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Encubiertos.


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—Te pareces tanto a él...—la afirmación del muchacho no pudo ser rebatida, mucho menos confirmada, dado qué en un arrebato de locura o por producto del alcohol recién ingerido, se inclinó por el frente, lo sujetó con fuerza por la corbata y lo atrajo a su rostro para robarle un húmedo y desesperado beso.

La confrontación de sus alientos, las texturas, temperaturas e inclusive los ánimos de ambos se mezclaron. Nunca había encontrado tanta ternura y pasión en un acto de torpeza, aunque no pudo disfrutarlo demasiado debido a qué, terminó tan rápido como había iniciado.

El chico lo liberó de su agarre, regresó a su asiento y luego sacó un fajo de billetes que dejó sobre la barra del bar.

Él no podía dejar que se fuera, pero tampoco podía correr tras él.

Su misión encubierta casi estaba terminada. Conocía los rostros, nombres y hasta había escuchado ubicaciones. Esa noche se llevaría a cabo el gran golpe, podría sacar del negocio a una organización de traficantes, pero de momento, sólo podía pensar en él.

¿Qué hacia entrando en un bar a elevadas horas de la noche? ¿Qué hacía besando a un extraño que se parecía a él? ¿Lo había hecho con otros? ¿Sólo eran besos o había llegado a suceder algo más?

Oh, jodido infierno.

¿Por qué Damian tuvo que hacerle esto?

El resto de comensales que habían visto la violación a su intimidad, se burlaban de él lanzándole besos o colocando las manos en sus entrepiernas para mostrarle el pedazo de carne que se podría comer si quisiera.

El vaso que estaba secando se le cayó de las manos ante la obvia invitación y recibió una retahíla de carcajadas en contestación.

¿Qué hacer? Tirar por la borda seis meses de trabajo encubierto o terminar con esto y después ir a buscarlo.

Se veía mal, como pocas veces lo había visto, pero al menos tenía la certeza de que lo había visto. Seguía vivo, cabizbajo, arrepentido o quizás solo estuviera dolido.

Cuando se fue del departamento no se lo advirtió. No hubo despedidas o palabras sinceras.

Tuvieron una pelea así que estaba claro que cada quien seguiría por su lado.

Él deteniendo delincuentes tanto por la vía legal como la ilegal. Damian regresando a Nanda Parbat, cumpliendo su destino, satisfaciendo los deseos de su madre.

¿Por qué regresó? ¿Por qué estaba ahí?

—Si quieres ir, ve tras él...—sugirió una voz en su comunicador. Era Jason y procedió a decirle que Timothy y Babs se encontraban en posición. Los traficantes no se irían a ningún lado y él podría reemplazarlo en la barra, le quedaba bien el traje de pingüino.

Sonrió, quitándose el mandil y guardando los billetes que Damian le había dejado. Las caracterizaciones de Jason siempre daban asco, pero ya no podía concentrarse en nada más.

Extrañaba su calor, su fortaleza y hasta el mal genio. Soñaba su cuerpo desnudo enredándose con el propio, la cadencia de su voz pronunciando su nombre mientras se corría en su interior, sus dedos tirando de sus cabellos, sus dientes mordiendo sus más íntimos recovecos.

Antes de darse cuenta ya estaba en la calle, buscando sus pasos en la acera.

No fue necesario el esfuerzo, el causante de absolutamente todo lo malo en su vida, ya lo estaba esperando.

Saltó a sus brazos empotrándolo contra la pared, comenzando a besarlo y arrebatándole la apariencia prestada, una prenda a la vez, mientras susurraba a su oído con locura y erotismo que sabía que era él.

—Te estuve buscando en todos lados, Dick

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