De un Lugar en Siberia.
Universo Alterno.
Capítulo 1. Cero Grados.
El horizonte era tan blanco y tan inmenso, que no podías decir con alguna facilidad, donde era que terminaba la tierra cubierta por la nieve, ni donde comenzaba el cielo, repleto de nubes blancas y espesas. El día de hoy la nieve estaba más profunda de lo normal, y el viento corría más fuerte que de costumbre, como si quisiera decir algo. Teníamos un breve descanso así que salimos fuera del complejo. Saque los cigarrillos y Sugiura llego con el café, ahí afuera hacia un frío del demonio, un frío que a pocos les gustaba, pero a mí me gustaba por el simple hecho de que nos dejaban fumar sin quejas, además, el paisaje daba paz y tristeza, siempre blanco, siempre imperturbable, siempre de la misma forma, me hacía creer que las cosas son para siempre, que no había forma de cambiarlas, que todo siempre sería igual, yo estaba bien con eso, pero… había veces en que el blanco tan profundo resultaba agónico.
- ¿Cómo están tus dedos hoy? -me dijo Sugiura, ayer casi se me congelan porque había olvidado los guantes y había estado trabajando fuera del edificio.
-bastante bien, ya sabes, un poco de agua caliente y ya está -me encogí de hombros con una sonrisa.
- ¿ya terminaron sus cafés? -pregunto nuestro supervisor
-ya casi -le dijimos alzando la voz para que nos ollera.
-cuando terminen, les daré sus nuevas asignaciones -y desapareció de la puerta por la que se había asomado, nos miramos, nos estiramos un poco, dejamos los cigarrillos y el café ahí mismo, el café que ya casi estaba congelado, y fuimos directo a la zona de descarga, donde solían estar nuestros chequeos de entrada.
Trabajaba en unos laboratorios que estaban a poco más de una hora de la ciudad más cercana, Verjoiansk, a tres del aeropuerto más cercano, Batagay, y a mucho más de un día del puerto de Vladivostok, del que había llegado hacía ya largos meses para conseguir un trabajo, algo nuevo en un lugar nuevo; y resultaba ser un buen trabajo solo porque pagaban bien, además el ambiente de trabajo era agradable, éramos pocos pero nos llevábamos bien, no había rivalidades ni malas intenciones, bastaba con el trabajo, a pesar de que eran unos laboratorios, no había cámaras de seguridad, solo tenías que omitir lo que hacías en el lugar, llegar a tiempo, trabajar, te pagaban muy bien y regresabas a tu casita a ver la televisión, comer alguna cosa buena, olvidarte de la sangre y las vísceras, dormirte, y todo estaba bien. No había problemas, pero si no lo hacías, si dejabas que los horrores que veías ahí dentro de los laboratorios pudieran contigo, ni te pagaban bien, ni dormías bien, ni comías bien, tu vida se trastornaba.
Por eso era importante que antes de pasar a checar tu entrada, tomaras una buena bocanada de aire y te mentalizaras, para poder entrar a los laboratorios, limpiar lo que te dicen, hacer como que no ves ni oyes algunas cosas y todo bien, como si no pasara nada, como si el mundo de fuera siguiera siendo bueno. O al menos era lo que yo hacía y lo hacía bien. Hacía…
Casi siempre trabajaban con materia humana, y dentro de esa materia, casi siempre hombres, hombres adultos, unos más envejecidos que otros, unos más cansados y lastimados, desgastados, abandonados, vagabundos, desechos de la sociedad, casi siempre, de esos que nadie iba a extrañar, hasta que comenzaron con mujeres.
No podía soportarlo. ¿Qué hacían con ellas? ¿o por qué? no lo sabía. Pero sus gritos de dolor eran más que suficientes para saber que no era algo agradable, además, tarde o temprano tenías que limpiar el desastre, ver los cuerpos, ver lo que habían hecho. No me quedo de otra más que pedir permiso para usar unos audífonos con el volumen lo más alto posible, para no oír más dolor, para no sentirme mal por la complicidad que estaba ejerciendo, para tratar de no mirar y simplemente limpiar. Mi supervisor, consciente de lo que debíamos afrontar, dio su consentimiento, entonces comencé a usar audífonos mientras limpiaba las enormes cantidades de sangre humana en pisos y muros.
