En su momento le había parecido correcto haberse tatuado una nueva imagen, e incluso necesario. Pero ahora, Jack Sparrow miraba su pecho donde destacaban las dos manchas negras fruto de dos antiguos disparos de bala, y su nueva adquisición. Bien logrado. Sí. Se había sentido satisfecho en cuanto salió de aquél apestoso lugar, donde varios marineros aguardaban ser atendidos para grabarse su piel desde memorias hasta mujeres despechadas que los habían abandonado pero seguían férreas en su piel.
Y de vuelta en su cabina, observó más detenidamente al nuevo animal que había sido marcado en su tórax. Aún estaba irritado y le picaba bastante pero sabía que no debía rascarse o si no podría infectarse con cualquier porquería que se hallaba de sus uñas limpias metafóricamente. Un golpe en la puerta sobresaltó su escrutinio del reciente tatuaje y alzó sus ojos al espejo.
Una mujer de figura impactante y cabello largo y oscuro estaba cruzada de brazos apoyada contra el marco de la puerta, con una sonrisa pegada en el rostro.
Angélica cruzó la habitación, cerrando la puerta tras ella mientras avanzaba hacia Jack.
"No sabía dónde te habías metido." Apoyó sus manos en la espalda de Jack. Adoraba leer el poema que él se había grabado en su espalda. No era que le encontrara un gran significado: ella no era compasiva ni comprensiva, pero de todas formas, le parecía encantador. Recorrió el espejo de punta a punta, admirando la figura del hombre que ahora tenía todas las noches a su lado. Seguía divirtiéndola como siempre.
"¿Debería estar preocupada?" Preguntó ella con un rastro de una sonrisa, mientras delineaba su nuevo tatuaje en el pecho de Jack, sin ver que su semblante estaba sombrío. Angélica besó su cuello con delicadeza. "¿Debería?"
"Deberías estar más preocupada intentando evitar que tu padre no me asesine con la mirada cada vez que me ve."
"De eso me encargo yo."
Jack sonrió levemente, rotamente, mientras miraba en el reflejo su dibujo sobre el corazón.
"Amor, ¿podrías hacer tú la guardia de la mañana hoy? Prefiero hacer la de la noche solo. Ya sabes… La Perla… y yo." Angélica entrecerró sus ojos y se alejó de él.
"Siempre el maldito barco primero." Refunfuñó como tantas otras veces lo hacía.
"Ñaña. Ya sabes, si amas a Jack Sparrow, amas a La Perla Negra. No lo olvides." Ella rodó los ojos y río, mientras retrocedía hacia la puerta.
"Lo haré. Eres insoportable… y te quiero de todas formas. Yo creo que debería preocuparme por mi uso de razón, capitán."
"Así es" Respondió él ausentemente, intentando camuflar la indiferencia en su tono de voz. Debía recordar que sin ella él sería hombre muerto. Ahora, Angélica suponía salvación de él y de La Perla.
"Por cierto…" Comenzó ella, bajando la mirada al terso y bronceado cuerpo de Jack.
"¿Sí?"
"¿Otra ave más? ¿No es una suficiente?"
Los ojos de Jack no podían iluminar mucho más que un candelabro que contiene una vela extinta.
"Uno nunca es suficiente, amor." Susurró él. "Y este… no es un pájaro más. Es un cisne."
Ella alzó ambas cejas, claramente debatiéndose entre la diversión y la sorpresa.
"No sabía que eras amante de los cisnes."
Él volvió su rostro al espejo y rozó al cisne con las alas extendidas que tenía sobre su torso.
"No tienes idea."
