Prólogo.

Los personajes son de Stephenie Meyer, la cual no ha aceptado regalarme ni un solo vampirito. La trama es nuestra.


Alice POV.

Mirar por la ventana el paisaje despoblado y lleno de maleza no era una de mis actividades preferidas. Llevábamos una hora de retraso en el camino y el aburrimiento se estaba comenzando a hacer desesperante. Todo gracias unos imbéciles que habían decidido chocar ese día.

―Hay tantos retrasados con licencia de conducir que comienzo a pensar que no llegaremos nunca. ―mascullé cruzándome de brazos.

―Sólo fue un contratiempo, cambia de cara. ―intervino una de las chicas que estaba sentada en la parte trasera del auto.

No la conocía mucho, pero la tal Heidi parecía ser muy adicta a la diversión. De acuerdo, es un eufemismo, lo cierto es que tenía cara de zorra y yo no me acercaría a su habitación esta noche.

―¡Un contratiempo de una hora! ―insistí.

Rosalie bufó y Heidi rodó los ojos.

― ¿Bella, a quién invitó tu hermano? ―preguntó Rosalie en un intento de cambiar el tema.

―Ni idea. ―Bella se encogió de hombros―. Emmett seguro traerá a sus amigos tarados del equipo de baloncesto.

―Pueden ser todo lo tarados que quieras, pero están buenísimos. ―dijo Heidi.

―Ya sabemos que te vas a tirar por lo menos a uno esta noche. ―Leah era tan sutil como una patada en el estómago. Intenté disimular mi sonrisa, por algo era mi amiga.

―Por supuesto que no. ―replicó la aludida frunciendo el ceño―. ¿Sólo uno? Estas oportunidades no se desaprovechan.

Como había dicho, dormiría lo más alejada posible de la habitación de esa chica.

Después de aquello, ellas siguieron hablando de temas intrascendentes (es decir, de lo buenos que estaban los amigos de Emmet) y yo activé mi modo autista. Fue luego de treinta minutos que comenzó a verse la civilización y vaya, gracias al cielo, estaba a punto de volver a despotricar contra la existencia humana.

―¡Llegamos a la playa! ―gritó Rosalie.

Rodé los ojos.

―Pensaba que estábamos camino a Marte. ―murmuré bajito; pero me escuchó.

Rosalie me sacó la lengua en un gesto infantil.

―Si dejaras de ser tan odiosa, quizá hasta tuvieras un novio.

Auch. Tema sensible. Me volteé casi como la niña del exorcista y le di una mirada asesina.

―No quiero un novio. ―y ella entendió que por su seguridad personal, la conversación debía morir ahí.

El camino no se hubiese hecho tan largo si las demás no hubiesen estado chillando emocionadas y torturando mis oídos. No sé, estaba amargada. Quizá y sí debía calmarme un poco, así que, para cuando bajamos, hasta intenté componer una sonrisa.

―¿Tu hermano llegó? ―pregunté a Bella.

―Mmmm… ―dio un rápido reconocimiento visual y al fin contestó―: no, su auto no está aquí.

―¡Qué bien! Tendremos tiempo para cambiarnos. ―Rosalie casi nos empujó para que nos moviéramos.

Bella abrió la puerta de su casa e irrumpimos en el espacioso recibidor. Joder, había un plasma de la casi ocupaba toda la pared y un sofá de cuero en el que al menos cabían cinco personas. Ya se imaginarán el resto del lugar. Esos días iban a ser perfectos, ahora sí estaba de buen humor.

Dejé a las demás deslumbrándose con el casi-paraíso en el que nos hallábamos y corrí hacia el baño más cercano con mi maleta. Mejor cambiarse de primera y con calma. Además, adentro me enfrenté con un dilema existencial: ¡tenía cinco opciones de bikinis y no podía elegir entre tanto buen gusto! Al final lo dejé al azar y un conjunto aguamarina con estampado de cebra fue el afortunado ganador.

