Resident Evil no me pertenece, ni él ni ninguno de sus personajes sin embargo me resulta muy entretenido escribir historias sobre ellos.

Muuchas gracias a mi querida, amada e idolatrada AdrianaSnapeHouse por betear mis capítulos y darme latigazos siempre que la situación lo requiere.


Infiltrada

Calor.

Un indescriptible calor y mucho dolor.

¿Acaso estaba ya en el infierno?

¿Acaso todos esos actos de maldad, traiciones y muertes que provocó en su medio siglo de vida ya se estaban cobrando?

Podía sentir el rugir de la lava, como quemaba su piel e iba intentando abrirse paso hacia el interior de su cuerpo poco a poco, como si fuera una vela siendo consumida por la ferocidad del fuego que todo lo quema, todo lo calcina, todo lo purifica.

No lo iba a permitir; él ya murió y revivió una vez y si el día de hoy volvía a morir, reaparecería; dejar la vida terrenal todavía no estaba entre sus planes y menos lo estaría sin haber liquidado al ignorante de Chris Redfield y todos los paletos que se unían a su insignificante causa.

Hoy iba a iniciarse una nueva era, un nuevo génesis con el que la raza humana se sumiría a un juicio severo y los supervivientes lo adorarían como a un Dios, y lo temerían cual humano teme a Lucifer.

Justo antes de que Chris y su acompañante acabaran de la misma manera que él, consumidos por el magma que rugía furioso bajo sus pies, la caballería de la BSAA apareció para salvarlos. Les arrojaron una pequeña escalera ligada con cuerdas y con soportes de aluminio que a simple vista no parecía capaz de aguantar todo el peso del mayor de los Redfield. Tenía que admitir que no había punto de comparación con el chico que había estado bajo su mando tiempo atrás en los S.T.A.R.S y el hombre que veía ahora en frente suyo y que casi logra derrotarlo.

¿Acaso pensaban que iba a dejarlos escapar con tanta facilidad del lugar, después de estropear sus planes?

Debería haber acabado con las insignificantes vidas de Redfield y Valentine cuando tuvo oportunidad y no fue por falta de estas; jamás pensó que se pudieran convertir en amenaza alguna para él y para sus objetivos.

Así pues con uno de sus brazos —ahora mutados por su reciente infección— se aferró al helicóptero y empezó a tirar de él con claras intenciones arrojarlo al cráter del volcán. Sin embargo, antes de que pudiera darse cuenta, dos RPG—7 lo tenían fijado como próximo objetivo.

Si la lava ya no le había provocado el mayor dolor jamás experimentado en su nueva condición, esos dos cohetes se ocuparían de hacerle la competencia. Optó por cubrirse con su brazo, aparte de tratarse de un instinto propio, prefería quedarse falto de un brazo que perder la cabeza.

Literalmente, claro.

Lo último que vio antes de perder el sentido de la vista fueron las sonrisas de victoria que había en los pasajeros del helicóptero. Estaban triunfantes, como si hubieran logrado la más difícil de las hazañas, como si todo este tiempo hubieran estado en una horrible pesadilla y ya hubiesen despertado.

Definitivamente, Albert Wesker no iba a morir sin antes arrebatarles esas sonrisas hipócritas de sus rostros, aunque para ello tuviera que arrancarles la cabeza de cuajo con sus propias manos.


Abrió los parpados, dejando así a la vista todo el resplandor de sus ojos; brillaban como el sol y quemaban como el fuego.

Desde el incidente en las áridas tierras de África, noche tras noche, dentro de su cabeza, se repetía el mismo sueño.

Nunca se lo tomó como una pesadilla ni mucho menos; para él simplemente se trataba de un recordatorio de los acontecimientos pasados.