Hasta que hoy me toco limpiar las celdas. Cambio de área me dijo mi supervisor. Cada tiempo se rotaban las áreas que nos tocaba, lo fácil eran las oficinas, después una semana en el sótano, la siguiente en los laboratorios D1 al D7, otra semana de los D8 al D14, del D15 hasta el D30 eran para extracciones, luego te daban a limpiar las áreas comunes, después el congelador que estaba junto, pero era absurdamente grande y si lo piensas innecesario, y finalmente lo que nadie quería, el "matadero" o las celdas. Ya me había tocado limpiar las celdas varias veces antes, eran veinte celdas, diez de cada lado de un largo pasillo. Pero esta vez era diferente, esta vez no solo había hombres con la mirada perdida o resignados a su destino, había mujeres, mayores y adultas, pero mujeres y por su apariencia no se veían como si fueran lo más bajo de la sociedad, se veían cuidadas y en buena forma.
Trague saliva con gran dificultad. No quería mirarlas, no quería ver sus ojos y sentirme culpable de aquella atrocidad. Me coloqué bien los audífonos y comencé a limpiar el piso hasta que inevitablemente tuve que ir a presionar el botón. Toda la materia humana estaba encadenada, por eso es que cada celda tenia cadenas que salían de una esquina, que a su vez, detrás del muro había un mecanismo que recogía la cadena para llevar a la materia hasta el rincón, lejos de mí por si intentaban atacarme al momento de entrar a limpiar. Después, presionaba otro botón para abrir las celdas, un botón para cada lado de las celdas.
Luego de que presione el botón, tomo unos segundos para que las cadenas del lado derecho se recogieran, llevando a las mujeres a un rincón, incomodas y pegadas a la fría pared, finalmente, cuando los seguros de las celdas estuvieron liberados, fui a hacer mi trabajo después de un suspiro de resignación. Abrí la primera celda luego de subir el volumen muy alto para acallar las suplicas. Limpie la celda rápidamente bajo los ojos de aquella primera mujer que estaba en la K01, cuando termine, corrí rápidamente para cerrar la reja y pasar a la siguiente celda. Todas suplicaban, todas pedían, todas lloraban, todas movían los labios rápidamente en ruego y dolor, y yo trababa de no verlas. Hasta que llegue a la K10. Ahí había una mujer joven, tan joven como yo.
Llegué a la celda y me distraje, no desvié la mirada al suelo como sabía que debía hacer para no ver sus ojos, por lo que momentáneamente la vi antes de mirar al suelo. Nos miramos por unos segundos. No lloraba, no suplicaba, no gritaba, solo estaba ahí esperando el momento en que mandaran por ella. Limpie rápidamente mientras recordaba los ojos rojos que recién había conocido. Era la más joven que había visto hasta ahora. Nerviosamente levante los ojos del suelo y la mire una vez más, era guapa, destilaba clase y entereza.
Por un momento me perdí en mis pensamientos, más concretamente, en lo que estaba haciendo, en este trabajo tan asqueroso. Volví a verla tan solo unos segundos, nerviosa y recordé. Recordé lo que había visto en los laboratorios, los cuerpos abiertos, las agujas, el instrumental médico, las tijeras, esas cosas que parecían cierras, las pinzas, los bisturís llenos de sangre, las bandejas metálicas con órganos o viseras… y los ojos abiertos, inertes, mirando al vacío con dolor. Pero eso no era lo peor, lo peor es cuando los dejaban con vida, cuando los dejaban sufrir por días hasta que se desidia que ya estaban ocupando demasiado espacio y oxígeno, entonces los mandaban al "matadero".
Ya me había tocado limpiar ese lugar. Una vez me llamaron demasiado antes y vi como llevaban arrastrando a un sujeto a la cámara. Agonizaba. Y una vez dentro del lugar lo arrojaron al suelo, entonces llego la persona a cargo, quien sospecho que disfrutaba su trabajo, o simplemente desconectaba su conciencia mientras tomaba un mazo y le golpeaba la cabeza. No gastaban en químicos para matarlos, no gastan en balas o cuchillos, simplemente los golpeaban unas dos o tres veces en la cabeza, se acercaba el hombre a moverlo con el pie, asegurando su muerte y después lo jalaba para llevarlo a un contenedor, entonces me dijo: "puedes pasar a limpiar ya". El sujeto salía y yo me quedé en aquella cámara de horror, silenciosa y fría, hasta que oí el gemido agonizante de aquel hombre. En aquella ocasión salí rápidamente a decirle al encargado. "No te preocupes, ya se morirá, sigue limpiando" me dijo.