Después de cambiarme, me quedé muy complacida con lo que reflejaba el espejo y me puse mis lentes de sol antes de salir. Por cierto, sentí que mi atuendo sería un completo éxito con la cara de quiero robártelo que compusieron las chicas al verme.

―Papi lo trajo de uno de sus viajes a Paris. ―dije con una media sonrisa.

― Te queda genial.―comentó Leah, que en ese momento estaba saliendo del baño, y luego se dirigió a todas―: ¿Listas?

Asentimos y nos dirigimos a la piscina del club residencial. Creo que nos veíamos bien, porque varios chicos se voltearon a mirarnos cuando llegamos. Me senté en una de las sillas plegables y comencé el exhaustivo trabajo de ponerme bronceador. Las demás tiraron sus cosas y corrieron a la piscina.

―¿No vienes? ―preguntó Bella a medio camino.

―En un rato. ―mentira, no me pensaba parar de mi lugar en toda la tarde.

Ella se encogió de hombros y se lanzó en el agua. Yo me recosté y saqué un libro que había traído para la ocasión. Leer en la piscina era la cosa más divertida del mundo, ¿de acuerdo? No me juzguen.

Iba apenas por la primera página cuando un ruido me distrajo de mi labor. Levanté la vista: un grandulón había hecho una bola de cañón y había empapado a la mitad de los que se encontraban dentro de la piscina. Muchos le censuraron por haber perturbado la tranquilidad del lugar. Él sólo se encogió de hombros y soltó una carcajada. Rodé los ojos, Emmett no podía hacer otra cosa que ser Emmett.

Oh, y la verdad le tenía que dar algo de razón a Heidi. Los tres chicos que acompañaban al grandulón no estaban nada mal. Uno moreno y muy musculoso, otro bronceado con el cabello cobrizo y por último uno pálido y rubio, con el cual hice un contacto visual algo extraño. Algo así como un "te descubrí mirándome" que terminó para mí en un "ahora yo te estoy mirando de más, rayos".

Gracias al cielo, el momento incómodo se acabó cuando Heidi lo haló del brazo. Me puse las gafas y seguí sus movimientos por un rato, disfrutando de la libertad que me daban los cristales oscuros. Leah llegó un rato después y yo ni siquiera me di cuenta, con lo abstraída que estaba con mi actividad de espía.

―¿Ya te animaste? ―preguntó, sacándome de mis pensamientos.

―Mmm… ―balbuceé, volviendo a localizar al rubio con la mirada (¡por accidente!).

―Jasper Hale. ―suspiró Leah, notando el gesto al instante―. Heidi es muy de su tipo "rápido y fácil". El muy descerebrado tiene una chica nueva cada semana. Te digo Alice, no vale la pena.

Coloqué los lentes de sol sobre mi cabeza y arqueé las cejas. O ella era muy intuitiva o yo era muy obvia con mi interés hacia el rubio; aunque intentar algo con un cretino mujeriego no estaba en mis planes, así que el consejo era bien recibido.

―¡Basta de charlas!- ―interrumpió Bella saliendo del agua―. Ya has pasado mucho tiempo aquí.

Iba a replicar que le faltaba un poco a mi bronceado; pero me arrastraron a la piscina.

―¡No! ¡Esta fría! ¡Auxilio!

Eran dos contra una, una total injusticia. Bella fue la que me lanzó. Grité, lo cual sólo funcionó para tragar agua y lograr ser la burla por un buen rato. Pero a quién engaño, la pasé bien después de aquel atentado. Hicimos juegos y reímos como idiotas por bastantes horas. Los amigos de Emmett eran unos descerebrados muy simpáticos. Excepto Jasper, él estuvo destinado a caerme mal desde la primera vez que abrió la boca (¡que fue para burlarse de mí, jodido imbécil!).

Cuando salimos ya había oscurecido y todos estaban tiritando por el frío. Nos sentamos alrededor de una mesa y de repente ¡ocurrió la magia! Por magia me refiero a que apareció de la nada un suministro de alcohol suficiente como para las tres noches que pasaríamos.