Se levantó de la cama, dejando como único señal de su sueño las sábanas agua marina arrugadas y maltratadas tiradas hacia a un lado y se dirigió a la ducha, como bien hacía cada día, no sin antes desvestirse, empezando por su bata de dormir esmeralda, pasando por su camisa y pantalones negros y dando por terminada su labor al quitarse sus boxers azul marino.

Abrió la ducha y durante el tiempo en que ésta duró, permitió que la lluvia de agua caliente le hiciera olvidar todo el estrés que estaba pasando en esos momentos.

Ya habían pasado dos años desde su segunda ''muerte''; dos años reconstruyendo todo lo que Chris Redfield le arrebató en apenas cuatro días.

Estaba molesto, realmente molesto; todas las muestras de la cepa se habían perdido en ese condenado volcán por lo que debía empezar de nuevo.

Le costó seis años completar Uroboros y no tenía intención de pasar otros seis recuperándolo todo.

La ducha duró alrededor de quince minutos.

Salió de la ducha y se vistió con su habitual traje de combate con las mangas negras recorridas hasta la altura de los codos, sus zapatos bien lustrados y sus típicas gafas medianoche.

Acto seguido se dirigió hacia su laboratorio privado; tenía un par de horas antes de tener que ir a las instalaciones de Tricell y no había mejor manera de aprovecharlas que no fuera en su escondrijo particular.

Se puso su bata de laboratorio y empezó la faena, junto una buena taza de café, más por costumbre que por necesidad.

Antes de todo tuvo que inyectarse su habitual suero, el cual era su más fiel acompañante desde aquel 24 de julio de 1998. Había triplicado la dosis; Wesker no salió muy bien parado de su encuentro con Chris.

Para todos los que lo rodeaban seguía siendo el mismo tirano en perfectas condiciones que solo se preocupaba por sus intereses y que podía arrebatar una vida por el simple error de echar azúcar en su café.

Estaba bien seguir conservando esa imagen pese a lo ocurrido tiempo atrás.

Para la formación de Uroboros era de vital importancia el Virus Progenitor, la planta conocida como "Stairway to the Sun" nativa de la región africana de Kijuju, junto a otros agentes virales de menor importancia que ya tenía en su poder. Lo más difícil de todo era conseguir dicha planta, tiempo atrás Umbrella tenía es su poder una portentosa plantación de éstas en África. Plantación de la que Tricell se hizo propietario en 2009, sin embargo, fue totalmente calcinada por los agentes de la BSAA, según ellos para impedir que otra corporación hiciera resurgir el virus.

Aunque esa idea no era mínimamente de su agrado debía llevarse a cabo; o iba él a las tierras africanas para buscar algún resto de dicha plantación o enviaba algún grupo de incompetentes a buscarla y al final ir él de todos modos.

Aún tenía tres días para pensar en eso, de momento intentaría arreglárselas con lo que tenía bajo mando; quizá encontraban alguna manera de no depender de esa dichosa planta.

Aunque aquello era ser demasiado optimista.

Ordenó sus documentos y se preparó para ir a las instalaciones de Tricell. Tenía mucho trabajo por delante.


Las voces de los hermanos Redfield era lo único que rompía el silencio de la habitación donde se encontraban junto a Jill y los demás componentes de su escuadrón táctico.

— ¡Oh, venga, Chris, eres agotador! —gritó la Claire desesperada. No podía creer que después de tanto tiempo su hermano aún la tratara como si de una niña pequeña se tratara.

—No te dejaré, y no significa no, no pienso arriesgarme a que te ocurra algo —su voz era aparentemente tranquila, sin embargo, los presentes en la habitación podían apreciar la leve desesperación que ésta emitía.

—Puedo cuidarme sola perfectamente, y lo sabes —continuó con un tono exasperante, que hacía que tuviera ganas de irse de la habitación dando un portazo.

—No te lo prohíbo como hermano, te lo prohíbo como superior.