¿Cómo podía tomarlo con tanta calma? En aquella ocasión apreté los dientes y entre con la mirada pegada al suelo, no tenía los audífonos así que escuchaba el tenue gemido quitándole el silencio a la habitación. Sabía que me iba a arrepentir, pero camine hasta las puertas de dónde provenía. Puse una mano en el metal de la puerta y empuje solo un poco, encontrando el contenedor a la altura de mis pies, y más abajo, en lo profundo, había varios cuerpos, con el ultimo de aquel hombre quejándose. Aun no podía borrar la imagen, pero recordé lo que me habían aconsejado hacer: "piensa que es una película que viste y olvídala".
¿Cómo? ¿Cómo podían decirme eso? ¿Cómo podía hacerle eso a una persona? Dejarlo ahí, agonizando ¿es que acaso podían cometer todos esos actos sálicos, pero no podían darle el tiro de gracia? ¿Por qué? ¿acaso sentían un mínimo de moral? ¿no querían ver la crueldad que estaban cometiendo? ¿no querían ensuciarse más las manos y matarlos definitivamente? ¿tanto así que simplemente los dejaban agonizantes hasta que murieran para poder quedarse tranquilos diciéndose que no los habían matado y con ello mirar a otro lado evitando ver la realidad de sus acciones? ¿si no podían, porque se dedicaban a este negocio? ¿tan grande era su avaricia? ¿más grande que tener un mínimo de misericordia? Si… debía ser más grande su avaricia, dolía cometer esas acciones, pero es suficiente con tirarlos al contenedor y mirar a otro lado, fingiendo que no está ahí y no volver a mirar lo que sucedía… pero aquellas personas, después de todo, merecían ya no sentir más dolor, si es que los iban a torturar así, deberían terminar de matarlo para que no siguiera sufriendo… pero si lo matan tan rápido ¿Cómo podía ser tan fácil? ¿Cómo podía mirar sus ojos, escuchar las suplicas e incluso tocar el cuerpo caliente y matar sin culpa a personas inocentes? …solo por la ganancia, me dije. La ganancia de lo que fuera que estuvieran buscando o haciendo, debía ser muy grande, por eso es que se permitían desecharlos tan fácil como si no tuvieran vida, emociones o sensaciones. Es crueldad injustificada. Por eso la decencia, ya fuera poca o mucha, la hacían a un lado.
Pero ahora… volví a subir los ojos para mirarla… imaginando que ella sufriría alguno de aquellos dos finales… aquellas manos, aquellos ojos… ¿Qué sería lo que le sucedería? Me tense en sobremanera al mismo tiempo que terminaba la limpieza de su celda. Me enderece un poco, aun mirando al suelo. Pasé saliva y volví a verla lentamente… sus ojos estaban sobre los míos, mirándome fijamente desde la esquina, con sus brazos levantados incómodamente por las cadenas que pegaban sus grilletes al muro…
"Ayúdame" leí en sus labios y rápidamente volví mi vista al frente, dándome la vuelta en un giro rápido, tratando de huir, tratando de olvidar lo que sabía que me había dicho, lo que me había pedido… pero me detuve en la puerta de su celda, no queriendo abandonarla, no queriendo seguir huyendo.
Subí los ojos a la celda de enfrente, estaba vacío. Lo pensé solo un poco y volví a verla lentamente, encontrándome con aquellos preciosos ojos que me suplicaban. Volví a ver al frente y cerré la reja tras de mí. Camine hasta la entrada a las celdas, donde en un muro cercano a los botones estaban colgadas las llaves de los grilletes. Si la liberaba perdería mi trabajo, perdería el dinero que estaba a dos días de ganar después de trabajar un mes… pero quien sabe cuántos días le quedarían a ella… di un corto respiro con la boca y exhale, para tomar las llaves y meterlas en mi bolcillo, lejos de las miradas de los demás cautivos.