¿O quizá no era tanto?

Pensé después de la tercera cerveza.

―¿Quieres? ―se me ocurrió decir, ante la mirada reprobatoria de Bella.

―Prefiero abstenerme. ―contestó ella―. El alcohol te hace cometer muchas locuras.

―Nada que ver. ―repliqué, vaciando lo que quedaba de mi lata y procediendo a abrir otra―. El alcohol es tu mejor amigo, siempre está ahí para ti.

Y los demás apoyaron con vítores mi filosofía. Entonces, las conversaciones banales y los tragos fueron pasando sin que fuera demasiado consciente. Cuando caí en cuenta ya había una caja de cerveza vacía a mi lado. No recordaba haber bebido tanto; pero cuando me paré y sentí que el mundo me daba vueltas tuve la certeza de que la caja estaba vacía gracias a mí.

―Voy por una pastilla. ―dije, haciendo un esfuerzo terrible para no trabarme con las palabras.

―¿Estas ebria? ―preguntó Bella (vale, después de todo, no había sido tan buena mi pronunciación).

―Claro que no. ―primera regla: un borracho nunca admite su patético estado―. Solo me he mareado un poquitín. Préstame las llaves.

Ella se encogió de hombros y me dio lo que pedía. Llegué al apartamento tambaleándome (porque estaba muy sobria, que quede claro). Me dirigí al cuarto donde había dejado mi maleta para buscar algo para el terrible dolor de cabeza que seguro tendría en unas horas; pero como que olvidé por el camino mi objetivo principal. No entiendo por qué terminé tirada en la cama, riéndome y cantando como una desquiciada por un buen rato.

―¿Qué se supone que haces? ―oí que decía una voz masculina, más o menos media hora después de mi llegada.

Me sobresalté al me percatarme del tal Jasper, que estaba apoyado en el marco de la puerta observándome con una ceja arqueada.

―¿Por qué estás aquí? ―repliqué frunciendo el ceño.

―Subí para buscar algo de comer―me dio una mirada... oh, me devoró con la mirada porque no estaba tan borracha para no notarlo―. Pero ya se me quitó el hambre.

No sé, pero percibir su tono malicioso aumentó mi interés en la conversación.

―Soy tan fea que te quito el hambre.

¿Qué diablos pasa conmigo?

―Para nada, sólo me dieron ganas de otras cosas. ―dijo acortando la distancia entre nosotros. Un hormigueo me recorrió el cuerpo

―¿Qué cosas? Quizá estamos pensando lo mismo, ¿eh?

Sonreí en un gesto involuntario a su propia sonrisa y me incorporé de la cama, lo cual hizo que nuestros rostros casi estuvieran tocándose. ¡Alice, aléjate de él! ¡Recuerda lo que te dijo Leah! ¿Qué me dijo Leah? Oh no, se me olvidó, estoy jodida…

―Ya me dirás tú. ― y me besó.

¿Lo peor? Yo le seguí el juego con todo el gusto del mundo. Vale, no me culpen, no se puede rechazar a nadie que mueva la lengua tan bien. La cabeza me comenzó a dar vueltas y no fue por la bebida.

Sí, estar en una habitación vacía besando a un completo desconocido no fue de mis mejores ideas. Además, aquello se no iba a quedarse en unos inocentes besos por una razón muy simple: yo quería más. Le eché los brazos al cuello y lo arrastré conmigo a la cama, para darle a entender que tenía permiso de absolutamente todo. El momento se volvió más apasionado y la ropa comenzó a estorbar. Como soy muy sensata, le ayudé a deshacerse de mi bikini y, de paso, también del suyo.

Digamos que en condiciones normales yo no era así. Tenía dignidad, le hubiese dado un rodillazo en la entrepierna y lo hubiese mandado a la mierda desde el principio (yo tampoco me lo creo, descuiden).