—Te estas comportando de una manera estúpida; cuando entré en la BSAA sabías perfectamente que haría esta clase de misiones. Ya no tengo diez años, soy capaz de hacer esto y cosas mucho peores —su tono de voz era firme, cada palabra que salía de los labios de la pelirroja resonaba en la habitación y se clavaba en los oídos de su hermano mayor, haciendo que perdiera los estribos.

Odiaba que no le hiciera caso, por mucho que ella se empeñase, él seguiría protegiéndola, porque si le pasaba algo a su hermana, Chris se derrumbaría de una manera mucho peor a la que sus compañeros podían llegar a imaginarse.

—No digo que no puedas hacerlo, solo que, bueno, hay otros agentes que pueden hacerlo en tu lugar y tú podrías hacer otras cosas, no será por falta de misiones, ¿no crees? — inquirió con una tranquilidad fingida que la chiquilla pudo captar a la primera.

—Dentro de tres días me iré a las instalaciones de Tricell de Rusia, con tu aprobación o sin ella — finalizó la frase y se fue de la habitación, pues tres días era el tiempo justo para prepararlo todo.

— ¿Te lo puedes creer, Jill? — preguntó Chris Redfield con un gesto incrédulo.

—Yo creo que la estas subestimando demasiado, si pudo sobrevivir a Raccoon City, ¿por qué crees que fallará ahora? Al fin y al cabo solo serán un par de meses vigilando por si hay alguna acción mínimamente sospechosa en el interior de la corporación, tampoco es nada en extremo peligroso —se desahogó Jill. Llevaba tiempo queriendo hablar, sin embargo, Claire y Chris discutiendo eran una bomba de relojería que por precaución, no era aconsejable tocar.

—Supongo que se me suele olvidar el hecho que tiene veintisiete años ya... — admitió finalmente.

Aunque admitiera tal hecho, él no solo se seguiría preocupando por su hermana, sino por todos los que estaban a su alrededor, no dejaría nadie atrás, pese a que eso le costara la vida; así era Chris Redfield.

—Siento interrumpir esta enternecedora charla, pero ya hace diez minutos que deberíamos estar en el helicóptero rumbo a Europa... — interrumpió Piers; el escuadrón de Chris Redfield tenía que irse.

—Mientras estés infiltrada debes ser tu misma, parecer natural, para que no te descubran. Es fundamental actuar como si fuera cualquier como otro día de tu vida. Que ellos sean los que te muestren sus investigaciones y sus observaciones, no debes ser tú la que insista, lo más importante es no levantar sospechas y si encuentras algo de lo que debas informarnos urgentemente, busca un lugar en el que te encuentres sola, y claro está, asegurarte de que no hayan cámaras de seguridad y que nadie pueda escucharte; evita estar cerca de los conductos de ventilación. Esas son las claves básicas de una buena infiltración. Recuerda que mientras estés ahí dentro te llamaras Rowan Smith, y si te preguntan, fuiste trasladada de las instalaciones de América, ¿entendido? — le informó Raymond, uno de los mejores agentes en el campo de infiltración que disponían en la BSAA, no obstante, a su edad ya no solía ir a misiones, solamente daba consejos a los más jóvenes del cuartel, pues si uno entra en una situación tensa, las lecciones que a uno le dan ya no sirven de nada y lo que de verdad necesitas es el apoyo de la experiencia. Los consejos del viejo Raymond eran lo más parecido que tenían a una experiencia de campo.

—Entiendo, tampoco es tan complicado —contestó la chica, muy segura de sí misma; sabía que podía completar la misión y sin problema alguno.

No tenía ni idea de lo que estaba por venir.

—Todos lo demás está listo, yo emplearía estas horas que te quedan libres para intentar meterte mínimamente en el papel, es decir, en Tricell, todos piensan que has estudiado ingeniería genética, así que leerte un par un par de libros sobre ese tema, es lo mejor que podrías hacer para estar un poco más informada de todo. No hace falta que sea demasiado, sencillamente lo básico. Por el cuartel debería haber algún libro que te fuera de ayuda. El arte de la infiltración de basa en ser tú, pero sin serlo, ¿me explico? — continuó con toda la tranquilidad del mundo el mayor Raymond.

