Disclaimer

Todos los personajes que aparecen en este fanfic pertenecen a los creadores de Kung Fu Panda y a DreamWorks. No fue creado con fines de lucro.


Aviso

Este fic participa en el Reto "San Valentín en Kung Fu Panda" del foro "Kung Fu Panda Unidos"


La Carta

La pequeña víbora estaba muy sonriente esa mañana. Era una sonrisa reluciente y especial que solo tenía un día cada mes, desde que se había mudado al Palacio de Jade.

—¡Gracias, Grulla! —Agradeció la chica.

Él siempre le entregaba las cartas solo para verla sonreír. Se levantaba tan temprano que cuando el mensajero llegaba él ya lo esperaba. Oogway era el único que sabía de esto, pero nunca dijo nada. La primera vez que lo vio solo sonrió, con esa dulce sonrisa que lo caracterizaba.

Víbora se apresuró a sentarse en el comedor y abrir la carta. Sus compañeros también buscaron un lugar en la mesa para ser partícipes del motivo de su alegría. Siempre leía junto a ellos las cartas que su familia le enviaba.

Este era un día especial: víspera del día de San Valentín. La carta sería maravillosa. No tenía ninguna duda. La abrió. De inmediato reconoció la letra alargada y fina de su hermana Mei.

"Querida Víbora.

Ming y yo estamos muy bien, y esperamos que tú también lo estés, sobre todo ahora que se acerca el día del amor y la amistad. Papá aún no ha regresado de la misión de la que te contamos en la carta anterior, pero estamos seguras de que está bien. Nos dijo que te escribirá en cuanto regrese, y te contará todo, como siempre lo hace.

Tenemos una sorpresa para ti, pero tendrás que esperar hasta el día de San Valentín.

Con amor, tus hermanas Ming y Mei."

—¿Cuál será la sorpresa? —dijo Mono emocionado.

—Ellas saben que adoro las sorpresas —dijo Víbora—, y estoy segura de que esta ¡será maravillosa!

Al día siguiente el sol no había salido cuando abrió los ojos. Fue al patio y se sentó en una banca a disfrutar el aire fresco.

—Buenos días, Víbora.

—¡Buenos días, Maestro Oogway! —dijo ella asombrada de encontrarle en otro lugar que no fuera dentro de la estancia en la que él acostumbraba meditar. Se puso de pie y le saludó con una reverencia.

—¿Puedo acompañarte?

—Sí, maestro —sonrió ella.

Ambos se sentaron.

—Veo que estás muy ansiosa el día de hoy —dijo Oogway con dulzura.

—Así es, Maestro. Mis hermanas hoy me darán una sorpresa y no puedo esperar para descubrir lo que es —dijo ella mirando el cielo con anhelo.

Oogway dijo con solemnidad:

—Hay un proverbio que dice: "la paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces".

Ella al principio no entendió, pero luego lo miró y dijo:

—Gracias, Maestro. Con su permiso, iré a meditar al Salón de los Héroes.

Oogway asintió y volvió a sonreír.

Unas horas después entró Zeng al salón con su indiscreto aleteo.

—¿Qué sucede, Zeng? —dijo la pequeña abriendo los ojos y levantándose con suma tranquilidad.

—¡Sus hermanas han venido a verla! ¡La esperan en el patio!

Sin perder un segundo, Víbora se apresuró a ir a su encuentro.

—¡HERMANITA! —gritaron ambas de alegría apenas la vieron.

Las tres se abrazaron llorando.

FIN