Naruto © Masashi Kishimoto
(Song) Te tomaré una foto by Tiziano Ferro © EMI Music Italy
nota: Con cariño para BlackLady Hyuuga, por su cumpleaños.


Somos hijos de mundos distintos de misma memoria
Que ingenua dibuja y borra la misma historia
Y será hermosísimo
Por tí tienen un solo sabor, alegría y dolor.

Te tomaré una foto

1

Hinata Hyuga sonrió al escuchar la campana.

Siempre le había molestado ese sonido horrendo. Le crispaba los nervios y lo sentía hasta en los dientes y, de verdad, habían mejores formas de anunciar el inicio-final de un período. Sin embargo, en un día como ese le parecía hasta simpático, porque era como si anunciara a vítores que una larga semana había llegado a su fin.

Hinata cerró su cuaderno y comenzó a guardar sus cosas con lentitud, como si una tarea tan simple mereciera ser disfrutada. La verdad era que con su apretada agenda después de clases, era usual verla levantarse del asiento desde el momento en que la campana emitía sus primeras notas, salir con prisas del aula —guardando sus libros en el camino— y dirigirse a la salida, donde ya la esperaban para llevarla a su casa donde recibiría clases particulares.

Pero ese día era viernes. El único día de la semana en que sus clases se extendían hasta las cinco de la tarde y tenía libre lo poco que restaba del día. La ausencia del estrés mientras caminaba por el campus le daba un aspecto más suave a sus facciones de princesa.

En el camino a casa, las luces de Konoha se volvían borrones luminosos a través de la ventana del auto, y Hinata se limitó a disfrutar de la vista.

No conocía nada más allá del deber y las obligaciones. Esa era su vida y ella la aceptaba con la nobleza que la caracterizaba, porque a pesar de todo amaba a su pequeña familia y nada le aterraba más que decepcionarlos a todos. Pero Hinata no era un robot que hacía lo que se le ordenaba de forma automática cuando se lo ordenaban. Tenía dieciocho años y un sueño —o una fantasía tonta, como le había llamado su padre alguna vez—: Quería ser bailarina.

Los mejores momentos de su día a día se reducían a esos minutos en los que se escapaba al sótano y descargaba toda la tensión moviéndose con la gracia de una muñeca, al ritmo de la música clásica. En esa pequeña burbuja, su vida era enteramente suya, y ella era felíz.

Pero era solo eso: Un sueño. Ya había para ella un destino marcado, y éste era al frente de las empresas Hyuga. Todo lo que su familia había construído durante generaciones caería sobre sus hombros en un futuro próximo, pero Hinata casi comenzaba a sentir su peso sofocante.

Suspiró con el cansancio que el simple pensamiento le produjo mientras se estacionaban frente a la mansión que era su hogar.

Ko —su chofer— le abrió la puerta y ella, bajando del auto, trató de animarse. Tal vez podría bailar un poco...o hasta que le sangraran los pies, ahora que podía. Por lo menos su padre se lo permitía, aunque fuera solo como pasatiempo.

—¡Hinata!

Hacía su camino hacia la entrada cuando el grito la detuvo. Sonrió al reconocer la voz y no se sorprendió cuando, al girarse, se encontró con Ino y Sakura que la saludaban desde el auto violeta de la rubia, aparcado ahora delante del sedán negro que la había traído a casa.

Pidió con amabilidad a Ko que llevara sus cosas adentro y se acercó a sus amigas, deteniéndose en la acera.

—Hola chicas.

—¿Lista para la acción?— Preguntó Sakura con entusiasmo, sonriéndole.

Hinata la miró sin comprender.

—¿Cuál acción?

Ino soltó un bufido. Se aplicaba labial rosado, mirándose en el espejo retrovisor.

—¿Ya se te olvidó que prometiste que saldrías con nosotras?

Hinata se mordió el labio un poco apenada porque sí, lo había olvidado. Les había prometido a sus amigas —específicamente a Ino— que iría al cine con ellas.

—Lo siento.

Sakura rió por lo bajo e hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

— No tienes que disculparte.

—Sí, sí. Ya sabemos lo ocupada que estás siempre y lo despistada que eres y te queremos, cariño, pero sube ya.— La apresuró Ino, dando golpesitos impacientes en el volante y señalando con la cabeza el asiento trasero.

Por unos segundos de silencio, las dos chicas miraban al frente, a la espera del sonido de la puerta que les indicaría que Hinata había subido al auto obedientemente. Cuando ésto no ocurrió, la miraron de nuevo, encontrándose con que seguía allí mirando algún punto en el pavimento.

Sakura fue la primera en romper el silencio.

—Tenemos que hablar con él, ¿No?— Preguntó, aunque todas conocían la respuesta. Sakura suspiró.— Bien. Hagamos ésto rápido.— Dijo con decisión, abriendo la puerta y bajando del auto.

Ino la imitó.

Sep. Sabemos que el hombre no muerde y ya lo hemos convencido antes ¿verdad?

...

Hiashi Hyuga era un hombre difícil de convencer.

Seguro ese carácter le favorecía mucho en el mundo de los negocios pero, francamente, lucía bastante aterrador e intimidante con el semblante estoico, sentado detrás de ese escritorio de madera lujosa que era más grande que la cama de Sakura (palabras de ella).

—Por favor, señor Hyuga. ¿Porfiiiiiis?Para mala suerte del hombre, Ino podía ser como un grano en el culo si así conseguía lo que quería. Hinata sintió algo de envidia por la valentía de su amiga.— Solo veremos una peli de chicas en el cine y luego iremos a mí casa, ya sabe, a hablar sobre el ardiente protagonista y de chicos en general.