Ella ya había supuesto que no sería fácil, si la descubrían, lo más seguro sería que la mataran pero tratándose de Tricell, podían hacerle cosas mucho peores.

Y acabar como Excella Gionne no estaba entre sus objetivos.

—Ya conseguí algunos libros, están en mi casa, tengo pensado ir a leérmelos ahora, tengo todo un día para dedicarme exclusivamente a ellos — su voz había cambiado a un tono más preocupado.

Claire era consciente de que era capaz de hacerlo, pero la idea de engañar a tanta gente, hacerles creer que durante años había estado estudiando un tema del que prácticamente no estaba enterada de nada, estar codeándose con el enemigo...

Le parecía algo prácticamente imposible.

Se despidió de todo el cuartel, preparándose mentalmente, haciéndose a la idea de que ella ya no era Claire Redfield, ya no era un agente de la BSAA, ya no era la hermana de Chris. No, ahora era Rowan Smith, investigadora de prestigio, con altos años de experiencia a sus espaldas, y con notables estudios en ingeniería genética.

Pasó el resto del día encerrada en su habitación, rodeada de libros, fórmulas desconocidas para ella, sustancias virales con tales nombres que Claire jamás pudo haber imaginado. Estudiando el ADN y su composición, como hacerlo mutar correctamente y con qué sustancias ocurrían diferentes reacciones de una misma cepa en dos individuos distintos.

Acabó realmente agotada, quedándose dormida alrededor de las seis de la madrugada entre libros, hojas, y espirales de ADN. Soñando en que ella era la pobre rata de laboratorio a la que le hacían tales horrendos experimentos.

Se despertó cerca de las nueve de la mañana, sintiendo los parpados y los hombros pesados, ya sin nombrar el resto de su cuerpo. Su descanso no había sido muy largo; quizá tres horas. Venció a su pereza a duras penas y se levantó para ir a la cocina a prepararse un buen desayuno, no sin llevarse con ella sus nuevos amigos de biología molecular con los que se entretuvo leyendo hasta que le dio la una de la madrugada.

Aun dudaba de si en el momento de la verdad se acordaría de algo de lo leído en esos dos días.

Se vistió con unos pantalones formales negros y una camisa de vestir blanca. Se dirigió al cuartel para coger el primer vuelo que la llevaría a su destino, en apenas seis horas ya se encontraría en el que durante dos meses sería su nuevo hogar; las frías y para ella aún desconocidas tierras de Rusia. En las que confiaba ciegamente que hubiera alguien que pudiera entender su idioma.


—Espero que te encargues de todo adecuadamente mientras yo no esté —comentó Wesker en un tono amenazante; pese a ser socios, no tenía ninguna confianza con Charles. A decir verdad, el único motivo por el que empezaron relación fue porque al ''revivir'', Wesker no disponía de los fondos necesarios para empezar una investigación de nuevo; la BSAA se encargó de dejar limpia su cuenta bancaria, pues un muerto no necesitaba tantos millones de dólares.

—Todo estará en perfectas condiciones te lo aseguro, y en cuanto a la nueva, ya me encargaré de que no meta las narices en asuntos que no le incumban — confirmó su subordinado, con una particular arrogancia que hacía que Wesker tuviera ganas de romperle la nariz de un puñetazo; era incapaz de aguantar a la gente de tal ego, excepto a él mismo, claro está.

—Señor, ya está todo listo para irnos — informó uno de los militares, erguido, interrumpiendo la conversación entre ambos superiores con voz decidida y a la vez temblorosa, pues hacer algo inapropiado en frente de Albert Wesker, podía suponer prácticamente un acto de suicidio, pero sabía que si no lo hubiera hecho, hubiera sido mucho peor. Estaba sudando a mares, probablemente por la idea de tener que convivir con ese tirano, aunque nada más fuera durante unos días, era algo que a cualquier ser humano que conociera las hazañas del hombre de gafas negras, le haría temblar al pensarlo.