Baje el volumen de la música, oyendo las suplicas, los gemidos y sollozos de los demás encarcelados, y camine hasta el final del pacillo, a la última celda, donde estaba ella. Me le quede mirando mientras sentía en mi bolcillo las llaves, lo estaba pensado todavía hasta que volvió a mirarme. Entonces abrí la reja y me aproximé a ella.
-no digas nada -saque las llaves de mi bolcillo y busque las de la K10 -tienes que esperar -le dije lo más bajo que podía -a que termine de limpiar las celdas y apague las luces ¿de acuerdo? -le dije al tiempo que giraba las llaves, abriendo los grilletes -después de que apague las luces esperaras aquí ¿sí? -ella asintió - ¿cómo te llamas?
-Fujino… Fujino Shizuru… -contesto con voz queda, por un momento temí que algo le hubieran hecho en la garganta.
- ¿estás bien? ¿no te han hecho algo? -negó luego de bajar las manos hasta su regazo -bien, después de que apague las luces me esperas, serán unas horas, pero volveré y abriré la celda, te esperare al final del pasillo ¿bien? -volvía a asentir -si no, no podré sacarte de aquí.
E inmediatamente salí de la celda volviéndola a cerrar tras de mí, yendo a cerrar con seguro todas las celdas del lado derecho para abrir las del lado izquierdo y empezar a limpiar. Al diablo con el dinero, me dije, no iba a seguir siendo cómplice de actos atroces, de tanta maldad y sadismo. Quizás el resto de los cautivos estuvieran condenados, pues tenían marcas amoratadas que indicaban demasiados pinchazos seguidos, pero ella aun no, aún estaba limpia, solo debía esperar.
Mientras limpiaba celda por celda comenzó a trabajar mi cerebro para poder sacarla de ahí sin que nadie se diera cuenta, al menos por este día, o por este turno, porque, aunque no había cámaras de vigilancia, tarde o temprano vendría alguno de esos sujetos por ella, y se darían cuenta que no estaba, y a la única persona que culparían seria a la que estaba encargada de limpiar, la única que había tenido acceso, y esa era yo.
Cuando terminé de limpiar, fui a sentarme en la entrada a cumplir la otra parte de mi trabajo, vigilar. Debido a que estábamos en un lugar lejano de la ciudad más próxima y que esa a su vez, aún estaba muy lejos de lo que se podría decir ciudad o mucho menos metrópolis, casi no había guardias, lo que había eran enfermeros que siempre estaban con los médicos, que más que enfermeros parecían verdugos.
Las horas pasaron lentas y tortuosas, esperando que en ningún momento llegara alguno de esos sujetos a recogerla, por suerte el día había estado tranquilo hasta que termino el turno, ya estando de noche, lo que necesitaba. Mi única ventaja es que la salida de nosotros estaba al final de un pasillo, junto al matadero, que, a su vez, estaba al lado de la zona de celdas. Solo debía tener cuidado de que cuando checara la salida, nadie viera como me llevaba a alguien.
Mi corazón comenzó a latir fuertemente cuando se oyó el ligero pitido del final del turno. En el turno de la noche no había nadie, solo los guardias que estaban en las casetas, unas horas después en la mañana, empezaba el otro turno; no tenían que preocuparse de las horas en las que no había personal, después de todo, el complejo se quedaba cerrado a canto y lodo porque tenía un buen sistema de seguridad, sumándole a eso, que era un lugar aún más remoto de lo alejadas que estaban las ciudades, por lo que nadie intentaría entrar al complejo de noche, cuando bajaba aún más la temperatura y era prácticamente imposible que alguien intentara rodear el complejo para entrar, debido a la constante nieve de algunas partes, si pisabas mal, te podía absorber, solo alguien insensato o estúpido lo intentaría.
Me levante a pasos lentos, mientras veía que todos los demás salían de sus áreas correspondientes para salir por el pasillo del matadero. Por otro lado, los médicos ya estaban en la entrada o encendiendo sus autos para irse, ellos jamás trabajaban de más. Minutos después ya casi todos habían llegado a checar su salida, dejando el complejo vacío y silencioso. Seguí con mis pasos lentos hasta que encontré a todos los demás poniéndose sus chaquetas, habiendo checado la salida. Algunos ya hasta se habían subido a sus autos cuando yo llegue. Tome con disimulada lentitud mi tarjeta y la pase.