Ante ésto, el pálido rostro de porcelana de Hinata se tornó rosado. Sakura puso los ojos en blanco.

Ino, por su parte, ignoró olímpicamente y continuó explotando su habilidad de convencer-con-tanta-palabrería, haciendo referencia incluso a la adolescencia del hombre frente a ella.

—Solo recuerde esos gloriosos años de su juventud. ¿No salía a divertirse con sus amigos? ¡Apuesto a que sí!

La expresión de Hiashi no varió ni un ápice.

—En mis tiempos, jovencita, me dediqué a estudiar y prepararme en lugar de perder el tiempo con nimiedades.— Habló con la voz firme y fría de siempre. El entusiasmo de Ino se esfumó (¡Con razón es tan amargado!), y a las palabras del hombre comenzó un silencio incómodo.

Fue Hinata la que habló ésta vez, removiéndose nerviosa en su lugar.

—Por favor, padre.— Su voz era suave y baja, en contraste con la de su progenitor.— Estoy libre de mis obligaciones.

Hiashi la fulminó con la mirada y cuando las chicas pensaron que no era posible, su semblante se volvió más severo.

—Nunca estás libre de tus obligaciones, Hinata. Que no se te olvide.

Ante ésto, Hinata bajó la mirada, perdiendo todas esperanza de salir ésta noche. No es como si muriera por salir, la verdad, pero se lo había prometido a sus amigas.

—Puedes ir.—Habló Hiashi otra vez. Volviendo la vista a los documentos que tenía en frente, continuó con su labor.— Regresa temprano.

Las tres sonrieron y salieron de la oficina victoriosas.

Luego de hacer que Hinata se cambiara la ropa por un vestido casual color lavanda, salieron de la mansión y cada una subió al auto de Ino. Hinata notó que tal vez las ropas de todas no eran apropiadas para el cine. Ino, al igual que ella, usaba un vestido corto violeta —era su color favorito— y Sakura una falda rosada y top vinotinto. Ni siquiera llevaban chaqueta y seguro morirían de hipotermia antes de que terminara la película, pero no le dió mayor importancia al asunto y pronto lo olvidó.

Como siempre que salían en el auto de Ino, Sakura y Hinata temían por su vida. Se abrocharon el cinturón y aún así se sostenían cada una de su asiento como náufrago a la orilla.

Hinata, demasiado ocupada rezando porque llegaran vivas a su destino, se dio cuenta muy tarde de que el camino que había tomado Ino no era el del cine. En lugar de ir al centro, se había desviado hacia la costa, a unos diez minutos de la mansión Hyuga.

—¿Ino?

—Relájate, Hinata.— Dijo simplemente la rubia.

Hinata se recostó del asiento, no queriendo entrar en discusión y (en el fondo) curiosa-temerosa por ver a dónde la llevaban. Por el bien de sus nervios, esperaba que solo estuvieran tonteando y que luego irían al cine como le habían dicho a su padre. Quería a sus amigas pero tenían ésta mala costumbre de secuestrarla cada que podían. Apreciaba sus buenas intenciones de hacer que se distrajera un poco, pero ellas no tenían un padre que les recordaba que "nunca están libres de sus obligaciones".

Ino era una chica extrovertida y liberal. Una rubia de piernas largas y ojos verdes. Quería ser modelo, y se dedicaría a ello cuando terminara el instituto. Sus padres eran ingenieros reconocidos, los mejores de la ciudad, y habían esperado que su hija tomara el mismo camino que ellos. Sin embargo, no se molestaron cuando Ino los sorprendió con la decisión de no ir a la universidad sin antes probarse haciendo lo que le gustaba. Al principio no habían estado muy convencidos, pero luego decidieron que le darían a su hija una oportunidad y todo el apoyo que necesitara.

Sakura, por otro lado, era igual de extrovertida que Ino, pero más recatada. Era una chica exótica de cabello rosado y los ojos más verdes que Hinata había visto. Sentía gran pasión por la medicina y tenía una beca en la Universidad de Konoha para estudiar dicha carrera. Sus padres eran comerciantes de clase media y no podían estar más orgullosos de su hija.

Las tres chicas eran tan diferentes entre sí que Hinata se preguntaba cómo es que eran amigas. Supuso que eran éstas mismas diferencias las que las hacían congeniar tan bien.

Ino frenó con brusquedad y la sacudida sacó a Hinata de sus pensamientos. Todas se bajaron del auto, Sakura y Hinata un poco mareadas, pero aliviadas de estar fuera de peligro por ahora. Se habían denido en una calle desierta, a excepción de algunos autos aparcados a ambos lados del camino. Hinata reconoció el lugar como parte de una zona abandonada de la costa. Desde llí podía oler el agua salada y escuchar el murmullo de las olas. Solo había un local iluminado —y el único habitado, supuso— y Sakura e Ino comenzaron a caminar hacia allí. El resto de la calle y de los alrededores estaba en penumbra. El alivio de Hinata no duró mucho tiempo y se apresuró a seguir a sus amigas, comenzando a asustarse porque sentía que estaba en uno de esos barrios de mala muerte. Ella no era vanidosa ni nada, pero apreciaba su seguridad.

—¡E-esperen!— Llamó a las chica. Éstas se detuvieron antes de entrar al local y la miraron interrogantes— ¿Por qué estamos aquí? ¿Q-qué es éste lugar?— Preguntó, fijándose por primera vez en el cartel con luces de neón rojas sobre la puerta de entrada, que rezaba en mayúscula "AKATSUKI".

—Es un club.— Respondió Sakura con sencillez, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

A Hinata iba a darle un infarto.

—¡¿C-CLUB?!


...Continuará...