Alice, para. Alice, para. Alice… oh mi dios, ¿él realmente está haciendo eso? ¡Alice, dile que si se detiene, lo asesinas!

No hizo falta amordazar a mi conciencia, ella también terminó rindiéndose a lo inevitable y me dejó disfrutar de lo que, posiblemente, fue la media hora más placentera de mi existencia.

.

.

―Y bien…―dije, rompiendo el silencio.

Nos miramos. Estábamos ambos acostados mirando al techo. Desnudos. Sin ropa. Sin sábanas. En una cama. ¡Cuánta razón tenía Isabella! Las peores locuras, se cometen bajo la terrible y pagana influencia de… ah, qué carajo. El alcohol seguía siendo mi mejor amigo. No me arrepentía de nada.

―Y bien. ―repitió Jasper.

Suspiré.

―Nadie debe enterarse de esto. Nunca.

Me di la vuelta para poder quedar frente a él.

―Así es mejor. ―asintió.

Con el asunto claro, nos incorporamos de la cama casi al mismo tiempo y comenzamos a vestirnos en total silencio. No había mucho de qué hablar. Habíamos respondido a una necesidad humana. Ya está. No iba a continuar con la discusión interna de lo jodidamente bueno que había sido Jasper en la cama, a menos que quisiera saltarle otra vez al cuello y no dejarlo salir por lo que nos quedaba de estadía.

―Espera diez minutos para bajar. Así no será sospechoso. ―dijo él.

―Claro. Esto… ―¿Qué se decía luego? No tenía frases post-sexo-casual para el momento―: ¿Gracias por participar?

El soltó una risita.

―¿Eso significa que no gané? Puedo intentarlo de nuevo.

―¡No! ―repliqué, casi cayendo de espaldas ante el rumbo que estaba tomando la conversación―. Un intento por persona.

Él chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Otra vez me recorrió de arriba a abajo con la mirada y suspiró.

―Te lo pierdes.

Sin más, se encogió de hombros y salió de la habitación. Pude oír como la puerta de la entrada se cerraba y me sentí aliviada. Recosté el cuerpo en una pared, dudando todavía de mi equilibrio e hice ejercicios de relajación antes de aventurarme salir otra vez. Te lo pierdes tú, imbécil.

Traté de no pensar mucho en lo que había pasado; pero cómo no hacerlo al ver casi en el instante en que volví a aparecer que Jasper estaba intercambiando saliva (saliva que también era mía, cabe destacar) con Heidi. Me hice la desentendida, intentando reprimir mis impulsos de mujer homicida. Yo no podía estar celosa. Es sólo que… ¡Válgame dios! ¿Qué tantas necesidades puede tener un hombre en un solo día?

―¿Estás mejor? ―preguntó Leah al verme llegar y como notó en dónde tenía puesta la atención, añadió―: Te dije que Jasper no tardaría en buscar algo con que pasar el rato.

―Sí, estoy mejor. ―y le dirigí una mueca asqueada a la pareja, la cual no se inmutó y siguió en lo suyo―. Tienes razón, las zorras son las que le van.

Edward vino luego de un rato a ofrecerme otra lata de cerveza.

―No, gracias. ―respondí―. He tomado suficiente por una vida.


¿Bien chicos? Algún humilde review... Se aceptan comentarios, tomatazos.. lo que sea...

Como ya les dije esto fue algo que soñé la noche pasada y pues quitándole las incoherencias era una buena trama para una historia.

Sin mas que escribir y esperando alguna señal de que estan leyendo y que les gustó la historia.. Se despide Katherine.

PD: Chicos nuestra historia 'un verano sin igual' de la cual llevamos ya una semana sin publicar, no ha sido suspendida. Estamos trabajando para pronto publicar el próximo capítulo. Si no han leído la historia, les invito a que pasen a nuestro perfil y lo hagan. Se van a reír mucho, si bien es otro tipo de humor del que utilizamos en esta historia.