-oye, ¿quieres ir a la ciudad a comer algo? -me dijo Sugiura.
-no, yo… -trague saliva -preferiría ir a casa, ha sido…
-ya, te entiendo -dijo mirando al suelo, a ella le había tocado esta semana la sala común -bueno yo, entonces voy sola, no te preocupes -me dijo y asentí, entonces comencé a buscarme en la ropa algo.
- ¡rápido! ¡quiero llegar a casa ya! -nos dijo el compañero a cargo de cerrar todo hoy.
-espera, si quieres cierro por ti, olvide mi teléfono -y espere que creyeran mi mentira.
- ¿de verdad? ¡cierras bien! Ya sabes, deja las llaves en vigilancia -me dijo luego de que me las aventara y saliera con prisa.
- ¿estarás bien? -me dijo Sugiura.
-claro, solo, debo haberlo olvidado en el asiento.
-bien, no olvides tu chaqueta -y la señalo en el perchero, ya que aún no me la ponía.
-no lo hare.
Sugiura salió por la puerta y me quedé a solas, e inmediatamente fui por mi chaqueta, para después salir casi corriendo a las celdas. Fueron solo unos minutos hasta que llegue, las luces estaban apagadas, pero sabía dónde estaba qué cosa. Rápidamente tome mi celular que había dejado por si no creían la mentira y utilice la linterna. Entre con silencio a las ya mudas celdas. Vacile un poco porque al liberar los seguros los demás cautivos podían darse cuenta y armar alboroto. Que no lo oigan, dije en una súplica y presione el botón para liberar el seguro, al instante se botaron los seguros y espere escuchar algo, pero perecía que o estaban dormidos o quizás pensaba que estaban soñando, fuera como fuera no se oía nada; respire rápido y un poco agitada, esperando que no se hubiera quedado dormida. Mi corazón latía acelerado, lo podía oír fuertemente en todo el complejo, sentía que los segundos que habían pasado eran demasiados, casi minutos y justo cuando iba a asomarme ella apareció, entonces presione de nuevo el botón, regresando los seguros, al tiempo que la jalaba de la muñeca, pasándole mi gruesa chaqueta para que se la pusiera, entonces, esta vez sí se oyeron voces.
Pero ya nada importo, una vez lista, caminamos presurosas por los pasillos, sintiendo que nuestras pisadas eran bombas entre aquel silencio, pero estaba bien, me dije, no hay nadie más, solo debemos llegar a la camioneta. Pronto llegamos al pasillo del matadero y dimos vuelta, casi corriendo para llegar la puerta, entonces nos frene, me puse un dedo en la boca, en señal de silencio, abrí la puerta y me asome, estaba vacío de autos y personal, menos aun de guardas que estarían bien apretujados en las casetas, resguardándose del frio.
Solo entonces abrí la puerta por completo, sintiendo el golpe del aire frio contra mi cuerpo con la protección de una delgada chamarra, apenas estábamos en agosto y ya las temperaturas eran absurdamente bajas. Me gire a ella y le extendí la mano para que saliera. Entonces saque las llaves y cerré, en ese momento, entre que cerraba y sentía el frio, mire el suelo, viendo sus pies desnudos. Apreté los dientes, molesta. Guarde las llaves en el bolcillo y sin preguntarle me agache, para poder cargarla en brazos y evitar que perdiera un dedo mientras caminaba en la nieve.
Corrí con ella en brazos hasta la camioneta, mirando en dirección a las casetas por si algún guardia se asomaba interesado, al parecer, todo estaban bien sentados y acomodaditos. Al llegar le pedí a ella que buscara en mi chaqueta las llaves para que abriera. A cada segundo que pasaba sentía que me iba a congelar, así que cuando abrió la camioneta, con apuro nos metimos en ella, y me estiré buscando otra chaqueta en el asiento de atrás.
-tendrás que ocultarte en el suelo de asiento trasero -le dije mientras me colocaba la chaqueta -encógete todo lo que puedas en la puerta que está a mi lado ¿de acuerdo? -le dije mientras encendía el auto.
-está bien -me dijo mientras saltaba del asiento del copiloto al de atrás. Viene lo bueno me dije, mientras ponía la reversa para ir saliendo del estacionamiento.
- ¿ya estas lista? -le pregunte echando un vistazo a atrás -si hay algo más cúbrete.
