La felicidad inundaba su ser: La persona a la que siempre había amado por encima de todas las cosas ahora estaba con él, sendos eran felices con su fuerte unión. Ese estúpido de James Potter ya no estaba entrometiéndose en todo, ya no estaba en medio de su felicidad, su amada Lily había visto tiempo atrás lo malnacido que era, pero eso ya no guardaba importancia alguna para él, solo era algo del pasado.
Lily y él bailaban el más dulce y fuerte de los compases, un hermoso baile del que salió la más preciosa de las niñas: magnífica y brillante como su madre, con sus ojos también, pero con la noche hilada propia de su padre, mas en lo que en su padre era horrendo en ella se volvía perfecto.
Los tres eran felices en unidad: Él siquiera se unió a los mortífagos, ni mató a Dumbledore, ni… ni vio el cuerpo sin ánima de aquella la que más amaba sobre todas las cosas habidas y por haber. La alegría era su fiel compañera y como una hermosa flor aromatizaba toda su vida. La alegría…
Despertó.
Despertó solo.
Había sido mortífago, había asesinado a Dumbledore y, sobre todo ese dolor había una imagen eterna en su mente, una imagen que le causó un dolor mortal: Lily estaba muerta y había muerto odiándole.
Estaba muerta y su alma iba con ella.
