Note el frio de su mirada. Suplicando le pedí que se quedara pero en su rostro se reflejaba la angustia de que algo pasaba. "Quédate solo esta noche" le implore; no mostraba el menor interés en mis palabras. "¿Qué está pasando?" me pregunte. Silencio, el silencio abundaba en ese momento. El ambiente se estaba volviendo aún más incómodo y él cada vez parecía más impaciente que nunca.
Por última vez, le volví a insistir: "Quédate conmigo". Soné egoísta, lo sé, eso esperaba. Lo que yo no me di cuenta era el profundo dolor que le causaban mis suplicas. Sin remedio, lloré. Él, sin pensarlo, me recogió entre sus brazos y me susurro: "tengo que partir, el camino es largo, pero sé que al final estará mi recompensa a tantos esfuerzos".
Le recrimine que yo no formaba parte de ese camino, pues no había muestra alguna de ello. Mientras yo veía como partía mientras se dibujaba su silueta en la infinidad de la noche, albergando todos aquellos mundos, él iba haciendo un gesto con la mano de despedida. Éramos conscientes de algo… era la última vez que nos veríamos.