Aun compartiendo bando.

Wesker podía arrebatarle la vida a cualquiera que le fuera molesto, tuviera su muerte grave afecto en sus planes o no.

—Bien — contestó Wesker mientras enfundaba su mágnum recién cargada, se puso su casaca negra y se ajustó sus gafas medianoche, acto seguido se dirigió hacia el helipuerto, dejando atrás los fríos pasadizos de los laboratorios que tanto le agradaban y dando la bienvenida al calor que tanto odiaba.

Y mientras Wesker iba camino de las tierras subsaharianas, Claire llegaba a su destino, temblando como si de gelatina se tratara por causa del frío al que estaba tan desacostumbrada, entraba directamente en su cuerpo y se clavaba como finas agujas en los huesos de la pobre chiquilla; tenía que aguardar en la intemperie a que alguno de los trabajadores de Tricell viniera en su búsqueda.

Pasaron alrededor de veinte minutos, veinte minutos en los que Claire estuvo al borde de sufrir una pulmonía, maldiciendo mentalmente a cada uno de los trabajadores de esa maldita corporación por dejarla ahí a su suerte, rezando para no morir congelada.

De acuerdo, admitió, eso era ser demasiado exagerada.

— ¿Smith? — preguntó un hombre de unas tres décadas que iba acercándose a ella, vestía un uniforme de militar, dejando a la vista únicamente la parte superior de su rostro, ojos verdes y pelo negro con algunos trazos más oscuros que otros. Tenía acento americano, por lo que Claire sintió como le quitaban un gran peso de encima.

Al menos habría alguien que la entendería en medio de esa gran mancha de color blanco en la que se encontraba.

—O lo que queda de ella...— respondió la pelirroja a duras penas. Le castañeteaban tanto los dientes que hablar se estaba convirtiendo en una tarea con una dificultad cuestionable.

—Por aquí — prosiguió el hombre, mientras empezaba la caminata hacía el coche.

Claire asintió, y tomó su misma dirección, ambos dejando marcas de pasos en la blanca y pura nieve.

El vehículo era un Audi A3 de color blanco, los asientos eran de cuero negro y de una gran comodidad, en el que casi cae en brazos de Morfeo un par de veces, debido al insomnio de la noche anterior, la calefacción del interior ridiculizaba la tormenta de nieve que estaba cayendo fuera, y la mentalizó de que probablemente iba a coger el más terrible de los resfriados al salir de ese horno rodante.

Llegaron a las instalaciones, por fuera parecían unas fabricas cualquiera, muros gruesos, un gran número de agentes de seguridad, cámaras de vigilancia por cada uno de los rincones y chimeneas humeantes, Dios sabía para qué.

Entraron por la puerta principal que lucía el logotipo de Tricell, en el que tuvieron que dar sus nombres y mostrar los documentos que demostraban que trabajaban ahí. Costó más de lo que previó el convencer al de seguridad de que Claire era la nueva trabajadora de la corporación y que por esa causa, aun no disponía de dichos documentos.

El interior de la estructura, las paredes, el suelo, prácticamente todo era de color blanco reluciente; dolía en los ojos el estar más de un par de minutos observando.

Unas gafas de sol serían de gran ayuda en estos momentos, fue lo único que Claire Redfield logró pensar.

Sus ojos aguamarina observaban detenidamente la estructura, intentando descubrir algún lugar en el que pudiera comunicarse con los suyos sin levantar sospechas.

Estaba nerviosa; ¿y si la descubrían?, era imposible aparentar que era alguien que ella nunca podría ser, al menos durante aquel largo lapso de tiempo, que suponían dos meses.