-ya lo hice -me dijo con cierta incomodidad en su voz.
-bien -entonces puse en marcha el auto hasta las casetas de vigilancia, había dos a cada lado, pero me fui por la de la derecha. Avancé los casi cien metros hasta ella y me detuve.
- ¿Por qué tardaste tanto? -me dijo el guardia luego de echarse la capucha encima.
-olvidé el celular y no lo encontraba, pero ya cerré -le dije mientras sacaba las llaves de mi bolcillo para entregárselas en la mano.
-ah, estamos iguales, yo perdí el mío justo ayer, tuve que ir hoy a comprarme uno nuevo.
-tranquilo, esas cosas pasan -y me encogí de hombros dando cierta naturalidad.
-tienes razón, vete ya que la noche se va a poner más fría, odio el turno de la noche.
-hasta mañana Valerik -él simplemente me despidió con la mano y subí la ventana para arrancar la camioneta. Unos metros más adelante exhale la tensión acumulada en mis pulmones.
- ¿puedo salir? -me dijo ella desde lo bajo de atrás.
-espera un poco -le dije, mientras veía por el retrovisor como las casetas de vigilancia se alejaban cada vez más y más hasta que se perdían de vista -ahora sí.
-gracias -dijo luego de que se levantara y se quedara sentada ahí atrás -de verdad me salvaste… pero… -lleve mis ojos al espejo para mirarla - ¿Por qué? -entonces ella también me miro por el espejo.
-una cosa es ver vagabundos rusos ser sometidos a tal crueldad, que no es de mi gusto tampoco, pero otra muy diferente es ver a alguien que es…
- ¿de Japón? -termino completando lo que quería decir.
-si… -y me quede en silencio, además, no podía dejar que tan guapa mujer tuviera semejante final - ¿Cómo llegaste a aquí?
-estaba de viaje en Kazán, iba con unos amigos… -decía, al parecer recordando al mismo tiempo -estábamos en un club, salí a contestar una llamada, un amigo que venía con nosotras se había perdido buscando una tienda donde vendieran cigarrillos, estábamos tratando de orientarnos cuando una van negra apareció casi de la nada, abriendo rápidamente y metiéndome, me golpearon en la cabeza y cuando desperté me llevaban en un compartimiento, hasta que me metieron a esa celda en la madrugada…
-ya veo… -e inevitablemente fruncí las cejas -lo siento mucho… -le conteste al tiempo que me imaginaba todo eso.
- ¿ahora qué voy a hacer? -y alce una ceja mientras la veía por el espejo.
-más bien ¿Qué vamos a hacer? -ahora ella estaba confundida -no puedo regresar, sabrán que fui yo.
-te has arriesgado demasiado por mi… -decía penosamente.
-ya no podía soportar trabajar ahí… no has visto nada de lo que hacen… -y recordé la sangre, la carne, la muerte.
- ¿solo limpiabas? ¿o eras una especie de guardia? -me preguntaba curiosa.
-algo así… hacia las dos cosas, en ese lugar no quieren tener demasiada gente… y no muchos seguro quieren trabajar ahí.
- ¿entonces porque lo hacías? -decía curiosa.
-pagan muy bien y estaba desesperada cuando acepte el trabajo… complete el entrenamiento para ser guardia de seguridad, pero nadie me contrataba, quizás porque soy extranjera, se me acabo el dinero y no tenía trabajo, entonces recibí una notificación de una bolsa de trabajo y acepte sin pensármelo, decía que tenía hacer tareas de limpieza y vigilancia, y el sueldo es exorbitantemente bueno, ¡y yo casi en la calle! Tome mis cuantas cosas y acepte largarme de Vladivostok, pero al llegar me hicieron firmar un contrato de confidencialidad, se me hizo extraño, pero no tenía más opciones… yo supongo que buscan personas así, al filo de la navaja, para que aceptemos, aunque claro, tampoco hay muchas contrataciones.
- ¿Qué es…? ¿Qué hacen ahí? -pregunto sin muchas ganas.
-no lo sé, no he querido saber, me basta con lo que he visto…
- ¿Qué has…? ¿Qué has visto? -parecía que no quería ser curiosa, pero le ganaba.
