa respondiera a sus pensamientos, una lágrima le escapó del ojo y le recorrió la mejilla.

Su compasión creció. Nunca había mencionado a la persona que le había roto el corazón, pero era obvio que se trataba de Takano Masamune, era fácil deducirlo si eras observador y Kirishima solía fijarse en casi todo a su alrededor.

Llegaron al hotel y con dificultad lo sacó del taxi, obligándolo a caminar colgado de su cuello todo el tiempo. Lo llevó hasta la habitación y ya alli le ordenó que se desvistiera.

-Claro que no, quiero el sake que tomaste del bar.

Kirishima gruño, le ordenó nuevamente que se quitara la ropa o iba a pescar un resfriado. Como no le obedeció, comenzaron a forcejear y poco a poco logró despojarlo de la chaqueta, corbata y camisa.

Buscó cómo colgarlos, debía estar seco para la mañana. Encontró un gancho en el armario y colocó allí camisa y saco. No lo guardó pues esperaba obtener los pantalones también. Yokozawa estaba sobre la cama... al menos, la mitad de él, sus piernas permanecían sobre el suelo, dobladas en ángulos extraños.

-Ya, ya dormilón. Podrás regresar a los brazos de morfeo cuando te hayas quitado los pantalones mojados. -Lo miró, era una imagen muy tierna ver a aquel hombre de apariencia tan dura dormir como un bebé. Odiaba despertarlo, pero si le dejaba la ropa pescaría un resfriado y luego no se lo perdonaría. Lo sacudió con fuerza y éste reaccionó con violencia, intentando pegarle, pero la reacción de Kirishima fue sujetarlo contra la cama.

-Qué demonios crees que haces -protestó con voz ebria.

-Por si no te das cuenta, trato de evitar que te resfries.

-Déjame morir, para lo que interesa -replicó haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Vaya que lucía tierno siendo tan vulnerable, una lágrima se escapó por la colilla del ojo y él instintivamente la atrapó con su pulgar.

Quizá había tomado unas copas de más, o tal vez solo quería hacerlo. Redujo la distancia entre ambos para darle un beso. Yokozawa permaneció sin responder un par de segundos, pero luego comenzó a mover los labios. Al calor del alcohol las caricias se fueron haciendo intensas. No tenía idea de qué estaba ocurriendo, pero lo deseaba y no tenía idea de cuánto hasta que lo tuvo sometido bajo su cuerpo.

Sus manos eran torpes, pero fueron despojándole de la ropa, parecía que también lo deseaba. Cumplió con la tarea original de despojarlo de la parte inferior de su ropa, pero ahora tenía otro interés en hacerlo. Volvió a besarlo, enredando sus manos en el cabello húmedo por la lluvia. Sus hombrías rozaban entre si, separadas apenas por la tela de su ropa interior, separó el beso pensando en terminar de desvestirse, pero se detuvo al ver el rostro de Yokozawa. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, su mirada perdida en ningún lugar. Sus labios murmuraban una frase que al principio no entendió, pero luego de un rato se hizo obvia: "Yo podría haberlo hecho feliz, debería haberme elegido a mi, lo conozco mejor que nadie".

Sonrió compasivo y le limpió la lágrima que se deslizó de su ojo.

-Puede que parezcas un oso salvaje, pero no eres más que un cachorro extraviado -murmuró pasándole la mano por el cabello. Se incorporó y ayudó a Yokozawa a meterse a las cobijas. El menor no dejaba de llorar y repetir su letanía. Kirishima se recostó a su lado, sonriéndole de medio lado y acariciando su cabello hasta que se quedó dormido.

-Vaya que es adorable -pensó. En ese instante entendió que no podía dejarlo a su suerte, tenía que hacer algo para ayudarlo a olvidar ese dolor que intentó ahogar en licor. Pero no eran amigos, sería difícil encontrar una forma para hacerlo.

Buscó su móvil y activó la cámara. Probablemente nunca tendría la oportunidad de volver a ver ese lado tan lindo de Yokozawa y quería guardarlo para la posteridad. Ya luego se preocuparía de cómo hacer que Yokozawa se sintiera mejor.