Claire estaba tan distraída examinando cada uno de los amplios pasajes de los laboratorios donde se encontraba, que no se percató de que cierto rubio con gafas oscuras pasó por su lado a ritmo acelerado.

¿Acaso ya sabían quién era? En ese caso habían tardado menos de lo esperado.

Siguieron el recorrido como si nada ocurriera, hasta que un hombre se cruzó en su camino, por su físico la joven pelirroja dedujo que estaba cerca de los cincuenta años, tenía el cabello de color café, sin duda producto del tinte pues en la base de éste se le podía ver como el blanco iba tomando posición, sus ojos marrones se podían confundir con negros por la oscuridad de estos.

El desconocido la estaba mirando de arriba a abajo, examinándola, como si estuvieran en un mercado de esclavos y ella fuera la presa del día. El cincuentón lucía una gran sonrisa de idiota, por la que Claire no tardó en descubrir que ese hombre debía ser el títere del mandamás.

—Tú debes de ser Rowan, ¿no es así? — preguntó, mientras la seguía mirando de ese modo que la ponía enferma.

Ella asintió y le tendió la mano, más por educación que por ganas reales de hacerlo.

—Encantado de conocerte, querida, yo soy Charles Kenway — le cogió la mano que ella le ofreció, acercándose a sus nudillos con claras intenciones de besarla, provocando en ella unas ganas inaguantables de abofetearlo, pero pudo arrebatarle la mano a tiempo para evitarlo. Dejando visible la sorpresa en el rostro del hombre mayor.

—Encantad. — musitó mientras el hombre que la había escoltado hasta ahí le susurraba algo a Charles, el cual volvió a mostrar su sonrisa arrogante mientras asentía.

—Su informe era excepcional Srta. Smith, no se encuentran muchas mujeres con tanta preparación en este campo. — Empezó a hablar el ejecutivo, mientras emprendía una nueva ruta, dando señas exactas para que Claire le siguiera.

—En el informe decía que su especialidad eran las implicaciones éticas, sin embargo, a nosotros no nos interesa la formación de nuevas especies, ni la mejora de las existentes, por eso la pondremos en terapia genética, estamos seguros que alguien con sus estudios nos será muy útil para afrontar las regiones defectuosas del ADN — continuó con su charla, explicándole cuál era su posición, su deber y qué enfermedades estaría estudiando próximamente, mientras la pobre chica intentaba entender sus palabras, viendo claramente que no se acordaba de prácticamente nada de lo estudiado la noche anterior.

Llegaron al que sería su nuevo lugar de trabajo; un pequeño laboratorio como no, de color blanco, con seis mesas rectangulares; una en centro de la sala, que lucía un ordenador y las cinco sobrantes reposando junto a la pared. Estaban llenas de probetas, microscopios y otros artilugios, también disponían de un par de vitrinas, en las cuales habían diferentes objetos que Claire no supo identificar, y rezó mentalmente para que no le hicieran usarlas.

En la sala se encontraban otras tres personas, probablemente trabajadores, pues todas iban luciendo la típica bata blanca de laboratorio que tanto llegaba a odiar y que en los próximos meses formaría parte de sus vestimentas habituales. Cada vez que veía a alguien con esa bata se acordaba de él, ese hombre vestido de negro que hizo sufrir a su hermano haciéndole creer que Jill Valentine había muerto, se lo imaginaba experimentando con ella, haciéndole toda clase de cosas horribles para que Jill acabara dándose por vencida y lo sirviera, como si se tratara de una vulgar sirvienta.

No, no era tiempo para pensar en esas cosas, Albert Wesker estaba muerto y no volvería a causarle problemas ni a ella ni a ninguno de sus amigos.

O eso pensaba ella.

—Bienvenida a la tripulación. —comentó uno de los jóvenes científicos de la sala, dejando relucir su blanca dentadura.

—Cállese y póngase a trabajar Jones — gruñó Charles, dejando atrás el refinado comportamiento que había mostrado anteriormente con ella.

