Chloé tenía un raro problema de autoestima, aunque no lo parecía se odiaba a sí misma, pero a la vez, aun pensaba que era la mejor del mundo.
La misma que parecía tan imperturbable, pero aun dormía con su oso de peluche: Abracitos.
Es muy difícil comprender a Chloé. Ella misma no se entiende. La amabilidad que intenta desarrollar, colisiona con su ser egoísta y es un caos. Ella es un caos.
Es caótica e impredecible.
Una chica que no sabe lo quiere y está bien, a su edad no tiene por qué saberlo, pero se complica y se enreda ella misma. Desea cosas imposibles y anhela cosas inalcanzables.
Como desear ser una heroína. Ser como Ladybug.
Un deseo que muchos -alguna vez- han hecho, pero para ella -por increíble que parezca- fue cumplido.
Se convirtió en Queen Bee.
Una reina.
Una figura que vigilaba y cuidaba la ciudad, velando los sueños de los parisinos.
Ella los salvaba, pero también los intimidaba, siendo realizado eso ultimo con su identidad civil, a pesar de que no era su intención, seguía haciéndolo.
Así que sin importar lo amable, bondadosa, caritativa que se ha vuelto. Su conducta caprichosa, superficial, pedante y soberbia era difícilmente erradicada, quien además a pesar de lo fuerte que se ha vuelto, la confianza que ha adquirido. Para ella, aun había noches en que se encontraba abrazada a Abracitos, chupándose el dedo y deseando que la tormenta en su corazón pase, donde este se cubría de escarcha en un intento de protegerse e impidiendo que alguien pase.
Durante todos esos años, muy pocas personas entraron a su corazón y muy pocos se quedaron; Adrien era uno de ellos, quien le hacía muy difícil comprender a su amiga de la infancia, a pesar de los años de amistad.
Porque con Chloé nunca sabes si te va a amar o te odiara, si va a huir o te pedirá que no te vayas nunca.
En sus idas y venidas, puede dejártelo todo o dejarte sin nada. Ella es un torbellino, cambia de opinión muy fácilmente y Adrien, en ocasiones lo nota, cuando su amiga al despedirse, no suelta su ropa.