-cosas que jamás podrías olvidar en la vida… recuéstate, llegaremos en una hora a mi departamento, tomare unas cosas y nos largaremos.
-es tarde para decirlo, pero… ¿de verdad puedo confiar en ti? -la mire unos segundos.
-no es como si tuvieras muchas opciones… -le dije, siendo sincera -pero puedes hacerlo, o si quieres no lo hagas, no soy quien, para decirlo, solo tú.
-ni siquiera sé cómo te llamas -bueno, quizás yo me sentiría igual que ella si estuviera en su situación.
-Natsuki, Natsuki Kuga -le dije de la forma occidental.
-gracias Kuga Natsuki… -pero ella lo dijo diferente, pronto se recostó a lo largo del asiento trasero.
-solo Natsuki está bien -yo estaba acostumbrada a que me llamaran así ya a que los rusos me hablaran como si nada por mi nombre.
-bien, Natsuki.
Nos quedamos en silencio a lo largo del viaje. Conduje en silencio, mirando por el espejo retrovisor cada tanto, un poco nerviosa. Pero no tenía nada que temer, aún. Probablemente se darían cuenta mañana por la mañana, cuando el turno de la mañana abriera el complejo, echando un vistazo a eso de las seis de la mañana. Lo que me daba casi diez horas para largarme. Tiempo más que suficiente para salir de este recóndito lugar. Volví a mirar la carretera, vacía, entonces suspiré con un poco de más calma.
El camino hasta mi departamento en Verjoiansk se me hizo más largo de lo normal, pero cuando mire mi reloj, me había tardado casi lo mismo de todos los días, sin contar que esta vez había salido más tarde de lo normal, lo que quería decir, que en realidad tarde menos. En cuanto llegue a mi departamento, mire a todos lados, teniendo precaución, entonces gire a buscarla en el asiento trasero, encontrándola dormida, tapando sus piernas con otra chaqueta que creía perdida en aquel lugar. No queda de otra me dije, saliendo de la camioneta para ir hasta el segundo piso de mi ajustado departamentito. En seguida de abrir la puerta encendí la calefacción y recogí algunas cosas que había dejado botadas más temprano en el día, pero sobre todo, despeje la cama para volver por ella, asegurándome dejar la puerta abierta.
Cuando estuve de regreso en la camioneta, podía ver como su respiración, aunque tenue, era visible como un humo blanco por la baja temperatura. Abrí la puerta del asiento de atrás y con un poco de trabajo la saque de ahí en brazos. No era excesivamente pesada, seguramente no tenía muchos días de haber sido raptada y no había perdido mucho peso. Cerré la puerta con un movimiento de cadera, ella se despertó y se encogió, seguro tenia frio en las piernas, no tenía nada más que un pantanosillo muy liviano para cubrirlas.
Me apresure y subí con ella hasta a mi departamento, finalmente la deje en la cama y le puse una colcha encima al mismo tiempo que se calentaba el lugar, esperaba que el agua también lo hiciera. Volví a mirarla, ella necesitaba un baño caliente, aunque tardara un buen rato en calentarse.
-aun no estamos a menos -dije mirando el termómetro -en cuanto sea septiembre otra cosa muy diferente será.
Poco a poco el lugar comenzó a entibiarse y pude por fin quitarme la chaqueta. Mientras se calentaba el agua, busque mi maleta que hacía ya tanto que no la usaba. Al final, termine encontrándola bajo mi cama. Enseguida comencé a sacar ropa para meterla, tome todos mis objetos de uso personal, un par de libros, mi casi nueva laptop, unos cuantos pares de zapatos y un kit de defensa que había comprado antes de irme de Vladivostok, ojalá que no se presentara ninguna situación que requiriera su uso, pero por si acaso, lo lleve. Poco a poco fui guardado todo lo esencial en la maleta. Luego me di a la tarea de escogerle ropa para ella, ya que obviamente no iba a dejar que anduviera por ahí con solo ese pantaloncillo ligero. Cuando termine incluso de escogerle los calcetines me acerque a ella, que dormía profundamente. Debe estar cansada, me dije, pero miré el reloj, ya eran poco más de las diez de la noche. Aún hay tiempo, me dije, pero no dejaba de estar nerviosa.