—Si alguno de estos... sujetos, le molesta comuníquemelo y la cambiaré inmediatamente de sección, querida — se dirigió a ella con una sonrisa bobalicona de oreja a oreja.

—Y vosotros, haced el favor de no molestarla, esta mujer tiene más conocimientos que los tres juntos — gruñó de nuevo y se fue de la habitación, dejando a la pelirroja a merced de su suerte.

Charles se dirigió a su despacho; tenía una gran curiosidad por saber más de su nueva trabajadora, además tenía curiosidad por saber por qué Wesker hizo que la cambiaran de sección a una donde al simple movimiento de mirar por el cristal que disponía en su laboratorio pudiera observarla. Probablemente lo hacía solamente para tener más control sobre la nueva, sin embargo un hombre también tiene derecho a utilizar su imaginación, y la de Kenway era muy activa.

Claire se dirigió hacía el colgador y cogió una de las finas batas blancas que colgaban. Se la colocó junto el carnet de trabajadora que Charles le entregó anteriormente; era el único pase del que disponía para poder entrar y salir con total libertad de las instalaciones.

—Me llamo Daniel Jones, el Drake Folk y ella Elisabeth Cashore —le informó el joven moreno al que Charles mandó callar instantes atrás, parecía simpático, y francamente no pensaba que se encontraría gente simpática allí adentro.

—Rowan Smith, encantada —dijo mientras fingía que examinaba detalladamente unos documentos que había en una mesa cercana. No entendía nada de lo que ponía ahí.

Diablos, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?

—Ignora lo que diga ese inepto de Charles — continuó Elisabeth; era una mujer que quizá rondaba los treinta y cinco años, rubia y de ojos azules, que imponía un gran respeto con su voz, sin embargo también parecía amistosa, tenía que admitir que aquí había mejor gente de la que se esperaba.

—Es lo que todo el mundo hace… — completó entre risas Drake.

—Deberías creer a vuestro jefe, creo yo — respondió la pelirroja, ante ese comentario.

—Bah, el sólo es el jefe cuando el otro no está, es similar a un profesor sustituto, intenta hacerse valer, pero tú puedes tomarle el pelo todo lo que quieras ya que lo máximo que hará será darte una regañina — contraataco Drake.

—Eso sí, cuando el jefe vuelva, será mejor que seas como una ovejita obediente, él no se está con tonterías, creo que volverá en un día o dos — confirmó Daniel.

— ¿Tan horrible es? — pregunto Claire, intrigada.

—Ni te lo imaginas, creo que en alguna ocasión mato algún científico de la ala este sólo por equivocarse en un informe... ahora no estoy seguro — respondió con toda la tranquilidad del mundo.

¡Como si matar a un ser humano no fuera nada grave!

—Oh venga, no exageréis, ¡vais a asustar a la pobre chica! Oye Rowan, ¿podrías traerme una de esas probetas que tienes ahí? — preguntó Elisabeth.

—Claro — respondió mientras cogía una de esas probetas. — ¿Y cómo se llama? — preguntó la pelirroja, dejándose llevar por su curiosidad.

—Wesker, Albert Wesker — respondió Drake con indiferencia.

"¿Cómo?"' fue lo único que logró pensar la pelirroja.

La probeta resbaló de las manos de la joven, rompiéndose en miles de pequeños cristales, dejando en libertad la sustancia que ésta contenía, cuando hizo contacto con la dureza del suelo.

Su respiración se aceleró y por un momento pensó que iba a desmayarse.

¿Qué era lo que acababa de decir?


Y hasta aquí llega la primera entrega de este nuevo proyecto loco que lleva en mi mente desde hace incontables meses. Dejen review para que pueda saber que les parece mi historia, un follow si quieren saber cuando actualizaré y ya saben, nos leemos en la próxima actualización.

Besos.

Revisión ortográfica: 31 de Abril de 2014.