-Fujino Shizuru… -le dije moviéndola por el hombro -Fujino Shizuru -le volví a decir -Fu… Fujino, despierta Fujino -si no mal recordaba las costumbres, primero debía llamarla por su apellido -Fujino -dije insistente, entonces despertó exaltada -tranquila, no pasa nada, pero hay que prepararnos -y asintió en silencio -seguro te gustara ducharte, he preparado el agua -le dije levantándome de la orilla de la cama.
-gracias, si lo necesito -en seguida se puso de pie y me acerque a ella con una toalla que tomo sin decir palabra, una vez que estuvo en el cuarto de baño y me senté en el colchón, note que olvide darle la ropa.
-Fujino -le dije entrando solo un poco -te dejo ropa y los interiores son nuevos, aunque genéricos.
-están muy bien, en realidad -aunque dijera eso, realmente no tenía muchas opciones a quejarse, pero es buena su actitud.
Regrese a sentarme en mi cama y encendí el televisor, solo había unos cuantos canales aburridos, sobre noticias y esas cosas, los mire largo rato hasta que mi estómago rugió. Había comprado un buen pedazo de carne que seguro podría hacer para cenar. No es como si supiera hacer muchas cosas de comer, así que algunas veces solo freía la carne y con eso me conformaba. Algunas veces carne, otras pescado, el pescado no era tan común, pero de vez en cuando se daba la oportunidad de comerlo. Para cuando Fujino salió de la ducha, yo estaba cenando vorazmente en el la estrecha mesa de la sala-comedor, en seguida que la vi salir con mi ropa puesta le señalé el plato de enfrente. Empezó a comer lento y luego cada vez más rápido.
-solo en la mañana nos habían dado una especie de preparado viscoso y blando… -dijo excusando su avidez de comida.
-lo sé, me ha tocado el turno de la mañana, sé que solo les dan una vez al día y es, realmente asqueroso -de solo recordarlo me daba asco -descansa un poco -le dije recogiendo los platos -yo también me duchare, escoge un par de botas, ojalá alguno te quede -termine de poner los platos en el fregadero y comencé a quitarme la camisa cuando llegue a la puerta del baño -la secadora está en mi habitación.
Unos minutos después, podía oír el ruido de la secadora a través de la puerta. Respire profundo, aunque trataba de estar tranquila y de relajarme no lo podía estar del todo, de modo que termine de lavarme muy rápidamente y cuando salí de la ducha, note que había olvidado mi ropa fuera, más por costumbre que otra cosa, vivía sola, no tenía que preocuparme por salir en cueros en mi departamento. Lo medite un rato con la toalla enredada alrededor de mi cuerpo.
-no queda de otra -me dije, y salí así con la toalla; cuando llegué a la puerta de mi habitación, Fujino estaba acostada con una almohada en los brazos y el control en una mano, con los parpados tan cerrados que dirías que estaba a punto de caer dormida, si no es que ya lo estaba. Me acerque a mi armario y poco a poco comencé a vestirme, sabiendo que Fujino poco interés en mi pondría cuando estaba casi por empezar a roncar. Cuando termine, ella dormía con los labios ligeramente abiertos. Es muy guapa, me dije por segunda vez en el día. Me acerqué a la cama y me lo pensé bastante para acomodarme ahí junto a ella. Estuve por irme al minúsculo sofá que tenía, pero me dije que esa era mi cama y tenía derecho. Me acosté y puse en mi teléfono una alarma que me despertara en cuatro horas. Luego nos pase la colcha encima.
Estaba nerviosa y tensa, pero, aun así, comencé a dormirme bajo la luz de la pantalla, con un hombre hablando quien sabe de qué. Cuando volví a despertar, era porque la alarma del teléfono fastidiaba a mi lado con pitidos y vibraciones molestas, así que enseguida lo apagué. A mi lado Fujino continuaba igual que cuando me había acostado, podía jurar que no se había movido ni un milímetro. Eran poco más de las tres de la mañana y el televisor continuaba con una programación de puros comerciales con productos para comprar desde casa por teléfono.
Muchas gracias por tomar parte de su tiempo y leer, agradezco a los visitantes, a los lectores y a los que comenten, dudas, comentarios, opiniones y criticas serán bien recibidas.
Este va a ser un poco corto a comparación de Sin Garantías, pero bueno, igual fue entretenido escribirlo.
Nos leemos en el siguiente.
